VERSIÓN 4.0
INTRODUCCIÓN AL DESARROLLO BIOLÓGICO Y MOTOR
El desarrollo biológico del individuo comienza con la concepción, es decir, cuando un espermatozoide fecunda un óvulo, dando lugar a una célula simple llamada zigoto. Poco tiempo después de la fecundación, el zigoto se dividirá múltiples veces para formar los distintos tipos de células y tejidos que conforman el ser humano, entre ellas, el sistema nervioso y el cerebro. El desarrollo psicológico está estrechamente ligado al desarrollo biológico y así ha sido reconocido universalmente por las teorías psicológicas del desarrollo. Hasta fechas recientes el estudio del desarrollo biológico y psicológico humano no ha podido ser realizado en forma integrada. La perspectiva biológica se centró principalmente en el estudio del desarrollo físico y motor, mientras que de la perspectiva psicológica se centra en el estudio del desarrollo cognitivo y emocional de los seres humanos.
A partir de los años noventa del siglo XX se ha producido un notabilísimo incremento del conocimiento neurobiológico ligado a la invención y diseño de nuevos métodos y técnicas de neuroimagen que permiten estudiar la actividad molecular y celular del sistema nervioso, así como comprobar el funcionamiento del cerebro de los bebés, niños y adolescentes, durante el propio proceso de realización de las tareas cognitivas. Este avance metodológico y empírico, ha ido unido a un avance conceptual que postula la necesidad de un acercamiento multidisciplinar al estudio del desarrollo y que algunos autores han llamado «neurociencia cognitiva del desarrollo».
EL DESARROLLO FÍSICO Y MOTOR
El desarrollo prenatal
El desarrollo prenatal comienza con la concepción o fertilización que se produce cuando una célula masculina se une a una célula femenina, dando lugar a una nueva célula simple que llamamos zigoto. Las células sexuales masculinas y femeninas, llamadas gametos, contienen 23 cromosomas y se forman a través de la meiosis. De esta manera, el zigoto recibe 23 cromosomas de la madre y 23 del padre.
PERIODO GERMINAL | Desde la concepción a las dos primeas semanas. La unión de un espermatozoide y un óvulo (ambos con 23 cromosomas cada uno) da lugar a lo que denominamos zigoto (46 cromosomas). Aparece la placenta y el cordón umbilical. |
PERIODO EMBRIONARIO | Desde la tercera semana hasta la octava. Se configuran los distintos órganos. Principios que guían el desarrollo: proximodistal y cefalocaudal. |
PERIODO FETAL | Desde la novena semana hasta el nacimiento. Es fundamental que el feto produzca surfactante para que logre que el oxígeno pase del aire a la sangre. |
El periodo germinal se caracteriza porque el zigoto se multiplica rápidamente y se mueve a través de las trompas de Falopio hacia el útero. El periodo embrionario se caracteriza fundamentalmente porque empiezan a configurarse los distintos órganos. En el periodo fetal la principal tarea del feto es establecer las funciones de los distintos órganos e incrementar su tamaño y su peso.
El periodo germinal
Desde la concepción hasta las dos primeras semanas. El zigoto inicia el proceso de la división celular mediante mitosis, y tarda alrededor de tres días en ir desde las trompas de Falopio al útero y unos cuatro o cinco días más en instalarse en las ricas paredes nutrientes del útero. Cuando hayan pasado ya las dos primeras semanas de gestación, las células se habrán multiplicado en gran número y, al mismo tiempo, empezarán a diferenciarse según las distintas instrucciones genéticas. El embrión posee una membrana externa (corión) y una interna (amnios) que le rodea y protege. Con el microscopio se puede observar la placenta, un órgano efímero (sólo dura el tiempo que dura el embarazo) que permite la estrecha relación existente entre el nuevo organismo y la madre y atiende las necesidades de respiración, nutrición y excreción del feto durante su desarrollo. A partir de la placenta se desarrolla el cordón umbilical cuya función es el traspaso de oxígeno y nutrientes de la sangre de la madre a la del nuevo ser. Se supone que la diferenciación de las células se produce gracias a una sustancia llamada activina. Las células que reciban mayor cantidad de activina crean el endodermo que formarán el aparato digestivo y el respiratorio. Aquéllas que reciben una concentración media de activina crean el mesodermo que dará lugar a los huesos, músculos, sangre, riñones y corazón. Por último, las células con menos cantidad de activina crearán el ectodermo que dará lugar al sistema nervioso, la piel, el pelo y los órganos sensoriales.
El periodo embrionario
Desde la tercera semana hasta la octava. En esta etapa se desarrollan los órganos y los principales sistemas del cuerpo: nervioso, respiratorio y digestivo. Es un periodo muy crítico en el embarazo puesto que el embrión es muy vulnerable a las influencias del ambiente prenatal y se puede producir un aborto espontáneo.
Existen dos principios que guían el desarrollo del embrión y que continúan actuando después del nacimiento hasta la adolescencia: el principio proximodistal y el cefalocaudal. A finales del periodo embrionario, el organismo mide aproximadamente 2,5 cm. y todos los órganos están formados de forma muy primitiva por lo que el organismo necesitará varios meses más para poder estar en pleno funcionamiento.
El periodo fetal
Desde la novena semana hasta el nacimiento (38 semanas aproximadamente). En esta fase el feto aumenta 10 veces su longitud y sus proporciones cambian también drásticamente. Los órganos rudimentarios empiezan a adquirir una estructura más precisa y compleja, y establecer sus funciones; asimismo, al principio de la etapa, aparecen ya las primeras células óseas. A las 16 semanas (4 meses de embarazo) el feto mide entre 15 y 17 cm. y pesa alrededor de 100 gr. La mayor parte de los sistemas básicos ya están desarrollados, pero no existe conexión entre las distintas neuronas en el córtex cerebral y no se han desarrollado todavía todas las funciones para poder vivir fuera del útero. El feto no puede respirar de manera independiente ya que todavía el oxígeno necesario para su supervivencia lo recibe a través de la placenta. El feto debe producir un líquido llamado surfactante que le permitirá transmitir el oxígeno del aire a la sangre. Dicho líquido empieza a producirse hacia las 23 semanas pero inicialmente la cantidad es muy baja por lo que si naciera en este momento se produciría el llamado síndrome de distrés respiratorio que, habitualmente, es mortal.
Si el feto nace entre las 24 y 28 semanas puede sobrevivir, además de déficits cognitivos, los niños pueden tener problemas pulmonares, hemorragias cerebrales y desórdenes oculares (Meisels y Plunkett, 1988). Finalmente, a partir de las 29 semanas aproximadamente es cuando el feto ya puede sobrevivir por sí mismo.
El desarrollo físico
El crecimiento del bebé se caracteriza fundamentalmente porque progresa de la cabeza a los pies. De hecho, las dimensiones de la cabeza de un recién nacido se aproximan bastante más a las de un adulto que el resto del cuerpo. Además, los bebés aprenden a utilizar y a manejar sus extremidades superiores antes que las inferiores. El principio proximodistal hace que el desarrollo se dirige desde las partes centrales del cuerpo hacia las externas. Así, el tronco se desarrolla antes que las extremidades; de la misma manera, el desarrollo de los brazos y las piernas se adelanta al de los dedos de manos y pies.
En los tres primeros meses de vida, el crecimiento es mucho más rápido que el que se produce durante el resto del ciclo vital. En los bebés (0-3 años) podemos observar un aumento de peso y tamaño, pero el mayor cambio se produce en la forma del cuerpo: el tamaño de la cabeza comienza a ser más proporcionado en relación al resto de su cuerpo. Al final de los tres años se observa que el bebé va perdiendo la redondez que le ha caracterizado en sus primeros momentos de vida. En la primera infancia (3-6 años), generalmente los niños adelgazan y empiezan a tener una imagen más atlética. Al mismo tiempo que van perdiendo la «tripita» típica de los bebés, les crece el cuerpo, los brazos y las piernas. Aunque la cabeza sigue siendo relativamente grande en relación al resto del cuerpo, se observa que va siendo más proporcionada. En esta época del ciclo vital, los huesos se fortalecen lo que facilita que los niños desarrollen muchas destrezas motrices. En la infancia intermedia (7-12 años). Los niños en edad escolar siguen creciendo y aumentando su peso. Las diferencias individuales empiezan a ser muy claras y los factores que inciden en el crecimiento (factores que veremos a continuación) han dejado su huella. Empezamos a observar que las niñas retienen un poco más de tejido graso que los niños; tendencia que se mantiene a lo largo de la vida adulta.
En la adolescencia se producen cambios importantes en el aspecto físico. De manera somera, y siguiendo a Papalia y Olds (1992), son los que mencionamos a continuación:
- Crecimiento súbito. En esta etapa se produce un crecimiento repentino de talla y peso que empieza antes en las niñas que en los niños. Dura alrededor de dos años y su final es un síntoma claro de madurez sexual.
- Características sexuales primarias.
- En las niñas: Maduran los ovarios, el útero y la vagina. El primer síntoma de madurez sexual es la aparición del ciclo menstrual (menarquia).
- En los niños: Se agrandan y maduran el pene, los testículos, la próstata y las vesículas seminales. Presencia de esperma en la orina.
- Características sexuales secundarias. En unos y otros la piel se torna más áspera y con mayor cantidad de grasa.
- En las niñas: Crecimiento del pecho y la aparición del vello púbico y axilar.
- En los niños: Cambios en la voz, y el vello en pubis, axilas y cara.
La herencia genética desempeña un papel muy importante en el crecimiento y maduración del niño. Los hijos tienden a parecerse a sus padres; pero el crecimiento también está influido por el contexto donde tiene lugar el desarrollo. Una adecuada nutrición es fundamental para un correcto desarrollo del niño. Existen desórdenes alimentarios que inciden directamente en el desarrollo de la persona. La anorexia nerviosa produce, además de un serio riesgo de la salud de quien la padece. La bulimia supone otro serio problema para el crecimiento y madurez. Tanto las personas anoréxicas como las bulímicas poseen un concepto muy distorsionado de la nutrición y suelen ser depresivas. Las niñas obesas tienden a llegar a la pubertad mucho antes que las no-obesas. En relación a los niños, cabe indicar que los obesos dan el llamado «estirón» más temprano que los no-obesos. Además, tanto niños como niñas suelen tener problemas escolares y dificultades sociales.
El ejercicio o la actividad física diaria son muy beneficiosos siempre y cuando no se realicen de manera extrema. La clase social es otro de los factores que parece influir en el crecimiento y madurez. En líneas generales, se podría decir que la pobreza suele estar asociada con un retraso en el crecimiento y en el desarrollo, especialmente si el ambiente pobre se produce entre los 3 y 36 meses de edad.
Otro factor a tener en cuenta es la existencia de deficiencias físicas. Un mal funcionamiento del tiroides puede provocar enanismo o gigantismo. Los traumas y abusos psicológicos pueden provocar un enlentecimiento del crecimiento. Así, en hogares donde la agresividad es la manera habitual de interactuar entre los miembros de la familia, o la ingesta abusiva de alcohol por parte de alguno de los progenitores, o, incluso, un abuso sexual, podemos encontrar niños y/o adolescentes con baja estatura y poco peso. En una investigación llevada a cabo por Powell, Brasel y Blizzard (1967) encontraron que los niños que vivían en los hogares que acabamos de describir mostraban un bajo nivel de la glándula pituitaria (imprescindible para el crecimiento). Cuando a estos niños se les separaba del hogar familiar y vivían en contextos más armónicos, rápidamente elevaban la actividad de la pituitaria y empezaban a crecer con normalidad.
Si evalúas el crecimiento del bebé en términos de proporción verás que estamos hablando de duplicación de tamaño cuando nos referimos a los primeros meses de vida, luego hay un crecimiento muy alto (sobre todo en los 3 primeros años), pero no tan acentuado como en los primeros meses. Pensad siempre en términos de proporciones y si estáis familiarizados con niños lo tendréis muy claro.
Equipo Docente.
El desarrollo psicomotor
Las primeras experiencias de movimiento se producen dentro del útero materno donde el feto empieza a ejercer presión en el cuerpo de la madre y a mover sus extremidades. El desarrollo psicomotor es la base para el desarrollo cognitivo, del lenguaje, social y emocional. Dicho desarrollo se puede dividir en dos categorías generales: la locomoción y el desarrollo postural que tienen que ver con el control del cuerpo y la coordinación del movimiento de piernas y brazos (habilidades motoras gruesas), y la prensión, es decir, la habilidad para usar las manos con el objetivo de realizar actividades tales como comer o explorar los objetos físicos que están en el contexto más cercano (habilidades motoras finas).
La locomoción y el desarrollo postural
Todo este proceso se rige con una secuencia clara y predecible y obedece al principio cefalocaudal. Son las habilidades motoras gruesas. Durante los dos primeros meses de existencia del bebé, se puede observar en el bebé una serie de movimientos estereotipados (dar patadas sin objetivo alguno) que irán desapareciendo progresivamente en torno a los dos-cinco meses. A partir del quinto mes, el pequeño va ganando estabilidad en su cuerpo y las proporciones del organismo empiezan a cambiar. Estos cambios suponen la antesala del gateo que ejerce una influencia muy importante en la vida de los bebés. Hacia los ocho o nueve meses la mayoría de los niños pueden gatear (algunos bebés se saltan esta etapa) lo que les facilita el alcance de los objetos y una mayor proximidad a las personas.
Sobre los 11 meses el pequeño puede andar con ayuda y 4 meses después es capaz de andar sin ayuda, y como consecuencia exploran mucho más su entorno y muestran conductas de acercamiento hacia las personas (fomentando la interacción social) o de alejamiento (fomentando su autonomía) Kopp, 1979. Al mismo tiempo, el hecho de caminar aumenta la probabilidad de que el niño sufra algún accidente o destroce un portátil de 1500€, lo que hace que los padres intervengan más en las actividades de los hijos.
La habilidad para usar las manos
Todo este proceso se rige por el principio proximodistal (habilidades motoras finas). Algunos investigadores (p ej. Bruner, 1970) piensan que las habilidades motoras finas revelan gran parte de la naturaleza del pensamiento y de la resolución de problemas. Inicialmente, el movimiento de las manos del bebé se produce como un acto reflejo. Hacia los dos meses, podemos observar que los bebés tratan de coger los objetos con el puño en vez de con la mano abierta. A este hecho Hofsten (1982, 1983, 1984) le da una explicación: mientras que el brazo y el hombro están controlados por el cerebro, la coordinación de las manos y los dedos están guiadas por la corteza cerebral. A los dos meses, el sistema cortical todavía no está coordinado con el sistema que controla los movimientos motores más gruesos. En torno a los cuatro o cinco meses, el bebé ya es capaz de coger los objetos con las manos abiertas; la precisión en conseguir la meta y el tiempo que emplea indican un funcionamiento muy armonizado del sistema sensoriomotor que facilita al bebé controlar el movimiento (Mathew y Cook, 1990). Hacia los nueve meses de edad, el bebé muestra un gesto rápido, ágil y preciso a la hora de alcanzar un objeto. Es el momento en el que el niño lo coge todo para llevárselo a la boca. Por último, en torno a los doce meses, los bebés exploran todo lo que tienen a su alcance a través de la manipulación con sus manos.
A partir del segundo año se empieza a observar el desarrollo motor en su conjunto: es decir, las habilidades motoras finas y gruesas. A los dos años el niño y la niña son capaces de moverse sin problemas y manejar los objetos de manera muy eficaz. No obstante, hay que esperar hasta los siete años para observar que los niños ya son capaces de realizar con cierta destreza movimientos de locomoción más compleja, como saltar, correr, escalar, saltar a la comba, etc. En relación al uso de las manos, vemos cómo los niños/as pueden tirar y/o coger distintos objetos con bastante precisión. Todas estas habilidades aparecen en la infancia, pero no será hasta la adolescencia cuando podamos observar una combinación creativa y refinada de los movimientos de locomoción y equilibrio con la manipulación de las manos.
EL DESARROLLO CEREBRAL
Crecimiento postnatal del cerebro humano | La masa cerebral se cuadruplica entre el nacimiento y la edad adulta. Este crecimiento no está basado, en general, en un crecimiento en el número de neuronas, sino en: Un notabilísimo aumento del número y complejidad de las dendritas. Un firme incremento de la densidad de las conexiones sinápticas en diversas regiones del córtex cerebral. Un incremento en el proceso de mielinización lo que permite una mejora en la velocidad de transmisión de información entre las neuronas. |
Pérdida o «poda» de conexiones sinápticas | Existe un proceso de pérdida selectiva en el desarrollo cerebral que se muestra, principalmente, en la densidad sináptica. Este patrón de aumento inicial y posterior disminución o «poda» de la densidad sináptica, aparece a diferentes edades según las diversas regiones corticales. La sobreproducción inicial de conexiones sinápticas y su posterior «poda» parece estar relacionada con la especial plasticidad del cerebro infantil. La poda de las conexiones sinápticas parece responder al principio establecido por el neurofisiólogo canadiense Donald Hebb por el que las conexiones sinápticas más activas se fortalecen, mientras que las menos activas se debilitan y eventualmente desaparecen. |
Plasticidad cerebral | Existe una creciente evidencia a favor de la idea de que la plasticidad es una propiedad fundamental del desarrollo del córtex. El proceso de diferenciación y especialización de las diferentes áreas del córtex está fuertemente influenciado por la propia actividad neuronal, además de por factores intrínsecos relacionados con el «encendido» automático. Diferentes zonas corticales pueden servir de base a diversas representaciones, dependiendo de la entrada que reciban; no parecen existir, por tanto, áreas funcionales totalmente predeterminadas |
(realizado a partir de Johnson, 1998, y Gopnik, Meltzoff y Kuhl, 1999)
CEREBRO Y DESARROLLO COGNITIVO
Desarrollo neurológico y períodos sensibles
La noción de período crítico enfatiza la importancia que la maduración biológica tiene en el desarrollo al resaltar la necesidad de que determinadas experiencias ocurran en un momento temporal determinado. No obstante, es preferible hablar de períodos sensibles, no críticos, en los que el cerebro resulta especialmente susceptible a las influencias ambientales y experiencias del individuo.
Ejemplos relevantes:
- 1935. Konrad Lorenz. Descubrió que las crías de determinadas aves, como los patos, inmediatamente después de su salida del huevo, muestran una fuerte tendencia a seguir al primer objeto que se mueve (troquelado). El período durante el cual es posible establecer el troquelado en las crías de las aves es bastante reducido, ya que la maduración del cerebro hace que varios días después de su nacimiento, los patitos eviten los objetos desconocidos y sean incapaces de vincularse a ellos.
- 1965. Hubel y Wiesel. Descubrimiento sobre el desarrollo temprano del sistema visual de los gatos. Comprobaron que si uno de los ojos de un gatito recién nacido es tapado durante un determinado período de tiempo, cuando el córtex visual está sufriendo determinados cambios, el animal quedará inevitablemente ciego de ese ojo. No obstante, parte de las funciones pueden ser parcialmente recuperadas por la experiencia posterior.
¿Existen también períodos sensibles en los seres humanos? En ningún caso se pueda hablar de períodos críticos en el desarrollo humano, aunque sí parece claro que determinados aprendizajes pueden ser realizados de forma mucho más sencilla y directa en determinados períodos sensibles. Existen determinadas habilidades, entre la que podemos destacar el reconocimiento de caras o las habilidades de reconocimiento de sonidos que subyacen al desarrollo fonológico, que se verán facilitadas si se tiene la experiencia adecuada antes de que se produzca la «poda» de las conexiones neuronales. Parece claro que la adquisición y desarrollo del lenguaje está sujeto a la existencia de períodos sensibles tanto en la adquisición de los fonemas propios de una lengua determinada, como en lo que se refiere a la adquisición de la gramática, aunque no así en el caso del léxico. Los niños son capaces de aprender rápidamente una segunda lengua convirtiéndose en «maestros» de sus padres, especialmente con respecto a las habilidades fonéticas y gramaticales; a partir de la pubertad, las dificultades del aprendizaje de lenguas extranjeras se incrementan notablemente en la mayoría de los sujetos.
El periodo crítico implica que hay un momento a partir del cual las sensibilidades o mecanismos biológicos no se pueden activar. Es decir, que si pasado ese momento el mecanismo en concreto no se ha puesto en marcha no podríamos desarrollar esa conducta o capacidad. Por ejemplo el troquelado en aves acuáticas aisladas. En los seres humanos, respecto al desarrollo psicológico no podemos hablar de periodos críticos, sino sensibles. Por ejemplo el habla, progresivamente el niño va especificando los patrones prosódicos o fonológicos del habla materna, a través de un proceso de estrechamiento perceptivo, de forma que progresivamente van dejando de percibir, por ejemplo, los sonidos propios de cualquier lengua para distinguir sólo los de sus lenguas nativas. Si durante ese desarrollo temprano no estamos en contacto estimular con una lengua nativa a través de un proceso interactivo tendremos más dificultades para aprender la lengua, pero podremos seguir aprendiéndola y no la hablaremos o escucharemos igual que un nativo que ha estado en interacción desde los 6/7 meses intrauterinos. Si tuviéramos un periodo crítico para adquirir el lenguaje, implicaría que no estar en contacto con la lengua en determinado período impediría la adquisición del lenguaje. Respecto al patrón ascenso caída, volveremos a tratarlo en el libro cuando tratemos la adolescencia, que quizá es donde más claro queda. Este concepto, aplicado a la activación cerebral y el desarrollo o mantenimiento de conexiones neurales, es una regla de bajo nivel (con ello queremos decir que su definición en general y que se aplica a proceso esenciales de la construcción del cerebro) que implica que aquello que se repite se va consolidando, pero aquello que no se repite pierde intensidad hasta desaparecer. Si tenemos dos cadenas neurales (en realidad serían muchas, pero simplificamos) que conectan parte del lóbulo prefrontal con la amígdala, puede que una de ellas sea la más utilizada cuando tenemos que inhibir las activaciones emocionales. Cada vez que utilizamos una frente a la otra, esa de fortaleza y tiene más probabilidades de volver a ser activada la siguiente vez que inhibamos una emoción. Pasado cierto tiempo una irá consolidándose y fortaleciéndose y la otra debilitándose hasta desaparecer. Esto se percibe mucho en la adolescencia cuando nos encontramos con la poda neural, muchas de las conexiones no utilizadas desaparecen de manera que se consolidan las que sí utilizamos provocando una fuerte optimización de los recursos cerebrales y de la velocidad de procesamiento
Equipo Docente.
Bases neuronales del desarrollo de la memoria
La evidencia neurocientífica confirma que podemos hablar de dos sistemas básicos de memoria: la memoria explícita o declarativa, y la memoria implícita, no declarativa o memoria procedimental. La distinción entre procesos cognitivos explícitos e implícitos es una distinción de gran calado en la psicología cognitiva actual ya que afecta no sólo a la memoria y el aprendizaje, sino también a los procesos de alto nivel como el pensamiento y el razonamiento (Evans, 2008, Reber, 1993).
El desarrollo de la memoria explícita en bebés comienza en la segunda mitad del primer año de vida como muestran los estudios de imitación diferida, en los que el bebé es capaz de reproducir un modelo, por ejemplo un adulto sacando y moviendo la lengua, cuando el modelo ha desaparecido. Esta memoria explícita depende de áreas neo-corticales específicas, así como de otras áreas de la corteza que rodean el hipocampo y el propio hipocampo (Nelson, Thomas y de Haan, 2006). El gradual desarrollo de la memoria explícita durante la infancia, que tanta importancia adquirirá en los años escolares con las exigencias del aprendizaje y memoria semántica, va unido al desarrollo del hipocampo, las zonas corticales que le rodean, y otras zonas del córtex prefrontal, así como el progresivo establecimiento de conexiones entre estas áreas.
Las bases cerebrales de la memoria implícita, también llamada no semántica o procedimental son diferentes de las de la memoria explícita. Poco después del nacimiento los bebés son capaces ya de aprendizaje y memoria condicionadas; es decir, son capaces de adquirir y recordar respuestas condicionadas tanto de tipo clásico, como conductas condicionadas de tipo operante. Así, en su primer mes de vida los bebés son ya capaces de aprender y recordar una respuesta condicionada a partir del reflejo palpebral. Parece claro que la base neural del aprendizaje y memoria condicional de este tipo está no ya en el cerebro, sino el cerebelo. La adquisición de las primeras conductas condicionadas de tipo operante, como conseguir un movimiento atractivo de un juguete o un sonido agradable de un sonajero mediante un movimiento de las manos o los pies, aparecen ya a partir de los tres meses, y dependen de los ganglios basales del cerebro. La adquisición de estas conductas no semánticas, procedimentales, que incluyen también el andar en bici o el escribir a máquina, continúa durante la infancia y dependen de zonas cerebrales diferentes de las que subyacen a la memoria semántica o explícita, como los ganglios basales y las cortezas frontal y motora.
RELACIONES ENTRE EL DESARROLLO BIOLÓGICO Y EL DESARROLLO PSICOLÓGICO
Los cambios biológicos continúan durante toda la vida del ser humano, pero son más notables durante la infancia, la adolescencia y en la vejez. Tanto antes como especialmente después del nacimiento, el desarrollo físico es producto de la interacción entre el niño y su entorno, y sigue los patrones cefalocaudal y proximodistal que aparecen ya en el desarrollo prenatal. La adolescencia es un período de nuevos e importantes cambios biológicos, marcados por el crecimiento físico y la maduración sexual. El desarrollo psicomotor se basa en el desarrollo físico y permite al niño moverse por el mundo, e interactuar con la realidad y los objetos que le rodean.
Los estudios sobre las bases cerebrales del desarrollo psicológico tienen en común la busca de paralelismos entre el nivel psicológico de la conducta y el nivel biológico de la actividad cerebral. Ambos desarrollos, cerebral y psicológico son paralelos, pero esto no quiere decir que el desarrollo psicológico pueda reducirse al desarrollo cerebral. El estudio de las bases cerebrales de este desarrollo psicológico ha sido especialmente fructífero y ha mostrado que diversas conductas inhibitorias pueden tener bases cerebrales variables: la inhibición de conductas reflejas del recién nacido como los reflejos de la planta del pie o el de Babinski, parecen depender del control inhibitorio ejercido por la corteza motora sobre el tronco cerebral, algo que sucede a los 2-3 meses del nacimiento (Kagan y Baird, 2004); por su parte, el control inhibitorio que requiere el responder adecuadamente a una tarea como «apretar una tecla siempre que aparece una letra excepto la X», algo que se desarrolla durante los años preescolares y escolares, exige la activación de áreas del córtex prefrontal, pero también otras estructuras como los ganglios basales (Nelson y otros, 2005). Podemos decir que estos procesos cognitivos tienen una base neurológica principal en el córtex prefrontal, pero en esta región cerebral parecen residir los componentes computacionales que subyacen a un gran número de procesos cognitivos característicos de la mente humana (Kagan y Baird, 2004).
AUTOEVALUACIÓN
REFERENCIAS
- García Madruga, Delval, & Delval, Juan. (2019). Psicologia del desarrollo I (2ª ed. rev. ed., Grado (UNED); 6201201). Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.