Con Chomsky se inició un cambio profundo en la forma de concebir la psicolingüística, un cambio paradigmático sobre el que se articularían las investigaciones posteriores. Durante los años siguientes, especialmente en la década de los sesenta, la mayor parte de las investigaciones realizadas en el campo de la psicología del lenguaje estaban inspiradas en los postulados de Chomsky.
Uno de los cambios más importantes fue el de considerar la oración como la unidad fundamental del lenguaje. Se abandonan los estudios de palabras aisladas para centrarse en las oraciones, pero no en todos los aspectos de la oración, sólo en los sintácticos, pues Chomsky deja fuera los contenidos semánticos y comunicativos e intenta explicar las reglas sintácticas por las que se rige la oración, las reglas por las que un hablante del castellano sabe que la oración «el perro fue atacado por el ratón» es gramaticalmente correcta (aunque semánticamente improbable), mientras que la oración «el perro atacado por fue el ratón» es gramaticalmente incorrecta. Para ilustrar que es perfectamente posible estudiar la sintaxis de las oraciones sin tener en cuenta su significado formuló la frase, absurda desde el punto de vista semántico pero correcta gramaticalmente, tan conocida por lingüistas y psicólogos del lenguaje:
Ideas verdes incoloras duermen furiosamente.
Características de la gramática generativa de Chomsky que más influyeron en el desarrollo de la psicolingüística:
- Chomsky hace una distinción entre la competencia del hablante y la actuación real que hace del lenguaje; esta distinción será transcendental en la delimitación de los campos de la psicología y la lingüística. Competencia es el conocimiento que el hablante tiene de su lengua, y actuación es la puesta en práctica de esos conocimientos. De acuerdo con esta distinción, la lingüística debe ocuparse del estudio de la competencia, y la psicología, de la actuación.
- La elaboración de unas reglas que permiten al hablante generar un sinfín de oraciones gramaticalmente correctas aún cuando no las hubiese oído nunca. Son de tres tipos:
- Reglas de estructura de frase. Se encargan de asignar etiquetas a las distintas palabras y frases para poder conexionarlas entre sí.
- Reglas transformacionales. Operan sobre las oraciones ya formadas, unas son obligatorias, por ejemplo las que señalan la concordancia entre el sujeto y el verbo, y otras opcionales, como las que producen la transformación en pasivas, negativas, etc. Cuando se aplican sólo transformaciones obligatorias se producen las oraciones básicas o nucleares. Reciben este nombre porque a partir de ellas se generan todas las demás. Este es uno de los puntos fuertes de esta nueva gramática y la razón por la que se la denominó gramática generativa. Cuando se aplican las transformaciones opcionales se producen las oraciones complejas.
- Reglas morfofonémicas. Son las encargadas de transformar las cadenas terminales en la mente del hablante en los sonidos fonéticos que constituyen la oración hablada.
- Chomsky hace también una distinción entre estructuras superficial y profunda. La estructura profunda se refiere al significado que el hablante trata de expresar, y la estructura superficial, a la forma gramatical concreta que se utiliza para expresar ese significado. De esta manera, un mismo significado puede expresarse de varias formas gramaticales diferentes («El ciudadano controla la gestión de su Alcalde», «La gestión del Alcalde era controlada por el ciudadano», «Era un ciudadano en que controlaba la gestión del Alcalde», etc.).
Los psicolingüistas, en su mayoría, adoptaron el enfoque de Chomsky y dejaron de lado el estrecho marco conductista. La gramática generativa planteaba que los hablantes de una lengua debían conocer una serie de reglas que les permitiesen producir y comprender oraciones correctamente formadas, lo cual resultaba difícil de explicar desde la posición conductista. El objetivo que se marcaron los psicolingüistas a partir de la teoría generativa fue probar si las reglas propuestas por Chomsky para la formación de oraciones son las mismas que utilizan las personas cuando producen o entienden oraciones.
En 1962 Miller demostró que los individuos tardan más tiempo en comprender oraciones que necesitan una transformación, por ejemplo las pasivas y las negativas, que las oraciones nucleares. Ello se debe, según Miller, a que para comprender una oración compleja es necesario desmontarla de sus transformaciones hasta llegar a la oración nuclear, y eso requiere tiempo. Así, la oración negativa «El alumno no hizo trampas en el examen» estaría formada por la oración nuclear « El alumno hizo trampas en el examen» y la regla de negación. En 1963, Mehler comprobaba que los individuos recuerdan mejor las oraciones nucleares que las complejas.
Desde el momento en que empezaron a utilizarse metodologías más perfeccionadas y se introdujo el componente semántico, los resultados dejaron de ajustarse a las predicciones de la gramática chomskiana. Cuando las oraciones negativas (y también las pasivas) se presentan dentro de un contexto adecuado en el que puedan cumplir su función, no son más difíciles de comprender ni de recordar que las oraciones nucleares. Las oraciones negativas tienen el papel fundamental de corregir información ya dada y también la de señalar la excepción de la norma. De esta manera, cuando un hablante emite un enunciado negativo, por ejemplo, «El concejal no prevarico hoy», es porque presupone que el oyente considera verdadero el enunciado afirmativo correspondiente: «El concejal prevarica todos los días». De hecho, cuando las oraciones negativas forman parte de un contexto adecuado en el que se utilizan para corregir información previa o para señalar la excepción de la norma, no resultan más difíciles de comprender que las afirmativas correspondientes (Green, 1970; Wason, 1965).
A finales de los años sesenta ya era ampliamente aceptada entre los investigadores la idea de que la oración debe estudiarse dentro de un contexto más amplio y de que el componente sintáctico sólo es insuficiente para explicar los procesos de comprensión y producción del lenguaje. En consecuencia, hacia los años setenta la mayoría de los psicolingüistas ya habían renunciado a esa línea de investigación chomskiana y comenzaban a incluir los componentes semánticos y pragmáticos. A partir de este intento fracasado de trabajar conjuntamente, psicólogos y lingüistas comenzaron a desarrollar sus teorías de forma autónoma. Los lingüistas se dedicaron al estudio de la competencia, centrándose principalmente en las restricciones universales de las gramáticas sin prestar atención a la actuación, y los psicólogos se dedicaron a la actuación haciendo caso omiso de la competencia.
Durante las décadas de los setenta y los ochenta, se realizaron numerosos estudios sobre el papel del contexto en la comprensión. Por otra parte, se toma también como objeto de estudio una unidad más pequeña que la oración: la palabra. La palabra aislada se convierte en el centro de atención de los psicolingüistas, especialmente el reconocimiento visual de palabras, uno de los temas más investigados de la psicolingüística e, incluso, de toda la psicología cognitiva. El desarrollo de la psicología cognitiva en los años setenta y ochenta cambió totalmente el enfoque de la psicolingüística. La psicología cognitiva consideraba la mente como un ordenador que percibe la información del exterior, o input, procesa esa información y produce un resultado o output. Los psicolingüistas, siguiendo ese enfoque, intentaron construir modelos, generalmente basándose en «cajas» y «flechas», para explicar el procesamiento del lenguaje. Como una alternativa a los modelos de cajas y flechas y de procesamiento serial, en los años ochenta surgieron, a partir de la inteligencia artificial, los modelos conexionistas. Estos modelos consideran que en nuestro léxico mental las palabras se encuentran conectadas entre sí y con las unidades subléxicas, como las sílabas o las letras, formando una especie de red. Algunas de esas conexiones son activadoras (p. ej., las letras «c» y «a» activan la palabra «casa») y otras son inhibidoras (p. ej., las letras «c» y «a» inhiben la palabra «perro»). Entre los modelos más influyentes de esos años destacan el PDP (procesamiento distribuido en paralelo) de Rumelhart y McClelland (1981) sobre el reconocimiento de palabras escritas y el TRACE de McClelland y Elman (1986) sobre el reconocimiento de palabras habladas.
Referencias
- Cuetos Vega, González Álvarez, Vega, and Vega, Manuel De. Psicología Del Lenguaje. 2ª Edición. ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana, 2020.
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