D E M O C R A T O P I A

FENÓMENOS EMERGENTES EN EL DISCURSO

En la psicología del lenguaje, el estudio del procesamiento de las palabras incluye cuestiones como la percepción del habla, el reconocimiento de las palabras, su estructura morfológica, etc. En el estudio de la oración emergen los fenómenos del procesamiento sintáctico y el papel de los marcadores de cohesión. Por último, en el estudio del discurso surgen los fenómenos de coherencia, las inferencias y los modelos de situación.

Coherencia

Tom Givón (1992). Asegura que la coherencia no está en el texto sino en la mente, es decir, que es el fruto de operaciones cognitivas.

La coherencia depende tanto de las características del texto (estructura, marcadores de cohesión) como de la actividad del lector. Una función importante de los marcadores de cohesión (las anáforas, conectores y etc.) es indicar al lector que las oraciones sucesivas del texto incluyen algún concepto mencionado previamente. Los marcadores de cohesión y la correferencia son importantes, pero, finalmente, es el lector quien debe construir la coherencia utilizando las pistas proporcionadas por el texto y su propio conocimiento del mundo.

A partir del mismo texto, un lector puede construir una representación coherente, bien integrada y completa, y otro lector, no. Suele distinguirse entre coherencia local y coherencia global.

  • Coherencia local. La establece el lector entre contenidos próximos en el texto, por ejemplo, entre cláusulas consecutivas, y está frecuentemente guiada por la presencia de marcadores de cohesión como anáforas y conectores. La coherencia local es también favorecida por el hecho de que los contenidos vinculados están coactivados en la memoria de trabajo.
  • Coherencia global. Cuando leemos un texto extenso debemos ser capaces de establecer vínculos temáticos entre contenidos muy separados, es decir, debemos construir la coherencia global.

Inferencias

Mckoon y Ratcliff (1992). Hipótesis minimalista sobre las inferencias. Según ellos, los lectores realizan muy pocas inferencias de forma automática y sólo si se cumplen algunas condiciones muy estrictas.
Umberto Eco (1994). «Todo texto es una máquina perezosa que le pide al lector que haga parte de su trabajo. Pobre del texto si dijera todo lo que el destinatario debe entender: no acabaría nunca».
Graesser, Singer y Trabasso (1994). Hipótesis construccionista, ofrece una visión más optimista de las inferencias. La teoría, basada en multitud de investigaciones, propone que los lectores de narraciones construyen en línea y de forma automática inferencias explicativas para interpretar los sucesos y acciones. Así, infieren las motivaciones de los personajes, sus metas e intenciones, sus emociones y las causas o consecuencias de los obstáculos tanto físicos como sociales.
Graesser, Wiemer-Hastings y Wiemer-Hastings (2001). Las inferencias de los lectores no son muy diferentes de las que realizamos mientras vemos una película u observamos situaciones de la vida real.

El término «inferencia» es un tanto vago en psicolingüística. Desde luego, no se trata de las inferencias deductivas que estudia la lógica, derivadas necesariamente de las relaciones formales entre ciertas premisas. Más bien se trata de recuperar contenidos de la memoria, basados en nuestros conocimientos semánticos y pragmáticos del mundo.

Si interrumpimos a un lector varias veces durante la lectura de una narración y le preguntamos qué va a pasar a continuación, cómo o por qué motivo, nos ofrecerá una amplia variedad de inferencias. Si le pedimos que lea y comente en voz alta todo lo que le venga a la cabeza, mostrará igualmente unas sorprendentes capacidades inferenciales. Estos datos son engañosos, pues responder a preguntas o pensar en voz alta son tareas en las que el lector dispone de mucho tiempo para generar inferencias. Por el contrario, la lectura habitual es un proceso continuo que se desarrolla a gran velocidad (unas 250-400 palabras por minuto) y el lector no tiene tiempo ni recursos suficientes para generar todas las inferencias potenciales.

Estas limitaciones temporales y cognitivas llevaron a Mckoon y Ratcliff a plantear una hipótesis minimalista sobre las inferencias. La hipótesis minimalista tuvo en su momento un gran impacto, pero parece improbable que la gente no realice al menos algunas inferencias globales; éstas parecen necesarias para comprender el argumento de una narración compleja. La hipótesis construccionista de Graesser, Singer y Trabasso (1994) ofrece una visión más optimista de las inferencias. Así, infieren las motivaciones de los personajes, sus metas e intenciones, sus emociones y las causas o consecuencias de los obstáculos tanto físicos como sociales. Las inferencias de los lectores no son muy diferentes de las que realizamos mientras vemos una película u observamos situaciones de la vida real. Graesser y cols. consideran que los lectores no infieren, al menos de forma sistemática o automática, los detalles visuales del entorno espacial, de los objetos o de los personajes, ni los procedimientos específicos de las acciones.

¿Qué tipos de inferencias existen y cuándo se producen? Suele distinguirse entre inferencias puente e inferencias elaborativas. Las inferencias puente son necesarias para establecer la coherencia local entre dos cláusulas consecutivas; por ejemplo, cuando leemos: «El sol empezó a calentar. El muñeco de nieve empezó a derretirse», es muy probable que establezcamos un puente causal «el calor del sol derritió el muñeco», pues en caso contrario no habría modo de integrar ambas frases de modo coherente. Las inferencias elaborativas, por su parte, no son necesarias para establecer la coherencia local, sino que serían una actividad en cierto modo superflua del lector. En el ejemplo: «Pedro está comiendo sopa en el vagón restaurante del tren; de pronto, cuando acercaba cuidadosamente la cuchara a la boca, el tren frenó bruscamente». En este caso, el lector se encuentra con un texto coherente en sí mismo; sin embargo es probable que construya la inferencia elaborativa «la sopa se derramó».

En relación con el curso temporal de las inferencias, también existen diversas propuestas. De modo general, suele hablarse de inferencias proactivas, que son las que ocurren de forma anticipada en el curso de la lectura, e inferencias retroactivas, que ocurren hacia atrás, con el fin de establecer la coherencia local entre las partes del texto que acabamos de leer. A grandes rasgos, las inferencias proactivas suelen ser de carácter elaborativo, mientras que las inferencias retroactivas son habitualmente inferencias puente.

Niveles de representación

Van Dijk y Kintsch (1983). Aun defendiendo la existencia de modelos de situación, no consideran que éstos sean corpóreos sino que utilizarían el mismo formato proposicional que el texto base.
Kintsch, Welsch, Schmalhofer y Zimni (1990). Su experimento indica que el modelo de situación retiene la información esencial de la narración a lo largo del tiempo, mientras que los otros niveles de representación son mucho más transitorios. Esto coincide con la intuición: cuando recordamos una narración tendemos a olvidar las oraciones concretas y hasta la organización conceptual del texto, pero recordamos las situaciones a las que se refiere la narración (personajes, conflictos, acciones, etc.)
Glenberg y Kaschak, 2002; Zwaan (2004). Consideran que los modelos de situación son representaciones corpóreas, de modo que retienen aspectos propios de nuestra interacción sensoriomotora con las situaciones.

Durante la comprensión del discurso el lector genera al menos tres niveles de representación:

fig9 03
Ilustración de los niveles de representación para la oración «Jaime hojeó el periódico».
  • La forma superficial, que es una representación exacta de las palabras, sintagmas y estructuras sintácticas del texto.
  • El texto base, que retiene los conceptos y las relaciones semánticas, con independencia de las palabras.
  • El modelo de situación, que representa la situación descrita y es totalmente independiente de la estructura del texto.

Una forma de disociar estos niveles de representación es observando su persistencia en la memoria. El experimento de Kintsch, Welsch, Schmalhofer y Zimni (1990) indica que el modelo de situación retiene la información esencial de la narración a lo largo del tiempo, mientras que los otros niveles de representación son mucho más transitorios. Esto coincide con la intuición: cuando recordamos una narración tendemos a olvidar las oraciones concretas y hasta la organización conceptual del texto, pero recordamos las situaciones a las que se refiere la narración (personajes, conflictos, acciones, etc.). Pero ¿qué son los modelos de situación? Son representaciones que guardan más parecido con una experiencia que con las características gramaticales o estructurales del propio texto. Algunas características de los modelos de situación:
Representaciones de lo singular. Los modelos de situación son representaciones de patrones de información singulares o únicos, a diferencia de los esquemas o guiones (scripts), que son conocimientos semánticos, de carácter genérico. Supongamos que un amigo al que conocemos muy bien nos dice: «Ayer fui con mis hijos al restaurante Tokio, que tú me recomendaste, y nos encontramos con mi antigua pareja». Esta es una descripción de un episodio concreto, con una ubicación espacio-temporal determinada, que implica a personas específicas y con determinados vínculos entre sí, con estados motivacionales, de meta, etc. El modelo de situación que construimos de ese episodio es muy diferente de nuestras representaciones esquemáticas de los «restaurantes», de las «relaciones familiares» o de «las relaciones de pareja» en abstracto. Un esquema, por ejemplo el del «restaurante», es una especie de promedio estadístico o prototipo que resulta de procesar multitud de situaciones análogas, pero no representa ninguna situación particular. Como tal esquema, incluye información genérica sobre los objetos prototípicos del restaurante (mesas, sillas, barra, menú, etc.), los roles (camarero, cliente, cocinero, etc.) o las acciones características (pedir el menú, elegir plato, etc.). En cambio, el modelo de situación que se construye al entender un fragmento de discurso como el anterior, es una representación de un estado particular de sucesos, que incluye combinaciones únicas de parámetros del tipo «quién dijo qué (a quién)», «quién sabe qué», «dónde está qué o quién», etcétera.

fig9 04
Cálculo de la persistencia temporal, basa­ da en índices de discriminabilidad, de la forma superfi­ cial del texto, del texto base y del modelo de situación. Kintsch, Welsch, Schmalhofer y Zimni (1990). En un experimento clásico, presentaron a los participantes textos como el siguiente:
«Era la tarde del sábado y Jaime y Melisa se aburrían, de modo que decidieron ir al cine. Jaime hojeó el periódico. Vio que tenían el tiempo justo para ir a la función de las nueve donde habían estrenado una comedia romántica. Y se fueron».
Tras leer textos como el anterior, los participantes realizaron una prueba de memoria de reconocimiento, recibiendo una de las siguientes oraciones con instrucciones de juzgar si había aparecido en la historia o no:
Jaime hojeó el periódico (oración idéntica) [a]
Jaime echó un vistazo al periódico (paráfrasis: mismo significado) [b]
Jaime miró la cartelera de cine (inferencia) [c]
Jaime leyó los editoriales (control) [d]
Algunos participantes recibieron la prueba de memoria inmediatamente después de leer los textos, mientras que otros la recibieron 40 minutos, 2 días o 4 días más tarde. La respuesta correcta es «sí» en [a] y «no» en los demás casos. Sin embargo, las falsas alarmas (respuesta «sí» donde debería ser «no») también proporcionan una información muy útil sobre los niveles de representación. La repuesta «sí» en [a] tiene relación con la representación superficial del texto, en la paráfrasis [b] se relaciona con el texto base, y en la inferencia [c] se relaciona con el modelo de situación. Calculando índices de discriminabilidad a partir de las respuestas «sí» en los tres tipos de oraciones, en contraste con las oraciones de control, los autores estimaron la fuerza del trazo de memoria correspondiente a los tres tipos de representación.
Como se aprecia en la figura, la forma superficial tiene una persistencia de apenas unos minutos, el texto base se va debilitando a lo largo de las sesiones, y el modelo de situación se mantiene estable incluso al cabo de 4 días. Tomado de Kintsch et al. (1990)

Representaciones dinámicas. Todas las representaciones semánticas son en alguna medida dinámicas. Así, el concepto «psicóloga» no es igual para una persona cuando tiene 10 años que cuando tiene 20 años y estudia psicología, y el esquema del «restaurante» se altera también a lo largo de nuestra vida, a medida que disponemos de más experiencias con restaurantes particulares. Los modelos de situación se actualizan o «ponen al día» en fracciones de segundo, al tiempo que se procesa la propia situación cambiante o, en el caso del discurso, mientras se leen nuevas oraciones que describen cambios significativos en la situación.

Isomorfismo. Los modelos de situación se parecen a nuestra experiencia, es decir, mantienen cierto isomorfismo con las propias situaciones representadas y se diferencian, en cambio, de la estructura del texto superficial (lineal, sintáctica) o del texto base. La representación de una descripción espacial, por ejemplo, incluiría la ubicación y los desplazamientos de los objetos y personajes que se mencionan, y la accesibilidad de los conceptos dependería de suposición dentro de la situación y no de lo reciente de su mención en el texto superficial o en el texto base.

Dimensiones básicas. El número de situaciones posibles y de sus cambios dinámicos es infinito. Consecuentemente, el número de modelos de situación y sus estados también debe ser infinito. Sin embargo, la composición interna de los modelos se reduce a la combinación de unas cuantas dimensiones básicas, que constituyen lo que podríamos denominar sus «ladrillos» epistemológicos.

Formato de la representación

RatclifT y McKoon (1978). Quizás el estudio más notable sobre la realidad psicológica de las proposiciones mediante una tarea de memoria. Los participantes estudiaban listas de oraciones como: «El mausoleo que consagró el zar domina la plaza». Esta oración incluye dos proposiciones: «dominar [mausoleo, plaza]» y «consagrar [mausoleo, zar]». Posteriormente, los individuos recibían pares de palabras pertenecientes a las oraciones, observándose una mayor facilitación semántica o priming entre palabras pertenecientes a la misma proposición (domina-mausoleo), que a diferentes proposiciones (domina-zar). En otros experimentos posteriores se comprobó, asimismo, que los sujetos que recibían «domina» como índice de recuerdo, recordaban más frecuentemente «plaza» que «zar».
Kintsch (1998). Las proposiciones son simplemente esquemas predicado-argumento que subyacen al texto superficial, con el formato general: predicado [argumento 1, argumento 2… argumento N]. Cada vez que comprendemos una oración, lo que haríamos sería traducirla al lenguaje mental de las proposiciones. Así, la oración: «María le dio un beso a Juan» podría ser codificada como «dar» [agente: María; receptor: Juan; objeto: beso], o más simple: «dar» [María, Juan, beso].
Kintsch (1998). Cuanto mayor es el número de proposiciones implícitas en las oraciones, mayor es el tiempo de lectura, con independencia del número de palabras.

Hay bastante consenso sobre la existencia de los tres niveles de representación del discurso que se han mencionado. Sin embargo, los investigadores están divididos en cuanto al formato en que se representa el significado. Mientras que unos apuestan por representaciones simbólicas como el formato universal del significado, otros consideran que las representaciones, especialmente en el nivel de modelos de situación, son corpóreas o sensoriomotoras.

Proposiciones (representaciones simbólicas). Una idea dominante entre los simbolistas es que toda la información del discurso se representa en forma de proposiciones. La noción de proposiciones, procedente originalmente de la lógica, dista mucho de ser unitaria entre los investigadores. La adecuación de las proposiciones a diferentes paráfrasis es una propiedad psicológicamente relevante. Indica que las proposiciones no se limitan a reproducir el texto mismo, sino que abstraen las relaciones conceptuales subyacentes. En otras palabras, reflejan las características del texto base y no las del texto superficial. Respecto al modelo de situación, la validez de las representaciones proposicionales está menos clara. El carácter formal de las proposiciones las hace especialmente aptas para desarrollar modelos computacionales de los procesos del lenguaje. Sin embargo, no está claro en qué medida las proposiciones tienen «realidad psicológica».

¿Son una mera convención formal del científico para representar la información? o bien ¿son el modo en que el cerebro realmente codifica la información? Los estudios empíricos sobre esta cuestión son escasos, aunque hay cierta evidencia favorable a la funcionalidad de las proposiciones elaboradas durante la comprensión del lenguaje. Quizás el estudio más notable sobre la realidad psicológica de las proposiciones fue desarrollado por RatclifT y McKoon (1978), al demostrar que la estructura del significado no es igual que la estructura del texto, pero no indican nada sobre la naturaleza de las unidades de significado que podrían ser proposiciones, pero también escenas visuales o simulaciones mentales.

Simulaciones corpóreas. Las teorías corpóreas del significado se ajustan muy bien a las características de los modelos de situación. Proponen que el lenguaje está anclado en el mundo. Es decir, que los mismos mecanismos perceptivos, motores y emocionales del cerebro empleados en la construcción de la experiencia real participan, en cierto grado, en el procesamiento del significado lingüístico. Según el enfoque corpóreo, el significado consiste en la simulación mental (o neuronal) de los objetos, eventos y situaciones a los que se refieren las palabras. Por ejemplo, si leemos «Juan rasgueó las cuerdas de la guitarra», se activarían fugazmente en nuestra mente simulaciones visuales, auditivas, motoras y hasta emocionales de la escena. Más aun, si se registrase nuestra actividad cerebral, podríamos esperar «resonancias» neuronales en las cortezas visual, auditiva y motora que se solaparían con las que están involucradas en la observación de alguien tocando la guitarra e, incluso, en la acción real de tocar la guitarra. Las teorías corpóreas del significado no están formalmente tan bien articuladas como las que se basan en proposiciones. Sin embargo tienen un considerable apoyo empírico, basado en experimentos tanto conductuales como neurológicos.

¿Cuál de estas propuestas -proposicional o corpórea- es más válida? Existen aproximaciones híbridas que postulan que las representaciones del significado utilizan formatos múltiples, tanto simbólicos como corpóreos. Sin embargo, no está tan claro que el enfoque proposicional y el enfoque corpóreo sean reconciliables, puesto que parten de supuestos que entran directamente en conflicto.

Fortalezas y debilidades de los planteamientos simbólicos y corpóreos:

  • Proposiciones y símbolos:
    • Fortalezas:
      • Son computables, se pueden construir modelos formales a partir de ellos.
      • Reflejan propiedades relevantes del signifi­cado: la distinción predicado-argumento, el carácter abstracto del texto base, la distin­ ción entre categoría y ejemplar (type-token), la correferencia, etc.
      • Son representaciones universales: pueden describir la organización de la memoria semántica, la información de oraciones y de textos complejos, los modelos de situación, los procesos de razonamiento, etc.
    • Debilidades:
      • No se anclan en la experiencia sensorio­ motora. En general, los símbolos se refieren a otros símbolos (significado intensional), pero no se conectan con el mundo (significado extensional).
      • Su apoyo empírico es débil. No se ha demostrado su realidad psicológica.
      • La fundamentación neurológica de los símbolos es también débil. No hay un «módulo» semántico en el cerebro inde pendiente de los procesos sensoriomotores (una excepción es la teoría del hub de Patterson et al. [2007]).
  • Simulaciones corpóreas:
    • Fortalezas:
      • Están biológicamente motivadas: los mecanismos cerebrales sensoriomotores se reu­tilizarían para procesar el significado, sin necesidad de un «módulo» semántico nuevo.
      • Tienen un fuerte apoyo empírico, basado en experimentos conductuales y neurológicos.
      • Existen modelos neurológicos bastante detallados sobre la conectividad funcional entre áreas lingüísticas y áreas sensoriomo­ toras que apoyan la corporeidad.
      • Permiten una conexión directa entre el sig­nificado lingüístico y el mundo real. El signi­ficado corpóreo prepara para la acción y ayuda a especificar la referencia.
    • Debilidades:
      • No está claro que las activaciones sensoriomotoras en el cerebro sean funciona­les. Podrían ser meros epifenómenos, independientes del verdadero significado.
      • Los procesos corpóreos no se han forma­lizado en una teoría computacional deta­llada. El planteamiento es demasiado empírico.
      • El lenguaje es, en gran medida, abs­tracto. El significado de palabras como «idea», «proceso» o «nunca» no tienen nada de sensoriomotor.

Conclusiones

Los fenómenos del discurso descritos en este apartado están estrechamente relacionados entre sí. La construcción de la coherencia del texto requiere realizar inferencias locales y globales, ya que el lector debe utilizar activamente su conocimiento del mundo para completar la información siempre reducida del texto. A su vez, la coherencia y las inferencias son posibles gracias a las representaciones del texto base y a los modelos de situación que construye el lector u oyente sobre los referentes del texto.

Por otra parte, una dificultad que comparten muchos fenómenos del discurso es lo que podríamos denominar el problema computacional. La complejidad de las operaciones realizadas y la rapidez con que se ejecutan parecen llevar al límite los recursos cognitivos de nuestra memoria de trabajo. Sin embargo, algunos de los fenómenos del discurso mencionados, como la construcción de la coherencia global y la realización de inferencias globales, exceden aparentemente los recursos de la memoria de trabajo. ¿Cómo pueden combinarse fuentes de información no coactivadas en la memoria de trabajo? En la misma línea, ¿cómo es posible elaborar modelos de situación análogos a la experiencia sin producir una explosión computacional? La posición minimalista de McKoon y RatclifF (1992) simplemente niega la existencia de procesos de coherencia y de inferencias globales y rechaza también la noción de modelo de situación.

La mayoría de las investigaciones y teorías asumen que durante la comprensión del discurso se emplean los recursos cognitivos disponibles de modo muy eficiente. Lo cierto es que los modelos de situación son representaciones muy reducidas en comparación con la experiencia real. Por ejemplo, la información espacial en los modelos de situación es sumamente esquemática comparada con la información espacial en la experiencia perceptiva. Por otra parte, el número de inferencias realizadas en línea es relativamente escaso, incluso para las teorías construccionistas. Finalmente, durante la comprensión, los recursos atencionales recaen en cada instante sobre unas pocas entidades activadas en el foco del discurso, mientras que el resto de la información leída permanece en el fondo con activación reducida.

Referencias

  • Cuetos Vega, González Álvarez, Vega, and Vega, Manuel De. Psicología Del Lenguaje. 2ª Edición. ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana, 2020.
  • PDF Profesor tutor Pedro R. Montoro

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