Concepciones de la inteligencia: Inteligencia fluida y cristalizada
Binet (principio siglo XX). Sostenía ya la existencia de una capacidad de inteligencia general. |
Sternberg (1982). Perspectivas principales en el estudio de la inteligencia: a) la psicométrica; b) la piagetiana; y c) la cognitiva; estas habilidades se ponen de manifiesto en la resolución de los test de inteligencia y en las tareas cognitivas utilizadas por la psicología experimental del pensamiento. |
Cattell (1971); Horn y Hofer (1992). Proponen hacer distinción entre inteligencia fluida e inteligencia cristalizada. |
Schaie y Willis (2002). El desarrollo intelectual durante la edad adulta implicaría un claro deterioro en la inteligencia fluida, mientras que la inteligencia cristalizada se mantendría e incluso se vería incrementada entre los adultos, al incrementarse también su experiencia y conocimientos. Este patrón diferencial del desarrollo de la inteligencia fluida y cristalizada ha sido confirmado en diversos estudios, en diferentes países, sin embargo, es probable que no se mantenga igual en todas las capacidades incluidas dentro de una u otra; asimismo, parece claro que en la vejez, especialmente entre los más mayores, podría existir un deterioro incluso en las capacidades cristalizadas. |
No fue hasta el siglo XX cuando la inteligencia se convirtió en un campo de estudio principal de la psicología. Tres han sido las perspectivas principales en el estudio de la inteligencia:
- La psicométrica. Centrada en el desarrollo de tests y medidas que permitieran evaluar y diferenciar a los individuos en función de sus habilidades en la resolución de diversas tareas.
- La piagetiana. Destaca la relación de la inteligencia con las habilidades sensoriomotrices y el pensamiento lógico, y su desarrollo mediante estadios durante la infancia y la adolescencia.
- La cognitiva. Analiza los componentes de procesamiento de información que subyacen a las habilidades intelectuales de los individuos.
Los tests de inteligencia surgen a principios del siglo XX, con la utilización por parte de Binet y sus colaboradores de tareas cognitivas complejas, como definiciones de palabras o completar frases,
con el propósito práctico de poder discriminar entre niños normales y niños con retraso escolar, mediante la comparación de cada niño con su grupo de edad. Posteriormente, y a partir de la aportación de Spearman, se empezó a considerar que la inteligencia medida por los tests incluía dos tipos de factores, un factor general «g» y una serie de factores específicos que hacían referencia a un conjunto de aptitudes intelectuales particulares: verbal, espacial, de razonamiento, numérica, etc.
El modelo de inteligencia general de Spearman.
Inspirado por las ideas de F. Galton, sobre todo en su concepción de la inteligencia, entendida como una facultad unitaria referida a la capacidad cognitiva «general» del individuo. Su teoría general de la inteligencia, denominada teoría del factor «g», postula la existencia de un único factor general de inteligencia (común a todos los test de capacidades intelectuales) que explicaría el rendimiento de los sujetos en las diferentes pruebas. Este modelo ha recibido otros nombres tales como la teoría de los dos factores o modelo bifactorial de la inteligencia que se corresponden con el factor «g» y el factor «s» (factor residual de carácter específico de cada test).
*Tomado del manual de Diferencias Individuales.
La concepción «unitaria» de la inteligencia dio lugar a los tests de inteligencia general, como el Wechsler, que tanta influencia han tenido y que se siguen utilizando en la actualidad. Existen también concepciones no unitarias de la inteligencia, que ponen el acento en la existencia de aptitudes y factores múltiples como la propuesta por Thurstone, que fue posteriormente ampliada por Guilford. Dentro de las concepciones de factores múltiples está la distinción propuesta por Cattell y Horn entre inteligencia fluida e inteligencia cristalizada que tiene especial interés para nosotros por su aplicación al estudio del desarrollo intelectual durante la edad adulta y el envejecimiento.
El modelo de R.B. Cattell & Horn.
El «modelo Gf-Gc», formulado inicialmente por R.B. Cattell en 1943, se desmarca de la concepción unitaria de la inteligencia de Spearman al plantear que existen dos factores generales de inteligencia, o de segundo orden, y no un único factor general. R.B. Cattell denominó a estos dos factores «inteligencia fluida» e «inteligencia cristalizada». Posteriormente, la teoría de R.B. Cattell, con la valiosísima contribución de Horn, fue contrastada empíricamente mediante el análisis factorial exploratorio y el uso de la rotación oblicua. En términos generales, podría decirse que la «teoría Gf-Gc de la inteligencia» representa una de las elaboraciones más fructíferas y relevantes en este ámbito.
La Inteligencia Fluida (Gf) alude a la capacidad para adaptarse y afrontar situaciones nuevas de forma flexible sin que el aprendizaje previo constituya una fuente de ayuda determinante para su manifestación. La inteligencia fluida está básicamente configurada por aptitudes primarias tales como la inducción y la deducción, las relaciones y clasificaciones figurativas, la amplitud de la memoria asociativa o la rapidez intelectual, entre otras.
La Inteligencia Cristalizada (Gc): se refiere a aquel conjunto de capacidades, estrategias y conocimientos, que representa el nivel de desarrollo cognitivo alcanzado a través de la historia de aprendizaje del sujeto. La inteligencia cristalizada está constituida, fundamentalmente, por aptitudes relativas a la comprensión verbal, el establecimiento de relaciones semánticas, la evaluación y valoración de la experiencia, el establecimiento de juicios y conclusiones, los conocimientos mecánicos, o la orientación espacial.
La concepción de la inteligencia, según R.B. Cattell y Horn, se focaliza claramente en las habilidades de segundo orden. Para estos autores, un factor único de inteligencia no sería útil para dar cuenta de toda la amplitud del comportamiento inteligente. Por otra parte, y a pesar de la evidente importancia de abordar empíricamente las relaciones entre las más de 40 capacidades primarias con cuestiones tales como el desarrollo, el logro académico, los correlatos neurológicos, los aspectos genéticos, etc., estos autores consideran que, siendo realistas, esta tarea es especialmente difícil y compleja. En consecuencia, en palabras de Horn, el compromiso de la teoría de la inteligencia fluida y cristalizada se sitúa entre estos dos extremos: dar cuenta de los factores comunes existentes entre las habilidades primarias, y a su vez, de las interrelaciones existentes entre estas capacidades y los factores más amplios dentro de su modelo.
Diferencias conceptuales entre R.B. Cattell y Horn:
- Mientras que R.B. Cattell y Horn (en sus inicios) hallaron cinco factores de segundo orden dentro de la estructura jerárquica de la inteligencia; posteriormente Horn añadió cinco más, estableciendo, por lo tanto, diez factores de segundo orden. Además estos factores los conceptualizó de forma diferente al modelo inicial.
- La heredabilidad de Gf y Gc. Si R.B. Cattell consideraba que la «inteligencia fluida histórica» estaba determinada genéticamente, y en cambio la inteligencia cristalizada presentaba una gran influencia ambiental, Horn plantea que ambos tipos de inteligencia son igualmente heredables pero con influencias genéticas diferentes.
- Mientras que R.B. Cattell concibe que la «inteligencia fluida histórica», y la inversión de ésta en experiencias de aprendizaje, influyen en el desarrollo del resto de aptitudes más elementales (factores de primer y segundo orden), Horn entiende que son los procesos psicológicos más simples (recepción sensorial, procesamiento asociativo, etc.) los que posibilitan el desarrollo de capacidades más complejas (inteligencia fluida y cristalizada) haciendo que éstas últimas sobresalgan y se diferencien de las demás en la madurez.
Principales aportaciones de R.B. Cattell y Horn:
- Intento de integración de los modelos estructurales de la inteligencia.
- Aplicabilidad en el ámbito de la evaluación al haber construido tests relacionados con la inteligencia fluida (test libres de influencia cultural) y cristalizada, e inspirar a otros autores en la confección de tests que tienen en cuenta los factores postulados por el modelo de Cattell-Horn.
- Utilidad en el ámbito neuropsicológico (relaciones interhemisféricas, etc.).
- Presentación de un modelo evolutivo de la inteligencia.
- Interés por los aspectos hereditarios relacionados con la inteligencia.
*Tomado del manual de Diferencias Individuales.
La inteligencia cristalizada se mide a partir de tareas de vocabulario e información general que dependen más de la experiencia y nivel cultural de los individuos, mientras que la inteligencia fluida se mide a partir de tareas más abstractas, que requieren una respuesta rápida y dependen más de la base neurológica. De esta manera, el desarrollo intelectual durante la edad adulta implicaría un claro deterioro en la inteligencia fluida, mientras que la inteligencia cristalizada se mantendría e incluso se vería incrementada entre los adultos, al incrementarse también su experiencia y conocimientos.
Estudios transversales, longitudinales y secuenciales
Wechsler (1972). El deterioro de la capacidad mental con la edad es parte del proceso general de la senectud del organismo como un todo. |
Schaie y Willis (2002). Realizaron un estudio longitudinal durante 35 años (entre 1956 y 1991) en el que evaluaron a individuos de diferentes edades, que en 1956 tenían entre 22 y 70 años. Cada 7 años se volvió a repetir el estudio con los individuos que no abandonaron y, además, se incluyeron nuevos individuos en cada grupo de edad. Aunque observaron diferencias entre las diversas habilidades, no hay deterioro de la inteligencia durante la edad adulta: existe incluso un incremento en alguna habilidad (la comprensión verbal) y hasta los 60 años no parece haber ningún descenso relevante. El descenso en las habilidades intelectuales es leve hasta edades más tardías (74-81 años), a partir de las cuales parece observarse ya un descenso más pronunciado. |
En los estudios sobre los cambios que se producen con la edad existe cierta confusión entre tres variables mutuamente relacionadas: edad, momento de medida y cohorte o generación.
Si elegimos un diseño transversal, estudiamos a sujetos de diferentes edades en un mismo momento de medida. Pero los estudios transversales confunden edad y cohorte, ya que los sujetos de cada grupo de edad pertenecen a generaciones diferentes, es decir, nacieron en años diferentes, y tuvieron experiencias educativas y culturales diferentes. De esta manera, es posible que el que los sujetos de 60 años obtengan resultados peores en los tests se deba no a un posible deterioro con la edad, sino al hecho de que los sujetos mayores hayan tenido unas experiencias culturales y educativas diferentes. Incluso los sujetos más jóvenes es probable que hayan tenido más práctica con los tests de inteligencia que los mayores que, probablemente, realizaban un test de inteligencia por primera vez.
En los diseños longitudinales se estudian a los mismos sujetos en diversos momentos de medida. Los estudios longitudinales son muy costosos en tiempo y están afectados por la mortandad experimental, el hecho de que muchos sujetos abandonan el estudio por diversas razones, entre ellas la enfermedad o incluso el fallecimiento. Además, también están afectados por la generación ya que se estudia sólo una generación, la de los sujetos que tenían 20 años en el primer momento de medida, es decir que nacieron en un mismo año. Sin embargo, los estudios longitudinales al ser realizados con los mismos sujetos, permiten un acercamiento más preciso al cambio intraindividual, al desarrollo del individuo.
A partir de los años 70 del siglo pasado, empezaron a aparecer datos de estudios longitudinales que mostraban que el declive intelectual podría no ser tal, al contrario del deterioro con la edad que muestran los datos transversales, los datos longitudinales nos muestran que existe incluso un aumento con la edad entre los 40 y los 70 años en la comprensión verbal; asimismo, nos muestran que las puntuaciones de los ancianos se mantienen al nivel de los adultos jóvenes. La mayoría de los estudios longitudinales se habían hecho con los resultados obtenidos de muestras de individuos universitarios que seguían acumulando conocimientos y utilizando sus habilidades intelectuales de tipo académico en su vida cotidiana.
Si los diseños transversales tienen tendencia a sobrevalorar el deterioro con la edad en la inteligencia, los longitudinales tienen tendencia a minusvalorarlo ya que los individuos que no abandonan el estudio, que siguen siendo estudiados, son aquéllos más sanos, activos y motivados. Una manera de superar estos sesgos es utilizar una estrategia que combina estudios transversales y longitudinales, es decir, una estrategia secuencial.
El diseño secuencial elimina el sesgo típico de los estudios longitudinales debido a la mortandad experimental, y nos conducen ya al tipo de estudio más adecuado para evaluar el desarrollo de la
inteligencia en la edad adulta y el envejecimiento. Además, este tipo de diseño permite evaluar también las diferencias generacionales o de cohorte ya que proporciona datos de sujetos de la misma edad, nacidos en años diferentes. Con este tipo de diseños se ha constatado que los individuos nacidos en la década de 1990 parecen tener un nivel de inteligencia superior a la que tienen sus abuelos nacidos en los años 20 o 30 del mismo siglo. Este incremento puede ser debido a varios factores; la extensión y mejora de la educación, pero también la mejora en la alimentación o a una mayor práctica con los tests de inteligencia.
Referencias
- García Madruga, Delval, & Delval, Juan. (2019). Psicologia del desarrollo I (2ª ed. rev. ed., Grado (UNED); 6201201). Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.