Una decisión es una respuesta a una situación en la que existe más de un curso posible de acción (opción o alternativa de elección). Suele basarse en las expectativas que tenemos sobre la ocurrencia de futuros acontecimientos y en la evaluación de las consecuencias de dichos acontecimientos en función de nuestras metas y valores. Imaginemos que llegamos de una jornada de trabajo agotados y nos invita un amigo a ir al cine. Ante tal situación se ha de elegir el quedarse en casa descansando o ir a ver la peli en buena compañía, pero con el riesgo de dormirnos en la misma. Los cursos de acción serían ir al cine o quedarnos en casa. Por cada una de esas opciones tenemos unas expectativas de lo que puede suceder. A la vez tenemos unas expectativas de lo que puede ocurrir: Desconocemos la probabilidad de ocurrencia de estos acontecimientos, pero podemos estimar su probabilidad y así evaluaremos sus consecuencias. En una escala de satisfacción entre 0 y 100 (ver figura 7.1).
En el diagrama en forma de árbol de decisión de la situación estamos combinando las propias expectativas con los intereses y los deseos personales. El árbol de decisión no proporciona una solución, pero sí la representación de las expectativas sobre la ocurrencia de los hechos futuros y de la evaluación de sus consecuencias. Ello permite visualizar gráficamente cuál es la alternativa que brinda una mayor satisfacción y su expectativa según nuestros criterios.
En la toma de decisiones se suelen diferenciar tres situaciones relacionadas con las expectativas:
- Aquellas en las que se conocen las probabilidades (comprar un billete de lotería).
- En las que se desconocen las probabilidades y éstas se pueden estimar (seguir votando sin conocimiento o formarse antes de ejercer el derecho al voto).
- Situaciones en las que hay certeza sobre las opciones y sólo se ha de elegir entre las mismas (Votar PODEMOS, por una educación pública de calidad o votar VOX, por una educación privada cofinanciada con dinero público). La certeza indica que no hay dudas sobre los acontecimientos futuros y la decisión se toma bajo este supuesto.
Las expectativas se definen como el grado de creencia o probabilidad de que ocurra un acontecimiento concreto. Generadas éstas, se evalúan sus consecuencias asociadas en función de criterios personales. Se considera que la decisión se toma en un contexto de riesgo cuando se conocen las probabilidades, en un contexto de incertidumbre cuando éstas se estiman y en uno de certidumbre cuando se conoce con seguridad la ocurrencia.
La teoría normativa asume que cuando decidimos, lo hacemos eligiendo aquello que tiene el máximo valor en los resultados que se esperan obtener. Unos matemáticos del XVII y XVIII (Bernoulli) consideraron estudiar la probabilidad y la toma de decisiones en los juegos de azar como pauta de comportamiento óptima. El objetivo era encontrar la forma de cuantificar el valor de una apuesta en los juegos o en decisiones bajo condiciones de riesgo. Bajo este supuesto se denominaron Modelos del valor esperado coincidiendo este valor con la esperanza matemática el juego.
El Valor esperado de una alternativa es la suma del producto de cada valor por su probabilidad de ocurrencia y la mejor elección será aquella que obtenga el máximo valor esperado.
La alternativa 1 es la mejor porque tiene un valor esperado de 900 euros frente a 404 de la 2ª. Esta cantidad es promedio ponderado de los resultados que se esperan ocurran en el futuro. Se pondera cada resultado posible con respecto a la frecuencia con que se espera. También se puede obtener a partir de estimaciones subjetivas, y es el valor esperado la representación de las creencias personales sobre la ocurrencia del posible resultado.
Según la teoría del valor esperado los sujetos buscan maximizar sus ganancias y elegirán la opción 1. No obstante, no todos se ajustan a la elección y prefieren la opción 2, en la que se gana menos, pero se gana siempre. Ello hizo que el “valor esperado” fuera sustituido por el concepto de la utilidad esperada, entendida como el grado en que las consecuencias de una opción alcanzan las metas personales en una situación determinada.
La primera objeción importante a este criterio fue en el S.XVIII y se atribuye a Nicolás Bernoulli, aunque fue su primo Daniel Bernoulli el que desarrolló y lo publicó como “Paradoja de San Petersburgo”. En la paradoja de San Petersburgo se planteaba un juego de azar entre dos jugadores de la siguiente forma. El jugador A plantea la regla del juego y el jugador B tiene que decidir cuánto dinero está dispuesto a pagar por participar en dicho juego. La regla consiste en que el jugador A lanzará una moneda hasta que caiga en el lado de la cara y el número de lanzamientos necesarios para conseguir obtener el lado de la cara determinará la cuantía del premio. Si el jugador A lanza una moneda y sale cara en la primera tirada, entonces pagará 2 ducados al jugador B y termina el juego. Si la primera cara de la moneda sale en la segunda tirada, entonces pagará 4 ducados, si sale en la tercera tirada, pagará 8 ducados y así sucesivamente. La pregunta que se plantea en la paradoja es la siguiente: ¿Cuánto pagaría el jugador B al jugador A por participar en este juego?
Según el criterio del valor esperado, el jugador B debería participar en el juego si el valor esperado es mayor que la suma exigida para entrar a jugar y rechazar la propuesta cuando ésta sea menor. Para calcular el valor esperado total del juego se suman todos los valores esperados en cada lanzamiento (1+1+1+1+1+…+…=?), dando como resultado un número infinito de “ducados”. La paradoja surge porque con un valor infinito se debería apostar cualquier cantidad de dinero. Al señor B le interesa que salga cara lo más tarde posible. Los resultados evidenciaron que generalmente no están dispuestas a apostar más de 20 monedas por participar. Pone de manifiesto que no es realista asumir que B espere poder jugar durante tiempo ilimitado para obtener número infinito de monedas a cualquier precio.
Para resolverlo, Daniel Bernoulli (1738) propuso la noción de utilidad esperada como valoración subjetiva de las posibles consecuencias monetarias del juego. Es en función de la riqueza de cada individuo y está en relación inversa a su nivel de riqueza. Ganar o perder 200 euros no es lo mismo para un rico que para un pobre, y cuánto más dinero se tenga menos se valorará dicha ganancia o pérdida. El autor también comenta de utilidad marginal decreciente al señalar que la función de utilidad es siempre creciente, pero crece cada vez más despacio. Es necesario diferenciar entre el valor esperado (cantidad objetiva) y la utilidad esperada que depende de las circunstancias subjetivas de cada uno. En la paradoja descrita los individuos están dispuestos a pagar distintas cantidades por participar en el juego según su criterio, aunque el valor esperado sea infinito. Esta distinción permite analizar la toma de decisiones bajo riesgo considerando las valoraciones subjetivas que hacemos. Daniel Bernoulli cuenta con el reconocimiento de haber sentado las bases de la moderna teoría de la decisión al lograr demostrar que el valor del dinero no es el mismo para todos y que las personas lo valoran en proporción a la utilidad que pueden obtener de él.
Referencias
- RESUMEN M. GORETTI GONZÁLEZ
- GONZÁLEZ LABRA, M., SÁNCHEZ BALMASEDA, P., & ORENES CASANOVA, I. (2019). PSICOLOGÍA DEL PENSAMIENTO. MADRID: SANZ Y TORRES.