D E M O C R A T O P I A

Trastorno explosivo intermitente

Diagnóstico y características clínicas

El Trastorno Explosivo Intermitente es un trastorno de conducta caracterizado por episodios de explosividad verbal y/o física que son desproporcionados en relación a la situación provocadora y que resultan en daño o destrucción de objetos o agresiones físicas hacia otras personas o animales. Aquí te presento un ejemplo de caso clínico que puede ayudarte a entender mejor este trastorno:

Juan es un hombre de 35 años, casado y con dos hijos. Desde que era adolescente, ha tenido problemas de conducta, incluyendo episodios de violencia verbal y física. A pesar de ello, ha logrado mantener un trabajo estable y tiene un buen grupo de amigos. Sin embargo, su esposa ha notado que en los últimos meses ha estado cada vez más irritable y explosivo, reaccionando con violencia ante situaciones que antes no le afectaban tanto.

Un día, Juan y su esposa discutieron porque ella había olvidado hacer una compra que él le había pedido. Juan empezó a gritarle y a insultarla, y luego tomó un objeto cercano y lo arrojó hacia ella, golpeándola en el brazo. Los hijos de la pareja estaban presentes y quedaron aterrorizados ante la situación.

Después de este incidente, Juan decidió buscar ayuda y acudió a un psicólogo. Durante las sesiones, el psicólogo descubrió que Juan había sufrido abuso emocional y físico por parte de su padre cuando era niño, lo que había contribuido a su comportamiento agresivo. Trabajaron juntos para ayudarlo a manejar su ira y mejorar sus habilidades de comunicación, y también exploraron maneras de reparar su relación con su esposa e hijos. Con el tiempo, Juan fue capaz de controlar mejor sus impulsos violentos y su calidad de vida mejoró significativamente.

Criterios para el diagnóstico del Trastorno explosivo intermitente según la CIE-11 (OMS, 2018)
El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por episodios breves y repetidos de agresión verbal o física o destrucción de bienes que representan una falla en el control de los impulsos agresivos, con la intensidad de la explosión en el grado de agresividad totalmente desproporcionados a la provocación o la precipitación de estresores psicosociales. Los síntomas no se explican mejor por otro trastorno mental, del comportamiento o del neurodesarrollo y no forman parte de un patrón de enojo e irritabilidad crónicos (p. ej., en el trastorno de oposición desafiante). El patrón de comportamiento es lo suficientemente grave como para causar un deterioro significativo a nivel personal, familiar, social, educativo, ocupacional o en otras áreas importantes de funcionamiento.

Exclusión:
Trastorno desafiante y oposicionista (6C90).

La principal característica de este trastorno es la falta de control de la agresividad y los arrebatos de ira. Tanto la agresividad verbal como física no es premeditada, sino que surge como un impulso que no tiene otro objetivo que satisfacerse a sí mismo (Rigai-Cererols y Talara-Caparrós, 2015). Los arrebatos pueden afectar a la propiedad, a los animales o a otros individuos, pero a diferencia del trastorno de conducta, no suelen producir daños o destrucción en la propiedad ni causar lesiones en los animales o en otros individuos. La respuesta no suele ser proporcional al estímulo desencadenante y su desarrollo es breve, alrededor de 30 minutos, lo que se conoce como arrebatos o ataques. Estos se presentan de manera espontánea ante estímulos que normalmente no producirían la reacción que ahora sí producen, incluso a veces sin estímulo alguno (Zapata y Palacios, 2016). La CIE-11 establece que los episodios impulsivos son breves y explosivos, es decir, que la respuesta es mayor en intensidad y activación ante el estímulo presentado. Además, no deben ser consecuencia de un patrón de enojo e irritabilidad crónicos, ya que en ese caso se trataría de un trastorno desafiante y oposicionista (6C90). Los episodios deben ser repetidos, pero no se establece un criterio temporal.

Criterios para el diagnóstico del Trastorno explosivo intermitente según el DSM-5 (APA, 2013)
CRITERIO A. Arrebatos recurrentes en el comportamiento que reflejan una falta de control de los impulsos de agresividad, manifestada por una de las siguientes:

✅Agresión verbal (p. ej., berrinches, diatribas, disputas verbales o peleas) o agresión física contra la propiedad, los animales u otros individuos, en promedio dos veces por semana, durante un período de tres meses. La agresión física no provoca daños ni destrucción de la propiedad, ni provoca lesiones físicas a los animales ni a otros individuos.
Tres arrebatos en el comportamiento que provoquen daños o destrucción de la propiedad o agresión física con lesiones a animales u otros individuos, sucedidas en los últimos doce meses.
CRITERIO B. La magnitud de la agresividad expresada durante los arrebatos recurrentes es bastante desproporcionada con respecto a la provocación o cualquier factor estresante psicosocial desencadenante.
CRITERIO C. Los arrebatos agresivos recurrentes no son premeditados (es decir, son impulsivos o provocados por la ira) ni persiguen ningún objetivo tangible (p. ej., dinero, poder, intimidación).
CRITERIO D. Los arrebatos agresivos recurrentes provocan un marcado malestar en el individuo, alteran su rendimiento laboral o sus relaciones interpersonales, o tienen consecuencias económicas o legales.
CRITERIO E. El individuo tiene una edad cronológica de seis años por lo menos (o un grado de desarrollo equivalente).
CRITERIO F. Los arrebatos agresivos recurrentes no se explican mejor por otro trastorno mental (p. ej., trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, trastorno psicótico, trastorno de la personalidad antisocial, trastorno de personalidad límite), ni se pueden atribuir a otra afección médica (p. ej., traumatismo craneoencefálico, enfermedad de Alzheimer), ni a los efectos fisiológicos de alguna sustancia (p. ej., drogadicción, medicación). En los niños de edades comprendidas entre 6 y 18 años, a un comportamiento agresivo que forme parte de un trastorno de adaptación no se le debe asignar este diagnóstico.
Nota: Este diagnóstico se puede establecer además del diagnóstico de trastorno por déficit de atención/hiperactividad, trastorno de conducta, trastorno negativista desafiante o trastorno del espectro autista, cuando los arrebatos agresivos impulsivos recurrentes superen a los que habitualmente se observan en estos trastornos y requieran atención clínica independiente.

Epidemiología y curso evolutivo

♂️Prevalencia

Según Palacio y Zapata (2016), se estima que el trastorno explosivo intermitente afecta alrededor del 6% de la población general, del 13% en atención ambulatoria y del 7% en hospitalización. En los Estados Unidos, se observa una prevalencia del 2.7%, siendo más común en personas jóvenes (de entre 35 y 40 años) que en personas mayores de 50 años, y en el sexo masculino en comparación con el femenino (APA, 2011).

FUENTEPREVALENCIA
DSM-5 (APA 2014)
Población EEUU
2,7%
Palacio y Zapata (2016)
Población general
6%
Palacio y Zapata (2016)
Población atención ambulatoria
13%
Palacio y Zapata (2016)
Población atención hospitalaria
7%
Inicio y evolución

Según Martínez Rodríguez (2020), el trastorno explosivo intermitente suele iniciarse en la infancia y/o adolescencia y tiende a disminuir su prevalencia a partir de los 40 años. Asimismo, se ha observado que el curso de este trastorno puede ser crónico (Mayoral et al, 2016) y suele presentar episodios recurrentes de sintomatología, con periodos de remisión entre ellos (APA, 2014).

Diagnóstico diferencial y comorbilidad

Diagnóstico diferencial

Las explosiones de ira pueden tener su origen en trastornos neurológicos (como la enfermedad de Alzheimer) y en el estrés que experimentan los pacientes con numerosas enfermedades médicas. Los episodios psicóticos pueden producir comportamientos agresivos y violentos que varían en su duración según el paciente. El consumo de ciertas sustancias como el alcohol y los estimulantes también pueden generar conductas agresivas. La agresividad puede estar presente en algunos trastornos de la personalidad. Además, la agresividad puede ser característica de algunos trastornos del neurodesarrollo (como el TDAH), por lo que es importante diferenciar si los arrebatos son consecuencia de algún otro trastorno diagnóstico. Por último, la diferencia con el trastorno negativista reside en que en este último no se contempla la agresión física; y con el trastorno de conducta, las agresiones son impulsivas, pero, no persiguen ningún objetivo beneficioso (APA, 2014).

Resumen diagnóstico diferencial del trastorno explosivo intermitente (APA, 2014 y Campos, 2013).
Trastornos del neurodesarrollo✅Trastornos del espectro autista
✅Trastorno por déficit de atención/hiperactividad
Espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos✅Esquizofrenia
Trastorno bipolar y trastornos relacionadosEpisodio maníaco
Trastornos depresivos✅Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo
Trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta✅Trastorno negativista desafiante de la conducía
✅Trastorno de conducta,
✅Trastorno de la personalidad antisocial
Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos✅Intoxicación por sustancias o síndrome de abstinencia
Trastornos neurocognitivosDelirium
✅Trastorno neurocognitivo mayor
Trastornos de la personalidad✅Trastorno de la personalidad antisocial
✅Trastorno de la personalidad límite
Sintomatología debido a enfermedad médica
Comorbilidad

Según Kessler et al. (2006), existe una alta comorbilidad entre el trastorno explosivo intermitente y los trastornos emocionales (37,4%) y de ansiedad (58,1%). Además, aproximadamente el 82% de las personas con este trastorno desarrollarán a lo largo de su curso evolutivo algún trastorno del estado de ánimo, abuso de sustancias o trastornos de ansiedad (Nielsen et al., 201, citado en Campos, 2013). Los individuos con trastornos de la personalidad límite o antisocial presentan mayor riesgo de desarrollar el trastorno explosivo intermitente. Asimismo, aquellos que hayan padecido algún otro trastorno disruptivo del comportamiento tienen una mayor probabilidad de desarrollarlo, lo que debe considerarse como un factor de riesgo importante (APA, 2014).

Etiología

Es comúnmente aceptado que el trastorno explosivo intermitente es resultado de la interacción entre factores neurobiológicos y ambientales de aprendizaje.

Factores neurobiológicos

Existen diversos factores fisiológicos que pueden contribuir al trastorno explosivo intermitente. Por un lado, se ha observado un posible desequilibrio bioquímico que afecta a los circuitos de neurotransmisión, en especial, aquellos relacionados con el funcionamiento emocional adaptativo, como el sistema límbico y el sistema de inhibición de impulsos. La serotonina y otras monoaminas podrían estar deficientes en estas áreas (Campos, 2013; APA, 2014).

Además, se han registrado diferencias neuroanatómicas en comparación con la población no clínica en algunos casos documentados con técnicas de neuroimagen. En el circuito de inhibición de impulsos, donde destaca la corteza prefrontal, se ha encontrado una disminución en el volumen de dicha área en individuos con una mayor tasa de agresividad impulsiva (Zapata y Palacio, 2016).

En el plano hormonal, se cree que el eje hipotálamo-hipófiso-adrenal también podría estar implicado en el funcionamiento de la conducta impulsiva (Campos, 2013). Por último, en el ámbito genético, se estima que el 50% de la agresividad puede ser heredada (Zapata y Palacio, 2016).

Factores de aprendizaje y contexto de desarrollo

Las personas con antecedentes de trauma emocional o que han sufrido daño físico en la primera infancia, especialmente durante los dos primeros años de vida, tienen una mayor probabilidad de desarrollar el trastorno explosivo intermitente (APA, 2014). Además, en los estilos de crianza, es común ejercer el control sin afecto y existir un aprendizaje por imitación de las conductas agresivas que puedan ejercer los padres (Palacio y Zapata, 2016).

Referencias

  • Belloch, Sandín, Ramos Campos, and Sandín, Bonifacio. Manual De Psicopatología. 3ª edición. Madrid [etc.]: McGraw-Hill Interamericana De España, 2020. Print.
  • ChatGPT

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