Garnham, 1985. La psicolingüística se ocupa del estudio de los mecanismos mentales que hacen posible a la gente usar el lenguaje. Su objetivo es conocer la forma en que el lenguaje es entendido y producido.
Ellis y Beattie, 1986. Nosotros queremos saber qué ocurre dentro de las cabezas de las gentes cuando hablan, escuchan, escriben o leen.
Taylor y Taylor, 1990. La psicolingüística es el estudio de la conducta lingüística: cómo la gente real (por oposición a ideal) aprende y usa el lenguaje para comunicar ideas. Intenta responder a preguntas sobre cómo se produce, percibe, comprende y recuerda el lenguaje. Cómo se usa, cómo se adquiere y cómo está representado en la mente.
Jay, 2003. La psicolingüística es un campo interdisciplinario que abarca la psicología y disciplinas relacionadas con el estudio de los procesos del lenguaje. Se centra en los procesos necesarios para adquirir, producir o comprender el lenguaje.
Carroll, 2006. La psicolingüística es el estudio de cómo los individuos comprenden, producen y adquieren el lenguaje. Es parte del campo de la ciencia cognitiva.
Harley, 2009. La psicolingüística es el estudio de los procesos psicológicos implicados en el lenguaje. Los psicolingüistas estudian la comprensión, producción y recuerdo del lenguaje.
Osgood y Sebeok (1954). Publicaron «Psycholinguistics. A survey of theory and research problems». La publicación donde aparece por primera vez el término psicolingüística, se considera como fecha de nacimiento de la disciplina.
Wilhelm Wundt (1879). Los estudios de psicología del lenguaje se iniciaron en el mismo momento en que comenzó la psicología científica, con la creación del primer laboratorio de psicología experimental en Leipzig, Alemania:
Para Wundt es la oración (y no la palabra) la unidad primaria del lenguaje. No es posible pronunciar varias palabras a la vez, por lo que el lenguaje exige la ordenación secuencial en el tiempo de los elementos lingüísticos (palabras, sonidos, etc.).
Wundt considera la producción del lenguaje como el proceso de transformación desde un pensamiento completo y unitario a una secuencia organizada de segmentos de habla.
Para Wundt, el habla tiene su origen en la apercepción de una impresión general de la conciencia. Después, a través de un procedimiento de análisis, el hablante descompone esta apercepción global en distintos componentes y, al mismo tiempo, identifica las relaciones que hay entre ellos, como las de sujeto y predicado. En el proceso recíproco de comprensión del lenguaje, el oyente reconstruye la impresión general a partir de la secuencia de elementos que constituyen la oración. A su vez, lo importante para el oyente es esta impresión general, no la organización superficial de los elementos desde los que se ha derivado. Por eso, el oyente recuerda el significado de lo que oye, aunque olvida pronto las palabras exactas de la oración.
Wundt sienta las bases de algunos conceptos contemporáneos como, por ejemplo, la noción de estructura superficial y estructura profunda del lenguaje que Chomsky propondría años más tarde. También realizó estudios empíricos utilizando el método introspectivo consistente en intentar observar las operaciones mentales que uno mismo realiza mientras lleva a cabo una actividad.
Greenspoon (1955). El hecho de que un entrevistador refuerce con sonidos como «mmm», u otros signos sutiles de aprobación, un tipo determinado de palabras (p. ej., plurales frente a singulares), hacía aumentar la probabilidad de que el entrevistado usara tales palabras, incluso sin ser consciente de ello.
Skinner (1957), trataba el lenguaje como una respuesta a los estímulos del entorno que podía ser condicionada y reforzada por sus consecuencias.
Chomsky (1957). Publica el libro “Syntactic structures”.
Chomsky plantea la existencia de una estructura profunda que, a través de un conjunto de transformaciones, se convierte en una estructura superficial, que es la que aflora en las palabras y frases que pronuncia el hablante. El oyente, en cierto modo, recorrería el camino inverso: partiendo de la estructura superficial de la frase llega a la estructura profunda.
El modelo gramatical de Chomsky tenía una fuerte base psicológica y constituyó una fuente de hipótesis que los psicólogos pusieron a prueba a través de numerosos experimentos durante las dos décadas siguientes.
Con el tiempo, los planteamientos de Chomsky fueron sufriendo diversos cambios hasta llegar a su actual programa minimalista, centrado en el concepto clave de la recursividad sintáctica (Hauser, Chomsky y Fitch, 2002)
Skinner (1957). Publica Verbal behavior (Conducta verbal).
En este libro el autor trata de demostrar que toda habla humana puede ser atribuida al condicionamiento de los hablantes por su ambiente. Entiende el lenguaje como un conjunto de operantes verbales o respuestas verbales del sujeto, adquiridas por mero condicionamiento. Pretende explicar el lenguaje como un conjunto de hábitos que se van formando durante la vida, sin necesidad de apelar a complejos mecanismos innatos o mentales. Lo único que hace falta es la observación sistemática de los sucesos que acontecen en el mundo exterior y que llevan al hablante a articular sonidos.
Sus explicaciones sobre el lenguaje se basan en trabajos sobre ratas y palomas. Había logrado de mostrar que, con tiempo suficiente, se podía adiestrar a estos animales en la ejecución de una enorme variedad de tareas en apariencia muy complicadas (p. ej., tocar una melodía en un piano), siempre y cuando se siguieran dos principios elementa les: primero, las rareas debían descomponerse en una serie de pasos cuidadosamente graduados, y segundo, había que recompensar repetidamente a los animales en la medida en que sus respuestas se aproximaban a las deseadas.
Miller (1962). Demostró que los individuos tardan más tiempo en comprender oraciones que necesitan una transformación, por ejemplo las pasivas y las negativas, que las oraciones nucleares. Ello se debe, según Miller, a que para comprender una oración compleja es necesario desmontarla de sus transformaciones hasta llegar a la oración nuclear, y eso requiere tiempo. Así, la oración negativa «El alumno no hizo trampas en el examen» estaría formada por la oración nuclear « El alumno hizo trampas en el examen» y la regla de negación.
Mehler (1963). Comprueba que los individuos recuerdan mejor las oraciones nucleares que las complejas.
Green, 1970; Wason, 1965. Cuando las oraciones negativas forman parte de un contexto adecuado en el que se utilizan para corregir información previa o para señalar la excepción de la norma, no resultan más difíciles de comprender que las afirmativas correspondientes.
Rumelhart y McClelland (1981). Modelo PDP (procesamiento distribuido en paralelo) sobre el reconocimiento de palabras escritas.
McClelland y Elman (1986). Modelo TRACE sobre el reconocimiento de palabras habladas.
Belinchón et al. (1992). El sistema completo, o arquitectura cognitiva, está formado por diversas estructuras o componentes relativamente estables que operan con representaciones internas. Desde el paradigma basado en la analogía o metáfora del ordenador, se entiende que los procesos mentales funcionan de modo semejante a las operaciones internas que ejecutan estas máquinas; de modo que en los procesos mentales es posible identificar, al igual que en un ordenador, un conjunto finito de estados internos del sistema, denominados computacionales.
Sandford y Garrod (1994). La comprensión exige relacionar con coherencia las distintas partes del discurso (o texto), para construir una representación global y estructurada de su significado.
Jerry Fodor (1983). Publica The modularity of Mind.
Chomsky et al. (1980). Nuestra especie posee un «órgano del lenguaje» innato, generado a lo largo de la evolución humana, que funcionaría como un módulo separado del resto del sistema cognitivo.
Liberman (1996). Defiende la existencia de un mecanismo específico para percibir el lenguaje, separado de la percepción auditiva general.
Kiefte y Kluender (2005). Entienden que el lenguaje es percibido gracias a los mismos mecanismos generales que intervienen en la percepción de cualquier sonido.
Fenson et al. (1994). A la edad de 24 meses, hay niños o niñas que sólo dicen un puñado de palabras, mientras que otros ya pronuncian 300.
Stromswold (2001). Si los estudios genéticos fallaran en revelar evidencias de la genética del lenguaje, ello podría deberse a dos razones distintas. Una posibilidad es que el lenguaje no sea heredable ni tenga tal base genética. Otra posibilidad es que la hipótesis de la herencia del lenguaje sea correcta, pero que su base genética sea la misma para todos los individuos.
Watkins, Dronkers y Vargha-Khadem (2002). En relación con el gen FOXP2 se lo consideró más como un gen implicado en la secuenciación compleja de patrones motores articulatorios, patente sobre todo, en la tarea de repetición de seudopalabras.
Eric H. Lenneberg (1967). El principal defensor de la existencia de un período crítico para el lenguaje, situaba dicho período entre los 2 años de edad y el comienzo de la adolescencia. Lenneberg se basó fundamentalmente en cinco argumentos, hoy, algunos de estos argumentos han perdido parte de su fuerza:
Según Lenneberg, los niños con síndrome de Down y que presentan un retraso general en su capacidad mental nunca llegan a alcanzar una competencia lingüística completamente normal, debido a que el desarrollo del lenguaje se detiene al pasar la pubertad, aunque, en teoría, aún quedaría un trecho por recorrer.
Según Lenneberg, si un niño menor de 2 años sufre una lesión en el hemisferio cerebral encargado del lenguaje (el izquierdo, en la mayoría de las personas), el desarrollo del lenguaje apenas resultaría alterado porque el otro hemisferio se haría cargo de esa función; esto ocurriría incluso en los casos más extremos de pérdida completa del hemisferio izquierdo. La razón de ello residiría en que el período crítico aún no ha comenzado y la plasticidad del sistema nervioso permitiría que el control del lenguaje pasara a depender de otras estructuras neuroanatómicas no afectadas. Estas mismas lesiones suelen producir, sin embargo, secuelas menos reversibles en adolescentes y adultos, porque ya se ha perdido la plasticidad inicial y se ha fijado la especialización funcional de las diversas estructuras neurales.
La adquisición de una segunda lengua ha constituido otra fuente de argumentación a favor del período crítico. Existen datos que indican que el acento proporcionado por la lengua materna se hace prácticamente inmutable después de la pubertad. Un adulto que aprende un nuevo idioma tiende a conservar su antiguo acento y lo más probable es que su habla nunca llegue a confundirse con la de un nativo, desde el punto de vista fonético. Sin embargo, un niño adquirirá la segunda lengua sin ningún acento extranjero.
Para Lenneberg, el proceso de especialización hemisférica en la función lingüística se desarrollaría entre los 2 y los 14 años de edad, es decir, el mismo período durante el cual se adquiere y se desarrolla plenamente el lenguaje. De este modo, la capacidad de adquisición lingüística guardaría estrecha relación con el paulatino proceso de especialización hemisférica, gracias al cual, una mitad del cerebro, la izquierda en la mayoría de las personas, se va haciendo cargo de los principales mecanismos neurales del lenguaje.
El quinto argumento se apoya en los individuos que se han visto expuestos al lenguaje tardíamente. Los casos más llamativos son los que se ha dado en llamar «niños salvajes», criados sin la presencia del ser humano, o aislados de toda forma de estimulación lingüística.
Gleitman (1984). Algunos estudios más recientes han puesto de relieve que los niños con síndrome de Down presentan un techo preestablecido en su desarrollo y pueden alcanzar este punto a cualquier edad, lo que en muchos casos sucede bastante antes de llegar a la adolescencia.
Aitchison (1992). En lo que a la edad de inicio se refiere, Lenneberg se equivoca al suponer que los niños menores de 2 años no resultan afectados por lesiones en el hemisferio izquierdo. Por el contrario, los bebés que han sufrido una ablación de este hemisferio en su primer año suelen tener problemas importantes de lenguaje. En cuanto a la terminación repentina del período crítico al llegar a la adolescencia, se ha comprobado que a esa edad aún pueden producirse cambios sustanciales en el dominio del lenguaje.
Kinsbourne y Hiscock (1987). En tareas experimentales de escucha dicótica, los niños de 21/2 a 3 años revelan un uso preferente del hemisferio izquierdo en el procesamiento del lenguaje.
Steinberg (1993). Un año desde del descubrimiento de Genie (había vivido en condiciones verdaderamente infrahumanas (Curtiss et. al., 1974). A partir de los 20 meses, Genie fue encerrada en una pequeña habitación […]. Su padre la castigaba si emitía algún sonido. Permanecía la mayor parte del tiempo enganchada con una correa a una sillita de bebé, y cuando no estaba así la introducían en un saco de dormir dentro de una cuna y la tapaban con una tela metálica. Aunque había pasado la pubertad, Genie pesaba sólo 30 kg; no podía masticar alimentos sólidos, no controlaba sus esfínteres y era incapaz de mantenerse erguida. Si hacía ruido, su padre la golpeaba. Nunca le hablaba, aunque en ocasiones le ladraba como si fuera un perro. Su madre, medio ciega y atemorizada por el marido, la visitaba sólo unos instantes diarios y la alimentaba con comidas infantiles; durante este tiempo sólo le dirigía unas pocas palabras, si es que le hablaba. En la casa no había radio ni televisión, por lo que Genie tampoco tuvo ocasión de oír el lenguaje a través de esos medios. Los exámenes médicos parecían indicar que durante los primeros 20 meses había tenido un desarrollo normal hasta que presentó un retraso en la deambulación como consecuencia de una luxación congénita de la cadera. Este hecho hizo que el padre la considerara deficiente mental y la tratara de la forma descrita), se realizó una evaluación exhaustiva de los progresos alcanzados por Genie en el lenguaje:
Comprensión de una amplia variedad de estructuras sintácticas. Por ejemplo, las es-tructuras de negación, al distinguir la frase “Show me the bunny that do es not have a carrot” (Muéstrame el conejito que no tiene una zanahoria) frente a ‘Show me the bunny that has a carrot’ (Muéstrame el conejito que tiene una zanahoria).
Comprensión de adjetivos simples como ‘big’ (grande) o ‘little’ (pequeño), etc.
Colocación de los objetos en el espacio en relación con otros objetos, a través de las preposiciones ‘in’ (en), ‘under’ (bajo), ‘next to’ (cerca de), ‘behind’ (detrás), etc.
Distinción entre singular y plural. Distinción entre las conjunciones ‘and’ (y) y ‘or’ (o).
Comprensión de pronombres, tiempos verbales y superlativos (‘big’ grande, ‘bigger’ más grande, ‘biggest’ el más grande).
Pierre Paul Broca (1824-1880). Describió en 1861 el caso, ampliamente citado, del paciente Leborgne. Este enfermo parecía comprender todo lo que se le decía y no mostraba parálisis alguna que afectara a los músculos bucofonatorios, pero sólo podía decir algo parecido a la sílaba «tan». Cuando Leborgne murió, Paul Broca le practicó la autopsia y halló una lesión importante en su cerebro, en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo. Broca presentó sus observaciones a la Sociedad Antropológica y concluyó que esta lesión frontal izquierda, en la zona de la tercera circunvolución, era el origen de la pérdida de la capacidad de hablar del paciente y que era en dicha zona cerebral donde residía la facultad de producir el lenguaje hablado. Un siglo y medio después, las observaciones de Paul Broca se consideran vigentes en líneas generales, y se reconoce la denominada área de Broca como una de las zonas específicamente lingüísticas del cerebro humano, cuya lesión da lugar a la afasia motora o afasia de Broca.
Carl Wernicke (1848-1904). Describió un nuevo tipo de trastorno de lenguaje. En este caso la lesión cerebral se situaba en el lóbulo temporal, también izquierdo, en una zona próxima al área auditiva, y el paciente presentaba manifestaciones muy distintas a las observadas por Broca. Se trata de la primera descripción de la denominada afasia sensorial, o afasia de Wernicke, en la que existen graves problemas de compresión y el paciente no entiende lo que se le dice.
Ludwig Lichtheim (1845-1928). Propuso en 1885 una clasificación de las afasias, tanto de las observadas hasta ese momento como de aquellas posibles, aún no descritas. Este sistema clasificatorio, o modelo de Lichtheim, parte de consideraciones neuroanatómicas y plantea un diagrama explicativo que conecta los distintos centros del lenguaje. Este enfoque se ha convertido en un modelo clásico dentro de la neuropsicología, que ha sido desarrollado posteriormente por Norman Geschwind.
Dronkers, Redfern y Knight (2000). Estudiaron una muestra de más 100 pacientes mediante evaluación neuropsicológica y neuroimagen y comprobaron que algo más del 16% de los clasificados como afásicos de Broca de acuerdo con los resultados neuropsicológicos, no tenían lesión en el área de Broca. Por el contrario, sólo el 50-60% de los pacientes con lesión en el área de Broca presentaban signos de afasia de Broca. En el caso de la afasia de Wernicke las correspondencias eran aun más bajas, puesto que el 35% de los pacientes clasificados como afásicos de Wernicke según las pruebas neuropsicológicas, no tenían lesión en dicha área y el 65% de los pacientes que sí tenían una lesión en esta área no presentaban los síntomas correspondientes a la afasia de Wernicke. En el de las afasias de conducción el desfase era aún mayor, ya que la mayoría de los pacientes no tenían una lesión en el fascículo arqueado sino en la circunvolución temporal superior izquierda y en la parte inferior del lóbulo parietal izquierdo. Por el contrario, lesiones en el fascículo arqueado tenían como resultado graves trastornos de producción, ya que los pacientes sólo eran capaces de repetir sílabas o palabras.
Angela Friederici y cols. (2016, 2017). Basándose en numerosos estudios de tractografía han propuesto un modelo muy detallado sobre las funciones lingüísticas de las áreas y tractos. Este modelo se refiere a los aspectos más nucleares del lenguaje y defiende que el procesamiento sintáctico y semántico tiene lugar en una amplia red cerebral del hemisferio izquierdo, conformada principalmente por cuatro rutas neuronales: dos dorsales y dos ventrales, que conectan diversas regiones frontales con temporales.
Lieberman, Friedman, y Feldman (1990). La mayoría de los cuadros afásicos corresponden a lesiones cerebrales que no se limitan a un daño cortical, sino que afectan también a estructuras subyacentes cuya participación en el lenguaje todavía es poco conocida. Parece que los núcleos o ganglios basales forman parte de circuitos neurales clave para operaciones de secuenciación, no sólo de conductas motoras, sino también de naturaleza sintáctica.
Illes et al. (1988). Hallaron dificultades similares a las que presentaban los pacientes con corea de Huntington. Las frases producidas por los enfermos de Parkinson a menudo son cortas y tienen una sintaxis simplificada. Al principio se pensó que era una estrategia compensadora frente a los problemas motores propios de la enfermedad, pero trabajos posteriores demostraron déficits sintácticos de comprensión en tareas basadas en respuestas muy sencillas.
Lieberman, Friedman y Feldman (1990). Encontraron que, los errores de los enfermos de Parkinson tendían a repetirse en el mismo tipo de estructuras de modo regular. La mayor proporción ocurría en frases de ramificación izquierda, del tipo «como estaba lloviendo, la chica jugaba en la casa», o en frases de relativo con ramificación derecha, como «la madre cogió al bebé que estaba llorando».
Pickett et al. (1998). Presentaron el caso de una mujer con una lesión bilateral, limitada a ciertas estructuras de los ganglios básales, que mostraba una incapacidad para secuenciar los movimientos del habla y, al mismo tiempo, dificultades en la comprensión sintáctica. Sus déficits cognitivos también se focalizaban en operaciones mentales que requerían una correcta secuenciación de elementos. Por otra parte, no parece casual que el único gen (FOXP2) hallado hasta la fecha comprometido en un trastorno probablemente específico del lenguaje interfiera en el correcto desarrollo de los ganglios básales, concretamente del núcleo caudado.
Tallal, Jeringan y Trauner, (1994). Observaron una reducción bilateral del núcleo caudado en un grupo de niños con retraso específico del lenguaje. También informaron de una lesión bilateral en la cabeza del núcleo caudado en un niño de 10 años con importantes problemas articulatorios.
Leask y Crow (2001). Analizaron los datos de una muestra de 12.782 individuos. La lateralidad se midió comparando el rendimiento de ambas manos en una tarea que consistía en marcar el máximo número de cuadrados de una cuadrícula durante un minuto. La habilidad verbal se midió con pruebas de vocabulario. Estos autores observaron que las personas con una lateralidad más acusada tendían a ser más precoces en la adquisición de las palabras. Un segundo hallazgo fue que las mujeres, como grupo, además de ser verbalmente más precoces, estaban más lateralizadas que los varones: las diestras eran «más diestras» que los varones diestros. Por otra parte, había una proporción menor de zurdas que de zurdos.
Grimshaw et al. (2003). En general se observa una ventaja del oído derecho en la escucha dicótica de vocales, consonantes, sílabas, palabras y dígitos, mientras que el oído izquierdo (hemisferio derecho) presenta una ventaja en el reconocimiento de melodías musicales, timbres acústicos y otras tareas no lingüísticas, como identificación de emociones o discriminación de intensidades, etc. Hay que señalar que el hemisferio derecho es más eficiente en el procesamiento de la prosodia o entonación del lenguaje.
Springer y Deutsch (1993). El paradigma típico en el dominio visual lo constituyen los experimentos basados en la presentación de estímulos en los hemicampos visuales. Los datos indican que todo el material verbal, como palabras, sílabas, letras, etc., se identifica mejor cuando se presenta al hemicampo visual derecho (hemisferio izquierdo). Sin embargo, el hemicampo izquierdo (hemisferio derecho) es superior en el reconocimiento de formas, localización de puntos y otras tareas visuales no verbales.
Lieberman y Blumstein (1988). Comparado con cualquier otro código acústico de comunicación, el habla es mucho más rápida que el más veloz de los códigos. La velocidad más rápida a la que es posible identificar por separado unidades discretas de cualquier clase de sonido se sitúa en torno a las 7-9 unidades por segundo. Más allá de esa velocidad los sonidos se «funden» y se empieza a oír algo así como un «zumbido» indiferenciado que, según aumenta el ritmo, se convierte en un tono. Sin embargo, cuando oímos habla, la velocidad a la que se transmiten los sonidos durante la comunicación cotidiana se encuentra entre 20-30 unidades por segundo, sin que exista problema alguno para identificarlos.
Miller (1984). La resistencia del habla al ruido y a la distorsión es verdaderamente extraordinaria.
Lieberman y Blumstein (1988). En algunos aspectos, la percepción del habla difiere de la de los sonidos en general. Ya se ha mencionado que una diferencia importante es que los sonidos del habla (fonemas) pueden identificarse a razón de 20-30 unidades por segundo, frente a las 7-9 unidades de cualquier otra clase de sonidos. Hay otra diferencia importante que señalar: el comportamiento anómalo del habla en lo que se refiere a las tareas de discriminación e identificación.
Hillenbrand, Getty, Clark y Wheeler (1995). Replican estudio clásico, muy citado, sobre las vocales inglesas de Peterson y Barney (1952) llevado a cabo sobre producciones de un total de 76 hablantes: 33 hombres, 28 mujeres y 15 niños. Cuando los valores formanticos de cada vocal se representan en un diagrama de dispersión F1 x F2, aparecen nubes o conglomerados de puntos ampliamente extendidos a lo largo de grandes zonas señaladas por óvalos, uno por cada clase de vocal. Cada punto representa una vocal individual pronunciada por un hablante concreto. La gráfica demuestra dos cosas:
Alta variabilidad de los formantes: la misma vocal articulada por diferentes hablantes da lugar a una gran variedad de valores forman-ticos; es decir, los puntos que representan a la misma vocal se extienden por una amplia región del plano F1 x F2.
Solapamientos entre las áreas vocálicas: Vocales diferentes, dichas por hablantes distintos, coinciden a veces en el plano y tienen los mismos, o muy parecidos, valores para F1 y F2, aunque los oyentes no las confunden entre sí. Probablemente esto no ocurre para el castellano, que cuenta con un sistema vocálico menos abigarrado: 5 vocales frente a las 10-12 del inglés
Johnson (1990). Entiende que la frecuencia fundamental es una pista perceptiva importante para identificar al hablante, su edad, su sexo, etc., y así hacer inferencias acerca del tamaño del tracto vocal necesarias para una correcta interpretación de los formantes. La evidencia experimental con estímulos artificiales ha mostrado que la percepción de las vocales se halla influida por los valores que adopta F0 y también por los de F3.
Ladefoged y Broadbent (1957). Estos autores examinaron la identificación de un conjunto de vocales inglesas sintetizadas artificialmente dentro de un contexto silábico /b-vocal-t/. Las vocales se presentaban dentro de una frase que servía de contexto precursor, cuyos valores promedios de F1 y F2 se manipularon experimentalmente. Los resultados mostraron que la identificación de las vocales estaba influida por los cambios formánticos de la frase. Así, cuando se bajó experimentalmente F1 en la frase precursora, la sílaba /bit/ fue percibida más a menudo como /bEt/, es decir, como si, en contraste, el F1 vocálico fuera más alto. A la inversa, al subir el valor de F1 en la frase, la sílaba /baet/ fue en realidad percibida más veces como /bEt/, que tiene un F1 más bajo. Estos cambios en la identificación de la vocal estaban en línea con lo establecido por la hipótesis: el oyente evaluaba los formantes de la vocal en relación con el rango de valores contenidos en la frase precursora. Dependiendo de ello, se oía una vocal u otra, a pesar de que el estímulo físico era el mismo.
Liberman, Harris, Harris et al. (1957). Estudio percepción categórica. Sintetizaron una serie de 14 estímulos formados por representaciones esquemáticas de F1 y F2 para ser escuchados por el Pattern Playback.
Abramson y Lisker (1967). Autores de uno de los trabajos más citados sobre la percepción del VOT, los resultados mostraron que la percepción era claramente categórica.
Miller (1994).Trabajos más recientes sobre la percepción del VOT indican que los oyentes sí pueden percibir diferencias entre los estímulos de una misma categoría fonética y que ésta cuenta en su interior con una rica estructura interna organizada en torno a representaciones prototípicas.
Peter Eimas (1971). Apareció en Science el paradigmático trabajo de Peter Eimas y su equipo de la Universidad de Brown, en el que se demostraba que la percepción categórica de algunos fonemas era innata en el ser humano y se manifestaba desde los primeros meses de vida. El descubrimiento de que los recién nacidos perciben los sonidos del habla de forma categórica, como lo hacen los adultos, supuso un fuerte apoyo a la tesis de los «especialistas», que abogan por un mecanismo perceptivo específico para el lenguaje, frente a los «generalistas», defensores del mecanismo general de la percepción auditiva. Sin embargo, la evidencia empírica se ha ido repartiendo a favor de ambas posiciones teóricas y la euforia de los especialistas no duro mucho.
Patricia Kuhl y James Miller (1975). Demostraron que la percepción categórica también ocurre en sujetos tan poco sospechosos de tener lenguaje humano como las chinchillas. Estos autores pusieron a prueba cómo percibían estos animalitos sílabas formadas por una oclusiva dental (/t/ o /d/) y la vocal /a/. El experimento consistió en dos fases:
Fase de entrenamiento. Las chinchillas fueron divididas en dos grupos y se utilizaron sólo los dos estímulos extremos de la serie.
Fase de prueba. Ahora los animales eran enfrentados a toda la serie completa de estímulos. Los dos estímulos extremos fueron castigados o recompensados como antes, pero los intermedios fueron siempre recompensados.
Dooling, Okanoya y Brown (1989). Replican el experimento de Patricia Kuhl y James Miller, esta vez con periquitos, obteniendo resultados parecidos.
Alvin Liberman, Franklin Cooper y Pierre Delattre (década de 1950).Teoría motora. Según la teoría motora, el verdadero objeto de la percepción no es la señal acústica en sí, sino los movimientos articulatorios y las órdenes motoras que el cerebro envía a los órganos articuladores para producir el habla.
Carol Fowler (década de 1980).Teoría realista directa. Esta teoría plantea igualmente que el objeto de la percepción es de tipo articulatorio o motor, pero no supone que el oyente deba tener acceso a su sistema de producción para reconstruir los gestos fonéticos. Asimismo, niega la existencia de un módulo especializado en decodificar el lenguaje.
Warren (1970). La demostración más contundente del efecto del contexto sobre la percepción del lenguaje es el conocido fenómeno de la restauración fonémica. Warren hizo escuchar frases completas en las que se había sustituido un segmento fonético, por ejemplo, el fonema /s/ de la palabra «legislatura», por un sonido no lingüístico de intensidad semejante, como un golpe de tos o un zumbido. Cuando se les preguntó a los sujetos después de escuchar las frases, éstos afirmaron que habían percibido todas las palabras intactas, y muchos ni siquiera habían sido conscientes de la presencia del ruido intruso. Este efecto se mantenía incluso al repetir la grabación y una vez que los oyentes eran informados de las condiciones experimentales.
Jordán, Thomas y Scott-Brown (1999). Observaron el fenómeno de las «letras ilusorias» en el que los participantes perciben letras donde éstas no existen. Se trata de la influencia ejercida por información procedente de los niveles superiores de procesamiento, o procesos arriba-abajo.
Pollack y Pickett (1963). Los primeros estudios pusieron de manifiesto la importancia del contexto en la percepción del lenguaje. Si de una narración grabada se cortan algunos fragmentos extrayendo palabras que se presentan de forma aislada y desordenada, sólo el 50% de las palabras aisladas se reconocen correctamente, mientras que en el contexto de la frase se identificaban prácticamente en su totalidad.
Referencias
Cuetos Vega, González Álvarez, Vega, and Vega, Manuel De. Psicología Del Lenguaje. 2ª Edición. ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana, 2020.
Es importante destacar que el material publicado en esta página no es completamente original, sino que está compuesto, en gran medida, por resúmenes basados en diversos manuales de estudio, los cuales pueden estar mejor o peor referenciados. Además, algunos de estos resúmenes y contenidos se elaboran con el apoyo de herramientas de Inteligencia Artificial. Nos encantaría mejorar continuamente nuestras publicaciones, y para ello, valoramos mucho tus aportaciones. Si tienes comentarios, sugerencias o correcciones, te invitamos a dejarlos en la sección de comentarios. Tu participación nos ayudará a enriquecer y perfeccionar el contenido, haciéndolo más útil para todos.