La hipótesis de las monoaminas se originó en la década de 1950 y 1960, cuando los investigadores comenzaron a estudiar los efectos de los antidepresivos tricíclicos en los pacientes con depresión. Uno de los primeros defensores de esta hipótesis fue el psiquiatra danés Arvid Carlsson, quien descubrió la función de la dopamina como neurotransmisor en el cerebro. Posteriormente, investigadores como Seymour Kety, Joseph Schildkraut y Axelrod demostraron que los antidepresivos tricíclicos aumentan los niveles de serotonina y norepinefrina en el cerebro, lo que sugiere que la depresión puede estar relacionada con una disminución en la disponibilidad de estas monoaminas.
En las últimas décadas, la hipótesis de las monoaminas ha sido objeto de debate y críticas por parte de algunos investigadores que argumentan que la disminución de los niveles de monoaminas no es la única causa de la depresión. Se ha propuesto que la depresión es una enfermedad multifactorial que puede estar influenciada por factores genéticos, ambientales y psicológicos, además de la disfunción de los neurotransmisores. En cualquier caso, la hipótesis de las monoaminas ha sido fundamental en el desarrollo de los antidepresivos modernos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN), que se utilizan para tratar la depresión y otros trastornos psiquiátricos.
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