Trastorno dismórfico-corporal (TDC)

Ejemplo caso clínico

Paciente XY es un hombre de 28 años que acude a la consulta psicológica con una gran preocupación por su apariencia física. Ha estado obsesionado con su apariencia desde la adolescencia, pero en los últimos años ha notado un aumento significativo en su nivel de preocupación. Ha dedicado muchas horas al día a mirarse en el espejo, a menudo viéndose durante horas y tomando fotografías de su cara desde diferentes ángulos. Tiene una gran preocupación por su nariz, que cree que es demasiado grande y desproporcionada para su rostro. También se preocupa por su piel y su cabello, y ha tratado de corregir estas preocupaciones con diferentes productos y tratamientos médicos, pero nada parece funcionar.

XY evita salir en público en situaciones en las que cree que su apariencia puede ser evaluada, como en eventos sociales o en su lugar de trabajo. Ha perdido amistades y ha sido despedido de trabajos debido a su falta de confianza y aislamiento social. Además, ha perdido interés en otras áreas importantes de su vida, como su carrera y sus relaciones interpersonales, debido a su gran preocupación por su apariencia.

Después de una evaluación cuidadosa, se le diagnostica a XY un trastorno dismórfico corporal. Se le ofrece terapia cognitivo-conductual para abordar sus pensamientos obsesivos y compulsiones relacionadas con su apariencia, así como para trabajar en su autoestima y habilidades sociales. También se le prescribe medicamentos para reducir sus niveles de ansiedad y mejorar su estado de ánimo. Con el tiempo, XY comienza a mejorar, mostrando una mayor confianza en sí mismo y una disminución en sus comportamientos obsesivos.

Caracterización clínica
CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO DEL TDC SEGÚN EL DSM-5 (APA, 2013)CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO DEL TDC SEGÚN LA CIE-11 (OMS 2019)
Criterio A. Preocupación por uno o más defectos o imperfecciones percibidas en el aspecto físico que no son observables o parecen sin importancia a otras personas.Criterio 1. Preocupación per uno o más defectos o imperfecciones percibidos en el aspecto físico que no son observables o son muy sutiles para otras personas.
Criterio B. En algún momento durante el curso del trastorno, el sujeto ha realizado comportamientos (p. ej., mirarse en el espejo, asearse en exceso, rascarse la piel, querer asegurarse de las cosas) o actos mentales (p. ej., comparar su aspecto con el de otros) repetitivos como respuesta a la preocupación por el aspecto.Criterio 2. Excesiva autoconsciencia acerca del defecto/s o imperfección/es percibidos, incluyendo a menudo ideas autoreferentes (p.e, la convicción de que la gente se da cuenta, juzga, o habla sobre ellos).
Criterio C. La preocupación causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.Criterio 3. La preocupación se acompaño por alguno de los siguientes aspectos:

✅ Comportamientos repetitivos y excesivos, como examinar la apariencia o la gravedad de los defecto/s o imperfección/es (p. ej. comprobándolo en superficies reflectantes), o comparándose con otros.
✅ Intentos excesivos de camuflar o alterar el defecto percibido (p. ej, mediante formas específicas y muy elaboradas de vestirse, o someterse a intervenciones cosméticas o quirúrgicas dañinas).
✅Evitación importante de situaciones sociales o de otro tipo, o de estímulos, que puedan aumentar el malestar por el defecto percibido (p. ej, superficies reflectantes, vestuarios, piscinas).
Criterio D. La preocupación por el aspecto no se explica mejor por la inquietud acerca del tejido adiposo o el peso corporal en un sujeto cuyos síntomas cumplen los criterios diagnósticos de un trastorno de la conducta alimentaria.Criterio 4. Los síntomas no son una manifestación de otra condición médico y no se deben a los efectos de una sustancia o un medicamento sobre el sistema nervioso central, incluyendo los debidos a la abstinencia.
Especificar si:

Con dismorfia muscular: Al sujeto le preocupa la idea de que su estructura corporal es demasiado pequeña o poco musculosa. Este especificador se utiliza incluso si el sujeto está preocupado por otras zonas corporales, lo que sucede con frecuencia.
Especificaciones:

Con Insight entre aceptable y bueno. La mayor parte del tiempo el individuo puede considerar la posibilidad de que las creencias específicas del trastorno pueden no ser ciertas y está dispuesto a aceptar una explicación alternativa de sus experiencias. Este especificador es aplicable incluso cuando, en circunstancias específicas el individuo no muestra insight (p. ej. cuando está muy ansioso)
Con Insight escaso o ausente. Durante la mayor parte del tiempo el individuo está convencido de que las creencias específicas del trastorno son ciertas y no es capaz de aceptar una explicación alternativa de su experiencia. La falta de insight no cambia significativamente en función del nivel de ansiedad.
Especificar si:

Indicar el grado de introspección sobre las creencias del trastorno dismórfico corporal (p. ej., «Estoy feo/a» o «Estoy deforme»).
Con introspección buena o aceptable: El sujeto reconoce que las creencias del trastorno dismórfico corporal son claramente o probablemente no ciertas o que pueden ser ciertas o no.
Con poca introspección: El sujeto piensa que las creencias del trastorno dismórfico corporal son probablemente ciertas.
Con ausencia de introspección/con creencias delirantes: El sujeto está completamente convencido de que las creencias del trastorno dismórfico corporal son ciertas.
Criterios diagnósticos para el trastorno dismórfico corporal (TDC).


La característica principal del TDC es una preocupación excesiva por un defecto físico o imperfección que es percibido como inexistente o apenas perceptible por otras personas (APA, 2013). Esta preocupación genera mucho malestar y sufrimiento, ya que la persona está convencida de que alguna parte de su aspecto, o todo él, es horrible o incluso deforme. Junto a este elemento central de naturaleza cognitiva, el TDC se caracteriza por una serie de comportamientos consecuentes con el contenido de la preocupación fundamental. A continuación, analicemos las características fundamentales de ambos elementos.

Los preocupaciones
Phillips et al. (2014). Un aspecto importante relacionado con las preocupaciones es la convicción que mantiene la persona sobre el detecto físico o la apariencia, pues es muy variable hasta el punto de que puede alcanzar en ocasiones niveles delirante.

La preocupación dismórfica es insidiosa y repetitiva, lo que la hace difícil de resistir y controlar. Produce un malestar emocional intenso y a menudo consume una buena cantidad de tiempo cada día, lo que interfiere significativamente en el funcionamiento normal de la persona. Las partes del cuerpo más comunes sobre las que se centra la preocupación son la cara (especialmente la nariz, el pelo, la piel y los ojos), los genitales, el abdomen, los senos, las extremidades o las manos. La preocupación también puede centrarse en características como el tamaño, la forma, la coloración o la simetría, o en otros tipos de imperfecciones como acné, cicatrices, arrugas o marcas vasculares. Algunas personas se sienten preocupadas por una sensación de fealdad en general, de desproporción, de ser demasiado femenino o masculino, o de que «algo en mi cuerpo no está del todo bien» o «no está como debería», en lugar de centrarse en una característica específica. En general, la persona suele tener más de una preocupación al mismo tiempo y los defectos físicos percibidos tienden a variar con el tiempo.

Es importante destacar que la convicción que mantiene la persona sobre el defecto físico o la apariencia es muy variable y en ocasiones puede alcanzar niveles delirantes. El bajo nivel de insight, es decir, la falta de conciencia de que la preocupación es excesiva o infundada, está asociado a un alto grado de convicción en la presencia de ideas de referencia centradas en el defecto, que son comunes en este trastorno. Ejemplos de estas ideas son «Las personas se dan cuenta de mi defecto» o «Me miran por la calle porque soy horrendo». De hecho, un bajo nivel de insight se asocia a un peor funcionamiento social y a una mayor gravedad de los síntomas.

Los comportamientos
Phillips y Díaz (1997). Encontraron que el 90% de las personas con TDC comparan el área, parte o atributo considerado como defectuoso con el de otras personas, tendiendo a fijarse en la misma característica del defecto en una persona del mismo sexo y edad similar.
Phillips et al (2001). En varios estudios se ha encontrado que entre el 48 y el 72% de personas con TDC se habían sometido a cirugía estética o a un tratamiento dermatológico.

El segundo síntoma fundamental del TDC se refiere a los comportamientos que las personas con este trastorno presentan en respuesta a sus preocupaciones. Estos comportamientos suelen ser excesivos, repetitivos y difíciles de controlar, y se realizan en forma de ritual con el objetivo de modificar, evitar o desviar la atención del defecto, o comprobar el estado de la apariencia física. Los comportamientos pueden ser tanto manifiestos como encubiertos, y consumen mucho tiempo y esfuerzo. Entre los comportamientos más frecuentes se encuentran:

  • Compararse con otras personas.
  • Hacer ejercicio físico excesivo y/o localizado.
  • Examinar la apariencia en espejos y superficies reflectantes.
  • Someterse a intervenciones estéticas y dermatológicas.
  • Ocultar el defecto.
  • Rascarse o pellizcarse la piel.
  • Evitar situaciones sociales o públicas como estrategia para controlar sus preocupaciones.

Actualmente, no está claro cuál es el criterio para considerar finalizados los comportamientos relacionados con el TDC. Se ha propuesto que, al igual que en el caso de las compulsiones, especialmente en el lavado de manos (Wahl et al., 2008), las personas con TDC buscan alcanzar un estado emocional interno de tranquilidad. Muchos pacientes indican que realizan estas conductas hasta «sentirse bien» o «cómodos», es decir, hasta lograr un estado interno de bienestar. Sin embargo, Veale y Riley (2001) proponen que las personas dejan de realizarlas por razones externas, tales como malestar, rabia, frustración o falta de tiempo debido a compromisos, ya que son incapaces de alcanzar ese estado interno de tranquilidad.

Variantes del TDC

En el DSM-5 se han incluido dos subtipos del TDC que se diferencian por el objeto específico de preocupación. El primero es la dismorfia muscular, en la cual la persona está excesivamente preocupada por tener un cuerpo insuficientemente esbelto y musculado. Este subtipo suele coexistir con preocupaciones por otros defectos físicos. El segundo subtipo es el denominado «por poder» o «por proximidad», en el cual la persona está preocupada por defectos percibidos en otra persona cercana (pareja, familiar o amigo íntimo) que, sin embargo, posee un aspecto normal.

En el segundo apartado del capítulo, ya señalamos que la OMS incluye en su versión actual de la CTE el síndrome de referencia olfativo, el cual se caracteriza por la misma sintomatología que el TDC, con la única diferencia de que la preocupación se centra en el olor corporal. En realidad, se trata de una forma particular de presentación del TDC con raíces culturales, denominada en japonés jikoshu-kyofu, que se experimenta en Japón y otros países del entorno. Otras dos variantes culturales del TDC mencionadas en el DSM-5 como síndromes dependientes de la cultura son el llamado Koro en malayo-indonesio y suoyang en chino, y el taijin kyofusho. El primero hace referencia al miedo o creencia de que el pene o los labios vaginales, pezones o senos (en el caso de la mujer) se encogerán o se retraerán y desaparecerán en el propio cuerpo. El otro síndrome, denominado «miedo a las relaciones interpersonales» en japonés, se caracteriza por la presencia de ansiedad y evitación de situaciones interpersonales debido a la creencia de que el propio aspecto físico o comportamiento puede ofender o ser inadecuado ante los demás. Algunos expertos consideran que este último síndrome es más una forma de presentación cultural de la ansiedad social.

El grado de insight: un elemento esencial
Veale et al (1996). Si los datos se examinen desde el punto de vista de la satisfacción del paciente con el tratamiento estético o quirúrgico recibido, lo perspectiva es muy similar: en torno al 80% de los pacientes informan no estar satisfechos con el tratamiento recibido.
Aouizerate et al. (2003). En el primer estudio europeo sobre la prevalencia del TDC entre personas que acuden a cirugía plástico-cosmética, constataron que el 9% cumplía criterios diagnósticos del trastorno. La edad media era de 35 años, y las preocupaciones más comunes se centraban en la piel (41,7%), la nariz (33,4-%), los pechos (25%), y las piernas o las rodillas (25%). Además, presentaban comorbilidad con depresión mayor (33,4%), agorafobia (33,4 %), ansiedad sacial (25%) y ansiedad generalizada (25%). La prevalencia de personas con TDC entre quienes acuden a consultas dermatológicas es, asimismo, muy elevada.

La comprensión del insight es esencial para comprender la naturaleza del TDC. Aunque algunos pacientes pueden llegar a comprender que su preocupación es excesiva porque su aspecto físico es normal e incluso atractivo, en realidad, son la minoría. La mayoría mantiene ideas sobrevaloradas sobre lo que significa una apariencia física adecuada y cualquier defecto o imperfección física se considera intolerable. En algunos casos, pueden experimentar ideas de referencia delirante, donde creen que los demás los miran y critican. En el extremo más patológico, algunos pacientes pueden experimentar ideación delirante, convencidos de que sus defectos son monstruosos. En un estudio (Phillips, 2004) con 129 pacientes, el 84% fueron clasificados como delirantes o con insight pobre o nulo con respecto a su creencia más importante sobre su defecto físico.

La creencia en la «realidad inapelable» de los defectos físicos como auténticos y no producto de la imaginación o la excesiva preocupación, lleva a muchos pacientes a buscar soluciones médicas para sus preocupaciones, ya sean dermatológicas, quirúrgicas, cosméticas o dentales. Sin embargo, muchos de estos tratamientos no mejoran los síntomas y ofrecen una baja tasa de satisfacción al paciente. Además, los profesionales que realizan estos tratamientos deben replantearse su utilidad en pacientes con trastornos dismórficos corporales, ya que los tratamientos no psicoterapéuticos están condenados al fracaso y pueden incluso generar amenazas legales o físicas. Por lo tanto, es necesario tener en cuenta el aspecto ético al aplicar dichos tratamientos en pacientes con TDC o con sospecha razonable de síntomas del trastorno.

♀️Epidemiología

La TDC es más común de lo que se podría esperar, a pesar de las dificultades para su detección y diagnóstico. Los estudios realizados en poblaciones no diagnosticadas ni tratadas indican tasas que oscilan entre el 1,7% y el 2,4%, y que aumentan hasta un 13% en estudiantes universitarios. Estas cifras indican una incidencia mucho mayor que la de otros trastornos frecuentes en la adolescencia o principios de la vida adulta, como la esquizofrenia o la anorexia nerviosa.

En lo que respecta a la prevalencia en contextos clínicos, los estudios han indicado tasas entre el 9% y el 12% en personas que acuden a especialistas en dermatología, y entre el 3% y el 53% en personas que acuden a cirugía estética. Entre los pacientes psiquiátricos ingresados por otros trastornos mentales, las cifras oscilan entre el 13% y el 16%. Sin embargo, estas cifras pueden ser aún mayores, ya que los pacientes suelen ocultar sus síntomas, como se mencionó anteriormente. Varios estudios realizados con pacientes psiquiátricos adultos cuyos historiales clínicos no indicaban un diagnóstico de TDC ni sospechas de síntomas del trastorno, revelaron que más del 13% de ellos cumplían los criterios diagnósticos para la TDC.

En cuanto a las diferencias de prevalencia según el género, aunque los datos no son concluyentes, el estudio más reciente publicado hasta la fecha reveló diferencias de género en las distintas muestras estudiadas: comunidad, estudiantes, pacientes ambulatorios, pacientes hospitalizados y entornos cosméticos. En todas ellas se encontró una mayor prevalencia de mujeres, excepto en los entornos cosméticos, donde se observó una mayor tasa de hombres.

FUENTEPREVALENCIAPREVALENCIA VARONESPREVALENCIA MUJERES
Koran, et al. (2008)
Población general no diagnosticada
1,7-2,4%
Giraldo-O’Meara y Belloch (2019)
Población universitaria no diagnosticada
13%
Aouizerate et al. (2003)
Población que acude
a especialistas en dermatología
9-12%
Aouizerate et al. (2003)
Población que acude
a cirugía estética
3-53%
Grant et al (2005)
pacientes psiquiátricos adultos en cuyas historias clínicas no constaba diagnóstico alguno de TDC
más del 13%
Conroy et al (2008)
Población clínica ingresados por otros trastornos mentale
13-16 %
*DSM-5 (APA 2013)
Población adulta EEUU
2,4%2,2%2,5%
*DSM-5 (APA 2013)
Población adulta Fuera EEUU

(Alemania)
1,7-1,8%
*no es materia de examen
Curso evolutivo y complicaciones asociadas
Veale et al (1996). Situaron en 15 el número de años que pasan desde los primeros síntomas clínicamente significativos hasta que el TDC es diagnosticado.
Bjornsson et al (2013). Se han descrito casos de inicio tan temprano como los cinco años y tan tardíos como los 80 (Bjornsson et al, 2013).
Weingarden y Renshaw (2015). La vergüenza facilita el retraimiento y aislamiento sociales y está asociada a un bajo estado de ánimo, confinamiento, y riesgo suicida.

Se han descrito casos de inicio del trastorno dismórfico corporal desde los cinco años hasta los 80. Sin embargo, la edad de inicio típica suele ser alrededor de los 16 años, aunque pueden aparecer síntomas claros a los 12 o 13 años. Además, debido a las propias características del trastorno, tiende a cronificarse, y actualmente, la probabilidad de remisión total es muy baja (alrededor del 20% de los casos tratados), y las tasas de recaída son muy altas (alrededor del 2% de los casos tratados con éxito).

El trastorno dismórfico corporal a menudo permanece sin diagnosticar durante muchos años: Veale et al. (1996) estimaron que pasan unos 15 años desde los primeros síntomas clínicamente significativos hasta que se diagnostica el TDC, y sin un tratamiento adecuado, el trastorno tiende a cronificarse. Uno de los aspectos más influyentes en la cronificación del TDC es que los afectados suelen ocultar sus síntomas a familiares, amigos e incluso a los profesionales sanitarios que buscan ayuda para otros síntomas comórbidos como la ansiedad o el bajo estado de ánimo, pero no para los síntomas dismórficos. Una de las razones de esta ocultación es la vergüenza que muchos pacientes experimentan debido a preocupaciones que reconocen como superficiales o vanas y por los comportamientos que realizan en respuesta a estas preocupaciones. La vergüenza facilita el aislamiento social y está asociada a un bajo estado de ánimo, confinamiento y riesgo de suicidio.

El TDC también está asociado con un pobre funcionamiento social, una mala calidad de vida y aproximadamente el 50% de las personas con TDC están desempleadas debido al trastorno (Didie et al., 2006, 2008, 2012). Sin embargo, una de las complicaciones más graves asociadas al trastorno es el elevadísimo riesgo de suicidio (Shaw et al., 2016; Snorrason et al., 2019), que es alrededor de 45 veces mayor que el que se encuentra en la población general. Un estudio prospectivo de cuatro años constató que hasta el 57,8% de los pacientes informaron de ideación suicida, entre el 23 y el 30% había llevado a cabo un intento suicida, y un número desafortunadamente menor (0,3%) había consumado el suicidio (Phillips et al., 2005). En consecuencia, una de las complicaciones más graves asociadas al TDC es el alto riesgo de suicidio, lo que es especialmente preocupante porque, aunque el trastorno es relativamente común y se ha descrito desde hace siglos, sigue siendo infradiagnosticado y silencioso (Fang y Wilhelm, 2015).

Comorbilidad y diagnóstico diferencial

Las preocupaciones por la apariencia y el aspecto físico son muy comunes en todas las culturas, especialmente durante la adolescencia. Para diferenciar entre una preocupación normal y la presencia de un trastorno dismórfico corporal (TDC), es crucial considerar elementos clave como el grado de preocupación, la frecuencia de comportamientos destinados a atenuar el malestar y el nivel de interferencia en las actividades cotidianas y el desarrollo personal. Además, la persona debe mantener una fuerte convicción en la importancia y gravedad del o los defectos físicos que le preocupan. Es importante señalar que, aunque las preocupaciones dismórficas leves son comunes, el TDC suele coexistir con otros trastornos mentales, lo que complica los síntomas y su tratamiento.

TDC y trastornos de la personalidad.

La presencia de trastornos de la personalidad en personas con trastorno dismórfico corporal (TDC) es común según algunos estudios, llegando a un 50% de los casos. Los trastornos de ansiedad como el evitativo, dependiente y obsesivo compulsivo son los más frecuentes. Debido a la alta comorbilidad de los trastornos de la personalidad con otros trastornos mentales, es probable que una persona con TDC presente algún trastorno de la personalidad o rasgos disfuncionales. Por ello, es importante realizar una evaluación amplia de los rasgos disfuncionales de la personalidad ante la presencia de un TDC.

TDC y trastornos por consumo de sustancias.

Existe una alta comorbilidad entre los trastornos dismórficos corporales (TDC) y los trastornos por consumo de sustancias, que oscila entre el 30% y el 48% (Phillips et al., 2005). El alcohol es la sustancia más utilizada, probablemente como estrategia para reducir el malestar generado por la insatisfacción con el aspecto físico (Kelly et al., 2016).

En cuanto a los trastornos alimentarios (TA) y de la ingestión de alimentos, la prevalencia de los TA entre las personas con TDC es relativamente alta, entre el 10% y el 32,5% (Ruffalo et al., 2006). Ambos trastornos, especialmente la anorexia nerviosa, comparten varias características que plantean problemas para el diagnóstico diferencial, ya que ambos se caracterizan por la insatisfacción con la imagen corporal y las distorsiones asociadas a la misma. Además, la apariencia física tiene un papel central en la evaluación de la autoestima (Hartmann et al., 2015).

No obstante, existen diferencias entre ambos trastornos, especialmente cuando la preocupación del TDC no está relacionada con el peso o la figura (Didie et al., 2010; Veale y Neziroglu, 2010). Entre otras, estas diferencias se refieren al objeto de preocupación (Hrabosky et al., 2009), la proporción de hombres y mujeres (mayor número de mujeres en los TA) y la respuesta al tratamiento (Hartmann et al., 2013). Por ejemplo, en el subtipo de dismorfofia muscular, las alteraciones alimentarias, como el exceso de consumo de proteínas o el exceso de ejercicio, están motivadas por el deseo de adquirir masa muscular y no por el de disminuir el peso.

TDC y trastornos depresivos.

Se ha demostrado que la depresión mayor es el trastorno comórbido más frecuente en personas con trastornos dismórficos corporales (TDC), con una prevalencia vital que oscila entre el 36% y el 69%. Por lo general, la depresión suele aparecer después del inicio del TDC y suele ser el motivo de consulta principal de las personas con este trastorno, junto con síntomas de ansiedad. Aunque en ocasiones las personas con depresión mayor pueden experimentar preocupaciones por defectos en su apariencia, congruentes con su baja autoestima, normalmente no se asocian con comportamientos dirigidos a atenuar el defecto percibido, o lo hacen en un grado variable e inconsistente. Estas preocupaciones suelen desaparecer o disminuir cuando remite la depresión.

TOC y trastorno de ansiedad social.

La ansiedad social se presenta en una proporción significativa de personas con TDC, con tasas de prevalencia que varían ampliamente. Varios estudios han encontrado que entre el 12% y el 68% de las personas con TDC también tienen un diagnóstico de ansiedad social (Coles et al., 2006; Fang & Hofmann, 2010). Estos trastornos comparten características como el miedo a la evaluación negativa, la evitación de interacciones sociales y altos niveles de vergüenza. Sin embargo, se diferencian en el objeto de preocupación. En la ansiedad social, el enfoque está en el comportamiento ante los demás y las manifestaciones visibles de ansiedad, mientras que en el TDC se enfoca en los defectos de su apariencia. A pesar de estas diferencias, el doble diagnóstico es frecuente debido a la presencia de comportamientos similares, especialmente la evitación social.

TDC y trastornos del espectro O-C

La comorbilidad entre el TOC y el TDC puede oscilar entre el 6% y el 38% (Frare et al., 2004). El TDC se ha incluido en el espectro de trastornos obsesivo-compulsivos debido a las similitudes evidentes entre ambos trastornos. A pesar de esto, hay diferencias importantes en cuanto al contenido de las obsesiones y preocupaciones, así como en el tipo de comportamientos repetitivos. Además, las personas con TDC suelen presentar peor conciencia de su trastorno, mayores tasas de suicidio y mayor comorbilidad con depresión que las personas con TOC (Phillips et al, 2007).

TDC y trastornos del espectro de las psicosis.

Como se ha mencionado previamente, en personas con TDC el nivel de insight puede ser bajo o incluso inexistente en casos extremos. Algunas personas realmente creen que tienen uno o varios defectos físicos importantes y su vida gira en torno a esta creencia, llegando a tener un grado de convicción similar al de una persona con delirios. Sin embargo, la ausencia de otros síntomas sugestivos de un trastorno psicótico primario, como alucinaciones, delirios no relacionados con defectos, trastornos del pensamiento o síntomas negativos, junto con la presencia de las demás características clínicas del TDC, indican que la persona sufre de este trastorno y no de otro de naturaleza psicótica.

TDC y ansiedad generalizada.

La ansiedad generalizada se caracteriza por una preocupación constante acerca de diversos eventos de la vida cotidiana que podrían suceder en el futuro. En contraste, la preocupación en el trastorno dismórfico corporal se centra exclusivamente en defectos percibidos en el aspecto físico actual, pasado o futuro, y en cómo estos pueden afectar la vida diaria, como en las relaciones sociales y laborales. Además, los comportamientos asociados con el trastorno dismórfico corporal no se observan en la ansiedad generalizada.

TDC y disforia o discordancia de género

La disforia de género se caracteriza por la insatisfacción y el malestar que resultan de la incongruencia entre el sexo biológico y el género con el que se identifica la persona. Este deseo de modificar las características sexuales primarias y secundarias para ajustarlas a la identidad de género se presenta tanto en la infancia como en la adolescencia o en la vida adulta. Es importante señalar que esta incongruencia no es delirante y se centra exclusivamente en la experiencia subjetiva de sentir una marcada incongruencia entre el género sentido y el sexo biológico.

Etiología

La mayoría de los estudios sobre la psicopatología del TDC se han enfocado en los aspectos cognitivos, mientras que la investigación en los aspectos emocionales ha sido limitada. El modelo cognitivo-conductual del TDC sostiene que ciertos sesgos cognitivos relacionados con la apariencia física pueden estar en la base del trastorno, ya sea en su origen o en su mantenimiento. Sin embargo, como ocurre con otros trastornos mentales, se cree que el TDC tiene un origen multifactorial que involucra factores biológicos, psicológicos y socioculturales. A continuación, se resumen los factores con evidencia empírica.

Factores neurobiológicos

Las teorías biológicas sobre el desarrollo del TDC sugieren que su origen podría estar relacionado tanto con la desregulación de la serotonina como con alteraciones neurológicas. Desde el ámbito de la biología, se ha puesto especial atención en la posible desregulación del sistema y los receptores serotoninérgicos como causa del TDC (Grant y Phillips, 2005). Sin embargo, existe un debate en torno a esta teoría, ya que los síntomas exacerbados tras la reducción del triptófano (un aminoácido precursor de la serotonina) no son específicos del TDC, y la desregulación del sistema serotoninérgico podría ser una consecuencia, en lugar de la causa, de la respuesta inhibitoria del cerebro en los circuitos frontoestriados, cuya función es reducir la ansiedad.

Alteraciones en los procesos cognitivos y emocionales (procesamiento de la información)

Se han llevado a cabo estudios para analizar los mecanismos cognitivos relacionados con el TDC y se han encontrado diferentes sesgos en la percepción, interpretación y memoria de estímulos visuales en personas con este trastorno. Por ejemplo, se ha observado que tienen una mayor tendencia a centrarse en los detalles, presentan dificultades en el procesamiento de caras y prestan atención selectiva a los defectos o imperfecciones, tanto en sí mismos como en otras personas. También se han detectado déficits en el procesamiento emocional, relacionados con una predisposición a interpretar de forma negativa las expresiones faciales neutras. Estos hallazgos sugieren que existen ciertos sesgos cognitivos asociados al TDC. (Referencias: Johnson et al, 2018; Deckersbach et al, 2000; Feusner et al, 2011; Yaryura-Tobias et al, 2002; Greenberg et al, 2019; Buhlmann et al, 2006).

Factores de riesgo

Hay dos factores destacados en la aparición del Trastorno Disfórico Corporal (TDC). En primer lugar, se encuentran las experiencias tempranas negativas. Según algunos estudios, muchas personas con TDC reportan haber experimentado burlas o acoso por aspectos de su apariencia, o por los cambios físicos típicos de la adolescencia. En segundo lugar, están los factores socioculturales, especialmente relevantes en este trastorno debido a la preocupación por la apariencia física y la presión social en relación a la imagen corporal. Los estándares irreales de belleza presentes en los medios podrían fortalecer las creencias sobrevaloradas sobre el atractivo físico y la importancia de ser físicamente atractivo, que son características del TDC. (Referencias: Osman et al., 2001; Buhlmann et al., 2007).

Modelos y teorías cognitivo-conductuales generales
David Veale (2001, 2001). Se centró en el rol de las imágenes, los sesgos atencionales y en procesos cognitivos como la rumiación.
Sabine Wilhelm (2006). Esta autora ha elaborado un modelo explicativo general sobre el TDC que guarda muchas semejanzas con el actual modelo cognitivo del TOC
Neziroglu et al, (2004, 2008). Su propuesta de aprendizaje social hace hincapié en el condicionamiento clásico y operante, así como en el papel que tienen los marcos relacionales en el desarrollo de las creencias relacionadas con el TDC.

Se han propuesto diversas teorías y modelos desde la perspectiva cognitivo-conductual para explicar el trastorno dismórfico corporal (TDC), los cuales comparten la idea de que los patrones desadaptativos o disfuncionales de pensamiento, creencias y comportamientos, influyen en las emociones y comportamientos. Se han mencionado factores de riesgo biológicos, psicológicos y sociales. Cada modelo enfatiza diferentes aspectos, como la sensibilidad estética, el aprendizaje social, el condicionamiento operante o aspectos neurobiológicos. Los tres modelos más influyentes en el estudio actual del TDC son: el modelo de aprendizaje social de Fugen Neziroglu et al., que se centra en el condicionamiento clásico y operante, el papel de los marcos relacionales y el aprendizaje social; la propuesta de David Veale, que destaca el papel de las imágenes, los sesgos atencionales y los procesos cognitivos como la rumiación, y el concepto del «yo» como objeto estético; y, por último, el modelo explicativo del Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) propuesto por Sabine Wilhelm en 2006 que incluye elementos de los dos modelos anteriores y se enfoca en la modificación de los patrones de pensamiento, creencias y comportamientos para mejorar los síntomas dismórficos. Sabine Wilhelm plantea que las personas con TDC reaccionan de manera disfuncional a los pensamientos negativos sobre su apariencia, lo que provoca sesgos como la atención selectiva a dos defectos físicos, separándolos de la totalidad de la apariencia. Estos sesgos activan un estado emocional negativo que la persona intenta regular mediante comportamientos compensatorios, como la comprobación, ocultación y/o camuflaje del/os defectos o la evitación de situaciones sociales y/o de personas que puedan activar un estado emocional negativo. Este modelo se sustenta en datos procedentes de diversas investigaciones sobre la presencia de sesgos atencionales, perceptivos e interpretativos. Sin embargo, es importante obtener más datos que avalen los supuestos iniciales y las consecuencias funcionales en personas con TDC y en diferentes contextos sociales y/o culturales. Los resultados obtenidos en estudios realizados avalan, en conjunto, los supuestos enunciados y demuestran que las intrusiones y preocupaciones sobre defectos más molestas y frecuentes se asocian funcionalmente con estados emocionales negativos, creencias disfuncionales sobre la importancia del aspecto físico y con estrategias de neutralización y control social.

modelo c c TDC
Modelo cognitivo-conductual del trastorno dismórfico corporal de Fang y Wilhelm 2015.
Referencias
  • Belloch, Sandín, Ramos Campos, and Sandín, Bonifacio. Manual De Psicopatología. 3ª edición. Madrid [etc.]: McGraw-Hill Interamericana De España, 2020. Print.
  • ChatGPT

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