D E M O C R A T O P I A

El modelo conductual

Eysenck (1983). La anormalidad no connota a personas que sufren de enfermedades mentales producidas por «causas» definidas; connota más bien el funcionamiento defectuoso de ciertos sistemas psicológicos (dimensiones).

A principios de la década de los sesenta el modelo conductual se perfila en Estados Unidos y en Europa como el nuevo paradigma de la psicopatología, alternativo a las insuficiencias de los modelos médico y psicodinámico y, en principio, más explicativo y útil. Los dos factores primarios que determinaron el surgimiento del modelo conductual en psicopatología fueron la madurez alcanzada por la psicología del aprendizaje (aplicación de principios del condicionamiento clásico y operante al control de la conducta anormal) y la insatisfacción con el estatus científico y modus operandi de los modelos médico y psicodinámico respecto a la conducta anormal, término que se postula desde este enfoque para identificar las psicopatologías y/o las enfermedades y trastornos mentales.

El modelo conductual pronto comenzó a sufrir críticas internas, sobre todo procedentes de autores insatisfechos con la extrema rigidez del esquema estímulo-respuesta propuesto inicialmente. Pronto se ponen de manifiesto importantes diferencias entre el más puro enfoque norteamericano (análisis experimental de la conducta) y el enfoque europeo (asume la participación de variables intermedias introducidas por Hull o Mowrer, tales como el concepto de «impulso»). El modelo europeo se centró más en la conducta neurótica, mientras que el enfoque del análisis experimental de la conducta abordó también la conducta psicótica. Aparte de las diferencias, se perfilan algunas características propias de la perspectiva conductual:

  1. Objetividad. El modelo conductual se basa en la objetividad y la experimentación.
  2. Los principios del aprendizaje como base teórica. La conducta anormal es el criterio adoptado por el modelo conductista como constructo para definir las psicopatologías. Consiste básicamente en hábitos desadaptativos que han llegado a condicionarse a ciertos tipos de estímulos (bien por condicionamiento clásico, instrumental, o por ambos).
  3. Rechazo del concepto de enfermedad. El modelo conductual no asume la existencia de causas subyacentes a los síntomas, rechaza igualmente el concepto de enfermedad. La teoría conductual entiende que el concepto médico de enfermedad no es aplicable a los trastornos del comportamiento.
  4. Aproximación dimensional. Al rechazar el concepto de enfermedad el modelo conductual rechaza igualmente la conceptuación categorial de los trastornos psicológicos propia del modelo médico. Partiendo de la inexistencia de «personas enfermas mentalmente», no cabe establecer categorías para etiquetar la conducta anormal. Como alternativa al diagnóstico médico tradicional se propone el «diagnóstico o análisis funcional de la conducta». Además, la perspectiva conductual entiende que la clasificación de la conducta anormal debe hacerse según dimensiones (p. ej., neuroticismo, psicoticismo, etc.; o bien, afecto, motivación, emoción, inteligencia, etc. en las que se sitúan los diferentes individuos.
  5. Relevancia de los factores ambientales. La perspectiva conductual considera que la causa de los trastornos comportamental, obedece a factores ambientales que se han ido condicionando través de toda la experiencia del individuo. Esta orientación ambientalista es extrema en el enfoque skinneriano y constituye, a su vez, una de las fuentes de debilidad del modelo.
  6. Teoría científica. La teoría conductual se propuso como una «auténtica» teoría científica. Ofrecía una explicación parsimoniosa sobre las causas y el tratamiento de la conducta anormal, sus variables eran definidas de forma objetiva y operacional, y las hipótesis podían y debían ser contrastadas empíricamente.
Críticas al modelo conductual de la psicopatología
Breger y McGaugh (1965). Postulan que la teoría E-R aportaba una base irreal para la terapia de conducta, ya que los terapeutas debían hacer uso de constructos no claramente definidos por la teoría como la imaginación, el pensamiento, o la memoria, entre otros. Llamar respuestas a estos constructos, decían los autores, supone forzar la realidad para que concuerde con una teoría del aprendizaje y propusieron como alternativa una «teoría de estrategia central». En ella afirman que en la neurosis se aprenden una serie de estrategias centrales que guían la adaptación del individuo a su medio.
Beach (1974). Gran parte de lo que observamos en la conducta de los pacientes y mucho de lo que ellos dicen, parece abogar por un énfasis mayor sobre «cogniciones» que sobre su conducta manifiesta. Por otra parte, si bien los cambios conductuales pueden originar cambios cognitivos, también parece ser cierto que hay muchos cambios conductuales inducidos por cambios en los procesos cognitivos.

La asunción de que únicamente los factores ambientales son responsables de la psicopatología contradice abundantes datos empíricos indicativos de que ciertos trastornos (p. ej., la esquizofrenia) presentaban cierto grado de transmisión genética. Un tipo de crítica más determinante es el que se ha centrado en el papel de las variables intermedias. Es lógico asumir que sucesos externos poseen efectos diferenciales para los individuos en función de cómo estos los perciben y evalúan, los procesan y los recuerdan. La conducta humana (tanto la normal como la anormal) resulta ser demasiado compleja como para poder ser explicada únicamente sobre la base de estímulos y respuestas.

Un problema adicional hace referencia a aspectos más prácticos o aplicados: muy a menudo la práctica de la modificación de conducta no suele aplicar, en sentido estricto, lo que la teoría predica; por ejemplo, mientras que los defensores de la modificación de conducta tendían a rechazar los factores internos, a la hora de la práctica muchos hacían alusión a causas subyacentes (p. ej. la ansiedad como factor inductor de síntomas motores).

Desde sus comienzos se observa que el modelo conductual no es un fenómeno uniforme. Algo semejante ocurre con la modificación de conducta. La necesidad de incluir variables mediacionales o encubiertas parece insalvable. La principal fuente de desestabilización del modelo conductual como algo monolítico es la necesidad de incluir los procesos cognitivos como elementos esenciales del modelo.

Pese a sus inconvenientes y limitaciones, la irrupción del modelo conductual en psicopatología supuso un avance importantísimo en muchos sentidos:

  • La consideración de la evaluación y el diagnóstico como la búsqueda de relaciones funcionales entre los síntomas (conductas anormales) y las experiencias de aprendizaje, que permite comprender qué es lo que realmente le sucede a un individuo particular (misión casi imposible desde una concepción de los trastornos mentales como categorías diagnósticas aisladas o discretas).
  • La planificación de una estrategia de tratamiento adaptada a los problemas y necesidades de ese individuo y su valoración en términos de eficacia y efectividad.
Pavlov. Postuló el denominado segundo sistema de señales para referirse al condicionamiento semántico, es decir, al condicionamiento sin contacto directo con el estímulo incondicionado, o a lo que actualmente se entiende en términos de paradigmas E-E (asociaciones estímulo-estímulo) en lugar del clásico E-R (asociaciones estímulo-respuesta).
E. C. Tolman. Reconoció la importancia de la cognición en el aprendizaje al sugerir que lo que se aprende son estrategias cognitivas.
Mackintosh (1983); Rescorla (1988). La tendencia actual dominante en la perspectiva conductual es un reconocimiento creciente de la relevancia de los procesos cognitivos.
Rescorla (1988). El condicionamiento pavloviano no es un proceso estúpido mediante el cual el organismo establece asociaciones «a la fuerza» entre estímulos que tienden a concurrir en el espacio y el tiempo, sino que más bien es un buscador de información, que usa relaciones lógicas y perceptivas entre los eventos para formar una representación sofisticada del mundo.
Rachman (1991). En términos generales, el marco teórico y metodológico actual del modelo conductual, al menos en la vertiente que implica de algún modo al condicionamiento pavloviano, es entendido en términos más complejos y de menor rigidez, tal y como se desprende del moderno neo-condicionamiento.
Rachman (1991). La nueva orientación del condicionamiento (el neo-condicionamiento) no consiste en un mero ejercicio de descrédito de las explicaciones clásicas, sino que se trata de integrar nuevos fenómenos que han sido descubiertos y que permiten, a su vez, nuevas predicciones y explicaciones que no son posibles desde el mero aprendizaje asociativo. La simple contigüidad es insuficiente; la información es esencial (el condicionamiento implica aprender relaciones de información entre estímulos).
Apertura del modelo conductual a la cognición: el enfoque cognitivo-conductual

Actualmente conviven varias orientaciones conductuales. Tres de ellas ocupan un lugar prominente:

  1. Enfoque mediacional (clásico o clásico/operante). Se centra prioritariamente en facetas observables de la conducta, por ejemplo, las relaciones entre estímulos y respuestas.
  2. Enfoque operante o análisis experimental de la conducta. Se centra prioritariamente en facetas observables de la conducta, por ejemplo, las relaciones entre estímulos y respuestas.
  3. Enfoque cognitivo. Se centra explícitamente en los procesos cognitivos como por ejemplo, la percepción e interpretación de los eventos externos e internos.

A veces, la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1977) ha sido conceptuada como intermedia e integradora de las posiciones mediacional/operante y de la cognitiva, ya que considera como elementos centrales tanto las respuestas observables como los procesos cognitivos. La explicación de la conducta anormal en términos del aprendizaje no puede considerarse como algo estático ya que con el paso del tiempo ha experimentado actualizaciones y reformulaciones.

La teoría de la preparación, la inclusión de la ley de incubación, la teoría pavloviana de expectativas del miedo, la implicación psicopatológica del denominado «condicionamiento evaluativo», la reevaluación cognitiva del estímulo incondicionado, o la consideración específica de las diferencias individuales de vulnerabilidad, son ejemplos de mejoras o actualizaciones del modelo que, en algunos casos, conllevan además procesos de re-conceptuación del mismo.

El condicionamiento es un proceso altamente flexible y funcional. Progresivamente se ha ido modificando en direcciones que le unen cada vez de forma más estrecha con la psicología cognitiva. Más que centrarse en asociaciones de contigüidad entre estímulos, enfatiza relaciones de información (p. ej., aprendizaje de relaciones entre eventos). La evolución del modelo hacia una integración de los elementos más cognitivos de la mente y el comportamiento humanos con los más estrictamente conductuales da lugar a lo que actualmente conocemos como modelo o enfoque «cognitivo-conductual».

En términos de implicaciones para la terapia cognitivo-conductual, según este nuevo enfoque es más importante la desconfirmación de la expectativa señalada por el EI (constructo cognitiva) que la reducción de la ansiedad (habituación) durante el proceso de exposición del estímulo fóbico. Un ejemplo de este nuevo enfoque puede apreciarse en el reciente modelo cognitivo trifactorial sobre el trastorno de pánico desarrollado por Sandín et al. (2015), según el cual los constructos cognitivos de sensibilidad a la ansiedad, autoeficacia hacia el pánico, e interpretaciones catastrofistas de las sensaciones corporales desempeñan un papel clave en la gravedad del trastorno de pánico.

Referencias
  • Belloch, Sandín, Ramos Campos, and Sandín, Bonifacio. Manual De Psicopatología. 3ª edición. Madrid [etc.]: McGraw-Hill Interamericana De España, 2020. Print.

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