Tversky (1977). La asimetría predicativa se observa también en los predicados que indican similitud, en los cuales las propiedades compartidas por la figura y el fondo deben ser especialmente salientes en el fondo. |
Givón (1990). El sujeto gramatical es en la mayoría de los casos una entidad animada, casi siempre humana, consciente, activa y volitiva. |
Tom Givón (1992). Los marcadores gramaticales (preposiciones, pronombres, conjunciones, morfemas, etc.) pueden considerarse instrucciones de procesamiento que guían al lector en la ejecución de ciertas operaciones mentales, principalmente la regulación del foco atencional, la búsqueda de información en la memoria y la integración conceptual. |
Goldberg (1995). El paralelismo entre la forma lingüística y el significado se manifiesta también en el hecho de que algunas estructuras o «construcciones» gramaticales expresan eventos relevantes de la experiencia humana, como ubicación espacial, relaciones causales o acciones de transferencia. |
Talmy (2001). En muchas estructuras predicativas se postula una relación figura/fondo. La figura es la entidad relativamente desconocida que recibe el foco atencional, y el fondo es la entidad más familiar que se utiliza como marco de referencia. |
Las teorías de la segmentación sintáctica, herederas de la lingüística estructural de Chomsky, hacen hincapié en los procesos de representación sintáctica, descuidando o dejando en segundo plano la semántica. Desde una perspectiva funcionalista los límites entre sintaxis y semántica se difuminan, ya que los propios elementos gramaticales contribuyen activamente a la construcción del significado.
Ideas de especial relevancia para la investigación psicológica del lenguaje:
- La gramática como instrucciones de procesamiento. Según el lingüista Tom Givón (1992), los marcadores gramaticales (preposiciones, pronombres, conjunciones, morfemas, etc.) pueden considerarse instrucciones de procesamiento que guían al lector en la ejecución de ciertas operaciones mentales, principalmente la regulación del foco atencional, la búsqueda de información en la memoria y la integración conceptual.
- Existe una estrecha correspondencia entre forma lingüística y significado. Aunque en algunos casos el sujeto gramatical pueda ser cualquier sintagma nominal (incluyendo un objeto inanimado), se pueden construir muchos más predicados significativos referidos a entidades animadas y sobre todo a personas. El paralelismo entre la forma lingüística y el significado se manifiesta también en el hecho de que algunas estructuras o «construcciones» gramaticales expresan eventos relevantes de la experiencia humana, como ubicación espacial, relaciones causales o acciones de transferencia.
- Figura y fondo. La figura es la entidad relativamente desconocida que recibe el foco atencional, y el fondo es la entidad más familiar que se utiliza como marco de referencia. Por ejemplo, consideremos la oración locativa: «El alijo de cocaina está dentro de la mochila de mi hija». La figura es el objeto cuya posición deseamos establecer (el alijo de cocaina), y el fondo es el objeto mejor conocido que sirve de marco de referencia (la mochila de mi hija). La inversión de los términos determina frases extrañas o con un significado diferente. Una característica del patrón predicativo figura/fondo es la asimetría, al invertir la figura y el fondo del ejemplo anterior se obtiene: «La mochila de mi hija esta dentro del alijo de cocaina». La asimetría predicativa se observa también en los predicados que indican similitud. Por ejemplo, en la frase «mi perro es como un león», la similitud que el hablante quiere destacar reside en ciertas propiedades sobresalientes del león (fiereza, fuerza, etc.) que se transfieren a su perro. De nuevo, la inversión de los términos produce frases pintorescas como «un león es como mi perro».
- Perspectiva. Cuando los usuarios del lenguaje deciden comunicarse, necesariamente enmarcan la descripción de un evento o escenario utilizando un punto de vista determinado. Consideremos las oraciones «el toro está detrás de la valla» o «el toro está frente a la valla». La relación espacial entre el toro y la valla es la misma, y lo que cambia es la posición del hablante.
Anáforas
Gernsbacher (1989). Una de las primeras investigadoras que estudió el curso temporal de la resolución de anáforas ambiguas. Utilizó tanto anáforas de repetición del nombre (no ambiguas), como anáforas pronominales ambiguas Gernsbacher postula que hay dos procesos que operan en la resolución anafórica: el ensalzado del referente (aumento de activación) y la supresión o inhibición del no referente. |
El término anáfora describe una palabra referida a un concepto mencionado en el contexto previo. La anáfora cero es de uso muy común en lengua castellana. P. ej., en la frase «Ayuso está escribiendo un manual de ciencia política», podemos contruir los siguientes tipo de anáforas:
- Repetición del nombre: Ayuso se inspira en los sucesosde su partido político.
- Pronombre: Ella se inspira en los sucesos de su partido político.
- Anáfora categorial: La autora se inspira en los sucesos de su partido político.
- Anáfora cero. Cuando no hay un elemento anafórico visible, pero el antecedente «Ayuso» sigue implícito en la cláusula: «Ayuso está escribiendo una novela policiaca y () se inspira en los sucesos de su partido político«.
El estudio de las anáforas atrajo enseguida la atención de los psicólogos del lenguaje por diversas razones:
- Las anáforas son uno de los principales marcadores gramaticales («instrucciones de procesamiento») que inducen al lector o al oyente a establecer vínculos de correferencia entre las cláusulas y las oraciones.
- Las anáforas son extraordinariamente abundantes en la lengua, sobre todo los pronombres como «él», «ella», «ellos», «ellas», «lo», etc., que a menudo funcionan como anáforas.
- El estudio del procesamiento anafórico se presta especialmente al uso de los métodos de investigación en línea que han desarrollado los psicólogos del lenguaje durante décadas, como las medidas de activación o el registro de movimientos oculares.
Una de las primeras tareas de los psicólogos del lenguaje fue tratar de desvelar mediante técnicas en línea en qué momento el lector resuelve el antecedente de la anáfora. También valoraron en sus experimentos qué factores determinan el coste cognitivo de la resolución de la anáfora. Observaron que la dificultad es mayor cuando:
- La anáfora es ambigua (tiene dos posibles referentes) que cuando tiene uno. P. ej., «Rajoy le confeso la verdad a Pablo porque él se lo pidió».
- La distancia entre la anáfora y el referente es mayor.
- El referente no pertenece al tema del discurso (la idea que se está desarrollando).
Gernsbacher (1989) fue de las primeras en estudiar el curso temporal de la resolución de anáforas ambiguas, utilizando anáforas ambiguas y no ambiguas:
- Anáforas de repetición del nombre (no ambiguas): «María José predijo que Aurora perdería la carrera [1], pero Eva [2] llegó la primera con facilidad [3]».
- Anáforas pronominales (ambiguas): «María José predijo que Aurora perdería la carrera [1], pero ella [2] llegó la primera con facilidad [3]».
Experimento: Cada oración se presentaba automáticamente palabra a palabra en el centro de la pantalla, y en un determinado momento aparecía una palabra de prueba en mayúsculas, que podía ser uno de los nombres “ANA” (referente) o “EVA” (no referente).
- Tarea: Leer y comprender las oraciones. y responder rápidamente ante la palabra de prueba si había aparecido en la oración leída hasta el momento.
- Hipótesis del experimento: Los tiempos de reacción para “ANA” y “EVA” en distintos puntos del texto nos indicarán la activación relativa de ambas palabras, y en qué momento se resuelve el antecedente anafórico.
- Resultados: En ambos tipos de oración, en la posición [1], antes de recibir la anáfora, tanto el referente como el No referente se identifican con rapidez (están igualmente activados). En la anáfora de repetición, en la posición [2], inmediatamente después de recibir el nombre (“EVA”) el referente se verifica mucho más deprisa que el No referente. El mismo patrón se observa en la posición [3], al final de la oración. Sin embargo, con la anáfora pronominal ambigua, en la posición [2] tanto el referente como el No referente se identifican igual de rápido (permanecen igual de activados). Sólo al final de la oración, en la posición [3], se verifica más rápido el referente que el No referente.
Gernsbacher postula que hay dos procesos que operan en la resolución anafórica: el ensalzado del referente (aumento de activación) y la supresión o inhibición del no referente. En general, los pronombres anafóricos se refieren a un antecedente, con el que mantienen concordancia gramatical en género y número. Precisamente esa concordancia gramatical constituye una pista para resolver el antecedente. Hay una excepción a esto: las anáforas conceptuales, donde, los antecedentes están escritos en singular y, sin embargo, sus respectivas anáforas son pronombres que están en plural y, por lo tanto, son gramaticalmente erróneos. Sin embargo, estas anáforas son conceptualmente correctas.
Antecedente | Anáfora Conceptual |
---|---|
Objeto que aparece en una serie de objetos repetidos. | Si necesitas un plato los tienes en la cocina. |
Categoría genérica. | Voy a pedir una pizza margarita. Son las que más te gustan. |
Entidad que incluye a un colectivo. | La profesora pidió silencio al grupo revoltoso. Ellos no le hicieron ni caso. |
En una serie de experimentos, Gernbacher (1991) presentó los tres tipos de anáforas conceptuales, pero incluyendo también condiciones de control (las anáforas singularescon antecedente colectivo se comparaban con otras condiciones posibles):
- Individuo singular: La profesora ordenó silencio al estudiante revoltoso. Él no le hizo ni caso. (a)
- Individuo plural: La profesora ordenó silencio al estudiante revoltoso. Ellos no le hicieron ni caso. (b)
- Colectivo singular: La profesora ordenó silencio al grupo revoltoso. Él no le hizo ni caso. (c)
- Colectivo plural: La profesora ordenó silencio al grupo revoltoso. Ellos no le hicieron ni caso. (d)
Resultados de los experimentos: En todos los casos se registraron los tiempos de lectura de la segunda cláusula y,como cabía esperar, la condición agramatical “individuo plural” (b) se leyó más lentamente que la condición “individuo singular”. Sin embargo, la condición “colectivo plural” (la anáfora conceptual) se leyó más deprisa que la condición “colectivo singular” (gramaticalmente más correcta). Los lectores juzgaron más natural la condición “colectivo plural” (que la de“colectivo singular”).
El experimento de anáforas conceptuales se repitió en castellano empleando anáforas cero (en lugar de un pronombre), y los resultados fueron esencialmente idénticos a los obtenidos por Gernsbacher con pronombres anafóricos en inglés (Carreiras y Gernsbacher, 1992). Así, se leía más rápido y se juzgaba más natural “tengo que llamar de nuevo a Telefónica. Se equivocaron en la factura” que “Tengo que llamar de nuevo a telefónica. Se equivocó en la factura”.
Carreiras y cols. (1996), realizan un experimento en inglés donde los participantes leían pares de oraciones, la primera de las cuales mencionaba un nombre de profesión, sin marca de género en inglés, y la segunda remencionaba el nombre utilizando un pronombre anafórico masculino o femenino.
Resultados del experimento: Los tiempos de lectura de la oración anafórica indicaron que los lectores mostraban un sesgo de género. Las anáforas en masculino y en femenino se leían igual de rápido cuando el referente era una profesión neutra, asociada igualmente a hombres y mujeres.
Los mismos autores replicaron el experimento traduciendo las oraciones al castellano. Los resultados del nuevo experimento mostraron también un sesgo de género. Leían más lentamente «la electricista examinó la lámpara» y «el enfermero puso la inyección al paciente» (en contra del estereotipo) que «el electricista examinó la lámpara» y «la enfermera puso la inyección al paciente» (a favor del estereotipo).
Conectores
Noordman, Vonk y Kempff (1992). Comprobaron que cuando el lector no dispone de suficiente conocimiento sobre el fundamento causal de dos eventos, el conector «porque» resulta completamente inútil puesto que el lector no es capaz de realizar la inferencia causal. |
Millis y Just (1994). Desarrollaron el primer estudio sobre el funcionamiento cognitivo de conectores. Simplemente manipularon la presencia o ausencia del conector «porque» en oraciones con contenido o sesgo causal. |
Son otro tipo de marcadores lingüísticos, que funcionan como un “pegamento semántico”
entre las cláusulas. Operan como instrucciones de procesamiento (Givón, 1992), indicando al lector u oyente cómo debe integrar dos cláusulas. Los conectores de uso más frecuente (conjunciones o adverbios) son los aditivos, temporales, causales y adversativos.
Una diferencia importante con las anáforas es que los conectores operan entre unidades relativamente complejas como las cláusulas u oraciones. Los conectores no se limitan a indicar que existe una relación formal (p. ej., sintáctica) entre dos unidades lingüísticas, sino que inducen al lector a construir un tipo de relación semántica particular entre dos eventos.
Los conectores aditivos imponen muchas menos restricciones semánticas, siendo más
polisémicos o de propósito general.
- Relación aditiva: “Hacía calor, y no tenía en la nevera”.
- Relación Temporal: “Le robaron la ropa, mientras se bañaba en la playa”.
- Relación causal: “Se fue a la playa porque hacía calor”.
- Relación adversativa: “No quiso ir a la playa, aunque hacía mucho calor”.
Los conectores adversativos y causales son los más restrictivos. Son cognitivamente más demandantes que los menos restrictivos. Prueba de ello es el orden de adquisición de los conectores en los niños: Aditivos? temporales ? causales ? adversativos.
La frecuencia de uso de los conectores es muy alta, tanto en el lenguaje oral como en el escrito. la frecuencia de algunos conectores es del mismo orden de magnitud e, incluso, superior (véase el conector aditivo «y» en la tabla 8-2), que el de los pronombres anafóricos más comunes. Pese a la evidencia de los datos estadísticos su papel ha sido marginado en la teorías de la comprensión del lenguaje, por lo que las investigaciones son escasas.
Millis y Just (1994) desarrollaron el primer estudio sobre el funcionamiento cognitivo de conectores.
Simplemente manipularon la presencia o ausencia del conector “porque” en oraciones con contenido o sesgo causal. “Los padres brindaron x su única hija durante la cena (porque) Juana había superado los exámenes finales en una prestigiosa universidad”. Los lectores se auto-administraban el texto palabra a palabra, mediante la técnica de la ventana móvil. Los resultados mostraron tiempos de lectura ligeramente más rápidos en cada palabra de la 2ª cláusula cuando se había insertado “porque” que cuando se quitaba. Esto indica que la presencia del conector reduce la carga cognitiva en la lectura. Esta pauta se invirtió en la última palabra de la oración (universidad) en la que la lectura fue más lenta en presencia del conector que en su ausencia. “Los padres brindaron por su única hija durante la cena [porque] Juana había superado los exámenes finales en una prestigiosa universidad. Después de haber leído cada oración, se mide la activación de la memoria presentando a los lectores una palabra de prueba que identificaban como perteneciente o No al texto leído. En los ensayos positivos la palabra de prueba pertenecía a la primera cláusula (“brindaron”) o a la segunda (“superado”). La identificación de la palabra de prueba fue más rápida en presencia del conector, lo cual indica que el conector inducía una re-activación de la primera cláusula. Además, la presencia del conector causal “porque” incrementa la probabilidad de recuerdo tanto de la primera como de la segunda cláusula de las oraciones. Este conector sólo indica al lector que debe inferir una relación causal adecuada para ese contexto (no incluye información específica sobre cómo es la relación causal que existe entre los eventos). Cuando el lector no dispone de suficiente conocimiento sobre el fundamento causal de dos eventos, el conector “porque” resulta inútil porque el lector es incapaz de realizar la inferencia causal.
Los conectores adversativos son indicadores de discontinuidad entre las cláusulas (indican al lector que debe estar preparado para una ruptura de sus expectativas causales en la siguiente cláusula), y tienen un efecto facilitador en la lectura. En un estudio desarrollado por de Vega (2005) se comparó el efecto de la presencia o ausencia de los conectores, tanto causales como adversativos, en oraciones que compartían las dos últimas cláusulas, como se muestra a continuación:
- Sesgo causal: El montañero tuvo mala suerte al trepar a lo alto de la montaña [porque] al llegar se torció un tobillo. Tuvieron que ayudarle a bajar entre varios. [a]
- Sesgo adversativo: El montañero estaba en forma al trepar a lo alto de la montaña [pero] al llegar se torció un tobillo. Tuvieron que ayudarle a bajar entre varios.[b]
Conclusión. La presencia de un conector (ya sea en un contexto causal o en uno adversativo) acelera la lectura del texto, con una con una excepción notable: como ocurrió en el experimento de Millis y Just (1994), al final de la 2ª cláusula (“un tobillo”) se incrementa el tiempo de lectura en
presencia del conector. Esto se atribuye a que justo al final de la oración el lector ejecuta la “instrucción” del conector (construye el vínculo causal o adversativo) entre ambas cláusulas, y esto requiere recursos adicionales.
En definitiva, anáforas y conectores son dos tipos de marcadores gramaticales que indican al lector u oyente cómo mantener la correferencia entre cláusulas próximas. Ambos mecanismos del lenguaje son fundamentales para que el lector u oyente regule la activación de algunos conceptos durante la lectura.
Referencias
- Cuetos Vega, González Álvarez, Vega, and Vega, Manuel De. Psicología Del Lenguaje. 2ª Edición. ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana, 2020.
- PDF Profesor tutor Pedro R. Montoro
- Apuntes María José Ramos