D E M O C R A T O P I A

Desarrollo social y de la personalidad en la edad adulta y la vejez

VERSIÓN 1.3

LOS MODELOS DE DESARROLLO DEL YO

Havighurst (1956). Consideró que las tareas evolutivas propias de la adultez provienen, principalmente, de dos fuentes: las presiones culturales o expectativas de la sociedad sobre la persona, por un lado, y los valores y aspiraciones individuales por el otro.

En su modelo, Havighurst (1956) destacó que las tareas evolutivas de la adultez provienen de dos fuentes: las expectativas culturales de la sociedad y los valores individuales. En la vejez, se añade una tercera fuente: los cambios físicos, también presentes en la infancia. Havighurst identificó tres etapas: adultez temprana (18-30 años), adultez tardía (30-60 años) y vejez (60 años en adelante). Sin embargo, Erikson es considerado el autor de referencia en los modelos de desarrollo por etapas y su descripción del desarrollo psicosocial de la personalidad.

Siguiendo el modelo de Havighurst, podemos señalar la segunda etapa de la edad adulta (o adultez tardía) entre los 30-60 años. Fíjese que las tareas de crianza se han «desplazado» hacia la década de los 30 (y más), debido a que los hijos se tienen a edades más tardías que en otras épocas. Obviamente, más cerca de los 30/40 que de los 50/60 cuando biológicamente, para la mujer, es una excepción concebir.

Equipo Docente
18 – 30 añosIntegrarse en el mundo laboral
Selección de pareja
Aprender a vivir en pareja
Tener familia propia
Criar a los hijos
Aprender a ser un ciudadano responsable
Encontrar un grupo social estable
30 – 60 añosFavorecer la asunción de responsabilidades y felicidad de los hijos
Alcanzar y mantener cotas profesionales satisfactorias
Desarrollar actividades de ocio adultas
Relacionarse con la pareja en tanto persona
Aceptar y ajustarse a los cambios fisiológicos de la mediana edad
Aceptar y adaptarse al envejecimiento de los padres
Más de 60 añosAdaptarse a fuerza física y salud en declive
Adaptarse a la jubilación y reducción de ingresos
Adaptarse a la muerte de la pareja y viudedad
Adoptar y adaptarse a roles sociales de manera flexible
Establecer un hábitat físico de vida satisfactorio
Basado en Havighurst, 1948. Algunas tareas del desarrollo propuestas por Havighurst.

La Intimidad, la generatividad y la sabiduría: el modelo de Erikson

Erikson (1963). La adulta o adulto estancado prefiere la comodidad adquirida en la etapa anterior, centrarse en uno mismo y no intentar aportar a los demás, por lo que se convierte en una persona egoísta, que cae en el aburrimiento y no se compromete con la sociedad.
Erikson (1968). La persona deberá enfrentarse a estos polos eligiendo entre uno u otro guiado por esa misma sociedad que los ha forjado.
Erikson (1979).Tampoco sería sabio el anciano o anciana que no recuerda errores, sino que esta actitud sería definitoria de una persona neurótica.

Erikson desarrolló una teoría del desarrollo que abarca desde el nacimiento hasta la muerte, con ocho etapas o estadios que representan la evolución del Yo o la identidad a lo largo del Ciclo Vital, asegurando un comportamiento eficaz en cada etapa. Cada estadio se compone de dos polos, uno positivo y otro negativo, generados por la sociedad en la que la persona vive. La persona enfrenta una crisis en cada etapa, eligiendo entre los polos guiada por la sociedad que los ha moldeado. Según el modelo de Erikson, el compromiso con la sociedad más allá de la relación de pareja se llama generatividad. Una persona adulta generativa será productiva en el trabajo, educará a sus hijos con compromiso, será creativa y sentirá satisfacción en su labor. Es el momento de contribuir a la sociedad, ya sea a través de la familia, la comunidad o en un sentido más amplio.

erikson 1
Estadios del desarrollo según Erikson. Tomado del manual 2010.
ereickson22
Estadios del desarrollo según Erikson. Tomado del manual 2019.

El envejecimiento exitoso

Mroczek and Spiro (2003). En un estudio con muestra longitudinal de 1600 varones (entre 43 y 91 años al inicio del estudio) a los que hicieron un seguimiento longitudinal durante 12 años. Encontraron que las personas mayores acumulan tanta experiencia vital y sucesos idiosincrásicos propios, que son muy diferentes unas a otras. Mostraron que, de forma normativa, la extraversión permaneció en niveles similares con el paso de los años, mientras el neuroticismo fue disminuyendo entre los 40 y los 80-85 años. Sólo a partir de esas edades comenzó un breve repunte en las valoraciones en neuroticismo que no llegaron a las puntuaciones obtenidas por esas mismas personas antes de los 65 años. Es decir, las personas mayores se mostraron menos sensibles ante estímulos negativos, menos preocupadas, inestables y ansiosas. Por tanto, los mayores mostraron menos afectividad negativa, datos que corroboran multitud de investigaciones.
Rothermund, y Brandtstädter (2003). En un estudio secuencial en el que participaron 1080 personas de una ciudad alemana. Las y los participantes fueron divididos en 6 cohortes. En el primer año del estudio la primera cohorte estaba compuesta por personas entre los 58 y los 61 años, la última por participantes entre los 78 y los 81 años. Se realizó un seguimiento longitudinal de todos los participantes durante cuatro años. Se evaluaron cuatro dimensiones (o metas vitales): la forma física, la eficacia mental, la apariencia física y la competencia en las actividades de la vida diaria. Para cada dimensión se indagó la cantidad de esfuerzos compensatorios utilizados (actividades intencionales que se realizaban para mantener el nivel de desempeño), las pérdidas o déficits percibidos respecto a la dimensión, la importancia que cada persona daba a cada dimensión (metas) y, la satisfacción con el desempeño en esa dimensión. Entre otros resultados, no se encontraron diferencias ni en función de la cohorte (grupos de menos o más edad) ni de los años (primer momento de estudio o cuatro años después cuando se volvió a evaluar a las mismas personas) en la satisfacción con el desempeño en ninguna de las áreas estudiadas. Sin embargo, sí se observó que la importancia otorgada a cada dimensión fue disminuyendo en paralelo al aumento de la edad (las metas vitales iban ajustándose, tal y como prevé la teoría) y que los esfuerzos compensatorios aumentaron entre la primera y la cuarta cohorte para disminuir en las cohortes de más edad. Este hecho puede explicarse porque entre las cohortes más jóvenes los esfuerzos compensatorios hacían que no se percibieran pérdidas o déficits, es decir, funcionaron las estrategias asimiladoras, mientras que para las cohortes mayores dichos esfuerzos compensatorios ya no daban frutos y, por tanto, necesitaron la utilización de estrategias de acomodación.

El modelo teórico del desarrollo del yo propuesto por Erikson ayuda a entender por qué algunas personas cercanas al final de su vida, a pesar de tener achaques importantes, pueden ser felices, lo cual ha sido denominado como la paradoja del envejecimiento. Aunque los estereotipos sobre la vejez suelen ser negativos, la realidad es diferente.

El estudio de Mroczek y Spiro (2003) y la paradoja del envejecimiento pueden explicarse a través de la teoría de Brandstädter y sus colegas, que proponen el proceso dual de afrontamiento: asimilación y acomodación. Esta teoría se basa en la evidencia de estudios longitudinales y meta-análisis que muestran que variables como la autoestima, la satisfacción vital o la depresión se mantienen estables a lo largo de la adultez, a pesar de las pérdidas asociadas al envejecimiento. En su modelo, la preservación y estabilización de una visión positiva de uno mismo y del desarrollo personal en la vejez implica el uso de dos procesos de afrontamiento interdependientes: la asimilación y la acomodación.

Es importante destacar que Brandstädter no utiliza estos términos en un sentido puramente Piagetiano. La asimilación se refiere a los intentos de compensar o evitar las pérdidas anticipadas o actuales a través de actividades instrumentales, auto-correctivas y compensatorias. Es decir, las personas utilizan la estrategia de asimilación para mantener sus metas vitales. Por otro lado, la acomodación implica adaptar las metas y aspiraciones vitales a las limitaciones actuales. Este proceso acomodativo implica la retirada o reducción de algunas metas vitales que ya no pueden ser alcanzadas.

La teoría de Brandstädter ha recibido apoyo empírico, mostrando que las personas utilizan estrategias de asimilación siempre que puedan y recurren a estrategias de acomodación cuando los intentos de asimilación no son exitosos. Por lo tanto, las intervenciones para promover un envejecimiento exitoso no siempre deben centrarse en mantener el nivel de desempeño, sino que en ocasiones, el dejar ir algunas actividades y metas puede ser una forma efectiva de envejecer. Esto no significa desconectarse de las actividades y roles sociales, sino adaptarlos a la nueva situación o buscar nuevas metas y trayectorias vitales que permitan a la persona mayor alcanzar sus objetivos y sentir satisfacción con ello.

LA ADULTEZ INTERMEDIA, ¿ESTABILIDAD O CRISIS?

Jacques (1966). Crisis de mitad de la vida, este autor definió un periodo en el que la persona se da cuenta de la inevitabilidad de la muerte, lo que la lleva a replantearse si ha logrado conseguir todo aquello que se había propuesto de joven, y por tanto, en ocasiones, a romper con la vida que se está llevando para, en el tiempo que le resta de vida, poder alcanzar las metas deseadas.
Climo y Stewart (2003). Describen la crisis de mitad de la vida en términos de cambios positivos.
Lachman (2004). Las crisis pueden devenir como resultado de un divorcio, de la muerte de un familiar cercano (especialmente si es una muerte no prevista), pérdida del trabajo o una enfermedad propia, todos ellos acontecimientos no normativos y, en consecuencia, no pueden considerarse como formando parte de una etapa por la que deban pasar todas las personas.

A finales de los años 70, los autores de la corriente del Ciclo Vital o Life Span se opusieron a la visión clásica del desarrollo que sostenía que la infancia y la adolescencia eran etapas de crecimiento, mientras que la adultez implicaba estabilidad y la vejez conducía a la decrepitud. Estos autores defendieron una visión del desarrollo como un equilibrio entre el crecimiento, la búsqueda de estabilidad y la regulación de la pérdida, un equilibrio que debería mantenerse a lo largo de todo el ciclo vital.

En 1966, Jacques propuso la idea de la crisis de la mitad de la vida, que definía como un período en el que la persona toma conciencia de la inevitabilidad de la muerte. Esto lleva a replantearse si ha logrado alcanzar todo lo que se propuso en su juventud y, en ocasiones, a romper con la vida que lleva para poder alcanzar las metas deseadas en el tiempo que le queda de vida. Esta teoría fue popularizada por Levinson, quien desarrolló un modelo de etapas de la adultez en el que destacaba la transición a la adultez intermedia (entre los 40 y 45 años) como un momento de reflexión, conciencia del paso del tiempo y preparación para la vida intermedia. Sin embargo, los estudios realizados para comprobar su existencia y describir similitudes y diferencias en relación a las primeras investigaciones han encontrado que solo se da en un porcentaje pequeño de personas adultas.

En el texto se presenta una pincelada del recorrido histórico de un concepto de interés en la psicología de la edad adulta. La propuesta de Jacques se genera desde el modelo psicoanalítico y su experiencia clínica.  En lo referente al estudio de Levinson, su valor, como en otros estudios reside en hacer emerger intereses y nuevos estudios que hacen avanzar el conocimiento.  En psicología (como en otros campos) tenemos muestras de teorías o explicaciones de los fenómenos que no tienen un correlato experimental o que emanan de presupuestos  lógico-deductivo (o inductivo)​ constituido por un conjunto de hipótesis.

Equipo Docente

Otros autores, basándose en resultados empíricos, describen esta etapa en términos de cambios positivos. Siguiendo a Climo y Stewart (2003), los años de la mediana edad se pueden resumir en las siguientes posturas: la adultez media como un momento para hacer un balance de la vida pasada en función de la vida que aún queda por vivir, considerando que todavía hay tiempo para hacer cambios positivos en ella; la posibilidad real de la muerte como un elemento motivador para potenciar la generatividad. En general, estos autores abogan por la idea de la adultez media como el momento de mayor sentido de competencia, eficacia y confianza en uno mismo. En definitiva, apoyan la idea de Erikson de la adultez como un momento generativo que permite a las personas de esta edad asumir la responsabilidad principal de la sociedad.

Climo y Stewart (2003), en base a los estudios disponibles, definen de esta manera los años de la adultez media. Un rango de edad general, como puede ver el en texto y dependiendo de los autores podría situarse entre los 40 y 50 años. Como ha podido ir estudiando, incluso los estadios de desarrollo interpretan las edades de manera flexible (dentro de una ventana).

Equipo Docente

RELACIONES FAMILIARES EN LA VIDA ADULTA Y LA VEJEZ

En nuestra sociedad actual, la estructura familiar más tradicionalmente reconocida es la biparental con hijos, la cual servirá como base para el siguiente apartado. Sin embargo, es importante reconocer que en el año 2022 la realidad de las familias ha evolucionado y diversificado considerablemente. Hoy en día, es común que los niños crezcan en familias con más de dos progenitores, como abuelos, madres solteras o parejas del mismo sexo. Además, existen diversas configuraciones familiares que no se ajustan a la norma tradicional. Es importante tener en cuenta esta realidad en constante evolución y evitar mantener un enfoque dogmático que no refleje la diversidad y complejidad de las familias contemporáneas.

El enamoramiento

Sternberg (1988). Intimidad y compromiso junto con la pasión forman los tres componentes sobre los que define el amor.
Yela (1997). Encontró que la evolución más frecuente consistía en pasar del enamoramiento al amor pasional y finalmente al amor compañero.
Ingrid (2022). El Amor es un sentimiento compartido con la persona o personas que amas, todo lo demás puedes llamarlo como quieras pero no es Amor. *Tomado de una conversación con mi vecina, no es materia de examen.

Yela, en su estudio, partiendo de la propuesta de Sternberg, la adaptan matiza y propone un nuevo modelo en el que define y resitúa algunos componentes. Los componentes de su modelo son: Compromiso, Intimidad, Pasión Erótica y Pasión Romántica. En ese contexto y en relación con la evolución de los procesos implicados, es donde sitúa la idea (desde los datos de su estudio)de que lo más frecuente es la secuencia enamoramiento-> amor pasional.

Equipo Docente

Para Erikson, el principal objetivo de los adultos jóvenes es establecer una relación de intimidad con otra persona, mientras que para Havirghurst es importante seleccionar una pareja y aprender a vivir con ella. Levinson considera que encontrar pareja es uno de los hitos clave en la juventud. En 1988, Sternberg propuso una interesante teoría del amor basada en un triángulo compuesto por la pasión, la intimidad y el compromiso como elementos determinantes.

La pasión es el componente motivacional y de activación del amor, relacionado con los deseos y necesidades, y vinculado a la sexualidad en la pareja. La intimidad es el componente emocional del amor, que implica una comunicación íntima con la otra persona, preocuparse por ella y entregarse emocionalmente. El compromiso hace referencia a la decisión de amar a la otra persona y mantener ese amor a lo largo del tiempo, siendo la vertiente cognitiva del amor.

La combinación de estos tres elementos da lugar a diversas formas de amor. Aunque el ideal de amor en pareja occidental es a menudo definido como amor consumado, en realidad es difícil de lograr y mantener. En las relaciones de pareja, suele haber un énfasis en uno de estos elementos sobre los demás, y la dinámica del amor puede variar en cada relación.

triangulo amor
Triángulo del amor de Sternberg
clases de amor Sternberg
Las siete clases de amor de Sternberg (gustarse, enamoramiento, amor vacío, amor fatuo, amor compañero, amor pleno)

Helen Elizabeth Fisher? es una antropóloga y bióloga estadounidense. Investigadora del comportamiento humano en la Universidad Rutgers, conocida como la antropóloga del amor, por los años que lleva dedicada a su estudio. 

“Después de descodificar la bioquímica del amor –explica–, hemos constatado que hay cuatro tipos de sistemas cerebrales, según la sustancia que más se segrega, y que estarían ligados a personalidades distintas y tendrían un papel en el enamoramiento. Si una persona produce mucha dopamina, un neurotransmisor cerebral, tiene una personalidad exploradora, curiosa, energética; si produce mucha serotonina, otro neurotransmisor, tiene una personalidad que yo llamo de constructor, convencional, meticulosa; si produce mucha hormona testosterona, es lógica, con gran decisión, de esas personas que les gustan la ingeniería o las matemáticas, y si produce muchas hormonas estrógenos u oxitocina, es de personalidad negociadora, imaginativa, compasiva. Pues hemos observado que las personas que tienen una personalidad curiosa o una convencional tienden a enamorarse de alguien que sea como ellas; en cambio, quien tiene una personalidad donde domina la testosterona tiende a sentirse atraído por quienes expresan mayores niveles de estrógenos y viceversa”. Habría tanta razón en aquello de que las personas suelen enamorarse de quien se les parece como en que los extremos se atraen.

Fisher aún trabaja en estos resultados, obtenidos al estudiar a miles de personas enamoradas con entrevistas y cuestionarios y medir su actividad cerebral mediante técnicas de neuroimagen (tomografías y resonancias magnéticas funcionales). Por ejemplo, se ha medido su reacción a un estímulo como ver la foto de la persona amada.

Esta base biológica de la personalidad y su papel en el enamoramiento, campo en el que Fisher se ha volcado en los últimos tres años, le ha abierto, dice, otra puerta: la genética del amor, un ámbito en el que apenas se ha profundizado. “Probablemente, hay razones genéticas, que aún no conocemos –al menos el 50% de lo que somos y hacemos es genético–, por las que, según cuál sea tu personalidad, eliges a alguien del mismo u otro tipo de personalidad”, dice la antropóloga. Habría, subraya, una determinación biológica en enamorarse de una u otra persona, además de los factores que se habían considerado hasta ahora: aspectos psicológicos, la atracción visual, compartir unos valores y una cultura o tener un nivel de inteligencia y socioeconómico similar.

*No es material de examen. Tomado de Marta Ricart (10/02/2012). ‘El engranaje del amor’. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/

Desde la perspectiva evolucionista, algunos autores defienden la postura de que durante la filogenia las mujeres han aprendido a buscar hombres fuertes, que aseguren la supervivencia de la prole, por lo que se sentirán atraídas por varones inteligentes, ambiciosos, con prestigio y fuerza física mientras que los hombres han aprendido a buscar a mujeres fieles, jóvenes y atractivas, asegurándose una prole sana al tiempo que la fidelidad consigue que el fruto de su trabajo se quede en sus propios hijos y no en los de otros. El amor sin duda tiene unos orígenes evolutivos. En cada nivel filogenético, los organismos se enfrentan a los mismos problemas, si quieren sobrevivir y reproducirse, entonces deben encontrar comida, deben evitar ser matados y deben aprovecharse de las oportunidades reproductivas. De esta forma muchos teóricos evolutivos creen que el amor se basa en el antiguo sistema de circuitos desarrollado para asegurar que los mamíferos se reproduzcan y cuiden de su prole. *No es material de examen. Tomado del manual antiguo y del manual e psicología de la emoción.

La vida en pareja y la descendencia

Cuando la pasión inicial que se experimenta en los primeros momentos del enamoramiento se combina con el compromiso y/o la intimidad, la relación suele evolucionar hacia una mayor formalización. El compromiso implica una decisión consciente de amar y mantener esa relación a largo plazo, mientras que la intimidad implica una conexión emocional profunda y una comunicación íntima con la otra persona. Cuando estos elementos se encuentran presentes en una relación, es más probable que la pareja decida formalizar su compromiso y dar paso a la vida en pareja.

La formalización de la relación suele implicar el establecimiento de un compromiso más serio y duradero, y puede incluir el matrimonio o la convivencia en pareja. Además, la decisión de tener hijos y la llegada de la prole suelen ser considerados como pasos naturales en la evolución de una relación de pareja formalizada. El nacimiento de hijos puede añadir una nueva dimensión a la vida en pareja, generando nuevas responsabilidades y roles como padres.

Es importante tener en cuenta que la evolución de una relación de pareja puede variar en cada caso, y no todas las parejas siguen necesariamente el mismo patrón. Algunas parejas pueden decidir formalizar su compromiso sin tener hijos, mientras que otras pueden optar por tener hijos sin formalizar su relación a través del matrimonio o la convivencia. Cada pareja tiene su propio camino y es importante respetar las decisiones y elecciones de cada uno.

separaciones
crecimiento vegetativo
La nueva pareja

Los primeros años de convivencia en una relación de pareja son una etapa que puede ser tanto feliz como desafiante. Es cierto que para muchos, estos años son considerados como una de las etapas más felices de la pareja, ya que están llenos de novedades y descubrimientos compartidos. Sin embargo, también es cierto que durante estos primeros años es cuando algunas parejas pueden enfrentar desafíos y tensiones que pueden llevar a la ruptura de la relación, aunque no necesariamente es el momento en el que más divorcios se producen.

Durante esta etapa, la pareja se enfrenta a la necesidad de acomodarse el uno al otro, de establecer patrones de comunicación efectiva y de tomar decisiones conjuntas. Es un momento en el que se busca establecer la estabilidad laboral y económica necesaria para mantener un nuevo hogar, y crear un ambiente confortable y acogedor. Además, también es el momento de establecer pautas de relación con la familia política, lo cual puede ser especialmente relevante en sociedades con una fuerte tradición familiar.

La comunicación se vuelve crucial en estos primeros años de convivencia. Es importante aprender a escuchar y expresar los sentimientos y necesidades de manera efectiva, para evitar malentendidos y conflictos. Además, la toma de decisiones conjuntas se vuelve fundamental en aspectos como la administración del hogar, las finanzas y la planificación del futuro.

La estabilidad laboral y económica también juegan un papel importante en esta etapa. La pareja busca asegurarse de tener los recursos necesarios para mantener su hogar y cubrir sus necesidades básicas. Esto puede implicar la búsqueda de empleo o la planificación de metas financieras a largo plazo, lo cual puede generar cierta presión y estrés.

Asimismo, las relaciones con la familia política pueden ser un aspecto relevante durante los primeros años de convivencia. Es importante establecer pautas de relación saludables con la familia de la pareja, lo cual puede requerir de una comunicación abierta y respetuosa, y establecer límites adecuados.

En resumen, los primeros años de convivencia en una relación de pareja pueden ser una etapa de gran felicidad, pero también pueden presentar desafíos y tensiones. Es un momento de adaptación mutua, de establecer patrones de comunicación efectiva, de lograr estabilidad laboral y económica, y de establecer pautas de relación con la familia política. Con una comunicación abierta, respeto y compromiso, esta etapa puede sentar las bases para una relación sólida y duradera.

La transición a la maternidad y a la paternidad
Smith y Reid (1986). Es más fácil que ellas dejen el trabajo a que lo hagan ellos porque la pérdida económica para la familia es menor, al tiempo que ellos buscan compensar la bajada de ingresos familiares trabajando más horas o buscando un ascenso.
Eagly y Wood (1999). Los hechos biológicos y la presión de la sociedad para que las mujeres sean buenas madres se asocian para que ellas elijan la maternidad sobre el desempeño profesional, al tiempo que ellos se centran en la búsqueda de «el pan de cada día».
Menéndez (1999). Estudios españoles muestran que los padres que se implican voluntariamente en la crianza de sus hijos se encuentran satisfechos de su rol como padres al tiempo que sus parejas, las madres, también están satisfechas con el rol del marido como esposo, y como padre.
Katz-Wise, Priess y Hyde (2010). Tras el nacimiento, tanto del primer hijo como de los siguientes, los miembros de la pareja radicalizan sus roles tradicionales tanto cuando la mujer sólo trabaja en el hogar como cuando lo hace fuera de casa: así, las madres ocupan cada vez más tiempo en el cuidado de la prole y el hogar, además de ser las encargadas de gestionar o tener en la cabeza los cuidados que el niño y la casa necesitan; y los padres se centran más en la búsqueda de recursos y desempeño profesional, ocupando un segundo lugar en la gestión de hogar y prole, y participando en las labores diarias del hogar menos que cuando no tenían hijos.

La transición a la maternidad y paternidad es un momento significativo en la vida adulta, que puede tener un impacto profundo en los roles sociales y la personalidad de las personas. Aunque en general, las parejas que tenían una buena relación antes del nacimiento de un hijo tienden a mantenerla después, la situación de estrés asociada al cuidado de un recién nacido puede causar problemas en la relación de pareja. De hecho, un número considerable de parejas experimenta distanciamiento y empeoramiento en su relación durante esta etapa.

Las personas que mejor se ajustan a esta transición suelen ser aquellas que cuentan con recursos, no solo económicos, sino sobre todo con un sólido apoyo social. Esto puede incluir personas con las que compartir dudas, con quienes dejar a los hijos en momentos de necesidad o con quienes compartir actividades familiares. Además, las familias en las que los roles profesionales y del hogar están distribuidos de manera equitativa, es decir, con roles igualitarios o no tradicionales, suelen adaptarse de forma más positiva a la llegada de un nuevo miembro.

Las teorías evolucionistas señalan que la gestación, el parto y la lactancia son tareas exclusivamente maternas, lo que indica que la filogénesis prepara a las mujeres para el cuidado de los hijos. Por otro lado, se argumenta que la presión social y las elecciones individuales también influyen en la establecimiento de roles en la familia, y que la sociedad espera que las mujeres sean buenas madres, lo que puede llevarlas a elegir la maternidad sobre el desempeño profesional. Mientras tanto, se espera que los hombres se centren en proveer para la familia.

Es importante reconocer que, si bien existen diferencias biológicas evidentes en la maternidad y paternidad, la presión social y las elecciones individuales también juegan un papel importante en la forma en que se establecen los roles de género en la familia. La igualdad de género y la distribución equitativa de las responsabilidades familiares y profesionales pueden contribuir a una mejor adaptación a la transición a la maternidad y paternidad, promoviendo relaciones familiares más saludables y satisfactorias para todos los miembros de la familia.

El nido vacío

Vega y Bueno (1995). En la mayor parte de las ocasiones, el que los hijos se independicen es visto como un auténtico alivio y no como una pérdida: menos preocupaciones, más tiempo libre y la posibilidad de volver a retomar la relación de pareja.
Alberdi y Matas (2002). Los modelos tradicionales en los que la mujer se encarga de la crianza de la descendencia aún no han sido superados, por lo que buena parte de su trabajo y preocupaciones han estado ceñidas a la crianza, y cuando este centro de atención desaparece puede quedar la sensación de no saber exactamente qué hacer con su nueva vida.
Schaie y Willis (2003). Los datos actuales parecen sugerir que los padres no llegan a ser «padres honoríficos» en ningún momento sino que continúan con su rol de padres.
formas de convivencia

Un hito evolutivo importante en el ciclo familiar es la emancipación de los hijos, también conocido como «Nido Vacío», que se refiere al momento en que los hijos abandonan el hogar, lo cual puede ser considerado, especialmente por la madre, como un momento de vacío emocional. Aunque los modelos tradicionales de patriarcado en los que la mujer se encarga principalmente de la crianza de los hijos aún no han sido completamente superados, los datos actuales sugieren que los padres no se convierten en «padres honoríficos» en ningún momento, sino que continúan desempeñando su rol de padres. Es común que los padres deban ayudar económicamente a sus hijos recién emancipados y luego en el cuidado de sus propios nietos.

La salida de los hijos del hogar, a diferencia de lo que sucedía con su nacimiento, coincide con una renegociación y flexibilización de los roles en la pareja, que se acentuará con la llegada de los nietos. El padre puede querer desempeñar un papel más activo con sus nietos, compensando lo que no pudo hacer con sus propios hijos, y la madre puede aprovechar que ya no tiene la presión de la crianza para realizar tareas pendientes que posiblemente no pudo hacer en su momento.

La generación sándwich

Bazo y Domínguez (1996). Muchas mujeres proveen cuidados aunque no quieran a la persona que los necesita, no tengan una buena relación con ella o no sientan reciprocidad de las mismas. Sencillamente, debido a la presión social que considera a la mujer como la natural proveedora de cuidados dentro de la familia.
Climo y Stewart (2003).Cuidar a los mayores puede ser una tarea reconfortante y que puede ser catalizadora de cambios positivos en la personalidad de los adultos de mediana edad: en aquellos casos en los que el sentido de competencia y confianza en uno mismo (característico de las personas de mediana edad) y su deseo de generatividad o aportar a la sociedad casan con el cuidado a las personas mayores.
Schaie y Willis (2003). Los hijos e hijas adultas, ayudan a sus padres mayores aportando: 1. Apoyo emocional; 2. Apoyo instrumental y 3. Intermediarios entre la sociedad y los ancianos.
Lachman (2004). Aún están cuidando de sus hijos cuando, gracias a la actual longevidad, deben comenzar a cuidar a los padres.
Lara, González y Blanco (2008). Encontraron que, en una muestra urbana, el 51% de las personas cuidadoras de ancianos padecían insomnio, el 40% estaban clínicamente estresados, el 32% se sentía cansado, el 11% deprimido y el 85% afirmaba que su carácter había cambiado. Sólo el 33% se había podido ir de vacaciones.
Luna, Ramos y Rivera (2016). Mostraron que las abuelas sándwich que ejercían ayuda instrumental (ej. dar de comer a los nietos) y/o económica mostraban peor salud, más aún si utilizaban estrategias de afrontamiento del estrés ante las situaciones de cuidado como la negación y la autoinculpación.

Durante todo este proceso de nacimiento, crianza de los hijos y la etapa del «nido vacío», es común que los adultos se encuentren en lo que se conoce como la «generación sándwich». Esto se debe a que todavía están ocupándose de sus hijos mientras, gracias a la creciente longevidad, también deben comenzar a cuidar a sus padres mayores (Lachman, 2004). Aunque en la actualidad el porcentaje de personas mayores institucionalizadas es bajo, los hijos e hijas adultos suelen brindar ayuda y apoyo a sus padres mayores (Schaie y Willis, 2003).

En esta etapa de la vida, los adultos suelen enfrentarse a desafíos adicionales en el cuidado de sus padres mayores. Pueden tener que equilibrar las demandas de cuidar a sus propios hijos con las necesidades de sus padres mayores. Esto puede implicar ayudar con las tareas del hogar, la atención médica, la administración de medicamentos, la asistencia en la movilidad y otras necesidades diarias. Además, también pueden estar involucrados en la toma de decisiones sobre el cuidado de sus padres, como elegir opciones de atención médica y resolver cuestiones legales y financieras.

Es importante destacar que el cuidado de los padres mayores puede tener un impacto significativo en la vida de los hijos e hijas adultos. Puede generar estrés emocional, físico y financiero, y requerir un equilibrio cuidadoso entre las responsabilidades familiares y laborales. Sin embargo, también puede ser una oportunidad para fortalecer los lazos familiares, demostrar amor y gratitud hacia los padres, y aprender importantes lecciones sobre la vida y la importancia del cuidado y la atención a los seres queridos.

A medida que la población envejece y la esperanza de vida aumenta, el fenómeno de la «generación sándwich» se vuelve cada vez más común en la sociedad actual. Es fundamental que los adultos en esta situación busquen apoyo y recursos adecuados, como asesoramiento, cuidadores profesionales, programas de atención a los mayores, y se cuiden a sí mismos para poder afrontar los desafíos del cuidado de sus padres mayores de manera adecuada. La comprensión y el apoyo de la comunidad y la sociedad en general también son esenciales para reconocer y valorar el papel vital que desempeñan los hijos e hijas adultos en el cuidado de sus padres mayores en esta etapa de la vida.

  • Apoyo emocional. Salen con ellos, les escuchan cuando tienen problemas, etc…
  • Apoyo instrumental. Ayudan a los ancianos a hacer la compra, a llevar la economía del hogar, les llevan en coche a un lugar u otro, y en caso de estar impedidos, facilitan la comida, el baño o están pendientes de los medicamentos.
  • Intermediarios entre la sociedad y los ancianos. Cumplimentan las solicitudes, buscan centros de día o asociaciones, median en las oficinas bancarias o en los servicios sociales y sanitarios.

*No es materia de examen y el ED lo obvia pero hace años que disponemos de normativa al respecto, y algo ha cambiado las cosas. Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia.

dependencia
Algunos indicadores sobre la aplicación de la Ley de Dependencia. Valores medios anuales para 2014 (%). Tomado de «Sombras y sombras en la aplicación de la ley de dependencia» de Manuel Correa y Juan de Dios Jiménez-Aguilera.

LA VIDA LABORAL

El trabajo no solo brinda a los individuos una forma de vida y la posibilidad de ganar dinero para mantenerse y darse algún capricho, sino que también es mucho más que eso. En promedio, los adultos pasan al menos 7,5 horas diarias en su ocupación profesional, lo que significa que gran parte de su vida se desarrolla en el entorno laboral. En este contexto, se establecen relaciones con compañeros de trabajo, se experimenta la competencia y la incompetencia, y el trabajo a menudo se convierte en un componente esencial de la identidad de una persona.

Sin embargo, lamentablemente, muchas veces las condiciones laborales son precarias debido a la falta de conciencia social y el miedo de los trabajadores. Esto puede tener consecuencias negativas en la salud de los empleados. La presión constante, la falta de seguridad laboral, la sobrecarga de trabajo, la discriminación, el acoso y otras formas de trato injusto en el trabajo pueden tener un impacto significativo en la salud física y mental de los trabajadores.

La precariedad laboral puede manifestarse en la forma de largas jornadas laborales, la falta de derechos laborales básicos, la inestabilidad en el empleo, la falta de acceso a la seguridad social y la protección en el trabajo, entre otros factores. Estas condiciones pueden generar estrés crónico, ansiedad, depresión, agotamiento, enfermedades relacionadas con el trabajo y otros problemas de salud.

Además, la identidad y la autoestima de una persona a menudo están vinculadas con su trabajo. Cuando las condiciones laborales son precarias, puede generar un sentimiento de inseguridad y desvalorización en los empleados, lo que a su vez puede afectar su autoestima y bienestar emocional.

Es fundamental que los empleadores, las autoridades laborales y la sociedad en general reconozcan la importancia de crear y mantener condiciones laborales adecuadas y justas. Esto implica garantizar el respeto a los derechos laborales, promover un entorno laboral saludable y seguro, y fomentar una cultura organizacional que valore y cuide a los trabajadores como seres humanos integrales.

Asimismo, es importante que los trabajadores sean conscientes de sus derechos laborales y busquen formas de proteger su salud y bienestar en el trabajo. Esto puede incluir la búsqueda de apoyo y asesoramiento en caso de enfrentar condiciones laborales precarias, establecer límites saludables entre el trabajo y la vida personal, y practicar el autocuidado y la autorreflexión para mantener un equilibrio adecuado entre las demandas laborales y personales.

En resumen, el trabajo no solo se trata de ganar dinero, sino que también tiene un impacto significativo en la vida de las personas en términos de su salud física y mental, su identidad y su bienestar emocional. Es esencial trabajar juntos como sociedad para asegurar que las condiciones laborales sean justas, saludables y respetuosas, y que los trabajadores sean valorados y cuidados en su entorno laboral.

En busca de un trabajo

Erikson (1982). Uno de los principales objetivos del adulto joven es encontrar un trabajo que permita la generatividad.
Kohn, Slomczynski y Schoenbach (1986). Algunas investigaciones muestran que los progenitores de clase media o alta, con trabajos que requieren de autonomía, iniciativa y creatividad, valoran y apoyan la iniciativa e independencia en los hijos e hijas. Por su parte los padres obreros, que necesitan de la obediencia a la autoridad en sus oficios, tienden a valorar la obediencia y la conformidad en su descendencia. De esta forma, padres y madres enseñan a sus hijos e hijas los valores y las actitudes propias de su rol social, lo que facilitará que éstos adopten dicho rol y busquen trabajos acordes al mismo.
Berger (2009). Conseguir suficiente dinero para poder vivir de forma independiente a sus progenitores, se considera uno de los motivos que hace que las personas jóvenes buscadoras de empleo y que pueden permitírselo escojan puestos de trabajo bien remunerados, relegando a un segundo lugar la satisfacción con el empleo.

Uno de los principales objetivos del adulto joven es encontrar un trabajo (Havighurst, 1956) que permita la generatividad (Erikson, 1982) y suficiente dinero para poder vivir de forma independiente de sus padres. La familia de origen del joven buscador de trabajo parece tener influencia en el trabajo que éste encuentre, en diferentes sentidos (la meritocracia son los padres):

  • Directamente. Utilizando a su red social de apoyo para conseguir la contratación del hijo o hija, o instándole a ocupar un determinado puesto laboral o rol profesional (nepotismo).
  • Indirectamente. Facilitando a los hijos e hijas el acceso a la formación (o lo contrario); promoviendo el compromiso y la laboriosidad (o siendo ejemplo de la ausencia de compromiso en el trabajo y la falta de interés en el mismo); a través de los valores propios del estatus social.

El trabajo va más allá de proporcionar una forma de vida y dinero para mantenerse o permitirse algún capricho. La carrera profesional implica pasar una gran parte del día en la ocupación laboral, interactuando con colegas, adquiriendo un sentido de competencia o incompetencia, y, para muchos, es un componente esencial de su identidad. Sin embargo, la falta de conciencia social y el miedo de muchos trabajadores a consecuencias negativas en su empleo, han llevado a condiciones laborales cada vez más precarias, lo que puede tener un impacto negativo en la salud de los trabajadores.

Además, algunas investigaciones sugieren que los padres de clase media o alta, con trabajos que requieren autonomía, iniciativa y creatividad, inculcan en sus hijos la importancia de la iniciativa y la independencia. Por otro lado, los padres obreros, cuyos trabajos dependen de la obediencia a la autoridad, tienden a valorar la obediencia y la conformidad en sus hijos. De esta manera, los padres transmiten a sus hijos los valores y actitudes inherentes a su rol social. Sin embargo, muchos padres no logran distinguir entre el rol de «trabajador» y el de «siervo», lo que lleva a que muchos trabajadores se comporten como siervos y aquellos que intentan ejercer sus derechos laborales sean etiquetados como conflictivos por sus compañeros.

Se ha observado que la transmisión de valores relacionados con la profesión de los padres a sus hijos es más evidente en el caso de profesiones liberales que en las familias obreras. Esto se debe a que los padres de clase media o alta, con trabajos que requieren autonomía, iniciativa y creatividad, suelen inculcar en sus hijos la importancia de la iniciativa y la independencia en el ámbito laboral. Por otro lado, los padres obreros, cuyos trabajos dependen en gran medida de la obediencia a la autoridad, tienden a valorar la obediencia y la conformidad en sus hijos como rasgos necesarios para su futura vida laboral.

Sin embargo, aunque la transmisión de valores de los padres a los hijos puede ser un factor que influye en la formación de actitudes y comportamientos laborales, no es el único determinante del cambio social. En realidad, lo que verdaderamente impulsa el cambio social es la conciencia crítica y la participación política. La conciencia crítica implica la capacidad de cuestionar y analizar de manera reflexiva las condiciones laborales, las relaciones de poder y las desigualdades en el entorno laboral y social. La participación política, por su parte, implica involucrarse activamente en la toma de decisiones y en la promoción de cambios sociales y laborales significativos a través de acciones como la participación en movimientos laborales, la defensa de los derechos de los trabajadores o la promoción de políticas públicas justas en el ámbito laboral.

Es importante destacar que las condiciones laborales de muchos trabajadores en la actualidad presentan similitudes con las de finales del siglo XIX, con trabajos precarios, falta de protección laboral y bajos salarios. Aunque el trabajo es considerado como un medio para salir de la pobreza, en muchas ocasiones no es suficiente, lo que lleva a una creciente dependencia de la caridad de organizaciones como Caritas diocesana o Cruz Roja para poder sobrevivir. Esta situación evidencia la necesidad de un cambio social y laboral profundo, que vaya más allá de la transmisión de valores de los padres a los hijos, y que involucre una conciencia crítica y una participación política activa para abordar las desigualdades y precariedades laborales en la sociedad actual. Solo a través de una comprensión reflexiva de la realidad laboral y la participación en acciones de cambio social se podrá lograr una mejora en las condiciones laborales y una mayor equidad en el ámbito laboral.

El estatus laboral

Schaie y Willis (2003). Entre los trabajadores jóvenes el sueldo es un elemento importante a la hora de escoger trabajo. Otras variables entran en juego cuando se escoge un segundo o tercer trabajo, o a la hora de mantenerlo. En estos casos, el sueldo (factor extrínseco) pasa a ocupar un segundo lugar detrás de la calidad de la vida laboral (factor intrínseco).

Las ventajas de que las mujeres trabajen fuera del hogar para su salud psicológica son evidentes en todos los casos, pero son aún mayores cuando ocupan puestos de responsabilidad. Esto contradice las posturas tradicionales en contra de la inserción profesional de la mujer. En el pasado, se argumentaba que las personas tienen recursos limitados y que aquellos que tienen un trabajo no tienen la energía para ser a la vez buenos padres y cónyuges, lo que significa que un trabajo exigente inevitablemente causaría conflictos y problemas en el hogar. Sin embargo, la hipótesis de la expansión parece explicar mejor los resultados empíricos.

La hipótesis de la expansión se basa en las ganancias que se obtienen al experimentar múltiples roles en la vida. Según esta hipótesis, adoptar diferentes roles, tanto laborales como familiares, permite ganar autoestima, sentido de competencia, prestigio, reconocimiento social y remuneración económica. Esto significa que, en el balance entre ganancias y pérdidas, las primeras prevalecen sobre las segundas. Esta hipótesis es válida tanto para hombres como para mujeres, ya que los datos empíricos muestran que las personas que tienen la oportunidad de desempeñar roles laborales y familiares disfrutan de un mejor ajuste en comparación con aquellas que solo pueden desarrollarse en uno de estos contextos, independientemente de su género.

La jubilación

Topa, De Polo, Moriano y Morales ( 2009). No es extraño que aparezcan los denominados trabajos puente que tienen un efecto positivo en las personas mayores, ya que les proporciona satisfacción laboral y personal, así como un aumento de su calidad de vida. Esto es así en los casos en los que la inversión de tiempo y trabajo se ve recompensada económicamente o en base a la sensación de que el trabajo realizado por la persona mayor se respeta y valora.
Aymerich, Planes y Gra (2010). Encontraron que el porcentaje de personas que pasaron por la fase de prejubilación fue mínimo, mientras que alrededor del 40% de los jubilados se adentraron directamente tras el retiro en la fase de desencanto, que, afortunadamente, duró poco tiempo. Las fases más frecuentes, que experimentaron más del 70% de los jubilados fueron las de reorientación y estabilidad .

La jubilación no es un corte abrupto con la realidad laboral previa de las personas, sino más bien una transición que ocurre de manera gradual. Según Atchley (1975), esta transición consta de cinco fases diferentes. Sin embargo, estas fases no son secuenciales y no todas las personas pasan por todas ellas. En un estudio reciente realizado en España, se encontró que un porcentaje mínimo de personas pasaron por la fase de prejubilación, mientras que aproximadamente el 40% de los jubilados se adentraron directamente en la fase de desencanto tras su retiro. Las fases más frecuentes, experimentadas por más del 70% de los jubilados, fueron las de reorientación y estabilidad. Sin embargo, otros estudios han encontrado datos que respaldan la idea de que la mayoría de los jubilados atraviesan una fase de «luna de miel» después de su jubilación.

Además, no es raro que aparezcan los llamados «trabajos puente», que tienen un efecto positivo en las personas mayores, ya que les proporcionan satisfacción laboral y personal, así como un aumento en su calidad de vida. Estos trabajos pueden servir como una transición gradual hacia la jubilación, permitiendo a las personas mayores mantenerse activas y comprometidas en el ámbito laboral, lo que puede tener un impacto positivo en su bienestar emocional y social durante esta etapa de vida.

Fase de prejubilaciónSe trata del periodo previo a la jubilación real. Las personas comienzan a prepararse para el retiro laboral, a preguntarse e imaginar cómo será su vida una vez jubilados.
Fase de jubilaciónComienza con el momento en el que la persona deja el trabajo. Esta fase puede materializarse de tres formas diferentes:
Luna de miel. Es el caso de los adultos que con la jubilación comienzan a realizar aquellas actividades que llevan tiempo queriendo hacer pero que las obligaciones laborales no le permitían. La persona está feliz de tener, por fin, tiempo. Puede viajar, volver a estudiar, acometer hobbies… en cualquier caso, es una fase característica de aquellos adultos que se jubilan voluntariamente y tienen suficientes recursos económicos como para poder llevar a cabo todas sus fantasías.
Descanso y relajación. En este caso, el adulto aprovecha la jubilación para descansar de las obligaciones que ha debido sobrellevar durante su vida activa.
Continuidad. Son aquellos adultos que continúan realizando algunas de las actividades que realizaban cuando aún estaban trabajando. Por ejemplo, aquel agricultor que continúa teniendo su huerto por gusto, quien se dedica a la maquetación después de haber sido carpintero, o quien sencillamente dedica más tiempo a las actividades de ocio que ya venía desarrollando.
Fase de desencantoTiene lugar cuando la persona descubre que las fantasías asociadas a la época de la jubilación no se cumplen. Puede ocurrir por la muerte de la pareja, la llegada de una enfermedad o simplemente porque las expectativas previas se alejan de la realidad.
Fase de reorientaciónLa persona abandona las expectativas previas a la jubilación, tanto las excesivamente positivas como las negativas, explora nuevas posibilidades, toma decisiones y logra organizar una rutina nueva dentro del retiro. Esta rutina tiene en cuenta tanto las posibilidades reales de la jubilación como los inconvenientes que acarrea.
Fase de estabilidadEn esta fase, el jubilado consigue una rutina estable y satisfactoria en su día a día.
FASES DE TRANSICIÓN EN EL PROCESO DE JUBILACIÓN (ATCHLEY, 1975)
Adaptación a la jubilación

La adaptación a la jubilación depende de diversos factores, como la salud del jubilado, si la jubilación fue por decisión personal o forzada por la empresa, el tipo de trabajo que se realizaba, el nivel de ingresos antes y después de la jubilación, y las relaciones familiares, entre otros. En base a una revisión de Madrid y Garcés (2000), se pueden identificar los siguientes factores asociados a la adaptación a la jubilación:

  1. Vida marital: Estar casado se ha asociado con un mayor bienestar después de la jubilación. El estado civil de casado se relaciona con una mayor satisfacción vital, más actividades de ocio, mejor salud física y psicológica, y mayor apoyo social.
  2. Salud: El estado de salud propio, del cónyuge y de familiares cercanos es un elemento clave en la adaptación a la jubilación. En casos de dependencia de la pareja o algún hijo, la transición a la jubilación puede ser vivida de forma negativa, al igual que si la salud propia se ve afectada.
  3. Estatus profesional: El tipo de trabajo que se abandona también juega un papel relevante en la adaptación a la jubilación. Aquellas personas que han tenido trabajos de mayor estatus y nivel educativo parecen ajustarse mejor a la jubilación.
  4. Apoyo social: La persona recién jubilada necesita construir una nueva identidad alejada del rol laboral. El apoyo percibido por parte de familiares y amigos, y la congruencia entre las expectativas del jubilado y las personas que le rodean, pueden influir en la facilidad con la que se realiza esta transición.
  5. Recursos económicos: La estabilidad económica está relacionada con el bienestar personal. En una sociedad capitalista, el dinero es necesario para muchas cosas, por lo que aquellos con mejores recursos económicos, mejores trabajos y estatus social, y un estilo de vida saludable previo a la jubilación, tienden a adaptarse mejor al retiro.

Es importante tener en cuenta que muchos de estos factores suelen estar interconectados, y la adaptación a la jubilación se explica mejor cuando se considera la combinación de varios de ellos. Aquellas personas con mejores recursos económicos, trabajos y estatus social, que han llevado un estilo de vida saludable y que pueden mantener un nivel de vida similar al laboral, tienden a ajustarse mejor a la jubilación.

ENFRENTAMIENTO DE LA MUERTE

Berger (2009). En un estudio, los ancianos preferían dedicar su tiempo a estar con familiares antes que con personajes conocidos o prestigiosos ilustrados. Este dato se replicó en una muestra de jóvenes con SIDA comparando a quienes tenían síntomas con quienes no los tenían y se relaciona con la cercanía de la muerte: aquellas personas que tienen cerca su fin prefieren estar con los seres queridos, resolver antiguas rencillas y recordar la importancia que las personas queridas han tenido a lo largo de la vida.

Cuando hablamos de enfrentar la muerte, nos referimos tanto al final de nuestra propia vida como a la de nuestros seres queridos. A lo largo de la vida, la mayoría de las personas experimentan la pérdida de familiares y amigos cercanos, y entre los 25 y los 60 años, el temor más común es morir dejando asuntos pendientes. A medida que avanzamos en la vida, las probabilidades de enfrentarnos a nuestra propia muerte o a la de seres queridos aumentan. Aunque los ancianos a menudo piensan más en la muerte, también la temen menos y experimentan menos ansiedad al respecto en comparación con los jóvenes. Por esta razón, no es raro que los ancianos hagan testamentos, preparen sus propias lápidas o indiquen a las personas cercanas sus deseos de ser enterrados en un lugar específico o que se esparzan sus cenizas.

La forma en que enfrentamos la muerte puede variar según diversos factores, algunos de los cuales describiremos en este capítulo:

  1. Momento evolutivo: Sin duda, la muerte de una persona de 85 años no es lo mismo que la muerte de un joven de 25 años. Cuando la muerte ocurre a edades tempranas, la familia del fallecido suele experimentar más sufrimiento y la recuperación puede ser más difícil.
  2. Plenitud alcanzada: En este mismo capítulo hemos descrito la idea de Erikson de que el final de la vida puede ser una oportunidad para alcanzar la sabiduría y sentirse plenos y satisfechos con la vida que se ha tenido, o puede ser un momento de desesperanza, desilusión y deseos de volver atrás para hacer las cosas de manera diferente. Aquellas personas que han alcanzado la plenitud suelen enfrentar la muerte con mayor serenidad que aquellos que no lo han logrado.
  3. Significado cultural: La forma en que enfrentamos la muerte también está influenciada por nuestras creencias culturales. Por ejemplo, una persona budista puede considerar que la muerte es parte de la vida, y sus familiares pueden estar cerca para ayudarle a morir sin permitir que los medicamentos alteren su estado mental o prolonguen la vida. En cambio, un católico puede esperar una vida mejor después de la muerte, sin sufrimientos ni finales adicionales, mientras que un ateo occidental puede creer que después de la muerte solo queda el vacío.

El proceso de la muerte: el trabajo de Kübler-Ross

Elisabeth Kübler-Ross (1969). Realizó un trabajo pionero en el que describió 5 etapas por las que pasarían todos los enfermos al enfrentarse a la muerte: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Este trabajo, sin embargo, ha recibido críticas importantes: la muestra utilizada era de enfermos suizos de cáncer de mediana edad: no es representativa de todas las culturas y, por tanto, la universalidad de las etapas cae por su propio peso, y no es representativa de todas las edades (ya hemos argumentado previamente como la edad es una variable importante a tener en cuenta a la hora de afrontar la muerte).

Elisabeth Kübler-Ross realizó un trabajo pionero en el área al describir cinco etapas por las que los enfermos pueden pasar al enfrentarse a la muerte:

  1. Negación: La negación es una actitud que aparece con frecuencia tanto en el enfermo como en los familiares. Es un mecanismo de defensa que evita enfrentarse a la realidad de la muerte, lo que puede resultar en la falta de comunicación sobre la enfermedad y sus síntomas.
  2. Ira: El enfado es una sensación común ante la noticia de la muerte. La persona puede sentirse enojada y frustrada por la situación, y puede expresar su ira de diferentes formas.
  3. Negociación: Es frecuente que la persona busque negociar con la esperanza de prolongar la vida, como adoptar una conducta «buena» o cumplir al pie de la letra las prescripciones médicas. Es una forma de intentar tener algún control sobre la situación.
  4. Depresión: La depresión puede surgir con el recrudecimiento de la enfermedad y la evidencia de los síntomas físicos. La persona puede sentirse triste, abatida y con una sensación de pérdida.
  5. Aceptación: La aceptación implica reconocer y aceptar la muerte como una parte inevitable de la vida. Es un momento de comprensión, serenidad y aceptación de la realidad.

Sin embargo, el trabajo de Elisabeth Kübler-Ross ha recibido críticas importantes. La muestra utilizada en su estudio era de enfermos suizos de mediana edad con cáncer, lo cual no es representativo de todas las culturas y edades. Investigaciones posteriores han mostrado que estas etapas son posibles pero no necesarias, y que pueden darse varias al mismo tiempo y no de forma secuencial. Por lo tanto, podemos considerar que el trabajo de Kübler-Ross describe más bien diferentes actitudes ante la muerte en lugar de etapas fijas.

ESQUEMA

REFERENCIAS

  • García Madruga, Delval, & Delval, Juan. (2019). Psicologia del desarrollo I (2ª ed. rev. ed., Grado (UNED); 6201201). Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Es importante destacar que el material publicado en esta página no es completamente original, sino que está compuesto, en gran medida, por resúmenes basados en diversos manuales de estudio, los cuales pueden estar mejor o peor referenciados. Además, algunos de estos resúmenes y contenidos se elaboran con el apoyo de herramientas de Inteligencia Artificial. Nos encantaría mejorar continuamente nuestras publicaciones, y para ello, valoramos mucho tus aportaciones. Si tienes comentarios, sugerencias o correcciones, te invitamos a dejarlos en la sección de comentarios. Tu participación nos ayudará a enriquecer y perfeccionar el contenido, haciéndolo más útil para todos.

Deja un comentario

error: Contenido protegido
Ir al contenido