El deporte puede estimular el conflicto o promover la armonía intergrupal. Deutsch (1949), propuso una teoría con el fin de alcanzar una mejor comprensión de los procesos de conflicto y su resolución. Posteriormente se desarrolló la teoría de juegos (Nash, 1953), que se aplicó al campo de la psicología mediante distintos paradigmas, como el dilema del prisionero. Este dilema permite explorar la preferencia por desarrollar las distintas conductas posibles de cooperación y competición entre dos jugadores con información nula acerca de la decisión del otro.
En el ámbito deportivo existen pocos estudios sobre la cooperación. Destaca la aportación de Orlick (1978), quien propuso la inclusión de juegos cooperativos en el aprendizaje de habilidades deportivas por parte de los niños.
Ejemplos de juegos cooperativos para niños entre 3 y 7 años |
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Rodar con los dedos gordos de los pies juntos. El juego consiste en rodar por el suelo con un compañero. Para ello, los dos niños se tienden sobre el suelo uniendo las plantas de sus pies. Deben decidir en qué dirección quieren rodar y, una vez hecho esto, deben entrelazar los dedos gordos de los pies del lado hacia el cual rodarán. Luego pueden cambiar la dirección enganchando los dedos de los pies del lado hacia el cual van a rodar. |
Más palomitas pegajosas. El juego consiste en imaginar que el suelo es una sartén caliente y que los niños son granos de maíz que estallan para convertirse en palomitas. Los niños deben ponerse en cuclillas y, cuando «se encienda el gas», deben saltar tanto como quieran, simulando que están estallando como palomitas. Cuando los niños son palomitas, se les vierte caramelo imaginario sobre ellas de modo que se vuelven pegajosas. Cuando los niños saltan contra otros compañeros, quedan unidos y buscan más personas a las cuales pegarse. |
La cooperación y la competición interactúan en el terreno deportivo a diferentes niveles, en el plano intragrupal predomina normalmente la cooperación mientras que en el intergrupal hay una preponderancia de la competición. La competición puede tener efectos negativos sobre la motivación intrínseca en aquellos casos en que la consigna del equipo sea ganar cueste lo que cueste, Vallerand, Gauvin y Halliwell (1986). Además de los efectos negativos sobre la motivación intrínseca, en ocasiones, la competición intergrupal puede traspasar el límite de lo tolerable y desembocar en comportamientos agresivos.
REFERENCIAS
- Arias Orduña, A. (2016). Psicología social aplicada (1a ed., reimp. ed.). Madrid: Editorial Médica Panamericana.
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