Procesos abajo-arriba y arriba-abajo
Si observamos el esquema general de procesamiento en la comprensión del lenguaje, lo primero que viene a la cabeza es que la información del estímulo fluye desde abajo hacia arriba, desde los procesos perceptivos hasta los semánticos y pragmáticos. Este es el procesamiento abajo-arriba, conocido en la literatura internacional como procesamiento bottom-up, o también como guiado por los datos. Sin embargo, muchos autores consideran que, al mismo tiempo, se produce un procesamiento en sentido inverso, de arriba-abajo, o top-down. En virtud de este procesamiento, también conocido como guiado conceptualmente, los procesos superiores influyen sobre los inferiores facilitándoles la tarea. Así, por ejemplo, los procesos perceptivos se beneficiarían de información descendente desde los niveles léxicos y oracionales, haciendo que su trabajo sea más rápido y requiera menos información del estímulo. Una manifestación de este hecho es el denominado efecto del contexto.
Como comprobará el lector, a pesar de que las palabras tienen las letras desordenadas, es posible leerlo sin gran dificultad al beneficiarnos del contexto oracional. Gracias a los procesos superiores (sintáctico/semánticos y pragmáticos), mientras leemos el texto construimos una representación global de su significado que nos permite anticipar en gran medida las palabras que nos vamos encontrando y reconocerlas con poca información estimular (letras desordenadas).
Concebimos la arquitectura cognitiva como un sistema dinámico que interactúa continuamente en ambos sentidos, y esta es una de las principales dificultades para su replicación artificial a través de las máquinas. Como propiedad general del sistema se debe pensar que cuanta más información fluye de arriba-abajo, menos se necesita de abajo-arriba. Cuanto más poderoso sea el efecto del contexto, menos información se requerirá desde el estímulo.
Modularidad
La mente no es un todo uniforme e indiferenciado. La mente podría tener componentes diferenciados que llevaran a cabo subprocesos o tareas especializadas dentro del conjunto general. ¿alguno de estos componentes sería un módulo, o constituiría un proceso modular? El gran teórico de la modularidad ha sido Jerry Fodor y la obra de referencia es su libro de 1983 The modularity of Mind.
Los módulos son específicos de dominio, es decir, están especializados en un tipo particular de estímulos y sólo trabajarían ante una clase específica de información. Si el mecanismo lingüístico es un módulo, como defienden algunos autores, éste sólo actuaría ante estímulos de lenguaje.
Los módulos funcionan de modo obligatorio ante la presencia del estímulo apropiado. Es decir, en el momento en que está presente la información específica sobre la que el módulo está especializado, éste se activa inevitablemente. Por ejemplo, no podemos mirar una palabra sin leerla. Precisamente, el fenómeno Stroop es un efecto muy poderoso imposible de evitar incluso tras meses de práctica. Tampoco podemos escuchar una palabra como si fuera un sonido ininteligible. Si esta palabra es un insulto, o cualquier otro vocablo, su significado se activará en nuestra mente aunque nos obstinemos en impedirlo.
Los módulos están encapsulados, blindados ante cualquier otro proceso. Cuando un módulo se activa, su tarea no se ve afectada por la acción de cualquier otro proceso. Es una de las características más relevantes en su concepción modular.
Los módulos son rápidos; realizan su actividad en un plazo de milisegundos. Por ejemplo, acceder al significado de una palabra lleva menos de 200 milisegundos.
Los módulos son automáticos y su actividad es poco accesible a la conciencia. Su tarea es automática y autónoma, no podemos intervenir en ella de forma controlada y el propio proceso es opaco a nuestra conciencia. Sólo somos conscientes de los productos finales, no de las representaciones intermedias que se generan dentro del módulo. Por ejemplo, no somos conscientes de cómo llegamos al significado de las palabras, del mecanismo en sí; sólo lo somos del producto final, cuando ya hemos accedido al significado.
Fodor (1983) planteó también otras características:
- El desarrollo ontogenético de los módulos seguiría una secuencia madurativa fija, de unos individuos a otros, durante las fases tempranas de la evolución infantil.
- Los módulos también deben ser compactos y estar localizados en estructuras neuronales fijas.
En nuestros días no se hace tanto hincapié en esta cuestión porque hay evidencia de que procesos automáticos y dotados de las características mencionadas podrían depender de sistemas neurales distribuidos. Originalmente, el planteamiento modular de Fodor se dirigía hacia los denominados sistemas de entrada, o procesos perceptivos, y sobre algunos procesos de salida.
Más allá de los sistemas perceptivos, Chomsky (1980) y otros entienden que nuestra especie posee un «órgano del lenguaje» innato, generado a lo largo de la evolución humana, que funcionaría como un módulo separado del resto del sistema cognitivo. Otros autores, por el contrario, en una tradición teórica que arranca desde Piaget (1923), conciben el lenguaje como un proceso cognitivo más entre otros y cuyo desarrollo dependería directamente del desarrollo cognitivo global.
¿La modularidad es una propiedad real o sólo una propiedad conveniente del lenguaje? Parece que la evidencia empírica se decanta sobre todo hacia los niveles de procesamiento inferiores, o más periféricos, mientras que en los procesos superiores, o más centrales (semánticos y pragmáticos), el concepto de modularidad queda difuminado.
En el campo de la percepción del habla, el eje de discusión teórica ha discurrido a lo largo de 50 años entre dos concepciones de base divergentes:
- Liberman (1996). Los que defienden la existencia de un mecanismo específico para percibir el lenguaje, separado de la percepción auditiva general.
- Kiefte yKluender (2005). Los que entienden que el lenguaje es percibido gracias a los mismos mecanismos generales que intervienen en la percepción de cualquier sonido.
Autonomía o interacción en los procesos
Dos modelos o visiones se contraponen:
- El modelo autónomo no niega la interdependencia de los componentes en cuanto a sus productos finales, pero considera que son autónomos durante la ejecución interna de su tarea y que ésta no se ve alterada por influencias exteriores.
- El modelo interactivo considera que la interactividad alcanza al funcionamiento interno de los componentes cognitivos.
Hoy no se cuestiona, por ejemplo, el efecto del contexto, pero sí su verdadera interpretación, el locus de su acción en el procesamiento lingüístico: ¿afecta el contexto realmente a los procesos perceptivos per se o simplemente restringe las opciones posibles, permitiendo conjeturas por parte del sujeto, es decir, la adivinación (no percepción) del estímulo? En el experimento clásico de Tulving y Gold (1963), un contexto oracional apropiado permite identificar una palabra escrita con bastantes menos milisegundos de exposición que si ésta se presenta de forma aislada o en un contexto inapropiado.
Recordemos la frase «los opilorios escrandaron fildamente a los plandiscos avistosos» (Belinchón et al., 1992), que ilustra cómo el lenguaje suministra suficientes pistas morfosintácticas para construir el andamiaje formal sin usar significados. El modelo autónomo considera que existe un analizador autónomo que se pone en marcha de forma automática e independiente y cuyo funcionamiento no se ve influido por otra información externa; después, su producto (una estructura sintáctica) es revisado por los procesos semánticos y pragmáticos y, si existe incongruencia o hay que resolver ambigüedades, el analizador puede retomar su trabajo y volver a generar otra estructura congruente con el resto de la información, pero su cometido es completamente autónomo o modular. El modelo interactivo, por el contrario, entiende que el procesamiento sintáctico está íntimamente unido al semántico y ya desde el principio intervienen ambos tipos de información en la construcción de la estructura sintáctica.
Referencias
- Cuetos Vega, González Álvarez, Vega, and Vega, Manuel De. Psicología Del Lenguaje. 2ª Edición. ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana, 2020.
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