D E M O C R A T O P I A

Síndrome de Down

En 1866, John Langdon Down realizó una descripción sistemática de un tipo específico de discapacidad intelectual, a la que inicialmente se refirió utilizando términos de la época que hoy consideramos inapropiados, basándose en ciertas características físicas. Además de detallar signos distintivos como una cara ancha, ojos oblicuos, lengua prominente y nariz pequeña, Down observó otras particularidades como una notable capacidad de imitación, una voz distorsionada y desafíos en la coordinación motora. Durante mucho tiempo, se utilizó el término «mongolismo» para describir esta condición, hasta que en la década de 1960, el equipo de Jérôme Lejeune descubrió su base genética, lo que llevó a adoptar una nomenclatura menos ofensiva, «trisomía 21» o «síndrome de Down» (Martínez Pérez, 2011).

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Genética del Síndrome de Down

El Síndrome de Down es causado por una anomalía cromosómica que implica un material genético adicional en el par cromosómico 21. Existen tres formas principales de esta condición: la trisomía 21 primaria, la trisomía por translocación, y la trisomía por mosaicismo. La diversidad en la presentación del síndrome puede influir en las características físicas, así como en el desarrollo intelectual y neuropsicológico de la persona afectada.

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La trisomía 21 primaria, que representa el 90-95% de los casos y se caracteriza por una copia extra completa del cromosoma 21.
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La trisomía por translocación, donde el material genético adicional de este cromosoma se adjunta a otro cromosoma
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La trisomía por mosaicismo ocurre cuando algunas células del cuerpo tienen la copia extra del cromosoma 21 y otras no, resultando en una expresión fenotípica variable.

La presencia del síndrome de Down mosaico, que afecta aproximadamente al 1-1,5% de las personas diagnosticadas con trisomía 21, plantea particularidades únicas tanto en términos de características clínicas como en el impacto en el desarrollo intelectual. Esta variante puede llevar a una menor severidad en los rasgos típicos asociados con el síndrome de Down y, en algunos casos, a un mejor perfil neuropsicológico en comparación con las otras formas de trisomía 21.

Diagnóstico y Evaluación

El diagnóstico del Síndrome de Down, incluido el mosaicismo, se realiza mediante el análisis del cariotipo, que permite visualizar el número y la estructura de los cromosomas en las células. Este análisis se suele llevar a cabo a partir de muestras de sangre, aunque en casos de sospecha de mosaicismo, pueden ser necesarias pruebas adicionales en otros tejidos, como la piel, para obtener una evaluación más precisa de la distribución cromosómica en el cuerpo.

Impacto y Manejo. La variabilidad en la manifestación del síndrome de Down mosaico subraya la importancia de un enfoque individualizado en el manejo y apoyo de cada persona, incluidas intervenciones tempranas y adaptadas para promover el desarrollo de habilidades y la inclusión social. Los padres y cuidadores desempeñan un rol crucial en este proceso, proporcionando apoyo constante y adaptando las estrategias educativas y de desarrollo a las necesidades específicas de su hijo.

Para obtener información más detallada y específica sobre el síndrome de Down y su variante mosaico, se recomienda consultar fuentes especializadas y asociaciones dedicadas al apoyo e investigación de esta condición, como la International Mosaic Down Syndrome Association, que ofrece recursos y orientación para familias y profesionales.

El síndrome de Down representa la anomalía cromosómica más común en humanos y es un área de estudio prominente dentro de las discapacidades intelectuales. A pesar de tener una base etiológica uniforme y rasgos distintivos compartidos, existe una notable diversidad entre las personas afectadas, especialmente en términos de desarrollo neuropsicológico y capacidad intelectual. Contrario a la percepción generalizada de que la discapacidad intelectual asociada al síndrome de Down es predominantemente moderada a grave, la mayoría de los casos demuestran una variabilidad que oscila principalmente de leve a moderada, siendo los casos graves una minoría (Docente Maria Angeles Perez).

Neuropsicología y Hallazgos Neuroanatómicos

Investigaciones post mortem han revelado reducciones en el volumen de importantes regiones cerebrales como el cerebelo, el tronco cerebral, la corteza temporal, el hipocampo y la corteza frontal (Fernández-Alcaraz y Carvajal-Molina, 2014). Desde una edad temprana, estas personas muestran hallazgos neuropatológicos similares a los observados en la enfermedad de Alzheimer, incluyendo ovillos neurofibrilares y placas seniles. Con el envejecimiento, aumenta significativamente el riesgo de desarrollar demencia, lo que plantea desafíos para el diagnóstico debido a la variabilidad intraindividual en el funcionamiento cognitivo y la inadecuación de las pruebas neuropsicológicas estándar para esta población.

La neuroimagen estructural ha identificado diferencias volumétricas en el cerebro de personas con síndrome de Down, correlacionando ciertas reducciones de tamaño con déficits específicos en áreas como el lenguaje, la memoria episódica, y las funciones ejecutivas. Por ejemplo, la menor dimensión del cerebelo se asocia con dificultades motoras y en el lenguaje, mientras que la preservación de las estructuras parietales y occipitales se relaciona con un mejor desempeño en funciones visoespaciales. Las anomalías en el hipocampo impactan la memoria episódica, y la reducción en la corteza frontal y la circunvolución del cíngulo afecta la atención y las funciones ejecutivas (Carducci et al. 2013).

A nivel microscópico, se observan deficiencias en la arborización dendrítica y en la organización laminar de la corteza, una disminución de sinapsis y un retraso en la mielinización, lo que afecta la red de conexiones cerebrales. Estudios de resonancia magnética funcional (RMf) han demostrado un patrón de actividad cerebral distinto incluso en tareas en las que los individuos con síndrome de Down tienen un rendimiento comparable a sus pares de la misma edad, sugiriendo que las alteraciones en el desarrollo conforman un cerebro distinto no solo estructuralmente, sino también en su funcionamiento (Jacola et al., 2011).

Esta comprensión ampliada del síndrome de Down subraya la importancia de enfoques individualizados para el apoyo y la intervención, reconociendo la diversidad y potencial de cada persona afectada por esta condición.

Perfil del Síndrome de Down

El desarrollo temprano de niños con síndrome de Down muestra un patrón distintivo que combina tanto limitaciones como capacidades particulares. Este fenotipo incluye un retraso en el desarrollo psicomotor, donde los hitos motores se alcanzan más tarde en comparación con sus pares con desarrollo típico, influenciado por características físicas específicas del síndrome como la hipotonía muscular y la laxitud de ligamentos (Fidler, 2005; Candel, 2005).

Se observan también déficits en los sistemas de atención y alerta, con una tendencia a la distracción y una mayor sensibilidad a la interferencia ambiental. La adquisición y el desarrollo del lenguaje se ven alterados desde las primeras etapas de la vida, evidenciando dificultades en la comunicación prelingüística y en la expresión y comprensión verbal posteriormente (Alonso Hernández, 2010).

Además, se reporta una prevalencia mayor de lateralización manual mixta o izquierda, lo que podría influir en los desafíos lingüísticos característicos de este grupo. A nivel cognitivo, se destaca una mayor habilidad para procesar información visoespacial en contraposición a la auditivo verbal, junto con alteraciones en la memoria a corto y largo plazo y déficits ejecutivos que impactan en la planificación y la adaptación a nuevas situaciones (Candel,2005).

A pesar de estas dificultades, es crucial enfocar la intervención en potenciar las fortalezas y apoyar el desarrollo integral de estos niños. El uso de apoyos visuales y la inclusión en contextos escolares normalizados, junto con la colaboración activa con las familias, son esenciales para promover su autonomía e integración social. La individualización de la intervención, adaptándola a las características y necesidades de cada niño en las diversas etapas de su vida, es fundamental para facilitar su desarrollo y bienestar.

Este enfoque holístico y adaptativo, que considera tanto las limitaciones como las capacidades de los niños con síndrome de Down, subraya la importancia de crear ambientes de aprendizaje inclusivos y accesibles que permitan a cada niño alcanzar su máximo potencial.

ProcesoPerfil neuropsicológicoEstructuras afectadas
MemoriaMás preservada la memoria implícita que la declarativa.
Dificultad en la memoria episódica.
Más preservada la memoria visual que la verbal.
Déficits en la memoria de trabajo.
Dificultades en la memoria a largo plazo con material verbal.
Hipocampo
Lóbulo temporal
Lóbulo frontal
AtenciónDificultades concentración.
Mayor tendencia a la distracción.
Lóbulo frontal
Cerebelo
PercepciónDéficits en habilidades visoperceptivas.
Dificultades en la realización de tareas perceptomotoras.
Cerebelo y conexiones frontocerebelosas
Lenguaje y comunicaciónBuena capacidad de imitación.
Uso adecuado de gestos.
Buena capacidad para adquirir vocabulario.
Dificultades en morfosintaxis.
Buen desempeño en la lectura.
Mayores capacidades receptivas que expresivas.
Circuito perisilviano frontal
EmociónBuena respuesta emocional.
Puede aparecer depresión como comorbilidad.
Mejor preservación
del sistema límbico que en otros síndromes
Funciones ejecutivasFalta de iniciativa.
Dificultades en la planificación.
Problemas en el razonamiento abstracto.
Déficits en la secuenciación espacio temporal.
Inflexibilidad en el cambio de estrategias para solucionar nuevos problemas.
Corteza prefrontal
Perfil neuropsicológico del Síndrome de Down y su correlación con estructuras cerebrales. Adaptado de Lott y Dierssen (2010)

Conclusiones

El síndrome de Down, la anomalía cromosómica más común en humanos, conduce a variaciones en el desarrollo cognitivo, que generalmente oscilan de leve a moderada en términos de discapacidad intelectual. Este diagnóstico implica una serie de alteraciones tanto estructurales como funcionales en el sistema nervioso central, manifestándose en distintos aspectos del crecimiento y funcionamiento cerebral.

Los hallazgos neuropatológicos incluyen desde la microcefalia y el retraso en el desarrollo cerebral hasta la reducción del volumen en regiones específicas como los lóbulos frontales, el cerebelo, y el hipocampo. A nivel microscópico, se observa una disminución en ciertos tipos de neuronas corticales, alteraciones en la estructura de las espinas dendríticas y un número reducido de estas. Estas alteraciones subrayan la complejidad de los desafíos que enfrentan las personas con este síndrome.

En cuanto al perfil neuropsicológico, los individuos con síndrome de Down suelen presentar mayores dificultades en el procesamiento de información auditiva en comparación con las tareas que implican habilidades visoespaciales. Además, se enfrentan a desafíos en la atención, la impulsividad, el desarrollo motor y la comunicación. Los retrasos en el desarrollo motor y el control postural, así como los déficits en la comunicación, limitan su capacidad para explorar y interactuar con su entorno, lo que a su vez impacta en su aprendizaje y desarrollo social.

Para abordar estas necesidades, las intervenciones deben ser personalizadas y adaptarse a las etapas de desarrollo del niño. El uso de apoyos visuales y la participación en actividades prácticas y funcionales son estrategias efectivas para fomentar la adquisición de habilidades. La inclusión educativa en un entorno escolar normalizado es clave para promover un aprendizaje significativo y habilidades sociales, contribuyendo a una mayor autonomía e independencia.

La colaboración con la familia es fundamental en este proceso. Trabajar conjuntamente desde el inicio para adaptarse a las necesidades del niño y fomentar su integración social es esencial para su bienestar y desarrollo integral. Este enfoque colaborativo entre profesionales y familias es vital para maximizar las oportunidades de aprendizaje y participación social de los niños con síndrome de Down, ayudándolos a alcanzar su máximo potencial.

Referencias

  • Arnedo Montoro, M. (2018). Neuropsicología del desarrollo. Madrid: Médica Panamericana.

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