Abordaremos el intenso debate entre la existencia de una inteligencia general versus múltiples inteligencias específicas. Sin embargo, la inteligencia es solo uno de los muchos temas que cubriremos; también profundizaremos en los estilos de aprendizaje y pensamiento, así como en la personalidad y el temperamento. Un hilo conductor en estos temas es la importancia de reconocer las variaciones individuales entre los estudiantes y las estrategias efectivas que los educadores pueden emplear para gestionar estas diferencias.
¿Qué es la inteligencia?
Para los psicólogos, la inteligencia puede significar la capacidad de resolver problemas, la habilidad de adaptarse y aprender de las experiencias, o incluso incluir aspectos como la creatividad y las habilidades sociales. Definirla es desafiante, ya que, a diferencia de atributos físicos como la altura o el peso, la inteligencia no se puede medir directamente. Podemos evaluarla solo a través de la observación de actos inteligentes.
Los componentes fundamentales de la inteligencia comparten similitudes con los procesos cognitivos como la memoria y el pensamiento, temas que abordaremos en capítulos posteriores. La distinción en nuestra aproximación a estos procesos y cómo conceptualizamos la inteligencia radica en el reconocimiento de las diferencias individuales y su evaluación. Estas diferencias individuales se refieren a las maneras únicas y consistentes en que las personas se distinguen unas de otras. Tradicionalmente, se han utilizado pruebas específicas para medir la inteligencia, intentando determinar la capacidad de una persona para razonar en comparación con otros.
Adoptamos una definición de inteligencia como la habilidad para resolver problemas, adaptarse a nuevas experiencias y aprender de ellas. Aunque esta definición amplia pueda no ser universalmente aceptada, destaca por su inclusividad. Robert Sternberg, en sus trabajos de 2012, 2016a y 2016b, sugiere que el conocimiento práctico también debe ser considerado una faceta de la inteligencia. Sternberg enfatiza que la inteligencia no solo implica la capacidad de evaluación crítica y la toma de decisiones juiciosas, sino también el desarrollo de estrategias para mejorar las deficiencias. Más recientemente, en 2014, Sternberg amplió esta visión al describir la inteligencia como la capacidad de adaptarse, modificar y seleccionar entornos para satisfacer nuestras necesidades y deseos. Si un entorno no se alinea con nuestras capacidades o aspiraciones, tenemos la capacidad de cambiarlo.
Por otro lado, Lev Vygotsky aporta una perspectiva que considera esencial la habilidad de utilizar herramientas culturales, aprendiendo y desarrollándose a través de la interacción con otros más experimentados. El enfoque constructivista social de Lev Vygotsky enfatiza que la inteligencia se desarrolla a través de la interacción con individuos más experimentados, concepto que se refleja en la idea de la «zona de desarrollo próximo». Esta teoría sostiene que el aprendizaje óptimo ocurre cuando los estudiantes se enfrentan a tareas ligeramente por encima de su capacidad actual, pero accesibles con la guía y el apoyo de un mentor o compañero más competente. Este principio establece un vínculo directo con el desarrollo cognitivo y del lenguaje, sugiriendo que el avance en estas áreas se potencia mediante la colaboración social y el diálogo constructivo. Este enfoque resalta la importancia del contexto social y la interacción en el proceso de aprendizaje, proponiendo que el conocimiento se construye colectivamente.
Pruebas de inteligencia
Iniciamos con un análisis de las pruebas de inteligencia aplicadas individualmente, destacando principalmente la prueba Stanford-Binet y las escalas de Wechsler. Ambas son herramientas fundamentales en la evaluación de la inteligencia infantil de forma individualizada, con la primera versión de inteligencia desarrollada por Alfred Binet, quien fue encargado de crear un método para identificar a los niños que se beneficiarían de la educación escolar en Francia. Este esfuerzo dio lugar a la prueba de inteligencia original de Binet.
Las Pruebas de Binet. Las pruebas de Binet, en sus versiones iniciales, marcaron el comienzo de la evaluación formal de la inteligencia. En 1904, a solicitud del ministro de educación francés, Alfred Binet y Theophile Simon desarrollaron la primera prueba de inteligencia, conocida como la Escala 1905, para identificar a los niños que podrían necesitar un enfoque educativo especial. Esta prueba abarcaba una variedad de tareas, desde físicas hasta conceptuales.
Binet introdujo el concepto de «edad mental» (EM), complementado luego por William Stern en 1912 con la fórmula del coeficiente intelectual (CI), basado en la relación entre la edad mental y la edad cronológica, multiplicado por 100 (EM/EC 100). Esta metodología permite evaluar la inteligencia relativa de una persona. Las revisiones subsiguientes de la prueba de Binet, conocidas como las pruebas Stanford-Binet, adaptaron y expandieron su enfoque para incluir un espectro más amplio de la inteligencia humana, demostrando una distribución normal en las puntuaciones a lo largo de la población.
Las Escalas de Wechsler. Por otro lado, las escalas de Wechsler, desarrolladas por David Wechsler, constituyen otro conjunto ampliamente utilizado de pruebas de inteligencia que abarcan diferentes etapas de la vida, la escala primaria de inteligencia preescolar, cuarta edición (WPPSI-IV), para medir a niños de entre 2 años 6 meses y 7 años 3 meses de edad: la escala de inteligencia para niños de Wechsler, quinta edición (WISC-V) para niños y adolescentes de entre 6 y 16 años; y la escala de inteligencia adulta de Wechsler, cuarta edición (WAIS-IV). Estas escalas ofrecen una puntuación de CI total, además de índices compuestos y subpruebas que permiten un análisis detallado de las fortalezas y debilidades del individuo.
Pruebas Grupales de Inteligencia. Además de las pruebas individuales, existen pruebas de inteligencia grupales, como las pruebas Lorge-Thorndike y el Otis-Lennon School Ability Test (OLSAT), que proporcionan medios eficientes y económicos para evaluar a grandes grupos. Sin embargo, estas pruebas presentan limitaciones, como la incapacidad de observar directamente la ansiedad o el comportamiento del estudiante durante la prueba, lo que puede afectar la interpretación de los resultados.
Aunque las pruebas grupales son útiles, las decisiones críticas sobre las necesidades educativas de un estudiante no deben basarse exclusivamente en estos resultados. Es esencial complementar estas evaluaciones con información detallada sobre el rendimiento y las habilidades del estudiante en diversos contextos, asegurando así una comprensión completa de su capacidad intelectual.
Teorías de Inteligencias Múltiples
La comprensión de la inteligencia ha sido un tema de gran debate en la psicología desde principios del siglo XX, generando diversas teorías que buscan explicar cómo debería ser concebida: como una capacidad general única o como un conjunto de habilidades específicas. Entre estas teorías, la Triárquica de Sternberg y las Inteligencias Múltiples de Gardner se destacan por su enfoque innovador y su impacto en el ámbito educativo.
Teoría Triárquica de la Inteligencia de Sternberg. Robert J. Sternberg propuso la Teoría Triárquica de la Inteligencia, que postula tres tipos principales de inteligencia: analítica, creativa y práctica. Sternberg argumenta que la inteligencia no se limita a habilidades académicas tradicionales, sino que también abarca la creatividad y la capacidad de adaptarse y manejar situaciones de la vida cotidiana.
- Inteligencia analítica: Se refiere a las habilidades de análisis, evaluación, juicio y comparación. Es lo que comúnmente se mide en pruebas de CI y se relaciona con el rendimiento académico.
- Inteligencia creativa: Implica la capacidad de generar nuevas ideas, innovar y ser original. Esta inteligencia permite a las personas abordar problemas de manera novedosa.
- Inteligencia práctica: Se centra en la habilidad para aplicar conocimientos a situaciones reales, implicando el manejo eficaz de las tareas cotidianas y problemas prácticos.
Sternberg (1986, 2004, 2010; 2012, 2013, 2014, 2015a, 2016a, b) sostiene que el sistema educativo tradicional favorece principalmente la inteligencia analítica, dejando en desventaja a aquellos con habilidades creativas o prácticas destacadas. Propone que una educación efectiva debe incorporar los tres tipos de inteligencia, permitiendo así que todos los estudiantes desarrollen sus capacidades al máximo.
Las 8 estructuras de la mente de Gardner. Howard Gardner, por otro lado, introdujo la Teoría de las Inteligencias Múltiples en 1983, ampliando la concepción de la inteligencia más allá de lo académico o lingüístico. Gardner identifica ocho tipos específicos de inteligencia, cada una relacionada con habilidades y capacidades distintas:
- Habilidades verbales: capacidad de pensar con palabras y utilizar el lenguaje para expresar significados (escritores, periodistas, oradores).
- Habilidades matemáticas: capacidad de realizar operaciones matemáticas (científicos, ingenieros. contadores).
- Habilidades espaciales: capacidad de pensar en aspectos tridimensionales (arquitectos, pintores, escultores, marineros).
- Habilidades cinestésicas: capacidad de manipular objetos y ser físicamente apto (cirujanos, artesanos, bailarines, atletas).
- Habilidades musicales: sensibilidad a los sonidos, melodías, ritmos y tonalidades (compositores, músicos y musicoterapeutas).
- Habilidades intrapersonales: capacidad de comprenderse a sí mismo y dirigir apropiadamente la vida (teólogos, psicólogos).
- Habilidades interpersonales: capacidad de comprender e interactuar eficazmente con los demás (los buenos maestros, profesionales de la salud mental).
- Habilidades naturalistas: capacidad de observar patrones en la naturaleza y comprender los sistemas naturales y artificiales (granjeros, botánicos, ecólogos, arquitectos del paisaje).
Gardner argumenta que estas inteligencias operan de manera conjunta y que cada individuo tiene un perfil único de inteligencia. La educación, sugiere, debería personalizarse para cultivar y fortalecer todas estas inteligencias en los estudiantes.
Aplicaciones Educativas y Críticas. Ambas teorías han influido significativamente en la educación, promoviendo un enfoque más holístico y personalizado en la enseñanza. Sin embargo, también han enfrentado críticas, principalmente en torno a la dificultad de medir algunas de las inteligencias propuestas y el desafío de implementar prácticas educativas que abarquen todas ellas eficazmente.
En conclusión, tanto la Teoría Triárquica de Sternberg como la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner ofrecen perspectivas valiosas sobre la diversidad de habilidades y capacidades humanas. Reconocen que la inteligencia trasciende el ámbito académico, abogando por un sistema educativo más inclusivo y adaptable a las variadas formas de inteligencia.
La aplicación práctica de la teoría de inteligencias múltiples de Gardner en el ámbito educativo refleja un esfuerzo por adaptar las metodologías de enseñanza a la diversidad cognitiva de los estudiantes. Educadores de diferentes niveles educativos, desde la niñez temprana hasta la preparatoria, han implementado estrategias que reconocen y aprovechan las fortalezas individuales de cada alumno, permitiendo un desarrollo más integral y personalizado del aprendizaje.
EEUU | Aplicaciones por Niveles Educativos | España | ||
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Kindergarden | En este nivel, la individualización del aprendizaje es crucial. Heidi Kaufman del Metro West YMCA destaca la importancia de integrar actividades físicas con aprendizajes académicos, como utilizar juegos de pelota para enseñar matemáticas, aprovechando las habilidades físicas de los niños para reforzar su aprendizaje numérico. | 1º 1er Ciclo (2-3) | Educación infantil | |
2º 1er Ciclo (3-4) | ||||
1º 2º Ciclo (4-5) | ||||
Kindergarden (5-6) | 2º 2º Ciclo (5-6) | |||
Elementary school | Keren Abra, de la Primaria del Convento del Sagrado Corazón, enfatiza la importancia de ofrecer a los estudiantes opciones que se ajusten a sus preferencias de aprendizaje, tales como diferentes configuraciones de asientos y métodos de expresión académica, permitiendo que elijan entre presentaciones orales, representaciones gráficas, ensayos, poemas o diapositivas de PowerPoint para comunicar sus conocimientos. | 1º Educación Primaria (6-7) | Educación primaria | |
Grado 1 (6-7) | 2º Educación Primaria (7-8) | |||
Grado 2 (7-8) | 3º Educación Primaria (8-9) | |||
Grado 3 (8-9) | 4º Educación Primaria (9-10) | |||
Grado 4 (9-10) | 5º Educación Primaria (10-11) | |||
Grado 5 (10-11) | 6º Educación Primaria (11-12) | |||
Middle school | Grado 6 (11-12) | Casey Maass, de la Secundaria Edison, utiliza proyectos grupales que requieren una diversidad de habilidades, como leer, dibujar, calcular, pensar creativamente y hablar en público, permitiendo a cada estudiante contribuir desde su área de fortaleza individual. | 1º ESO (12-13) | Educación secundaria |
Grado 7 (12-13) | 2º ESO (13-14) | |||
Grado 8 (13-14) | 3º ESO (14-15) | |||
4º ESO (15-16) | ||||
High school | Grado 9 (14-15) | Jennifer Heiter, de la Preparatoria Bremen, promueve la autonomía de los estudiantes al permitirles elegir cómo completar los proyectos, con opciones que incluyen piezas artísticas, proyectos escritos o demostraciones, fomentando el uso de sus inteligencias predominantes. | 1º Bachillerato (16-17) | Bachillerato |
Grado 10 (15-16) | 2º Bachillerato (17-18) | |||
Grado 11 (16-17) | ||||
Grado 12 (17-18) |
Inteligencia Emocional
La inteligencia emocional es un concepto que abarca la capacidad de comprender y gestionar las emociones propias y las de los demás, se ha integrado en diversas teorías de la inteligencia, destacando las contribuciones de Howard Gardner y Robert J. Sternberg. Gardner, en su teoría de las inteligencias múltiples, introduce las inteligencias interpersonal e intrapersonal como dos de las categorías que permiten a los individuos entenderse a sí mismos y a los demás, así como navegar eficazmente en el mundo social (Gardner, 1983). Por otro lado, Sternberg, con su teoría triárquica de la inteligencia, propone la inteligencia práctica como la capacidad de adaptarse a, moldear y seleccionar entornos reales, lo que implica un manejo efectivo de las situaciones cotidianas y las relaciones personales (Sternberg, 1985).
La formalización del constructo de inteligencia emocional se atribuye a Peter Salovey y John D. Mayer (1990), quienes la definieron como la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con precisión; la habilidad para acceder y/o generar sentimientos cuando facilitan el pensamiento; la habilidad para entender la emoción y el conocimiento emocional; y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual. Esta conceptualización inicial subraya la importancia de las emociones en la interpretación de situaciones sociales y la toma de decisiones.
Daniel Goleman (1995) popularizó el término de inteligencia emocional en su obra homónima, ampliando su aplicación práctica en el ámbito laboral y educativo. Goleman enfatizó cómo las habilidades emocionales, como la autoconciencia, la autoregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales, son cruciales para el éxito personal y profesional, más allá de las capacidades cognitivas medidas tradicionalmente por el cociente intelectual.
El interés académico y aplicado en la inteligencia emocional ha continuado creciendo, como lo demuestran estudios que relacionan las habilidades de inteligencia emocional con resultados positivos en rendimiento académico, liderazgo efectivo y bienestar psicológico (Boyatzis, Goleman, & Rhee, 2000; Fernández-Berrocal & Checa, 2016; Lancelot & Curci, 2014). Estos hallazgos sugieren que la inteligencia emocional juega un papel significativo en diversas áreas de la vida, contribuyendo a la adaptación social y personal.
Sin embargo, la expansión del concepto de inteligencia emocional ha generado debates y críticas, particularmente en lo que respecta a su definición, medición y distinción de la inteligencia tradicional y los rasgos de personalidad. Algunos críticos argumentan que el amplio alcance del término diluye la conceptualización de la inteligencia y señalan la necesidad de una evaluación más rigurosa y metodologías de investigación para aclarar su papel y eficacia (Humphrey, Curran, Morris, Farrell, & Woods, 2007).
A pesar de estas controversias, la inteligencia emocional se mantiene como un área de estudio vital y en evolución, con implicaciones prácticas significativas para la educación, la psicología organizacional y el desarrollo personal. La investigación continua en este campo es esencial para profundizar nuestra comprensión de cómo las habilidades emocionales y sociales afectan a nuestra capacidad de funcionar en el mundo complejo y cambiante de hoy.
Críticas y Reflexiones. Aunque las teorías de inteligencias múltiples de Gardner y la inteligencia emocional han estimulado una perspectiva más amplia sobre la inteligencia y la competencia humana, también han enfrentado críticas. Algunos argumentan que amplían excesivamente el concepto de inteligencia y carecen de una base de investigación sólida. En contraste, la teoría de la inteligencia general (g) sostiene que existe una capacidad cognitiva central que predice el éxito escolar y laboral. Sin embargo, esta visión ha sido complementada por el reconocimiento de habilidades intelectuales específicas.
La integración de estas teorías en la educación sugiere un enfoque más holístico, que no solo se enfoca en las habilidades analíticas tradicionales sino que también valora y cultiva una diversidad de capacidades cognitivas y emocionales. Este enfoque promueve un aprendizaje más inclusivo y adaptativo, aunque el debate sobre la naturaleza de la inteligencia continúa evolucionando.
La neurociencia de la inteligencia
La neurociencia de la inteligencia se ha convertido en un campo de estudio fascinante y en rápida evolución, gracias a los avances en la tecnología de imágenes cerebrales. Este campo busca comprender cómo las estructuras y funciones cerebrales subyacen a las capacidades intelectuales humanas. A continuación, se presenta una revisión mejorada de los hallazgos clave y las preguntas de investigación en este ámbito, incorporando referencias relevantes para una mayor profundidad y contexto.
Los investigadores han descubierto una correlación entre un mayor nivel de inteligencia y la presencia de una red neuronal ampliamente distribuida, especialmente en los lóbulos frontal y parietal. Aunque en menor medida, se ha encontrado que los lóbulos temporal y occipital, así como el cerebelo, también juegan un papel importante en la inteligencia. El consenso actual sugiere que la inteligencia probablemente se distribuye a través de diversas regiones cerebrales en lugar de estar concentrada en una única red específica, como podría ser el caso de los lóbulos frontales. Este entendimiento subraya la complejidad de la inteligencia y su naturaleza multifacética, indicando que su fundamento neurológico abarca una extensa red de conexiones en todo el cerebro.
Relación entre el Tamaño del Cerebro e Inteligencia. La investigación ha explorado la correlación entre el tamaño del cerebro y la inteligencia, encontrando una relación moderada. Estudios que utilizan la resonancia magnética para medir el volumen cerebral han indicado que existe una correlación positiva, aunque moderada, entre el tamaño del cerebro y medidas de inteligencia (Carey, 2007; Luders et al., 2009). Esto sugiere que, aunque un cerebro más grande puede estar asociado con mayor inteligencia, el tamaño no es el único determinante de la capacidad intelectual.
Especialización Regional del Cerebro. Inicialmente, se pensaba que los lóbulos frontales jugaban un papel central en la inteligencia, especialmente debido a su implicación en funciones ejecutivas y de razonamiento superior. Investigaciones recientes apoyan la idea de que la corteza prefrontal está vinculada con habilidades de razonamiento complejo (Santarnecchi, Rossi, & Rossi, 2015; Sternberg & Sternberg, 2016). Sin embargo, otros estudios han mostrado que la inteligencia no se localiza en una única región, sino que involucra una red distribuida que incluye los lóbulos frontal y parietal, destacando la importancia de una red neuronal integrada en las funciones cognitivas complejas (Margolis et al., 2013; Colom et al., 2012).
Redes Neuronales y Inteligencia. La investigación moderna ha enfatizado que la inteligencia está relacionada con una red neuronal distribuida, especialmente entre los lóbulos frontal y parietal. Estas áreas, junto con los lóbulos temporal y occipital y el cerebelo, forman una red compleja que contribuye a la inteligencia en diferentes grados (Luders et al., 2009). La idea de que la inteligencia emerge de patrones complejos de conectividad en todo el cerebro refleja un consenso creciente en la neurociencia cognitiva.
Velocidad del Procesamiento Neuronal. La velocidad con la que el cerebro procesa la información también ha sido objeto de estudio como un posible correlato de la inteligencia. Aunque los hallazgos son mixtos, algunos estudios indican que individuos con altas capacidades cognitivas pueden procesar información más rápidamente y con mayor precisión (Waite et al., 2009; Duan, Dan, & Shi, 2013). Esto sugiere que la eficiencia del procesamiento neural podría ser un componente importante de la inteligencia.
Conclusiones y Futuro de la Investigación. A medida que la tecnología de imagen cerebral avanza, es probable que obtengamos una comprensión más detallada y específica de cómo el cerebro contribuye a la inteligencia. Es importante reconocer que factores genéticos y ambientales interactúan con la estructura y función cerebral para influir en las capacidades cognitivas. Como señala Robert Sternberg (2014), aunque hemos avanzado en nuestra comprensión de ciertos aspectos de la neurociencia de la inteligencia, todavía hay muchas preguntas complejas por responder. La investigación futura continuará desentrañando los misterios de cómo nuestro cerebro nos permite pensar, aprender y resolver problemas, en un esfuerzo por comprender plenamente la base neural de la inteligencia.
Controversias y temas sobre la inteligencia
El estudio de la inteligencia se halla inmerso en un torbellino de controversias y debates fundamentales. Entre los temas más candentes se encuentran la eterna disputa entre naturaleza y crianza, el posible sesgo cultural de las pruebas de inteligencia, y el uso de estas evaluaciones para determinar trayectorias educativas específicas para los niños. A continuación, se presenta una discusión mejorada y con referencias sobre estos temas.
Naturaleza versus Crianza. El debate entre naturaleza y crianza busca dilucidar si la genética (naturaleza) o el ambiente (crianza) juegan un papel predominante en el desarrollo de la inteligencia. Si bien algunos defensores de la «naturaleza» argumentan que la inteligencia se hereda y que las influencias ambientales tienen un impacto mínimo, la visión contemporánea reconoce una interacción dinámica entre genes y ambiente. La evidencia sugiere que, aunque ciertas predisposiciones genéticas pueden establecer un potencial para la inteligencia, las experiencias ambientales son cruciales para su manifestación y desarrollo (Grigorenko et al., 2016; Sternberg, 2016a).
Investigaciones han demostrado que intervenciones ambientales tempranas, como programas educativos de alta calidad para niños de entornos desfavorecidos, pueden producir mejoras significativas en la inteligencia y el rendimiento académico, sugiriendo un papel considerable del ambiente en el desarrollo de la inteligencia (Ramey et al., 1988; Ramey, Ramey, & Lanzi, 2009). Además, estudios sobre adopción han mostrado aumentos en el CI cuando niños de entornos de bajos ingresos son criados en familias de mayores ingresos (Nisbett et al., 2012).
Efecto Flynn. El efecto Flynn, descubierto por James Flynn, se refiere al fenómeno de incremento sostenido en las puntuaciones de las pruebas de inteligencia a lo largo del tiempo a nivel mundial. Este aumento, que no puede atribuirse a cambios genéticos dada su rapidez, apunta a factores ambientales como la mejora de la nutrición, el acceso a la educación y la exposición a información más compleja como posibles explicaciones (Flynn, 1999, 2007, 2011, 2013). Un metaanálisis de Trahan et al. (2014) confirmó este aumento sostenido, subrayando la influencia significativa del ambiente en la inteligencia.
Los estudios basados en las mediciones de las pruebas de inteligencia de Stanford-Binet revelan un fenómeno intrigante: los niños estadounidenses muestran un incremento en su nivel de inteligencia con el paso del tiempo. En una muestra de resultados de pruebas realizadas en 1932, las puntuaciones se distribuyeron siguiendo una curva de campana, con aproximadamente la mitad de las puntuaciones por debajo de los 100 puntos y la otra mitad por encima. Sin embargo, los análisis actuales sugieren que, si los niños de hoy se sometieran a la misma prueba, la mayoría mostraría un desempeño significativamente superior: cerca de la mitad obtendría puntuaciones superiores a 120 en la escala de 1932. Esto indica que muy pocos niños de la actualidad caerían en la categoría de «intelectualmente deficiente», situada en el extremo inferior de la curva, mientras que aproximadamente una cuarta parte se clasificaría en el rango «muy superior». Este cambio sugiere una tendencia positiva en el desarrollo cognitivo a lo largo de las generaciones, lo que podría atribuirse a diversos factores, como mejoras en la educación, la nutrición y el acceso a la información.
Sesgos Culturales en las Pruebas de Inteligencia. Una crítica frecuente a las pruebas de inteligencia es su posible sesgo cultural, lo que plantea interrogantes sobre la validez de estas evaluaciones en diferentes contextos culturales y socioeconómicos. Los críticos argumentan que muchas pruebas están diseñadas con base en conocimientos y valores específicos de ciertas culturas, lo que puede favorecer injustamente a individuos de esos grupos y perjudicar a otros provenientes de diferentes antecedentes (Sternberg, Grigorenko, & Kidd, 2005).
Asignación de Rutas Escolares. El uso de pruebas de CI para determinar la colocación educativa de los niños es otro tema controvertido. La preocupación radica en que tales prácticas pueden perpetuar desigualdades y limitar oportunidades basadas en mediciones que no capturan completamente el potencial de un niño. La inteligencia es multifacética y puede manifestarse de formas que no siempre son evaluadas adecuadamente por las pruebas estandarizadas de CI (Sternberg, 2016b).
Conclusión. La investigación sobre la inteligencia se mueve hacia un entendimiento más holístico y matizado que reconoce la complejidad de las interacciones entre genética, ambiente y cultura. Los investigadores y educadores están cada vez más interesados en enfoques que consideren la diversidad de habilidades y potenciales humanos, así como en la creación de entornos que maximicen el desarrollo intelectual de cada individuo. Este enfoque integrador es crucial para abordar de manera efectiva las controversias y desafíos en el estudio de la inteligencia, enfatizando la importancia de un ambiente enriquecedor y accesible para todos.
Origen étnico y cultura
El tema de las diferencias étnicas y culturales en las puntuaciones de inteligencia, así como la cuestión de si las pruebas de inteligencia convencionales están sesgadas, son áreas de intensa discusión y estudio.
Comparaciones Étnicas y Rendimiento en Pruebas de Inteligencia. Investigaciones han documentado diferencias promedio en las puntuaciones de pruebas de inteligencia entre grupos étnicos en Estados Unidos, con niños afroamericanos y latinos mostrando, en promedio, puntuaciones más bajas que sus pares blancos (Yeung, 2012; Brody, 2000). Sin embargo, es crucial reconocer que estos promedios no representan a todos los individuos dentro de cada grupo, ya que existe una considerable superposición en las distribuciones de puntuaciones.
Estudios han demostrado que las diferencias en puntuaciones tienden a disminuir con la mejora de las oportunidades sociales, económicas y educativas (Ogbu & Stern, 2001; Nisbett et al., 2012). Esto sugiere que las diferencias observadas en las puntuaciones de inteligencia están influidas significativamente por factores ambientales y contextuales, más que por diferencias inherentes a la etnicidad o la raza.
Sesgo Cultural en Pruebas de Inteligencia. Históricamente, muchas pruebas de inteligencia han sido criticadas por su sesgo cultural, favoreciendo a ciertos grupos sobre otros basados en el contexto cultural, socioeconómico y educativo (Miller-Jones, 1989; Merenda, 2004). Esto ha llevado a la preocupación de que las puntuaciones de estas pruebas puedan no reflejar con precisión la capacidad intelectual de individuos de diversos orígenes.
La amenaza del estereotipo es otra área de interés, donde la ansiedad de confirmar un estereotipo negativo puede afectar negativamente el rendimiento en pruebas de individuos de ciertos grupos (Steele & Aronson, 2004; Aronson, 2002). Aunque algunos estudios han encontrado evidencia de la amenaza del estereotipo, otros han cuestionado su magnitud y alcance (Sackett, Borneman & Connelly, 2009).
Hacia Pruebas Culturalmente Justas. Se han hecho esfuerzos para desarrollar pruebas de inteligencia que sean culturalmente justas, intentando minimizar los sesgos culturales y lingüísticos. Estas pruebas buscan ser inclusivas y representativas de una gama más amplia de habilidades y conocimientos, no solo aquellos valorados por la cultura dominante. Sin embargo, el diseño de pruebas verdaderamente justas es desafiante, ya que la educación y las experiencias culturales influyen en el rendimiento de los individuos en cualquier forma de evaluación (Zhang & Sternberg, 2012; Sternberg).
Conclusión. El debate sobre la etnicidad, la cultura y su relación con la inteligencia, así como la validez y justicia de las pruebas de inteligencia, subraya la complejidad de medir la capacidad intelectual de manera equitativa. Reconocer y abordar el sesgo cultural en las pruebas de inteligencia es crucial para asegurar que estas evaluaciones brinden una medida precisa y justa del potencial intelectual de todos los individuos, independientemente de su origen étnico o cultural. Avanzar hacia pruebas más inclusivas y representativas requerirá un enfoque multifacético que considere la diversidad de experiencias, conocimientos y habilidades que existen dentro de cualquier sociedad. La meta es desarrollar herramientas de evaluación que no solo sean culturalmente sensibles sino que también capturen la riqueza y la complejidad de la inteligencia humana en todas sus formas.
Formación de grupos según la habilidad y su seguimiento
El uso de las puntuaciones en pruebas de inteligencia para agrupar a estudiantes según sus habilidades es un tema controvertido en la educación. Este enfoque, conocido como agrupamiento según la habilidad, se divide en dos categorías principales: intergrupal e intragrupal.
Agrupamiento Según la Habilidad. El agrupamiento según la habilidad implica organizar a los estudiantes basándose en su rendimiento o habilidades, práctica común especialmente en la educación secundaria (Gustafson, 2007; Slavin, 1995). Este método tiene la ventaja de homogeneizar el rango de habilidades dentro de un grupo, lo que en teoría facilita la enseñanza y evita que los estudiantes menos hábiles retrasen a los más talentosos. Sin embargo, esta práctica ha sido criticada por potencialmente estigmatizar a los estudiantes de niveles inferiores y perpetuar la segregación socioeconómica y racial dentro de las instituciones educativas (Banks, 2014).
Efectos del Agrupamiento. La investigación indica que el agrupamiento según habilidades puede afectar negativamente a los estudiantes de niveles más bajos, mientras que tiende a beneficiar a aquellos de alto nivel, como los que participan en programas para superdotados (Kelly, 2008). Un argumento a favor de esta práctica es que los estudiantes expuestos a programas más rigurosos tienden a aprender más que aquellos con habilidades similares pero asignados a cursos menos desafiantes (Banks et al., 2005).
Programas sin Grados Escolares. Una variante del agrupamiento por habilidad es el programa sin grados escolares, donde los estudiantes se agrupan por habilidades específicas independientemente de su edad o grado. Este enfoque se utiliza principalmente en la educación primaria y se basa en la idea de que los estudiantes pueden beneficiarse de instrucciones que se ajusten más directamente a su nivel de habilidad actual, especialmente en materias como matemáticas y lectura. El Plan Joplin es un programa de instrucción en lectura que prescinde de la estructura tradicional de grados escolares. En este enfoque, los estudiantes son agrupados según su nivel de habilidad en lectura, en lugar de su edad o grado escolar, permitiendo así una enseñanza más personalizada y adaptada a sus necesidades específicas de aprendizaje.
Desafíos y Soluciones. La principal crítica al agrupamiento por habilidades es que puede reforzar la segregación y limitar las oportunidades de los estudiantes de grupos desfavorecidos. Para mitigar estos efectos, es crucial ofrecer oportunidades para que los estudiantes de bajo rendimiento mejoren y cambien de grupo. Programas como el Avance mediante la Determinación Individual (AVID) han mostrado éxito al inscribir a estudiantes de bajo rendimiento en cursos rigurosos con apoyo integral, lo que ha llevado a mejoras significativas en el rendimiento y la inscripción universitaria (Griffen, 2013; Huerta & Watt, 2015).
Formación de Subgrupos Según la Habilidad. La formación de subgrupos dentro de la misma clase es una práctica común en la educación primaria, particularmente para la lectura y las matemáticas. Este enfoque permite a los maestros ajustar la instrucción a las necesidades específicas de los estudiantes dentro de un rango más estrecho de habilidades. Sin embargo, la efectividad de esta estrategia no está claramente respaldada por la investigación.
Conclusión. El agrupamiento por habilidades, tanto a nivel de clase como dentro de las mismas, presenta tanto beneficios potenciales como desafíos significativos. La clave para su implementación efectiva radica en equilibrar la personalización de la enseñanza con la necesidad de evitar la estigmatización y garantizar la equidad. Es fundamental que los sistemas educativos continúen evaluando y ajustando estas prácticas para maximizar los beneficios de aprendizaje de todos los estudiantes, promoviendo al mismo tiempo la inclusión y la igualdad de oportunidades.
Referencias
- Santrock, J.W. (2021) Psicología de la educación. 6th & #170; ed. adaptada a la UNED. edn. Madrid [etc.]: McGraw-Hill (McGraw-Hill Create).