D E M O C R A T O P I A

Desarrollo social y de la personalidad en la adolescencia

VERSIÓN 1.3

INTRODUCCIÓN

Etimológicamente, los términos «adolescencia» y «adulto» encuentran su origen en el verbo latino «adolescere», que abarca el proceso de crecimiento y desarrollo. Las teorías de destacados psiquiatras y psicoanalistas, como el influyente Erik Erikson (1902-1994) o el enfoque de James Marcia, han desempeñado un papel fundamental en la cimentación de las bases teóricas para el estudio científico de la adolescencia. Estas teorías han contribuido a presentar este periodo como una etapa caracterizada por elecciones cruciales en la vida y la emergencia de crisis que moldean la identidad.

Sin embargo, la investigación más contemporánea señala una transición más pausada y menos abrupta entre la infancia y la adultez, lo que cuestiona algunas de las creencias previamente establecidas sobre esta fase vital. Esta perspectiva más matizada sugiere que la adolescencia no es tan uniformemente turbulenta como se pensaba, y que en realidad se presenta con una mayor diversidad en la experiencia de los individuos. Estos nuevos descubrimientos invitan a una revisión de las concepciones tradicionales y a una apreciación más profunda de las complejidades que acompañan la transición hacia la vida adulta.

LA ADOLESCENCIA

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que adolescencia se extiende entre los 10 y 19 años.
Havighurst (1956,1972). Plantea que el desarrollo en todo el ciclo vital puede caracterizarse en torno a lo que denomina tareas evolutivas.
Margaret Mead (1978). Ya que es posible establecer una relación directa entre el grado de complejidad de una cultura, el tiempo que se atribuye a la adolescencia y las características de la misma: cuanto más compleja es una sociedad, más larga será la fase de transición entre la niñez y la vida adulta.
Arnett (2000). Postula que desde los 18 hasta 25 años los individuos se encuentran todavía en un periodo de transición, en el que aún no se perciben a sí mismos como adultos y en el que no se han asumido las responsabilidades propias de éstos. A esta etapa, Arnett la denomina adultez emergente.
Goossens (2006). Sitúa el final de la adolescencia hacia los 22 años.

La adolescencia se distingue por ser una fase crucial en la vida de una persona, marcada por transformaciones significativas en su desarrollo físico, cognitivo y psicosocial, sirviendo de puente entre la niñez y la edad adulta. La comprensión contemporánea de esta etapa es el resultado de una compleja interacción de factores sociohistóricos que han evolucionado desde el siglo XIX hasta la actualidad. En este sentido, los aspectos culturales juegan un papel central, ya que existe una estrecha relación entre la complejidad de una sociedad, la duración de la adolescencia y sus características intrínsecas. A medida que una cultura se vuelve más compleja, tiende a alargar la fase de transición entre la niñez y la vida adulta.

Para el adolescente occidental, el inicio de esta etapa está definido por la pubertad, pero su conclusión depende de una combinación de factores culturales, sociohistóricos y psicológicos. La determinación de los límites temporales de la adolescencia ha sido un desafío debido a su naturaleza como construcción social. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que la adolescencia abarca de los 10 a los 19 años, aunque algunos expertos consideran que esta etapa se extiende hasta los 22 años. Además, se propone que desde los 18 hasta los 25 años, las personas aún se encuentran en un período de transición llamado «adultez emergente», en el cual aún no se perciben plenamente como adultos y no han asumido todas las responsabilidades típicas de la adultez. Esta comprensión de la adolescencia en constante evolución nos invita a explorar más a fondo las dinámicas de esta etapa vital y a considerar sus implicaciones en el desarrollo y la formación de identidad de los individuos.

EdadTareas evolutivas
12-18 años— Relaciones más maduras con coetáneos de ambos sexos
— Lograr rol social masculino o femenino
— Aceptarse físicamente
— Alcanzar independencia emocional de los padres
— Prepararse para el mundo profesional
— Integrarse en el mundo laboral
— Adquirir valores y un sistema ético
— Desear y llevar a cabo comportamientos socialmente responsables
— Selección de pareja
Tareas evolutivas propuestas por Havighurst correspondientes a la adolescencia.

El cerebro durante la adolescencia

Giedd (2004). Sabemos que las zonas del cerebro que gestionan el procesamiento de las emociones (el sistema límbico y dentro de él, la amígdala) se desarrollan antes que la destinadas a la planificación y el control emocional, la gestión de los impulsos y las valoraciones de las consecuencias, que al igual que otros procesos ejecutivos se sitúan en el córtex prefrontal. De hecho, esta es la última parte del cerebro que madura.

Durante la adolescencia, se producen notables cambios en la estructura y funcionamiento del cerebro. Durante esta etapa, la sustancia blanca, fundamental para la comunicación entre las distintas áreas cerebrales, experimenta un incremento constante en todo el cerebro. Cabe destacar que este aumento es más pronunciado en las chicas que en los chicos. Por otro lado, la sustancia gris, que contiene las células neuronales, sigue un patrón de crecimiento en forma de U invertida: se registra un fuerte incremento inicial, seguido de una fase de estabilización, y finalmente, una disminución hacia el término de la adolescencia.

Es relevante destacar que las áreas del cerebro que gestionan las emociones maduran antes que aquellas destinadas a la planificación, el control emocional, la gestión de impulsos y la evaluación de consecuencias, que se encuentran en la región del córtex prefrontal. Curiosamente, el córtex prefrontal es la última parte del cerebro en madurar completamente.

Este patrón de desarrollo cerebral puede explicar, desde una perspectiva biológica, muchos de los comportamientos típicos de la adolescencia, que a menudo incluyen conductas de riesgo, impulsividad y fluctuaciones en el estado de ánimo. Sin embargo, es esencial considerar también los factores psicosociales para una comprensión completa de los procesos evolutivos durante esta etapa. La interacción entre las transformaciones biológicas y las influencias del entorno es esencial para entender el comportamiento y las experiencias de los adolescentes.

LA PUBERTAD

Susman y Rogol (2004). La pubertad es un proceso psicobiológico largo que se pone en marcha mucho antes de que sean apreciados los cambios biológicos. Esta puesta en marcha y su regulación posterior, se relaciona tanto con factores internos o genéticos como externos.

La pubertad es un proceso psicobiológico de considerable extensión temporal que se desencadena mucho antes de que se hagan evidentes los cambios biológicos característicos. Este proceso no es meramente un acontecimiento puntual, sino que se inicia con una serie de transformaciones y desarrollos madurativos, altamente regulados por factores neuroendocrinos, que culminan en la adquisición de la plena capacidad reproductora.

Durante la pubertad, el cuerpo experimenta una serie de adaptaciones dirigidas hacia la madurez sexual, lo que marca el comienzo de la fase reproductiva de la vida de un individuo. Estos cambios no solo involucran el crecimiento físico, sino también alteraciones hormonales y modificaciones anatómicas y funcionales en los órganos sexuales. La activación de estas transformaciones es orquestada por una compleja interacción entre el sistema nervioso y el sistema endocrino, que libera hormonas cruciales para el desarrollo sexual.

Es importante resaltar que la pubertad es un proceso individualizado y puede variar significativamente en cuanto a su inicio y duración entre diferentes personas. Además, la maduración sexual no solo se refiere a cambios físicos, sino que también implica el desarrollo emocional y social, así como la adquisición de nuevas habilidades y comprensión sobre las relaciones interpersonales. En este sentido, la pubertad no solo marca el inicio de la capacidad reproductora, sino que también constituye un periodo crucial en la formación de la identidad y la autoimagen de los adolescentes. La comprensión de este proceso es fundamental para apoyar a los jóvenes durante esta fase de transición en sus vidas.

Mecanismos neurobiológicos y hormonales de la pubertad

En el umbral de la pubertad, el sistema endocrino se activa, liberando un conjunto de poderosas sustancias conocidas como hormonas. Estas hormonas desempeñan una misión crucial al promover el desarrollo y la funcionalidad de los órganos sexuales, preparándolos para su papel fundamental en la reproducción. Entre estas hormonas, algunas se mantienen inactivas desde el nacimiento hasta que, en un momento entre los 6 y 8 años, se vuelven a activar, persistiendo su actividad durante toda la etapa adulta.

El proceso de la pubertad varía según el sexo, y en esencia, sigue los siguientes pasos:

  1. Estructuras situadas en el hipotálamo liberan la GnRH (hormona liberadora de gonadotropina).
  2. La GnRH estimula otra estructura cerebral, la glándula pituitaria o hipófisis. Como resultado de esta estimulación, la hipófisis libera dos hormonas clave: LH (hormona luteinizante) y FSH (hormona folículo estimulante).
  3. Estas hormonas, la LH y FSH, viajan por el torrente sanguíneo y llegan a los ovarios en las chicas y a los testículos en los chicos. En estos órganos, las hormonas estimulan y regulan la producción de estrógeno y óvulos en las chicas, y de testosterona y espermatozoides en los chicos.
  4. Los estrógenos y la testosterona, liberados al torrente sanguíneo, llegan al cerebro, donde las mismas estructuras iniciales del hipotálamo detectan sus niveles en la sangre.
  5. Basado en estos niveles, el hipotálamo y la hipófisis ajustan la cantidad de hormonas que liberan, lo que regula este complejo proceso de desarrollo sexual.
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Mecanismos generales neurohormonales de la pubertad.

Este proceso altamente regulado y coordinado por el sistema endocrino es esencial para el despliegue de las características sexuales secundarias, el establecimiento de la capacidad reproductiva y, en última instancia, para el completo desarrollo de las características físicas y fisiológicas que distinguen a hombres y mujeres en su vida adulta.

El estrógeno, conocido como la hormona predominante en las mujeres, desempeña un papel esencial en el funcionamiento del sistema reproductor femenino. Este compuesto es producido por los ovarios, y su función primordial es facilitar la generación y preparación de los óvulos para la posible fertilización, estableciendo las bases para la reproducción. Además, el estrógeno es responsable de desencadenar y supervisar el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios en las mujeres, incluyendo el crecimiento del vello púbico y el desarrollo de las mamas.

Una de sus tareas más importantes es regular el ciclo menstrual, un proceso complejo que asegura la preparación adecuada del útero para la recepción de un óvulo fertilizado. Por otro lado, la progesterona, hormona que comienza a ser funcional en las niñas durante la etapa temprana de la pubertad, juega un papel crucial en la fase posterior del ciclo menstrual. Su función principal es revestir el útero, creando un ambiente óptimo para recibir y nutrir un óvulo fertilizado en caso de que ocurra la concepción.

En el caso de los hombres, la testosterona, la principal hormona masculina, es la responsable de orquestar la aparición de los caracteres sexuales secundarios en el desarrollo de los chicos. Esto incluye el crecimiento del vello púbico, corporal y facial, características que distinguen claramente a los hombres. La testosterona también contribuye al desarrollo y maduración de la próstata, una glándula esencial en el sistema reproductor masculino, y juega un papel importante en la producción de semen, esencial para la reproducción.

Vale la pena señalar que en los hombres, el nivel de testosterona está regulado en parte por la cantidad de progesterona en su sistema. Además, es interesante observar que las mujeres producen aproximadamente el doble de estrógenos y progesterona en comparación con los hombres, mientras que los niveles de testosterona en las mujeres son alrededor de diez veces menores que en los hombres, lo que contribuye a las características físicas y reproductivas específicas de cada género.

Maduración sexual

James Tanner (1962). Describe los cambios físicos relativos a la maduración de genitales y los cambios físicos asociados a lo largo de todo el proceso puberal (mamas, vello púbico y axilar en niñas; tamaño de los testículos y escroto, vello púbico y vello axilar en niños).
Graber, Brooks-Gunn y Warren (1995). Controlando las variables de edad de la menarquía de la madre y otros factores del entorno, encontraron que las niñas que vivían en el seno de familias disfuncionales o que tenían unas relaciones muy conflictivas y estresantes con sus madres, tenían una edad de aparición de la menarquía considerablemente anterior a las niñas cuyos entornos eran más cálidos y estables.
Bastiani, Garber y Brooks-Gunn (2008). Aunque el inicio de la pubertad es más tardío en los chicos que en las chicas, una vez comenzado el proceso, los cambios físicos y fisiológicos se atienen a una secuencia muy estable en ambos sexos.
Sørensen, Mouritsen, Aksglaede, Hagen, Mogensen y Juul (2012). El adelanto de la edad de menarquia parece haberse atenuado desde las dos últimas décadas del siglo XX. Esta estabilización se debe a procesos genéticamente programados de maduración neurofisiológica y endocrina, por lo que no es posible esperar que el adelanto se siga produciendo hasta edades mucho más tempranas.
Güemes-Hidalgo, Ceñal e Hidalgo (2017). No todos los niños y niñas alcanzan la pubertad a la misma edad, pero con criterios estadísticos se considera normal que el incremento en el tamaño de los testículos y el escroto (primer signo puberal en niños), se produzca entre los 9 y 14 años.

Los cambios físicos que acompañan la maduración de los genitales y otros caracteres sexuales secundarios a lo largo del proceso puberal son fundamentales en la transformación del niño en un individuo adulto. Este proceso sigue un patrón que se despliega en cinco estadios distintos, que van desde el estadio I, en el cual no se presentan indicadores objetivos de caracteres sexuales secundarios, hasta el estadio V, en el cual la apariencia de estos caracteres es similar a la de los adultos maduros. Es importante destacar que la pubertad no se manifiesta al mismo tiempo en todos los niños y niñas, pero con base en criterios estadísticos, se considera normal que el aumento del tamaño de los testículos y el escroto ocurra entre los 9 y 14 años.

Este proceso de maduración sexual, desde el primer aumento del volumen de los testículos, se desarrolla en un período de tres a cuatro años. En el caso de las niñas, la telarquia, que es la primera etapa del desarrollo mamario, se espera que aparezca entre los 8 y 13 años. A partir de este momento, el pecho comienza a crecer y tomar forma, el vello axilar se vuelve más denso, las caderas se ensanchan y curvan, el vello púbico aumenta, y se experimentan cambios en el tono de voz. Generalmente, desde la aparición del botón mamario, el proceso de maduración sexual se desarrolla en un período algo más corto que en los niños, aproximadamente dos años y medio a tres años.

La menarquia, que es la primera menstruación, suele aparecer en las niñas aproximadamente 2 años después de la aparición de la telarquia. A lo largo de la historia, hemos observado un adelanto progresivo en la edad en que ocurre la menarquia. A mediados del siglo XIX, esta edad solía situarse entre los 16 y 17,5 años, pero un siglo después, la menarquia se presentaba entre los 12,5 y 13,5 años. Este adelanto se atribuye a factores epigenéticos, como la mejora en las condiciones de salud y calidad de vida de la población.

Cuando la pubertad comienza antes de los 8 años en las niñas o antes de los 9 años en los niños, se denomina pubertad precoz, y esto requiere evaluación e intervención médica. A pesar de que la biología establece un límite mínimo para la maduración, los factores ambientales ejercen una notable influencia en el inicio de la pubertad. Por ejemplo, niñas que crecen en entornos familiares disfuncionales o con relaciones muy conflictivas y estresantes con sus madres, tienden a experimentar la menarquia a una edad considerablemente anterior en comparación con aquellas que tienen entornos más cálidos y estables. Otros estudios indican que la obesidad se relaciona con un adelanto en la edad de la menarquia, mientras que la desnutrición está relacionada con un retraso en la misma. Una de las explicaciones de estas asociaciones radica en la hormona leptina, que se sintetiza en el tejido adiposo.

Crecimiento y peso

Bastiani, Garber y Brook-Gunn (2008). El tejido muscular, el tejido adiposo y la densidad ósea, son similares en niños y niñas antes de la pubertad, pero una vez iniciada la pubertad, los chicos tienen más masa ósea y tejido muscular que las chicas en la proporción 1.5/1, mientras las niñas tienen dos veces más grasa corporal total que los chicos.
Güemes-Hidalgo, Ceñal e Hidalgo (2017). Respecto a las extremidades superiores, crecen primero las manos y después se produce el crecimiento de los brazos. La columna y el torso crecen al final del proceso.

El proceso de crecimiento durante la pubertad es un aspecto fascinante de la biología humana que marca la transición de la infancia a la adolescencia. En las niñas, el pico de crecimiento ocurre generalmente entre los 12 y 13 años, mientras que en los niños se produce entre los 14 y 15 años. Curiosamente, en ambos sexos, el segundo año de lo que se conoce como «estirón de crecimiento» es cuando se registra un mayor aumento en la estatura. Durante este período, las niñas pueden crecer entre 5 y 11 centímetros, mientras que los niños pueden experimentar un aumento de 5 a 13 centímetros.

Es importante tener en cuenta que el proceso de crecimiento no es uniforme entre los géneros ni ocurre de manera constante a lo largo de toda la adolescencia. En los chicos, la etapa de crecimiento se prolonga hasta aproximadamente los 21 años, mientras que en las chicas, la mayoría deja de crecer entre los 16 y 17 años.

El peso también experimenta cambios significativos durante la pubertad, especialmente entre los 10 y 12 años, debido a la acumulación de grasa. Este aumento en la grasa corporal se acompaña de una redistribución diferente en chicos y chicas. En los chicos, una parte importante del aumento de peso se debe al crecimiento muscular, que representa aproximadamente el 54% del peso total al final de la pubertad. Por otro lado, las chicas tienden a acumular células adiposas en mayor cantidad, principalmente alrededor del vientre y las caderas. Esta distribución de grasa podría estar relacionada con un propósito metabólico, posiblemente preparando al cuerpo para el desarrollo de futuros embarazos.

Es interesante notar que el crecimiento puberal no sigue una secuencia uniforme en todas las partes del cuerpo. Comienza con el crecimiento de las extremidades inferiores, con un énfasis en el aumento del tamaño de los pies. En las extremidades superiores, primero crecen las manos y posteriormente los brazos. Finalmente, el crecimiento se extiende a la columna y el torso, completando así este fascinante proceso de transformación.

El nexo entre el ámbito biológico y el psicológico: Ritmos en la pubertad

Marshall & Tanner (1970). Un adolescente puede presentar una pubertad temprana/precoz, en tiempo o tardía.
Ullsperger y Nikolas (2017). En una revisión metaanalítica en la que toman en consideración 101 estudios desde la década de los 90 hasta el año 2013, sobre los efectos psicológicos del desfase en la pubertad, encuentran que un desarrollo puberal temprano se asocia con mayores niveles de desajuste psicológicos tanto internalizados (p.ej., ansiedad, depresión) como externalizados (p.ej., conductas agresivas, conductas desafiantes) y que este desajuste se produce tanto en los chicos como entre las chicas. Respecto a la pubertad tardía, los autores encuentran que los chicos y chicas no muestran más problemas de ajuste emocional que los que la tienen al tiempo que sus pares.

Como hemos observado, el inicio y la progresión de la pubertad no siguen un patrón uniforme en términos de edad ni velocidad. Este fenómeno es conocido como «Timing Puberal», que se refiere al desarrollo puberal de un individuo en comparación con sus compañeros de la misma edad y género. El Timing puberal es un aspecto crucial, ya que investigaciones demuestran que el adelanto o el retraso en el inicio y avance de la pubertad en relación con los demás de su grupo de edad puede tener consecuencias significativas en el bienestar psicológico de los adolescentes.

Los efectos del Timing puberal en el ajuste psicológico pueden ser entendidos a través de mecanismos tanto biológicos como psicosociales. Desde una perspectiva biológica, la pubertad temprana puede influir en el desequilibrio psicológico debido a la liberación prematura de hormonas sexuales, que a su vez tienen un impacto en la estructura y el funcionamiento del cerebro. Las variaciones en la exposición temprana a estas hormonas pueden contribuir a cambios en el procesamiento emocional y cognitivo, lo que, en última instancia, puede impactar la salud mental y emocional de los adolescentes.

No obstante, los factores psicosociales también juegan un papel fundamental en la relación entre el Timing puberal y el ajuste psicológico. Los adolescentes que experimentan una pubertad temprana o tardía pueden enfrentar desafíos adicionales en su entorno social y emocional. Por ejemplo, los adolescentes que maduran más temprano que sus compañeros pueden sentirse fuera de lugar o ser objeto de atención no deseada, mientras que aquellos que maduran más tarde pueden experimentar ansiedad o inseguridad. La comparación con los demás y la adaptación a estos cambios pueden influir en la autoimagen, la autoestima y el desarrollo de habilidades sociales.

Por lo tanto, es esencial considerar tanto los aspectos biológicos como los psicosociales cuando se aborda el Timing puberal en el estudio del ajuste psicológico de los adolescentes, ya que ambos factores interactúan de manera compleja y pueden tener un impacto duradero en su desarrollo emocional y social.

EL DESARROLLO PSICOSOCIAL DURANTE LA ADOLESCENCIA: PRINCIPALES PERSPECTIVAS TEÓRICAS

Stanley Hall (1844-1924). Considerado el precursor del estudio científico de la adolescencia, fue quién más influyó en la divulgación de esta visión a partir de su tratado sobre la Adolescencia (1904).

Stanley Hall, un destacado psicólogo y pionero en el estudio de la adolescencia, concebía esta etapa como un período turbulento, plagado de conflictos y marcados cambios en el estado de ánimo. Su visión sentó las bases para entender la complejidad de la adolescencia. Por otro lado, las perspectivas psicoanalíticas, representadas por figuras como Anna Freud (1936) y Peter Blos (1979), enfatizan la vulnerabilidad inherente a esta fase de la vida. Argumentan que los cambios fisiológicos que ocurren durante la pubertad, especialmente la emergencia de las pulsiones sexuales, hacen que los adolescentes sean especialmente susceptibles a desequilibrios y trastornos psicológicos.

Si algo distingue a la adolescencia es la búsqueda activa y apasionada de una identidad personal y social. La construcción de la identidad es una tarea evolutiva compleja que, aunque comienza durante la infancia, encuentra su momento de máxima trascendencia en la adolescencia. Esta búsqueda de identidad puede fungir como un factor de riesgo o protección para enfrentar los desafíos de la vida adulta. A lo largo de décadas, diferentes corrientes y autores han propuesto modelos y teorías para comprender este hito evolutivo. A continuación, exploraremos algunos de los enfoques más influyentes y relevantes que han contribuido a nuestra comprensión de la adolescencia.

Erikson: La adolescencia como la búsqueda

Erik Erikson (1902-1994). Autor de la propuesta pionera y quizá la más conocida acerca de desarrollo de la identidad adolescente, la teoría del desarrollo psicosocial de Erik Erikson.

Erik Erikson (1902-1994), un destacado psicólogo del desarrollo, es reconocido por su influyente teoría del desarrollo psicosocial, que abarca toda la vida y considera factores sociales y culturales, lo que lo convierte en un pionero en la perspectiva del ciclo vital. Su enfoque se basa en una serie de etapas a lo largo de la vida, cada una de las cuales enfrenta una tensión entre aspectos positivos y negativos, y cada etapa se caracteriza por la gestión de lo que Erikson llamó «crisis de personalidad». Aunque este término se asocia a menudo con su modelo, posteriormente lo abandonó a favor de una terminología más descriptiva de tendencias en conflicto o competencia, que refleja la polaridad presente en cada etapa (como buscar una identidad o permanecer en una confusión de roles).

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El desarrollo saludable del yo, según Erikson, se basa en superar adecuadamente la crisis de desarrollo presente en cada etapa, lo que implica resolver de manera apropiada las tensiones internas específicas de dicha fase. Además, cuando se resuelve una crisis de manera positiva, emerge una potencialidad o virtud particular de esa etapa. Las crisis o conflictos a los que se enfrenta el individuo suelen surgir del entorno social, que también proporciona los mecanismos para superar con éxito dichos desafíos.

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Formación de la identidad durante la adolescencia en el modelo de Erikson.

Los estadios de desarrollo propuestos por Erikson son jerárquicos, con cada nuevo estadio construido sobre el anterior, y deben entenderse como un proceso de cambio hacia una estructura más diferenciada, compleja, flexible y estable. Para Erikson, la adolescencia abarca los 12 a 20 años, y en esta etapa, el logro central se concentra en la adquisición de una identidad personal. La identidad, según Erikson, implica una concepción coherente e integrada del yo, formada por valores, metas y creencias, en las que el individuo debe comprometerse consciente y autónomamente. Esta identidad también está influenciada por los valores sociales y culturales del entorno del individuo, y supone asumir compromisos personales y sociales, así como la armonización de los diferentes roles en las diversas áreas psicosexuales y psicosociales propias de la adolescencia.

Erikson destaca que los cambios biológicos, psicológicos y sociales durante la adolescencia tienen un impacto significativo en el desarrollo de la personalidad, convirtiéndola en una etapa de especial relevancia. Las nuevas capacidades de los adolescentes, tanto cognitivas como biológicas y sociales, y los nuevos retos personales y sociales que enfrentan, conforman una de las características fundamentales de esta etapa. Erikson sugiere que la intolerancia de los adolescentes ante ideas diferentes a las suyas o la exclusión de otros son mecanismos de defensa contra las emociones que surgen de la confusión de identidad, cuando aún no se ha alcanzado una identidad personal madura.

Un concepto intrigante introducido por Erikson es el de «moratoria psicosocial», que se refiere al retraso en el compromiso característico de la adolescencia. Él sitúa esta etapa entre los 20 y 30 años, considerándola un período evolutivamente distinto de la adolescencia y una transición hacia la edad adulta, que Erikson denomina «adulto joven». Esta noción resalta la continuidad del desarrollo y las diferentes fases de transición en la vida de una persona.

La teoría de Erik Erikson sobre el desarrollo psicosocial es un aporte fundamental para comprender la compleja y vital etapa de la adolescencia. Erikson, un pionero en la perspectiva del ciclo vital, destacó que esta etapa está llena de desafíos y oportunidades, y que la adquisición de una identidad personal es su objetivo central.

Su enfoque resalta la importancia de las tensiones y conflictos que surgen en cada etapa del desarrollo. Estos momentos críticos, lo que él llamó «crisis de personalidad», son oportunidades para el crecimiento y la resolución de las contradicciones internas. A través de este proceso, los individuos construyen una identidad coherente y auténtica, influenciada por su entorno social y cultural.

La adolescencia, según Erikson, es un período de descubrimiento y búsqueda de la propia identidad. Los adolescentes se enfrentan a una serie de retos cruciales, como la definición de valores, creencias y metas personales. Esta identidad, además de ser personal y autónoma, también está enraizada en las influencias del mundo que los rodea. Los adolescentes deben encontrar un equilibrio entre sus deseos y las expectativas sociales y culturales.

La teoría de Erikson también pone de relieve la importancia de las crisis resueltas de manera saludable. Cada etapa construye sobre la anterior, y superar las tensiones de una etapa es esencial para un desarrollo psicosocial continuo. Cuando se resuelve una crisis, emerge una potencialidad o virtud específica, lo que contribuye a un mayor enriquecimiento de la personalidad.

La idea de «moratoria psicosocial» es especialmente interesante, ya que destaca el retraso en el compromiso propio de la adolescencia, lo que se experimenta como una transición hacia la adultez. Este concepto resalta cómo el proceso de desarrollo es fluido y continúa más allá de la adolescencia, preparando a los individuos para enfrentar las responsabilidades y desafíos de la edad adulta.

Erik Erikson nos brindó una perspectiva valiosa para entender la complejidad de la adolescencia y cómo las tensiones, las crisis y el desarrollo de la identidad se entrelazan para moldear a los individuos a lo largo de esta fase crucial de la vida. Su enfoque resalta la importancia de entender tanto los factores internos como las influencias sociales en la formación de la identidad y el desarrollo de la personalidad.

La definición de la adolescencia ha ido variando a lo largo del tiempo  (tal y como hemos visto, debido a múltiples variables) y que algunos autores extienden la adolescencia hasta más allá de los 20 años. El sentido de la frase siguiente es que por su parte, Erikson, considera que el periodo entre los 20 y 30 años no es adolescencia sino un momento evolutivo diferente y de transición a la edad adulta. De hecho, se señala que para Erikson esta etapa es considerada como adulto joven.

Equipo Docente.

Imagina a un adolescente llamado Alex, quien tiene 15 años. Alex está en una etapa crucial de su desarrollo, según la teoría de Erikson. Durante esta fase, se enfrenta a la tarea de construir su propia identidad. A medida que se enfrenta a este desafío, Alex se encuentra en medio de tensiones y conflictos internos, y también está influenciado por su entorno social y cultural.

Uno de los aspectos centrales de la identidad de Alex es su sentido de pertenencia. Quiere encontrar su lugar en la escuela y en su grupo de amigos. A veces, se siente presionado por la necesidad de encajar, de actuar de cierta manera para ser aceptado. Al mismo tiempo, Alex también quiere expresar su individualidad y ser auténtico. Se pregunta quién es realmente y qué valores son importantes para él.

Durante este proceso, Alex experimenta emociones contradictorias. A veces se siente seguro y confiado en sus elecciones, pero otras veces, se encuentra confundido y duda de sus decisiones. Está en una encrucijada entre lo que él quiere y lo que siente que se espera de él.

En este momento, la teoría de Erikson cobra relevancia. La crisis que enfrenta Alex está relacionada con la identidad versus la confusión de roles. Debe encontrar un equilibrio entre las influencias externas y su propia autenticidad. Si Alex puede superar esta crisis de manera saludable, desarrollará una identidad coherente y alineada con sus valores y deseos, lo que le permitirá enfrentar con éxito los desafíos futuros.

Los padres, amigos y educadores juegan un papel importante en este proceso. Proporcionan apoyo y guía mientras Alex navega por este período de búsqueda de identidad. Si Alex puede integrar sus experiencias, valores y aspiraciones, construirá una base sólida para el desarrollo continuo en la adultez.

Este ejemplo ilustra cómo la teoría de Erikson resalta los desafíos y tensiones que los adolescentes enfrentan al construir su identidad. También muestra cómo el apoyo y la comprensión de su entorno pueden influir en el resultado de esta etapa crucial del desarrollo.

James Marcia: Formación de la identidad

James E. Marcia (1966, 1980). Para este autor, la búsqueda de la identidad durante esta etapa se define mejor en torno al grado en el que los adolescentes exploran los diferentes roles y su nivel de compromiso con algunos de ellos. Desde esta perspectiva y fruto de sus estudios con adolescentes en los que les preguntaba acerca de sus aspiraciones profesionales, religión, ideología y visión del mundo, propone 4 estados del desarrollo de identidad, del Yo. Estos estados se definen por la combinación de dos dimensiones: Crisis y Compromiso.
Alan Waterman (1990,1993). Estudio mediante entrevistas la identidad en los adolescentes desde los presupuestos de Marcia. Sus estudios muestran que incluso dentro de cada estado, podían distinguirse diferentes grados en la cualidad de la exploración y del grado de compromiso que habían adquirido. Estos hallazgos apoyan la idea de diferencias importantes en la vivencia y gestión de los retos durante la adolescencia, por lo que cabría preguntarse si realmente se trata de una etapa de especial dificultad.

La contribución de James Marcia al estudio de la identidad en la adolescencia amplía y enriquece las ideas presentadas por Erik Erikson. Marcia, a través de su enfoque basado en las dimensiones de «Crisis» y «Compromiso», ofrece una perspectiva más detallada sobre cómo los adolescentes navegan por el proceso de formación de identidad en diferentes situaciones de vida.

La noción de «Crisis» en el modelo de Marcia se refiere al período en el que los adolescentes enfrentan decisiones personales y autónomas en áreas clave de su vida, como la elección de carrera, la religión, la ideología y la visión del mundo. Es un momento en el que exploran activamente estas dimensiones, buscando comprenderse a sí mismos y su lugar en la sociedad.

Por otro lado, el «Compromiso» se refiere a la asunción efectiva de la responsabilidad en esas áreas exploradas. Es cuando los adolescentes toman decisiones sólidas basadas en sus exploraciones y se sienten cómodos con la identidad que están construyendo.

Marcia estados de identidad
Estados de identidad, características principales y resultado.
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Marcia identifica cuatro estados de desarrollo de la identidad que surgen de la combinación de estas dos dimensiones:

  1. Identidad Difusa: Aquí, el adolescente reacciona de manera pasiva ante las situaciones de la vida, sin tener claros intereses o compromisos definidos. Esta falta de compromiso puede ser resultado de una falta de exploración o una indecisión profunda.
  2. Identidad Hipotecada: En este estado, el adolescente acepta una identidad que proviene del exterior, quizás adoptando creencias y valores de otros para evitar el conflicto o el malestar de enfrentar decisiones autónomas.
  3. Moratoria: En esta etapa, el adolescente mantiene opciones abiertas, pospone los compromisos y se sumerge en una fase de investigación y análisis. Es un período de exploración activa sin una toma definitiva de decisiones, en el que el individuo está tratando de descubrir sus propios valores y preferencias.
  4. Identidad de Logro: Aquí, el adolescente adquiere una identidad personal y social con la que se siente cómodo y comprometido. Ha explorado sus opciones y ha tomado decisiones sólidas en áreas importantes de su vida.

Es importante destacar que dentro de cada uno de estos estados, Marcia reconoce que hay grados variables de exploración y compromiso, lo que hace que la experiencia de la formación de identidad sea muy individual y compleja.

La investigación de Marcia revela que, durante la adolescencia, las personas pueden experimentar estos estados de diferentes maneras y grados, lo que plantea preguntas sobre si la adolescencia es realmente una etapa de especial dificultad o si es más bien un período de crecimiento y descubrimiento que puede manifestarse de formas diversas en cada individuo. Esta comprensión más matizada y detallada de la formación de identidad en la adolescencia enriquece nuestro conocimiento sobre esta fase crucial del desarrollo.

Ejemplo: Conozcamos a Ana, una adolescente de 16 años que está experimentando la formación de su identidad en diferentes áreas de su vida.

  1. Identidad Difusa: Hasta hace poco, Ana no había pensado mucho en lo que quiere hacer después de graduarse. No tiene intereses claros ni objetivos específicos. No se siente particularmente comprometida con ninguna religión, ideología o carrera en particular. Tiene amigos con diversas creencias, pero ella nunca ha explorado profundamente las suyas. Está en una etapa en la que simplemente se deja llevar por la corriente y aún no ha encontrado un sentido claro de dirección en su vida.
  2. Identidad Hipotecada: A medida que Ana se siente presionada para tomar decisiones sobre su futuro, comienza a adoptar las creencias y objetivos de su familia, amigos cercanos o lo que parece ser popular en la sociedad. Escucha a sus padres hablar sobre la importancia de ciertas carreras y decide que seguirá esa misma senda sin considerar realmente si es lo que ella quiere. En su mente, es más fácil aceptar lo que otros dicen que hacer su propia exploración y tomar decisiones autónomas.
  3. Moratoria: Después de una conversación en la escuela sobre diferentes carreras, Ana siente que necesita más tiempo para explorar antes de tomar decisiones importantes. Sabe que quiere hacer algo significativo, pero aún no está segura de qué camino tomar. Comienza a investigar diferentes opciones, asiste a ferias universitarias, busca consejo de consejeros y habla con personas que trabajan en campos que le interesan. Sabe que está en una etapa de búsqueda y que no tiene todas las respuestas aún.
  4. Identidad de Logro: A medida que Ana pasa más tiempo explorando, comienza a desarrollar una idea clara de lo que le apasiona. Ha decidido que quiere estudiar medicina para ayudar a las personas. También ha descubierto que tiene fuertes creencias sobre la igualdad y la justicia en la sociedad. Ana se compromete a luchar por esas creencias y se siente cómoda con la dirección que ha elegido. Aunque aún enfrentará desafíos en su camino, ha encontrado una identidad que le da un sentido de propósito y dirección.

Este ejemplo ilustra cómo Ana experimenta diferentes estados de identidad a lo largo de su adolescencia. Inicialmente, estaba en un estado de «Identidad Difusa», luego pasó por una fase de «Moratoria» en la que estaba explorando sus opciones, antes de llegar a una «Identidad de Logro» en la que ha tomado decisiones firmes basadas en sus intereses y valores. Estos estados son procesos naturales de la formación de identidad que pueden variar en tiempo y profundidad para cada individuo.

Coleman Coleman: La teoría Focal

Coleman (1974) Llevó a cabo un estudio con una amplia muestra de adolescentes procedente de población normal, de 11, 13, 15 y 17 años. Debían contestar una serie de cuestionarios en los que se les preguntaba por sus actitudes y opiniones acerca de diversos aspectos como la autoimagen, su sentido de independencia, las amistades, las relaciones con sus padres o los estudios. Además, se les preguntaba por la importancia o el grado de preocupación que sentían en cada uno de los asuntos. Los resultados más relevantes fueron, por una parte, que tanto las actitudes como las opiniones de los adolescentes en la mayoría de los aspectos por los que se les preguntaba variaban con la edad. Pero quizá un resultado más interesante fue que el grado de preocupación sobre los asuntos por los que se les preguntaba también variaba con la edad, alcanzado su máximo a edades diferentes dependiendo del aspecto del que se tratara. Esta constatación, llevó a Coleman a proponer su Teoría Focal.
Coleman (1977). Sólo los adolescentes que se enfrenten a varios aspectos de forma simultánea, vivirán esta etapa como una verdadera crisis.
Oliva, Jiménez, Parra y Sánchez Queija (2005). Los estudios más recientes sobre adolescencia parecen alinearse con la teoría focal. Un ejemplo son las investigaciones acerca de la relación de los adolescentes con sus padres, un foco de tensión que ejemplificaría desde una perspectiva tradicional, la turbulencia y los problemas que tradicionalmente definen esta etapa. Aunque los estudios muestran un aumento de los conflictos con los padres, así como un incremento de comportamientos desafiantes durante los primeros años de la adolescencia, tras un periodo de ajuste, todos ellos disminuyen hacia la adolescencia media, esta tendencia está influida por variables como la cualidad anterior de la relación entre los padres y los hijos.
McLaughlin et al. (2012). La presencia o desarrollo de psicopatología durante la adolescencia tiene uno de sus factores predictivos de mayor peso en la presencia de factores de riesgo presentes en la infancia (tanto del propio individuo como de los entornos familiares o sociales).

La Teoría Focal, desarrollada por Coleman (1977), ofrece una perspectiva interesante sobre la forma en que los adolescentes enfrentan los desafíos propios de esta etapa de transición. Esta teoría destaca que los adolescentes no se ven abrumados por todos los desafíos al mismo tiempo, sino que centran su atención en la resolución de ciertos retos que consideran más relevantes o críticos en cada momento de su desarrollo.

A diferencia de los modelos de estadios tradicionales, la Teoría Focal es más flexible en su enfoque y describe una serie de estadios con características particulares:

  1. No se requiere resolver un aspecto para avanzar: A diferencia de las teorías que exigen una resolución completa de un estadio antes de pasar al siguiente, en esta teoría es común que los individuos enfrenten múltiples cuestiones simultáneamente. Esto significa que están lidiando con diferentes retos sin necesidad de completar uno para pasar al siguiente.
  2. Límites difusos entre estadios: La Teoría Focal no establece límites rígidos entre estadios. No existe una edad específica ni un nivel de desarrollo predefinido para cada uno. Los adolescentes pueden fluctuar entre estadios de manera más fluida, adaptándose a su ritmo personal de desarrollo.
  3. Secuencia no única ni inmutable: Aunque puede haber una secuencia típica en el desarrollo, esta teoría reconoce que no existe una única secuencia fija para todos los adolescentes. Las trayectorias de desarrollo pueden variar dentro de una misma cultura y no hay una única forma «correcta» de atravesar la adolescencia.

Esta propuesta teórica de Coleman tiene varias ventajas:

  1. Basada en datos empíricos: La Teoría Focal se fundamenta en evidencia empírica, lo que la hace más sólida y respaldada por investigaciones.
  2. Resolución exitosa de la etapa: La Teoría Focal aborda la aparente contradicción entre la dificultad que implica la adolescencia y la capacidad de la mayoría de los adolescentes para superarla con éxito. Reconoce que la mayoría atraviesa esta etapa sin enfrentar problemas significativos.

En cuanto a la psicopatología en la adolescencia, los datos disponibles desmienten la creencia de que hay una mayor prevalencia de trastornos en esta etapa en comparación con la infancia o la edad adulta. Es esencial destacar que la mayoría de los adolescentes superan esta fase sin experimentar problemas relevantes en su salud mental. La Teoría Focal, al ofrecer un enfoque más flexible y realista sobre el desarrollo adolescente, contribuye a una mejor comprensión de las experiencias de esta etapa y de cómo los jóvenes enfrentan sus desafíos.

Respecto a lo que señala de la universalidad de transición en los distintos estados de crisis, fíjese que el propio Marcia indica, que los distintos estados de identidad no son una secuencia pero representan estados de identidad en momentos particulares y que éstos pueden cambiar en función de las experiencias. Por otro lado, el propio Erikson fundamenta su teoría en la idea de que es la propia sociedad la que impele a los individuos a las crisis y, en paralelo, es ella misma la que aporta las «posibilidades» de progreso hacia nuevos estados. De esta forma, su razonamiento está muy en la línea del sentido de estos autores. En este mismo sentido, la identidad de logro, tal y como usted señala, no es ajena a la sociedad (y los entornos de desarrollo) de cada individuo, efectivamente. 

Respecto a la segunda cuestión, la clave está en la noción de «consciente». Si la equiparamos a reflexiva y crítica, estaríamos ante una identidad de logro, no hipotecada.

Considere el siguiente caso: Imagine que estamos ante un joven que proviene de una familia de abogados. Durante toda su vida está «expuesto» a la profesión de sus padres, a sus conversaciones sobre casos y leyes, a comentarios sobre lo apasionante de su trabajo. Este adolescente puede tener muchas posibilidades de elegir y estar orientado a estudiar derecho y elegir esta profesión y la elige. Cuando se le pregunta porque quiere hacer derecho y dedicarse a la abogacía, señala que lo hace porque «es una tradición familiar, sus padres son abogados y les oye que les va bien, que a sus padres les hace ilusión y que lo tendrá muy fácil porque tienen conocidos y podrá ejercer fácilmente en su despacho o en el de colegas de sus padres». O puede responder algo así como que le resulta » fácil porque sabe lo que es ser abogado, sus padres en casa hablan de ello y les ve contentos, además, ha pensado en otras profesiones como médico o bioquímico, que se ha interesado y preguntado sobre lo que hacen los médicos y lo que se necesita, lo que estudian, etc.. Que tras informarse y pensarlo, ha vuelto a revisar lo que hacen, estudian y necesitan los abogados y se ha dado cuenta de que aunque sus padres no fuesen abogados, lo que a él le gusta es esa profesión». Obviamente, ese «aunque los padres no fuesen abogados» no puede falsarse y seguro que ha tenido influencia en el adolescente pero fíjese la diferencia de razonamiento para las elecciones en ambos casos. La primera respuesta sería típica de Identidad Hipotecada (aprovecho para señalar que ese suele ser un antecedente de abandonos de estudios o de indicadores de malestar emocional incluso en el trascurso de la vida laboral) y la segunda respuesta sería típica de una identidad de logro.

Por otro lado, a ninguno se nos escapa que, precisamente por provenir de una familia de tradición profesional, a veces las elecciones de los adolescentes (por seguir con el ejemplo) son justamente las contrarias. Aquí cabría la misma lectura.

No sé si le ayudan mis comentarios. Si no es así, no dude en señalarlo.

Equipo Docente.

Imagina a dos adolescentes, Sofía y Juan, ambos de 15 años, enfrentando diferentes desafíos en su camino hacia la adultez.

Sofía, una estudiante talentosa, se encuentra en un momento de su vida en el que está concentrada en explorar su identidad académica y sus intereses profesionales. Ella está lidiando con las decisiones sobre qué cursos tomar en la escuela secundaria y está considerando seriamente su futura carrera. Para Sofía, este aspecto de su desarrollo es crucial, y está dedicando tiempo y esfuerzo para explorar sus opciones y tomar decisiones informadas. En este momento, su principal foco de atención está en la esfera académica.

Por otro lado, Juan está experimentando importantes cambios en sus relaciones sociales y sus círculos de amistades. Se encuentra en un estadio de su desarrollo donde está explorando su identidad social y emocional. Juan está enfrentando retos en la formación de amistades más sólidas, en la comprensión de sus emociones y en cómo manejar conflictos con sus compañeros. Para él, este aspecto de su vida es crucial en este momento, y está dedicando tiempo a aprender habilidades de comunicación, comprensión emocional y construcción de relaciones. Su principal foco de atención está en la esfera de sus relaciones sociales.

Sofía y Juan, ambos en la misma etapa de adolescencia, están enfocando sus energías en aspectos diferentes. Sofía está concentrada en la toma de decisiones académicas y exploración de su futuro profesional, mientras que Juan está centrado en sus relaciones y en la comprensión de sus propias emociones. A pesar de que ambos están pasando por la adolescencia, sus prioridades y desafíos son distintos en este momento. La Teoría Focal nos ayuda a entender que los adolescentes no enfrentan todos los aspectos de esta etapa al mismo tiempo, sino que ponen el foco en aquellos que consideran más relevantes para su desarrollo en ese momento específico. En este ejemplo, Sofía y Juan están viviendo la adolescencia desde perspectivas diferentes, y sus experiencias reflejan la naturaleza única y dinámica de este periodo de transición.

AUTOCONCEPTO Y AUTOESTIMA EN LA ADOLESCENCIA

La adolescencia es una etapa de la vida que se caracteriza por la convergencia de una serie de cambios significativos que abarcan diversos aspectos de la identidad y la percepción de uno mismo. Estos cambios, aunque pueden desarrollarse de manera gradual, tienen un impacto profundo en la forma en que el individuo se ve a sí mismo y cómo se relaciona con el mundo que lo rodea. Durante esta etapa, el autoconcepto, que comenzó a formarse en la infancia, experimenta una ampliación y una modificación sustancial.

En esta fase, se producen transformaciones en múltiples áreas de la vida del adolescente, incluyendo el desarrollo físico, las relaciones sociales, las aspiraciones personales y los valores. El cuerpo experimenta un crecimiento y desarrollo significativo, lo que puede influir en la imagen corporal y la autoestima. Las relaciones sociales se vuelven más complejas, surgen nuevas amistades y se exploran diferentes roles dentro del grupo de pares, lo que impacta en la percepción de uno mismo en relación con los demás.

Las aspiraciones y objetivos personales también se redefinen en esta etapa. Los adolescentes comienzan a considerar su futuro, exploran posibles metas profesionales y empiezan a establecer un sentido de propósito en la vida. Estos cambios en las aspiraciones y valores pueden influir en cómo el adolescente se ve a sí mismo y cómo se siente con respecto a sus logros y ambiciones.

La modificación del autoconcepto durante la adolescencia es un proceso dinámico, influenciado por factores tanto internos como externos. Las experiencias personales, las interacciones sociales, las expectativas culturales y las influencias familiares juegan un papel fundamental en la construcción y adaptación del autoconcepto del adolescente. Es importante destacar que este proceso de integración y modificación del autoconcepto es fundamental para el desarrollo psicológico y emocional saludable durante la adolescencia.

Desarrollo del autoconcepto en la adolescencia

Elkind (1967). Identificó dos fenómenos propios de la etapa donde el paulatino avance en las capacidades de introspección y puesta en el lugar del otro también puede jugar malas pasadas a los adolescentes, identificó dos fenómenos propios de esta etapa a los que calificó como «audiencia imaginaria» y «fábula personal».
Fischer (1980). Al inicio de la adolescencia el individuo se encuentra en el «nivel de las abstracciones simples», lo que significa que aún no puede comparar abstracciones entre sí y, por tanto, no puede relacionar los diferentes aspectos de su Yo.
Fischer (1980). Entre los 17 y 18 años el individuo se sitúa ahora en el nivel de «los sistemas abstractos», lo que trae consigo la posibilidad de integrar las abstracciones simples en otras de nivel superior.
Harter y cols (1992, 1997). Enfrentaron a grupos jóvenes de adolescentes con las posibles contradicciones de su personalidad (p.ej., ser muy extrovertidos con los amigos pero muy torpes e inhibidos en las relaciones con extraños), y observaron que las respuestas de los entrevistados reflejaban la ausencia de comparación e integración pronosticada por Fischer.

El autoconcepto, una representación intrincada y en constante evolución del Yo, juega un papel crucial en la adolescencia. Es una construcción que se va forjando a lo largo de esta etapa, influida por las capacidades cognitivas, las experiencias sociales y las introspecciones del individuo. Podemos ver este proceso como una serie de etapas, cada una marcada por cambios cualitativos en la forma en que los adolescentes se perciben a sí mismos.

  • La adolescencia inicial, que abarca aproximadamente desde los 11 hasta los 13 años, se caracteriza por un aumento significativo de abstracción en la definición del Yo. Los adolescentes empiezan a explorar y reconocer atributos personales e intangibles. Además, esta etapa se distingue por una proliferación de roles en sus vidas. Los adolescentes pueden experimentar un giro hacia la intimidad emocional, una mayor abstracción en sus pensamientos, y una diferenciación más clara de los roles que desempeñan, ya sea en el ámbito familiar, escolar o social. Asimismo, la opinión de los demás cobra una importancia significativa en su proceso de autodefinición.
  • En la adolescencia media, que se sitúa alrededor de los 14 y 15 años, los adolescentes enfrentan un conflicto interno debido a las inconsistencias percibidas en su autoconcepto. Al comparar los diferentes roles y atributos del Yo, pueden encontrar contrastes y opuestos en su personalidad. Esta etapa es propicia para el desarrollo de la llamada «crisis de identidad» y la «moratoria», conceptos propuestos por Erikson y Marcia respectivamente. La sensación de diversidad y heterogeneidad en su identidad puede aumentar la preocupación por la opinión de los demás. Los diversos colectivos que forman su entorno (padres, profesores, compañeros, etc.) a menudo tienen opiniones diferentes sobre la identidad y madurez de los adolescentes, lo que complica aún más las dudas sobre su personalidad.
  • A medida que los adolescentes avanzan hacia la adolescencia tardía, entre los 17 y 18 años, empiezan a integrar los rasgos más contradictorios de su personalidad. Se encuentran en el nivel de «los sistemas abstractos», lo que les permite fusionar las abstracciones simples en niveles superiores de comprensión. Los cambios de humor pueden ser atribuidos a un carácter irascible o caprichoso. El individuo puede definirse como ambivalente en muchos aspectos de su personalidad. Al final de la adolescencia, el autoconcepto tiende a saturarse de atributos que ya no dependen tanto de la comparación social. En su lugar, surgen nuevos atributos basados en criterios más personales, comprometidos con los ideales y valores del individuo.

Es más probable que se produzca una aceptación natural de los contrastes en la personalidad y una definición más personal y estable de los rasgos del Yo. Sin embargo, es importante tener en cuenta que algunas personas pueden quedar atrapadas en una personalidad «hipotecada», donde la identidad depende en gran medida de influencias externas, o pueden desarrollar una personalidad fragmentada y patológica, con sentimientos de angustia e inadaptación.

Por ejemplo, consideremos a Carlos, un adolescente de 15 años. Durante la adolescencia media, Carlos experimenta un aumento en su preocupación por la opinión de los demás. Sus padres, profesores y amigos parecen tener expectativas diferentes sobre su comportamiento y personalidad. Esto lo lleva a cuestionar su propia identidad y a sentir una sensación de confusión. A medida que avanza hacia la adolescencia tardía, Carlos comienza a aceptar las diferentes facetas de su personalidad y empieza a desarrollar atributos basados en sus propios valores y creencias. Al final de la adolescencia, encuentra una definición más clara de sí mismo y una mayor estabilidad en su autoconcepto. A pesar de las dificultades enfrentadas durante la adolescencia media, Carlos logra una integración positiva de su identidad.

Este ejemplo ilustra cómo el proceso de construcción del autoconcepto durante la adolescencia puede ser desafiante pero también puede llevar a un desarrollo más maduro y una identidad personal sólida. Los altibajos y los conflictos internos son parte de esta etapa de transición, y el apoyo adecuado por parte de padres, educadores y profesionales de la salud mental puede ser crucial para que los adolescentes naveguen con éxito a través de estos desafíos.

La autoestima en la adolescencia

Robins y cols. (2002). Estudio a más de 300.000 individuos de entre 9 y 90 años, y encontró una tendencia descendente de la autoestima entre los 9 y los 20 años, seguida de una recuperación y un incremento gradual hasta la edad de 65 años, momento en que nuevamente la autoestima global volvía a descender.

Desde los estudios clásicos, se ha mantenido la idea de que la evaluación global de uno mismo, es decir, la autoestima, está influenciada por factores fundamentales, como la percepción de eficacia o rendimiento en diferentes áreas de la vida y la opinión de las personas «significativas» en la vida de uno. Estos dos factores parecen tener un impacto más negativo durante la adolescencia, especialmente en sus etapas iniciales.

La transición a la adolescencia, marcada por la proliferación de roles y nuevas experiencias, a menudo no va acompañada de un alto grado de desempeño en estas áreas. Esto puede llevar a un descenso general en la autoestima, especialmente en el inicio de la adolescencia. Además, los cambios físicos que se experimentan en esta etapa pueden aumentar la sensación de no cumplir con los estándares de belleza, lo que puede disminuir aún más la autoestima, particularmente en las chicas.

Durante la adolescencia media, la búsqueda de identidad se vuelve una prioridad para los adolescentes. Esto los hace más susceptibles a la opinión de los demás. Esta circunstancia puede ser particularmente delicada en una etapa donde muchos adultos, incluyendo aquellos con roles significativos en la vida del adolescente, pueden no haber aceptado completamente algunos de estos cambios, y donde la influencia del grupo es más relevante que los comentarios de amigos íntimos o personas cercanas.

Hacia el final de la adolescencia, se espera que la acumulación de experiencias en diferentes roles y una menor dependencia de los juicios externos contribuyan a una recuperación y estabilización de la autoestima. Los adolescentes han tenido más tiempo para experimentar con distintos roles y para desarrollar una comprensión más sólida de sí mismos. Esto, en conjunto, podría ayudar a consolidar una autoestima más saludable.

Para ilustrar esto, podemos imaginar a un adolescente que recién ha entrado en la adolescencia. Ha comenzado a experimentar cambios físicos y siente que no encaja en los estándares de belleza que percibe en los medios de comunicación. Además, en sus nuevos roles y responsabilidades, como estudiante de secundaria o como miembro de un equipo deportivo, siente que no se destaca. Esto puede llevar a una disminución en su autoestima en esta etapa temprana de la adolescencia.

En la adolescencia media, este mismo adolescente puede estar explorando diferentes aspectos de su identidad, como sus intereses, valores y creencias. Se preocupa mucho por lo que piensan los demás, especialmente sus compañeros de clase o sus amigos. Puede sentirse presionado por cumplir con ciertas expectativas, lo que nuevamente puede afectar su autoestima si siente que no está a la altura de esas expectativas.

Sin embargo, hacia el final de la adolescencia, después de haber experimentado y aprendido mucho en diferentes áreas de su vida, este adolescente podría haber desarrollado una mayor confianza en sí mismo. Puede haber superado las inseguridades que experimentó al inicio de la adolescencia y puede tener una comprensión más sólida de quién es y qué quiere en la vida. Aunque aún valora la opinión de los demás, ha aprendido a confiar en sus propios juicios y a valorar su autoestima de manera más independiente.

Este ejemplo ilustra cómo los cambios en la autoestima a lo largo de la adolescencia pueden ser influenciados por factores como el rendimiento percibido, los cambios físicos, la búsqueda de identidad y la presión de los demás. Estos factores pueden variar en importancia en las diferentes etapas de la adolescencia, contribuyendo a la evolución de la autoestima a medida que el adolescente madura y desarrolla una comprensión más sólida de sí mismo.

REFERENCIAS

  • García Madruga, Delval, & Delval, Juan. (2019). Psicologia del desarrollo I (2ª ed. rev. ed., Grado (UNED); 6201201). Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.

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