D E M O C R A T O P I A

Trastornos asociados a traumas y estresores

VERSIÓN 1.3

Introducción

Según el DSM-5 (APA, 2013), los trastornos relacionados con el trauma y el estrés se caracterizan por la exposición explícita a un suceso traumático o estresante como criterio diagnóstico. Estos trastornos incluyen el trastorno de apego reactivo (TAR), el trastorno de relación social desinhibida (TRSD), el trastorno de estrés agudo (TEA), el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y los trastornos adaptativos. Los primeros dos se presentan durante la primera infancia y requieren la negligencia (es decir, la falta de cuidado adecuado por parte de los padres o cuidadores durante las primeras etapas del niño) para el diagnóstico.

Sucesos traumáticos y daño psicológico

Amor et al. (2010): Wittchen et al. (2009). El daño psicológico sufrido se refiere, por un lado, o las lesiones psíquicos agudas producidas inmediatamente tras un suceso violento; y, por otro, a los secuelas emocionales que pueden persistir en algunas personas de forma crónica como consecuencia de lo ocurrido y que afectan negativamente a su desarrollo futuro.
Echeburúa et al. (2013); Finkelhor (1999). Desde una perspectiva psicológica, una fragilidad emocional previa, un historial de victimización, un estrés acumulativo, una red de apoyo familiar y social débil y una mala adaptación a los cambios debilitan la resistencia a las frustraciones y contribuyen a generar una sensación de indefensión y de desesperanza.

La exposición a sucesos traumáticos genera un intenso miedo y sensación de vulnerabilidad, poniendo en riesgo la integridad física y psicológica de la persona y dejándola a menudo en una situación emocional abrumadora. Ejemplos de estos sucesos pueden ser una agresión sexual, un atentado terrorista, la violencia de pareja o el asesinato de un ser querido. Estos sucesos interrumpen la sensación de seguridad y producen un profundo sentimiento de indefensión en la víctima.

El daño psicológico puede ser agudo inmediatamente después del suceso o persistir crónicamente como consecuencia de los efectos emocionales a largo plazo. Las lesiones psíquicas agudas suelen ser resultado de la amenaza a la vida o a la integridad psicológica, lesiones físicas graves, la percepción del daño como intencional o la pérdida de un ser querido de manera violenta. El daño emocional puede ser mayor si las consecuencias del suceso son múltiples.

A pesar de que cada persona experimenta los sucesos traumáticos de manera diferente, existen factores que pueden aumentar la vulnerabilidad de la víctima, como la fragilidad emocional previa, el historial de victimización, el estrés acumulativo, una red de apoyo social débil y una mala adaptación a los cambios. Por otro lado, el apoyo social y los recursos psicológicos de afrontamiento disponibles pueden aumentar la resistencia al estrés.

En resumen, el daño psicológico después de un suceso traumático está influenciado por la gravedad del suceso, el daño físico o el grado de riesgo sufrido, la vulnerabilidad de la víctima, la existencia de otros problemas actuales o pasados, el apoyo social disponible y los recursos psicológicos de afrontamiento. La respuesta traumática de la víctima, más que el suceso traumático en sí, define si se produce un cuadro clínico de trauma.

FACTORES PREDISPONENTES
(PRETRAUMA)
FACTORES PRECIPITANTES
(SUCESO TRAUMÁTICO)
FACTORES DE MANTENIMIENTO
(POSTRAUMA)
✅Psicopatología previa personal o Familiar.
✅Exposición previa a traumas.
Personalidad vulnerable.
✅Estrés acumulativo.
✅Tipo de suceso traumático (intencionalidad).
✅Gravedad del suceso traumático (modelo dosis/efecto o modelo dosis/dependiente).
✅Anclaje en el pasado.
✅ Hacerse preguntas sin respuesta o buscar explicaciones imposibles de obtener.
✅ Necesidad de buscar culpables.
✅ Negación cognitiva y emocional del suceso.
Variables facilitadoras del trauma (Echeburúa et al, 2011)

Las reacciones psicológicas ante un acontecimiento traumático también dependen del tiempo transcurrido desde el suceso. Por esta razón, se han clasificado en dos categorías: el trastorno de estrés agudo, cuando los síntomas clínicos aparecen dentro de las primeras cuatro semanas después del suceso; y el trastorno de estrés postraumático, que solo se diagnostica después de que hayan pasado más de cuatro semanas desde el suceso.

Trastorno de estrés agudo

Sucesos traumáticos y daño psicológico

Echeburúa et al. (2014). Se trata de una reacción postraumática intensa que desborda la capacidad de afrontamiento de la persona y que se caracteriza fundamentalmente por la presencia de síntomas disociativos, como el embotamiento emocional, el aturdimiento, la extrañeza respecto a la realidad, la despersonalización y la amnesia disociativa, que lleva consigo la incapacidad para recordar aspectos significativos del suceso traumático. Las personas afectadas sufren síntomas de reexperimentación del suceso, conductas de evitación y síntomas intensos de ansiedad. Todo ello genera un malestar clínico significativo e interfiere negativamente en su vida cotidiana.
Checa y Regueiro (2014). La diferencia principal del TEA con el TEPT es la duración de los síntomas y el énfasis del TEA en las reacciones disociativas (disociación peri traumática).
NICE (2018) Zohar et al. (2009). La detección de las reacciones postraumáticas en fase temprana posibilita la identificación de las personas en riesgo de padecer un TEPT ulterior y el establecimiento de unas estrategias de intervención profiláctica encaminadas a evitar la cronificación del trastorno.

El Trastorno de Estrés Agudo (TEA) es una reacción postraumática intensa que puede ocurrir después de un evento traumático y se caracteriza por síntomas disociativos como embotamiento emocional, aturdimiento y despersonalización, así como reexperimentación del suceso y síntomas intensos de ansiedad. Se diagnostica cuando los síntomas aparecen entre el tercer día y la cuarta semana después del evento traumático, lo que marca el inicio de la transición hacia una entidad clínica definida. La detección temprana de las reacciones postraumáticas permite identificar a las personas en riesgo de desarrollar un Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) en el futuro y establecer estrategias de intervención profiláctica para evitar la cronificación del trastorno.

Criterios para el diagnóstico del Trastorno de estrés agudo según el DSM-5 (APA, 2013)
Criterio A. Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza, en una (o más) de las formas siguientes:
Experiencia directa del suceso(s) traumático(s).
✅Presencia directa del suceso(s) ocurrido(s) a otros.
✅Conocimiento de que el suceso(s) traumático(s) ha ocurrido a un familiar próximo o a un amigo íntimo.
Nota: En los casos de amenaza o realidad de muerte de un familiar o amigo, el suceso(s) ha de haber sido violento o accidental.
✅Exposición repetida o extrema a detalles repulsivos del suceso(s) traumático(s) (p. ej., socorristas que recogen restos humanos, policías repetidamente expuestos a detalles del maltrato infantil).
Nota: Esto no se aplica a la exposición a través de medios electrónicos, televisión, películas o fotografías, a menos que esta exposición esté relacionada con el trabajo.
Criterio B. Presencia de nueve (o más) de los síntomas siguientes de alguna de la cinco categorías de intrusión, estado de ánimo negativo, disociación, evitación y alerta, que comienza o empeora después del suceso(s) traumático(s):

Síntomas de intrusión
✅Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso(s) traumático(s).
Nota: En los niños, se pueden producir juegos repetitivos en los que se expresen temas o aspectos del suceso(s) traumático(s).
✅Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el suceso(s).
Nota: En los niños, pueden existir sueños aterradores sin contenido reconocible.
✅Reacciones disociativas (p. ej., escenas retrospectivas) en las que el individuo siente o actúa como si se repitiera el suceso(s) traumático(s). (Estas reacciones se pueden producir de forma continua, y la expresión más extrema es una pérdida completa de conciencia del entorno presente.)
Nota: En los niños, la representación específica del trauma puede tener lugar en el juego.
✅Malestar psicológico intenso o prolongado, o reacciones fisiológicas importantes en repuesta a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso(s) traumático(s).

Estado de ánimo negativo
✅Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (p. ej., felicidad, satisfacción o sentimientos amorosos).

Síntomas disociativos:
✅Sentido de la realidad alterado del entorno o de uno mismo (p. ej., verse uno mismo desde la perspectiva de otro, estar pasmado, lentitud del tiempo).
✅Incapacidad de recordar un aspecto importante del suceso(s) traumático(s) (debido típicamente a amnesia disociativa y no a otros factores como una lesión cerebral, alcohol o drogas).

Síntomas de evitación
✅Esfuerzos para evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso(s) traumático(s).
✅Esfuerzos para evitar recordatorios externos (personas, lugares, conversaciones, actividades, objetos, situaciones) que despiertan recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos
acerca del o estrechamente asociados al suceso(s) traumático(s).

Síntomas de alerta
✅Alteración del sueño (p. ej., dificultad para conciliar o continuar el sueño, o sueño inquieto).
✅Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresa típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos.
✅Hipervigilancia.
✅Problemas con la concentración.
✅Respuesta de sobresalto exagerada.
Criterio C. La duración del trastorno (síntomas del Criterio B) es de tres días a un mes después de la exposición al trauma.
Nota: Los síntomas comienzan en general inmediatamente después del trauma, pero es necesario que persistan al menos durante tres días y hasta un mes para cumplir los criterios del
trastorno.
Criterio D. La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
Criterio E. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., medicamento o alcohol) u otra afección médica (p. ej., traumatismo cerebral leve) y no se explica mejor por un trastorno psicótico breve

El punto 3 dentro del apartado de los síntomas de intrusión (Reacciones disociativas (p. ej., escenas retrospectivas) en las que el individuo siente o actúa como si se repitiera el suceso(s) traumático(s). Estas reacciones se pueden producir de forma continua, y la expresión más extrema es una pérdida completa de conciencia del entorno presente) está allí porque las reacciones disociativas recogidas se refieren a volver a vivir el evento traumático (p. ej., escenas retrospectivas), mientras que la categoría de síntomas disociativos se refiere a síntomas más relacionados con el presente, p. ej., incapacidad de recordar un aspecto importante del (los) suceso(s) traumático(s), desrealización, etc..

Equipo Docente.

Trastorno de estrés postraumático

Según el DSM-5, el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) puede desarrollarse en personas que han sufrido una grave agresión física, violencia o abuso sexual, o han sido amenazadas de muerte directa o indirectamente (a través de un familiar). Además, también pueden desarrollar TEPT aquellos que han sido testigos directos de agresiones físicas, sexuales, violencia en el lugar de trabajo, doméstica u otro tipo de violencia. Generalmente, los eventos desencadenantes suelen ser agresiones intencionadas, como violaciones, actos terroristas, tortura, robos violentos, secuestros o abuso familiar, aunque en menor medida ciertos eventos accidentales, como desastres naturales o accidentes graves de tráfico, también pueden provocar el trastorno. Es importante tener en cuenta que las agresiones intencionadas son las que causan el trastorno con mayor probabilidad y presentan una mayor gravedad debido a la crueldad involucrada, lo que puede resultar en una ruptura de la confianza en los demás seres humanos por parte de la víctima.

Características clínicas

Echeburúa et at. (2005). En relación con el perfil psicopatológico específico del TEPT según el tipo de suceso, la reexperimentación es muy alta en las víctimas de agresiones sexuales, de terrorismo y de maltrato; la evitación es muy marcada en todos las categorías de pacientes (excepto en el caso de los accidentados, que presentan, sin embargo, muchos síntomas de sobresalto); y, por último, la hiperactivación y los cambios en el estado de ánimo afectan a todos las víctimas.
Echeburúa et at. (2005). La intensidad de le vivencia y su carácter impredecible generan en la víctima a menudo una sensación de terror.
Echeburúa y Amor (2014). Es conveniente distinguir los síntomas positivos (reexperimentación, alteraciones cognitivos, evitación y activación) de los síntomas negativos (apatía, embotamiento afectivo, sensación de indefensión), que resultan más difíciles de tratar.
Medina (2015). En la memoria se graban más fácilmente los recuerdos repetidos o los que tienen una carga emocional.
Echeburúa y Amor (2019). A los sucesos traumáticos suele estar también asociada la amnesia disociativa, que consiste en la imposibilidad o dificultad de recordar la información relacionada con el acontecimiento negativo y que no puede ser atribuida a las leyes naturales del olvido. La existencia de este tipo de amnesia puede explicarse por los sentimientos de vergüenza, de rabia y de culpa experimentados, así como por la tendencia a olvidar hechos desagradables

Aunque los criterios de diagnóstico del TEPT según el DSM-5 son similares en adultos, adolescentes y niños, existen algunas diferencias definitorias y sintomatológicas entre personas mayores y menores de seis años. En personas mayores de seis años, se presentan cuatro aspectos nucleares en este cuadro clínico: la reexperimentación del trauma, la evitación conductual y cognitiva, las alteraciones cognitivas y los cambios en el estado de ánimo, y las respuestas de hiperactivación, incluyendo conductas autodestructivas o temerarias, una adición al DSM-5. Sin embargo, en niños menores de seis años, se requiere la presencia de la reexperimentación del trauma, la hiperactivación y, al menos, algún síntoma relacionado con la evitación o las alteraciones emocionales y sociales.

La evolución del TEPT puede variar en cantidad y tipo de síntomas con el tiempo, y su duración puede ser diferente para cada persona. En algunos casos, los síntomas pueden desaparecer en los tres primeros meses, mientras que en otros, pueden prolongarse o reaparecer meses o años después del evento traumático. Es importante diferenciar algunos síntomas del TEPT, como establecer la distinción entre pensamientos invasivos y flashbacks. Los pensamientos invasivos son recuerdos recurrentes muy vívidos del suceso traumático, mientras que los flashbacks incluyen la revivencia del acontecimiento con pensamientos e imágenes, como si estuviera ocurriendo en ese momento. Esta experiencia puede generar una sensación de terror en la víctima.

Los sucesos traumáticos también pueden estar asociados con la amnesia disociativa, que consiste en la imposibilidad o dificultad de recordar información relacionada con el evento negativo, lo cual puede deberse a sentimientos de vergüenza, rabia y culpa. Esta amnesia puede evitar la expresión emocional del suceso, el apoyo social y la reevaluación cognitiva, y facilitar las conductas de evitación. Las personas pueden experimentar reacciones paradójicas, como hipermnesia o amnesia total o parcial.

En resumen, la reexperimentación y la evitación son los dos polos que conforman la sintomatología postraumática. Es importante distinguir entre los síntomas positivos (reexperimentación, alteraciones cognitivas, evitación y activación) y los negativos (apatía, embotamiento afectivo, sensación de indefensión), que son más difíciles de tratar. Para diagnosticar el TEPT, se requiere que el evento traumático produzca una interferencia significativa en el funcionamiento social.

Criterios para el diagnóstico del Trastorno de estrés postraumático en niños menores de 6 años según el DSM-5 (APA, 2013)Criterios para el diagnóstico del Trastorno de estrés postraumático en adultos, adolescentes y niños mayores de 6 años. según el DSM-5 (APA, 2013)
Criterio A. En niños menores de 6 años, exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza, en una (o más) de las formas siguientes:
✅Experiencia directa del suceso(s) traumático(s).
✅Presencia directa del suceso(s) ocurrido(s) a otros, especialmente a los cuidadores primarios.
Nota: No incluye sucesos que solamente se han visto en medios electrónicos, televisión,
películas o fotografías.
✅Conocimiento de que el suceso(s) traumático(s) ha ocurrido a uno de los padres o cuidadores.
Criterio A. Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza, en una (o más) de las formas siguientes:
✅Experiencia directa del suceso(s) traumático(s).
✅Presencia directa del suceso(s) ocurrido(s) a otros.
✅Conocimiento de que el suceso(s) traumático(s) ha ocurrido a un familiar próximo o a un amigo íntimo. En los casos de amenaza o realidad de muerte de un familiar o amigo, el suceso(s) ha de haber sido violento o accidental.
✅Exposición repetida o extrema a detalles repulsivos del suceso(s) traumático(s) (p. ej., socorristas que recogen restos humanos; policías repetidamente expuestos a detalles del maltrato infantil).
Nota: El último criterio no se aplica a la exposición a través de medios electrónicos, televisión, películas o fotografías, a menos que esta exposición esté relacionada con el trabajo.
Criterio B. Presencia de uno (o más) de los síntomas de intrusión siguientes asociados al suceso(s) traumático(s), que comienzan después del suceso(s) traumático(s):
✅Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso(s) traumático(s).
Nota: Los recuerdos espontáneos e intrusivos pueden no ser necesariamente angustiosos y se pueden expresar como recreación en el juego.
✅Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el suceso(s) traumático(s).
Nota: Puede resultar imposible determinar que el contenido aterrador está relacionado con el suceso traumático.
✅Reacciones disociativas (p. ej., escenas retrospectivas) en las que el niño siente o actúa como si se repitiera el suceso(s) traumático(s). (Estas reacciones se pueden producir de forma continua, y la expresión más extrema es una pérdida completa de conciencia del entorno presente.) La representación específica del trauma puede tener lugar en el juego.
✅Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso(s) traumático(s).
✅Reacciones fisiológicas importantes a los recordatorios del suceso(s) traumático(s).
Criterio B.Presencia de uno (o más) de los síntomas de intrusión siguientes asociados al suceso(s) traumático(s), que comienza después del suceso(s) traumático(s):
✅Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso(s) traumático(s).
Nota: En los niños mayores de 6 años, se pueden producir juegos repetitivos en los que se
expresen temas o aspectos del suceso(s) traumático(s).
✅Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el suceso(s) traumático(s).
Nota: En los niños, pueden existir sueños aterradores sin contenido reconocible.
✅Reacciones disociativas (p. ej., escenas retrospectivas) en las que el sujeto siente o actúa como si se repitiera el suceso(s) traumático(s). (Estas reacciones se pueden producir de forma continua, y la expresión más extrema es una pérdida completa de conciencia del entorno presente.)
Nota: En los niños, la representación específica del trauma puede tener lugar en el juego.
✅Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso(s) traumático(s).
✅Reacciones fisiológicas intensas a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso(s) traumático(s).
Criterio C. Ha de estar presente uno (o más) de los síntomas siguientes, que representan evitación persistente de los estímulos asociados al suceso(s) traumático(s) o alteración cognitiva y del estado de ánimo asociada al suceso(s) traumático(s), que comienza o empeora después del suceso(s):

Evitación persistente de los estímulos
✅Evitación o esfuerzos para evitar actividades, lugares o recordatorios físicos que despiertan el recuerdo del suceso(s) traumático(s).
✅Evitación o esfuerzos para evitar personas, conversaciones o situaciones interpersonales que despiertan el recuerdo del suceso(s) traumático(s).

Alteración cognitiva
✅Aumento importante de la frecuencia de estados emocionales negativos (p. ej., miedo, culpa, tristeza, vergüenza, confusión).
✅Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas, que incluye disminución del juego.
✅Comportamiento socialmente retraído.
✅Reducción persistente de la expresión de emociones positivas.
Criterio C. Evitación persistente de estímulos asociados al suceso(s) traumático(s), que comienza tras el suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por una o las dos características siguientes:

✅Evitación o esfuerzos para evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso(s) traumático(s).
✅Evitación o esfuerzos para evitar recordatorios externos (personas, lugares, conversaciones, actividades, objetos, situaciones) que despiertan recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso(s) traumático(s).
Criterio D. Alteración importante de la alerta y reactividad asociada al suceso (s) traumático(s), que comienza o empeora después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:
✅Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se
expresa típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos (incluidas pataletas extremas).
✅Hipervigilancia.
✅Respuesta de sobresalto exagerada.
✅Problemas con concentración.
✅Alteración del sueño (p. ej., dificultad para conciliar o continuar el sueño, o sueño inquieto).
Criterio D. Alteraciones negativas cognitivas y del estado de ánimo asociadas al suceso(s) traumático(s), que comienzan o empeoran después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:

✅Incapacidad de recordar un aspecto importante del suceso(s) traumático(s) (debido típicamente a amnesia disociativa y no a otros factores como una lesión cerebral, alcohol o drogas).
✅Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas sobre uno mismo, los demás o el mundo (p. ej., «Estoy mal», «No puedo confiar en nadie», «El mundo es muy peligroso», «Tengo los nervios destrozados»).
✅Percepción distorsionada persistente de la causa o las consecuencias del suceso(s) traumático(s) que hace que el individuo se acuse a sí mismo o a los demás.
✅Estado emocional negativo persistente (p. ej., miedo, terror, enfado, culpa o vergüenza).
✅Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas.
✅Sentimiento de desapego o extrañamiento de los demás.
✅Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (p. ej., felicidad, satisfacción o sentimientos amorosos).
Criterio E. La duración de la alteración es superior a un mes.Criterio E. Alteración importante de la alerta y reactividad asociada al suceso(s) traumático(s), que comienza o empeora después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:

✅Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresan típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos.
✅Comportamiento imprudente o autodestructivo.
✅Hipervigilancia.
✅Respuesta de sobresalto exagerada.
✅Problemas de concentración.
✅Alteración del sueño (p. ej., dificultad para conciliar o continuar el sueño, o sueño inquieto).
Criterio F. La alteración causa malestar clínicamente significativo o problemas en la relación con los padres, hermanos, compañeros u otros cuidadores, o en el comportamiento en la escuela.Criterio F. La duración de la alteración (Criterios B, C, D y E) es superior a un mes.
Criterio G. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., medicamento o alcohol) u otra afección médica.Criterio G. La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
Criterio H. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., medicamento o alcohol) u otra afección médica.
Especificar si:
Con síntomas disociativos: Los síntomas cumplen los criterios para el trastorno de estrés postraumático y el individuo experimenta síntomas persistentes o recurrentes de uno de los cuadros siguientes:

Despersonalización: Experiencia persistente o recurrente de un sentimiento de desapego, y como si uno mismo fuera un observador externo del propio proceso mental o corporal (p. ej., como si se soñara, sentido de irrealidad de uno mismo o del propio cuerpo, o de que el tiempo pasa despacio).
Desrealización: Experiencia persistente o recurrente de irrealidad del entorno (p. ej., el mundo alrededor del individuo se experimenta como irreal, como en un sueño, distante o distorsionado).

Nota: Para utilizar este subtipo, los síntomas disociativos no se han de poder atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., desvanecimiento) u otra afección médica (p. ej., epilepsia parcial compleja).
Especificar si:
Con síntomas disociativos: Los síntomas cumplen los criterios para el trastorno de estrés postraumático y, además, en respuesta al factor de estrés, el individuo experimenta síntomas persistentes o recurrentes de una de las características siguientes:

Despersonalización: Experiencia persistente o recurrente de un sentimiento de desapego y como si uno mismo fuera un observador externo del propio proceso mental o corporal (p. ej., como si se soñara, sentido de irrealidad de uno mismo o del propio cuerpo, o de que el tiempo pasa despacio).
Desrealización: Experiencia persistente o recurrente de irrealidad del entorno (p. ej., el mundo alrededor del individuo se experimenta como irreal, como en un sueño, distante o distorsionado).

Nota: Para utilizar este subtipo, los síntomas disociativos no se han de poder atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., desvanecimiento, comportamiento durante la intoxicación alcohólica) u otra afección médica (p. ej., epilepsia parcial compleja).
Especificar si:
Con expresión retardada: Si la totalidad de los criterios diagnósticos no se cumplen hasta al menos seis meses después del acontecimiento (aunque el inicio y la expresión de algunos síntomas puedan ser inmediatos).
Especificar si:
Con expresión retardada: Si la totalidad de los criterios diagnósticos no se cumplen hasta al menos seis meses después del acontecimiento (aunque el inicio y la expresión de algunos síntomas puedan ser inmediatos).

Evolución temporal de los síntomas


Más allá de las reacciones inmediatas que suelen desaparecer después de unas pocas semanas, como el malestar emocional generalizado, el aislamiento, la pérdida de apetito y el insomnio, las víctimas pueden experimentar síntomas de ansiedad y depresión. Además, pueden perder autoestima y desconfiar de sus propios recursos para enfrentar su futuro. Los sentimientos de culpa que experimentan pueden deberse a la atribución errónea de los errores cometidos por la víctima, la omisión de conductas adecuadas para evitar el suceso, e incluso, el hecho de sobrevivir en una desgracia colectiva como un atentado terrorista masivo o una catástrofe natural. Esta autoculpabilidad puede dañar gravemente la autoestima de los pacientes y dificultar su adaptación emocional posterior. Todo esto puede llevar a una reducción en la actividad social y lúdica de los individuos, y en última instancia, a una disminución en su capacidad para disfrutar de la vida (Foa y Riggs, 1995).

A medio y largo plazo, pueden aparecer ciertos trastornos de conducta en algunos casos, como la irritabilidad, la dependencia emocional excesiva, las actitudes victimistas, la pasividad, entre otros. Además, puede aumentar la tendencia a la introversión y al embotamiento afectivo, lo que puede afectar negativamente las relaciones familiares. También puede haber una desconexión entre el relato del suceso traumático y la vivencia emocional. La irritabilidad se debe a una baja tolerancia a la frustración ante los contratiempos cotidianos, como los problemas escolares, la convivencia familiar, las dificultades en las relaciones interpersonales, entre otros. Esto puede traducirse en reacciones agresivas, normalmente dirigidas hacia los familiares o hacia uno mismo, en forma de ideas suicidas, abuso de alcohol o conductas de riesgo. A largo plazo, el TEPT puede provocar una transformación persistente de la personalidad de la víctima, lo que hace que sea muy resistente al tratamiento (Echeburúa, 2004).

Por último, es importante mencionar que el trauma puede manifestarse de forma enmascarada, especialmente cuando han pasado meses o incluso años desde el suceso traumático. Debido a los cuatro patrones básicos del trauma (imágenes invasivas, conductas de evitación, alteraciones cognitivas y estado de alerta), el cuadro clínico puede presentarse en forma de depresión, trastornos del sueño, consumo excesivo de alcohol o incluso distanciamiento emocional respecto a las personas queridas (Trujillo, 2002).

♀️ Epidemiología

La tasa de prevalencia del trastorno por estrés postraumático (TEPT) puede variar entre el 0,5% y el 3,5% de la población adulta, según el DSM-5 (APA, 2013). El TEPT puede presentarse en el 15-30% de las personas que han sufrido un suceso traumático, siendo más frecuente en víctimas de violencia o agresiones sexuales, donde puede afectar al 50-70% de las personas. Las mujeres tienen una mayor prevalencia y gravedad del trastorno, especialmente cuando han sufrido una agresión sexual o la muerte violenta de un hijo. En los varones, se presenta con menos frecuencia y está relacionado principalmente con el abuso sexual infantil, la violencia y los accidentes de tráfico.

En la población adolescente, la tasa de prevalencia del TEPT podría estar entre el 1,6% y el 9,2%, siendo más frecuente en las chicas que en los chicos. En la población infantil, la tasa de prevalencia varía entre el 1% y el 10%, dependiendo del tipo de suceso traumático, del momento de la evaluación y del método de diagnóstico utilizado. En general, los sucesos traumáticos que se relacionan con una mayor prevalencia del TEPT en niños son el haber presenciado el asesinato de uno de los padres, el secuestro, los abusos o agresiones sexuales, el maltrato físico y el abandono infantil.

FUENTEPREVALENCIA TEPT
Wittchen et al. (2009)
Víctimas de violencia o agresiones sexuales
50-70%
Cohen et al. (2010)
Población adolescente
1,6-9,2%
De Young et al. (2011)
Población infantil
1-10%
DSM-5 (APA, 2013)
Población adulta EE.UU
0,5-3,5%
DSM-5 (APA, 2013)
Población con vivencia traumática
15-30%

Tipos

El trastorno por estrés postraumático (TEPT) puede presentarse de diversas formas, dependiendo del momento de aparición, la sintomatología complementaria y la complejidad del cuadro clínico, así como de su resistencia al tratamiento.

Modalidades del TEPT
Taylor et al. (2006). El TEPT complejo está asociado a una sintomatología más grave y variada y o la comorbilidad con otros trastornos (depresión, alcoholismo o trastornos de personalidad). Esta variante del TEPT es más frecuente en situaciones de aislamiento social o en personas que han sufrido una exposición precoz en la infancia a la violencia o una revictimización prolongada, como ocurre en el caso de las víctimas de abuso sexual infantil, de violencia de pareja o de secuestros prolongados.

Existe otra variante del TEPT, llamada «expresión retardada» en el DSM-5, en la que, aunque se presentan algunos síntomas después del suceso traumático, no se cumplen todos los criterios diagnósticos hasta al menos seis meses después. Aunque se desconoce la explicación de este retraso en el inicio del TEPT, algunos síntomas, especialmente la evitación, parecen estar presentes desde el principio, aunque de manera atenuada. Algunas situaciones nuevas, como el establecimiento de una relación de pareja por primera vez en víctimas de abuso sexual infantil, los estresores de la vida adulta, como el divorcio o la pérdida de empleo, o las vicisitudes del envejecimiento, como la jubilación anticipada o las enfermedades crónicas, pueden actuar como desencadenantes que reactiven el TEPT latente. Sin embargo, en algunos casos, esta presentación diferida puede ser un síndrome subclínico que se identifica de manera tardía.

Según el DSM-5, se debe especificar si el TEPT se acompaña de síntomas disociativos persistentes, como la sensación de distanciamiento y extrañeza respecto a uno mismo o la sensación de irrealidad.

Otra modalidad de presentación del TEPT, el TEPT complejo, no se describe en el DSM-5 y se asocia con una sintomatología más grave y variada y con la comorbilidad con otros trastornos, como la depresión, el alcoholismo o los trastornos de personalidad. Esta variante del TEPT es más frecuente en situaciones de aislamiento social o en personas que han sufrido una exposición precoz en la infancia a la violencia o una revictimización prolongada, como las víctimas de abuso sexual infantil, la violencia de pareja o los secuestros prolongados. La presencia del trauma a una edad temprana interrumpe el desarrollo normal del sentido de uno mismo y de los demás, y puede hacer que las personas sientan que hay algo intrínsecamente malo en ellas y que no se puede confiar en nadie.

La situación es aún más compleja si el suceso traumático es grave o prolongado en el tiempo, si ocurre a una edad temprana, si es causado por un padre/madre u otro cuidador, si la víctima está aislada o sigue en contacto con el abusador, lo que contribuye a amenazar la seguridad de la víctima. Según la CIE-11 (OMS, 2018), el diagnóstico del TEPT complejo requiere cumplir con los criterios para el TEPT, así como con problemas en la regulación del afecto, creencias negativas sobre uno mismo y dificultades para mantener relaciones y sentirse cercano a los demás.

SÍNTOMAS SUGERIDOS PARA DIAGNOSTICAR EL TEPT COMPLEJOSÍNTOMAS DESCRITOS POR PACIENTES CON TEPT COMPLEJO
Alteraciones en la regulación del afecto y los impulsos.
✅Alteraciones en lo atención y la conciencia.
✅Alteraciones en la percepción de uno mismo.
✅Alteraciones en las relaciones con otros.
Somatización,
✅Alteraciones en el sistema de valores.
Sentir vergüenza y culpa.
✅Tener una sensación de embotamiento, de falta de sentimientos,
✅No poder disfrutar de nada.
✅Controlar las emociones mediante el uso de drogas, alcohol, o haciéndose daño a sí mismo.
✅Aislarse de lo que está sucediendo a su alrededor (disociación).
✅Tener síntomas físicos causados por la angustia.
No poder expresar las emociones con palabras.
✅A veces, tener deseos de querer acabar con la vida.
✅Asumir riesgos y hacer cosas «sin pensarlo».
Síntomas del trastorno de estrés postraumático complejo (Timms, 2010; modificado)
criterios tept
Criterios diagnósticos del TEPT y del TEPT complejo según la CIE-11.

El TEPT en la infancia y adolescencia
Echeburúa (2004). Los menores tienden, más a menudo que los adultos, a culparse a sí mismos, directa o indirectamente, del suceso traumático. Sin embargo, el grado de recuperación suele ser mayor que en el caso de los adultos.
Young et al. (2011). Las conductas evitativas pueden manifestarse, en el caso de niños preescolares, en una implicación escasa en las actividades escolares; en el de niños más mayores, en una reducida participación en conductas exploratorias o de juego: y en el de adolescentes, en una restricción de nuevos oportunidades (establecer relaciones de pareja, viajar, etc.). Asimismo, los adolescentes pueden ver resentida su autoestima, considerarse poco atractivos para las demás personas y limitar sus aspiraciones de futuro.
Young et al. (2011). Los síntomas de hiperactivación suelen presentarse fundamentalmente como alteraciones del sueño, elevada irritabilidad, rabietas, un constante estado de alerta ante el peligro, dificultades de concentración e incremento exagerado en los niveles de actividad.
Echeburúa y Amor (2014). Muchos niños ante un suceso traumático presentan dificultades para relatar sus pensamientos o etiquetar sus emociones, En su lugar, tienden a expresarse o través de sus comportamientos.

Después de experimentar un suceso traumático, muchos niños encuentran dificultades para expresar sus pensamientos y etiquetar sus emociones. En su lugar, tienden a comunicarse a través de su comportamiento. Los niños más pequeños pueden mostrar su dolor de manera más general que los adultos, con conductas de retraimiento y pérdida de habilidades y hábitos adquiridos. También puede aparecer una ansiedad por la separación de seres queridos, lo que provoca una dependencia exagerada. La capacidad de expresión verbal mejora con el desarrollo y solo a partir de los ocho o nueve años los niños pueden proporcionar una cronología precisa de los eventos.

En la infancia, los síntomas que experimentan pueden variar mucho, como alteraciones del sueño, cambios en los hábitos alimentarios, irritabilidad, miedos generalizados, culpa y vergüenza, sobresaltos y disminución de la autoestima. Estos reflejan un intenso malestar emocional y dificultades para adaptarse a la vida cotidiana. Además, el trauma puede manifestarse en forma de síntomas físicos (náuseas, dolores estomacales, dolores de cabeza, etc.) o comportamientos regresivos como la pérdida del control de los esfínteres, el lenguaje y la autonomía personal.

El trauma puede manifestarse de manera diferente según el género. En general, los niños tienen más dificultades para expresar sus emociones que las niñas. Las niñas tienden a mostrar síntomas ansiosos y depresivos, mientras que los niños presentan con mayor frecuencia trastornos de conducta, conductas temerarias e irritabilidad. Ambos géneros pueden experimentar inadaptación escolar y dificultades para socializar.

La reacción emocional en niños puede ser más intensa, lo que implica un nivel más amplio de desorganización de la conducta, pero menos duradera que en los adultos. Los menores suelen culparse a sí mismos, directa o indirectamente, del suceso traumático con más frecuencia que los adultos. Sin embargo, su recuperación suele ser mayor que en el caso de los adultos.

A largo plazo, algunos niños albergan sentimientos de ira y presentan una predisposición a comportamientos violentos y de venganza. Otros pueden involucrarse en conductas de riesgo que ponen en peligro su integridad física. Estas respuestas dependen en gran medida de la reacción de sus seres queridos. Si los padres están traumatizados y no proporcionan un ambiente de apoyo y comunicación, el desarrollo psicológico del menor puede agravarse.

Al llegar a la adolescencia, es común que los niños adopten cambios radicales en su comportamiento y estilo de vida. A veces, estas actitudes pueden ser escapistas, como alejarse de casa, consumir drogas y alcohol, ponerse en situaciones de riesgo o buscar nuevas experiencias de forma extrema.

En relación a los síntomas del TEPT, la reexperimentación clínica puede variar según la fase del desarrollo evolutivo en la que se encuentre el niño y puede manifestarse de formas diferentes a las de la vida adulta. Los niños más pequeños pueden expresar los síntomas a través de juegos o escenificaciones ansiosas y repetitivas relacionadas con el trauma, o tener sueños de terror recurrentes sin contenido reconocible. También pueden tener reacciones emocionales o físicas intensas al exponerse a recuerdos relacionados con el trauma.

En cuanto a las conductas evitativas, los niños preescolares pueden tener poca implicación en las actividades escolares, mientras que los niños mayores pueden tener una reducida participación en conductas exploratorias o de juego. En el caso de los adolescentes, esto puede manifestarse en una restricción de nuevas oportunidades para establecer relaciones de pareja, viajar, etc. Además, pueden ver afectada su autoestima, considerarse poco atractivos para los demás y limitar sus aspiraciones de futuro. Por otro lado, los síntomas de hipervigilancia suelen presentarse como alteraciones del sueño, elevada irritabilidad, rabietas, estado constante de alerta ante el peligro, dificultades de concentración e incremento exagerado en los niveles de actividad.

El TEPT en la vido adulta como consecuencia de sucesos traumáticos en la infancia
Griffin et al. (1997). Desde el punto de vista del trauma en sí mismo, lo que predice una peor evolución a largo plazo es la duración prolongada de la exposición a los estímulos traumáticos (es decir, la revictimización continuada), una alta intensidad de los síntomas experimentados por el niño y la presencia de una disociación peritraumática, es decir, de síntomas disociativos (amnesia psicógena, especialmente) en las horas y días posteriores al suceso.
Finkelhor (1999). Los problemas de una víctima en la vida adulta (depresión, ansiedad, abuso de alcohol, etc.) surgen en un contexto de vulnerabilidad generado por el suceso traumático en la infancia, pero provocados directamente por circunstancias próximas en el tiempo (conflictos de pareja, aislamiento social, problemas en el trabajo, etc.).
Echeburúa y Guerricaechevarría (2000). Todo acontecimiento traumático genera en el niño una cicatriz psicológica, que puede o no reabrirse en la vida adulto, de diversas maneras, según las circunstancias presentes en esa persona cuando ya es mayor.

En cuanto a las repercusiones psicopatológicas en la vida adulta de un trauma en la infancia, es difícil predecirlas. En primer lugar, no todas las víctimas sufren estas consecuencias, sino que solo aproximadamente el 20% de las personas afectadas las experimentan. Además, en caso de que ocurran, las alteraciones psicopatológicas específicas varían de una persona a otra y no pueden establecerse en función del tipo específico de suceso traumático experimentado, como el abuso sexual, maltrato infantil, pérdida del padre por un acto terrorista, entre otros. Los diferentes tipos de victimización infantil pueden generar en la vida adulta, si es que lo hacen, alteraciones emocionales poco predecibles.

Por lo tanto, no se puede hacer una cartografía de la psicopatología de un adulto según el tipo de eventos negativos que haya sufrido en la infancia. No se puede, por ejemplo, vincular la bulimia o el trastorno múltiple de la personalidad con haber sufrido abuso sexual en la infancia, ya que esto no se corresponde con la realidad de los hechos, más allá de la observación de ciertos casos clínicos aislados. Cualquier suceso traumático genera en el niño una cicatriz psicológica, que puede o no reabrirse en la vida adulta, y de diversas maneras, según las circunstancias presentes en esa persona cuando ya es mayor.

La mayor vulnerabilidad de un adulto víctima de un suceso traumático en la infancia a trastornos mentales dependerá de la frecuencia, magnitud o diversidad de los sucesos sufridos (polivictimización), así como de la inestabilidad emocional previa. Desde el punto de vista del trauma en sí mismo, lo que predice una peor evolución a largo plazo es la duración prolongada de la exposición a los estímulos traumáticos (es decir, la revictimización continuada), una alta intensidad de los síntomas experimentados por el niño y la presencia de una disociación peritraumática, es decir, de síntomas disociativos (amnesia psicógena, especialmente) en las horas y días posteriores al suceso.

Es cierto que la victimización infantil constituye un factor de riesgo importante para el desarrollo psicopatológico en la vida adulta. Sin embargo, el impacto psicológico a largo plazo del suceso traumático puede ser pequeño si la víctima no experimenta otras adversidades, como el abandono emocional, el maltrato físico, el divorcio traumático de los padres, una patología familiar grave, entre otros. Además, los problemas de una víctima en la vida adulta, como la depresión, ansiedad y abuso de alcohol, surgen en un contexto de vulnerabilidad generado por el suceso traumático en la infancia, pero son provocados directamente por circunstancias próximas en el tiempo, como conflictos de pareja, aislamiento social, problemas en el trabajo, entre otros.

Comorbilidad y diagnóstico diferencial

Famularo et al. (1996). En niños mayores de seis años se ha encontrado una mayor comorbilidad con los trastornos de ansiedad, el TDAH, el trastorno psicótico breve y la ideación suicida.
Echeburúa y Corral (2008). El TEPT puede manifestarse inicialmente en forma insidiosa, con síntomas de ansiedad; después, con depresión; más tarde, con conductas antisociales y de abuso de alcohol.
Scheeringa y Zeanah (2008). En niños menores de seis años se ha observado una alta comorbilidad con el TOC, con la ansiedad de separación, con el trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y con la depresión.

Se estima que la comorbilidad del TEPT puede ser alta, llegando a un 80% según el DSM-5, aunque esto podría deberse a la falta de precisión en los límites con otras enfermedades y a la definición del trastorno en sí mismo. El TEPT puede estar asociado a diversas categorías psicopatológicas, incluyendo depresión, abuso de alcohol y drogas, conductas antisociales y trastornos del control de los impulsos. Los síntomas del TEPT pueden manifestarse insidiosamente, comenzando con síntomas de ansiedad y progresando hacia depresión, conductas antisociales y abuso de alcohol.

En la edad adulta, la comorbilidad del TEPT es alta con la depresión, el trastorno de ansiedad generalizada, la fobia social y el trastorno obsesivo-compulsivo. En hombres, la comorbilidad es más frecuente con adicciones y trastornos de conducta. En la infancia y adolescencia, el TEPT se asocia más comúnmente con la ansiedad de separación y el trastorno oposicionista desafiante en niños menores de seis años, y con trastornos de ansiedad, TDAH, trastorno psicótico breve e ideación suicida en niños mayores de seis años.

El diagnóstico diferencial del TEPT se basa en dos criterios del DSM-5: la presencia de un factor traumático desencadenante y la presencia de síntomas específicos del trastorno. Los síntomas específicos del TEPT, como la reexperimentación del suceso traumático en forma de pesadillas, flashbacks o recuerdos involuntarios invasivos e intensos, no se presentan en otros trastornos ansioso-depresivos, adictivos o del control de impulsos.

Existen otros trastornos relacionados con el trauma y el estrés, como el trastorno de estrés agudo y los trastornos adaptativos, que se diferencian del TEPT en términos de la temporalidad de los síntomas, la presencia de un estresor traumático y la naturaleza de los síntomas. El trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno de pánico son trastornos de ansiedad que no están necesariamente asociados con un suceso traumático.

Las diferencias entre el TEPT y otros trastornos relacionados con el trauma, el estrés o trastornos afines se pueden destacar de la siguiente manera (Cohen et al., 2010; Echeburúa y Amor, 2014):

  1. Trastorno de estrés agudo (TEA): Aunque también es el resultado de la exposición a un evento traumático, se diferencia del TEPT porque su diagnóstico puede ocurrir entre tres y treinta días después del evento y los síntomas son más heterogéneos, agrupándose en cinco categorías: intrusión, estado de ánimo negativo, disociación, evitación e hiperactivación.
  2. Trastornos adaptativos: Son diversos subtipos de síndromes de respuesta al estrés que se presentan después de un evento estresante, aunque no necesariamente traumático. Los subtipos varían según los síntomas predominantes, como ansiedad, depresión o trastornos del comportamiento. A diferencia del TEPT, la sintomatología presente en estos subtipos no responde a los núcleos sintomáticos del TEPT.
  3. Trastornos de ansiedad: A diferencia del TEPT, la sintomatología presente en el trastorno de pánico o en el trastorno de ansiedad generalizada no está asociada a un evento traumático específico. En el caso de la infancia y adolescencia, los síntomas del trastorno de ansiedad de separación se relacionan más con la separación del hogar y la familia que con un evento traumático.
  4. TOC: En el TOC, el contenido de los pensamientos intrusivos no se relaciona con un evento traumático y hay rituales compulsivos que no aparecen en el TEPT.
  5. TDAH: Las conductas impulsivas y los déficits de atención en el TDAH generan conductas desadaptativas, pero no están relacionados con un evento traumático específico. No aparecen los síntomas específicos del TEPT.
  6. Trastorno oposicionista desafiante (TOD): En el TOD, los patrones de comportamiento negativistas y hostiles provocan un deterioro significativo en la actividad académica, familiar y social, pero no están relacionados con un evento traumático específico. No aparecen los síntomas específicos del TEPT.

Etiología

Echeburúa y Corral, (2008). La etiología del TEPT se explica parcialmente por los modelos de condicionamiento, la teoría de la indefensión aprendida y la teoría del procesamiento de la información.
Modelos de condicionamiento
Corral et al. (1989). Ciertos estímulos cognitivos (como relatar lo ocurrido o declarar en un juicio) actúan coma estímulos condicionados que generan respuestas de ansiedad por asociación con la experiencia del trauma. De este modo, cuanto mayor es el número de estímulos condicionados presentes en el trauma, mayor es la magnitud del miedo. .

La predicción del desarrollo futuro de problemas relacionados con el trauma se basa en los sentimientos de terror e indefensión que experimentan las víctimas durante el suceso traumático, según diversas teorías del aprendizaje, como el condicionamiento clásico, la generalización de estímulos, el condicionamiento de orden superior y el aprendizaje de evitación. El suceso traumático actúa como una situación de condicionamiento clásico en la que las vivencias negativas experimentadas por la víctima funcionan como estímulos incondicionados que producen una respuesta incondicionada de ansiedad y terror. A través de un proceso de condicionamiento por contigüidad temporal o física, los estímulos condicionados en esa situación, como la oscuridad, los ruidos bruscos, las personas desconocidas, la actividad sexual, las imágenes violentas, etc., generan respuestas de ansiedad. Además, ciertos estímulos cognitivos, como relatar lo ocurrido o declarar en un juicio, actúan como estímulos condicionados que generan respuestas de ansiedad por asociación con la experiencia del trauma. Por lo tanto, cuanto mayor sea el número de estímulos condicionados presentes en el trauma, mayor será la magnitud del miedo (Corral et al, 1989).

El proceso de generalización de estímulos y condicionamiento de orden superior explica la generalización de las respuestas de ansiedad y alarma a otros estímulos nuevos, como ir de viaje, oír un ruido brusco, salir por la noche o quedarse solo en casa, y la ampliación del número de estímulos generadores de miedo. La ansiedad anticipatoria propicia la presencia de conductas de evitación ante situaciones lúdicas y de relación interpersonal. La desaparición del temor refuerza, de este modo, las conductas de evitación. Pero la reducción de las actividades sociales y de ocio provoca una disminución de la cantidad de reforzamiento positivo, lo que facilita, a su vez, la aparición de la depresión. Además, la depresión está también en función de la disminución de la autoestima, que depende de la atribución de responsabilidad en la agresión sufrida o en las conductas apropiadas manifestadas durante la misma.

Teoría de lo indefensión aprendida y de la evaluación cognitiva
Abramson et al. (1978). Las víctimas que llevan a cabo atribuciones internas, estables y globales (p. ej, «yo soy el tipo de persona que siempre tiene problemas por su torpeza y nunca va a conseguir salir adelante») se sienten peor que las que desarrollan atribuciones externas, inestables y específicas (p. ej., «tuve mala suerte», «me pasó a mí como le podía haber pasado a otra persona»).
Foa et al. (1992); Kusher et al. (1992). La teoría de la indefensión aprendida explica por qué algunas víctimas se muestran paralizades, posivas y culpables tras un suceso traumático. Los síntomas depresivos se desarrollan cuando los sujetos están expuestos a situaciones aversivas que perciben como incontrolables y en las que su conducta no tiene consecuencias efectivas.

Los modelos de condicionamiento ofrecen una explicación para la ansiedad y los miedos que experimentan las víctimas de un suceso traumático, pero no logran dar cuenta de otros síntomas presentes en el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Por otro lado, la teoría de la indefensión aprendida explica por qué algunas víctimas pueden quedar paralizadas, sentirse indefensas y culpables después de un suceso traumático. La presencia de síntomas depresivos puede desarrollarse cuando las personas se encuentran en situaciones aversivas que perciben como incontrolables y en las que su comportamiento no tiene consecuencias efectivas.

Además, la intensidad de la indefensión experimentada por las víctimas puede variar dependiendo de las atribuciones que hagan. Aquellas personas que se atribuyen la responsabilidad de lo ocurrido pueden experimentar un agravamiento del cuadro clínico. Específicamente, las víctimas que hacen atribuciones internas, estables y globales, como «yo soy el tipo de persona que siempre tiene problemas por su torpeza y nunca va a conseguir salir adelante», se sienten peor que aquellas que hacen atribuciones externas, inestables y específicas, como «tuve mala suerte» o «me pasó a mí como le podía haber pasado a otra persona».

La evaluación cognitiva de lo ocurrido también juega un papel importante en la interpretación y el significado que el sujeto otorga a los sucesos. Los esquemas cognitivos pueden llevar a una víctima a percibirse a sí misma, al entorno y al futuro como negativos, y a desarrollar pensamientos irracionales relacionados con lo sucedido y con atribuciones de culpabilidad. Sin embargo, también desde esta perspectiva se explica por qué pueden producirse cambios positivos en una víctima después de la experiencia traumática, como por ejemplo, mostrar un gran aprecio por la vida, percibirse como valiente o valorar el hecho de haber sobrevivido o de saberse querida por las personas que la rodean.

Teoría del procesamiento de la información
Foa et al. (1991); Resick y Schnicke (1992). La teoría del procesamiento de la información trata de dar cuenta de las estructuras cognitivas del miedo y, desde esta perspectiva, de explicar la reexperimentación.
Echeburúa et al. (2008). El miedo intenso y el malestar refuerzan el TEPT al impedir a la víctima el enfrentamiento prolongado con las situaciones que evocan el trauma. Al contrario que los exposiciones largos, la tendencia a escapar de los estímulos sensibiliza a los sujetos. De hecho, las exposiciones cortas impiden la modificación de la estructura de miedo, que permanece inaccesible y, por tanto, no puede desactivarse. De este modo, la evitación sistemática impide la habituación a los estímulos y está asociada a la cronificación de los síntomas.

Los modelos mencionados previamente no logran explicar de manera adecuada la reexperimentación persistente del evento traumático, que es el síntoma más específico del TEPT. La teoría del procesamiento de la información intenta explicar las estructuras cognitivas del miedo y cómo estas pueden generar la reexperimentación. El TEPT se origina a partir de eventos aversivos impredecibles e incontrolables que no han sido procesados emocionalmente de manera adecuada y que interfieren en la integración cognitiva y emocional de otras experiencias y conductas. En particular, las estructuras cognitivas del miedo patológico difieren de las del miedo normal al contener elementos erróneos que reflejan una percepción de amenaza que no necesariamente corresponde a una amenaza real y que puede conducir a comportamientos de escape y evitación.

Solo cuando un estímulo adquiere un significado de amenaza, la estructura mnésica se transforma en una estructura de miedo. Por ejemplo, las víctimas de agresiones sexuales tienen mayor probabilidad de desarrollar TEPT cuando los estímulos y las respuestas seguras antes de la agresión dejan de serlo. Una chica violada por alguien conocido puede desarrollar un cuadro clínico con mayor probabilidad que si el suceso aversivo ha ocurrido con un desconocido y en un lugar alejado. La modificación de las reglas de seguridad puede permitir la integración de una gran variedad de estímulos en la estructura de miedo, lo cual, junto con la naturaleza del estímulo y la intensidad de las respuestas, puede perturbar seriamente el funcionamiento cotidiano de la víctima.

Cuando ciertos estímulos activan una estructura de miedo generalizada, puede ocurrir una fuerte explosión de activación que se manifiesta como alarma y reexperimentación del evento traumático. Como consecuencia, la víctima puede adoptar estrategias de afrontamiento basadas en intentos de evitación o escape del miedo, como la paralización, la despersonalización, la evitación conductual o cognitiva, entre otras. El miedo intenso y el malestar refuerzan el TEPT al impedir que la víctima se enfrente prolongadamente a las situaciones que evocan el trauma. A diferencia de las exposiciones largas, la tendencia a escapar de los estímulos sensibiliza a los sujetos. De hecho, las exposiciones cortas impiden la modificación de la estructura de miedo, que permanece inaccesible y, por tanto, no puede desactivarse. De este modo, la evitación sistemática impide la habituación a los estímulos y está asociada con la cronificación de los síntomas.

Otros modelos

Existen varios modelos teóricos de gran interés, incluyendo la teoría de la representación dual de Brewin y el modelo cognitivo de Ehlers y Clark (Brewin y Holmes, 2003). La teoría de la representación dual sugiere que la información relacionada con el sufrimiento de un evento traumático se almacena de manera dual a través de dos tipos de representaciones: una memoria verbalmente accesible y una memoria situacionalmente accesible. Las respuestas patológicas surgen cuando los recuerdos traumáticos se disocian del sistema de memoria ordinario. Por otro lado, el modelo cognitivo de Ehlers y Clark señala que las respuestas patológicas al trauma surgen cuando el individuo procesa la información traumática de una manera que produce una sensación de amenaza actual, ya sea una amenaza externa para la seguridad o una amenaza interna para la persona y el futuro. Este modelo destaca la importancia de la memoria del evento traumático, la falta de elaboración e integración de la memoria, así como la evaluación negativa o inadecuada que la persona hace de múltiples aspectos, como las señales de peligro que tienden a generalizarse, la evaluación de sus comportamientos, la relación con los demás y la perspectiva de vida que tiene.

Vulnerabilidad y resistencia al trauma

Merikangas et al. (1999). Existe una predisposición genético al estrés. Por ejemplo, los portadores de alelo corto del gen que regula el transportador de serotonina (SERT) cuentan con más posibilidades de tener niveles anormales de ansiedad, adquirir respuestas condicionadas al temor y padecer trastornos afectivos.
Echeburúa y Corral (2009). La evolución del sujeto está en función del mayor o menor peso de los factores de vulnerabilidad y de los factores de protección, que pueden contribuir, según los casos, a agravar o a metabolizar el suceso sufrido.
Rojas Marcos. (2010). El tipo de apoyo familiar y social recibido, así como la actuación de la justicia, van a contribuir ú atenuar el impacto del suceso traumático o, por el contrario, a agravarlo.
Amor y Echeburúa (2015); Finkelhor (1999). La fragilidad emocional se acentúa cuando hay una salud precaria o una historia de victimización, un estrés acumulativo, antecedentes psiquiátricos familiares y una falta de apoyo familiar y social.
Echeburúa y Amor (2015). La resiliencia se relaciona con aspectos previos al suceso traumático (características de la personalidad, tipo de apego existente en la infancia, ausencia de victimización), pero también de aspectos posteriores al suceso, como el tipo de recursos psicológicos utilizados o el apoyo familiar, social o judicial recibido.

La reacción psicológica ante una situación amenazante depende de múltiples factores, como la intensidad y las circunstancias del suceso, la edad, el historial de agresiones previas, la estabilidad emocional, los recursos psicológicos propios, la autoestima, el apoyo social y familiar y la calidad de las relaciones afectivas actuales. Todos estos elementos interactúan de forma variable en cada caso y configuran las diferencias individuales entre las víctimas de un mismo hecho traumático.

La evolución del sujeto está determinada por el peso relativo de los factores de vulnerabilidad y de protección, que pueden contribuir, según los casos, a agravar o metabolizar el suceso sufrido. La repercusión psicológica de un suceso traumático en una persona depende de su vulnerabilidad psicológica, que se refiere a la precariedad del equilibrio emocional, y de su vulnerabilidad biológica, que surge de forma innata y que está relacionada con un menor umbral de activación psicofisiológica. Ambos tipos de vulnerabilidad pueden amplificar el daño psicológico del suceso traumático en la víctima.

BiográficosPsicobiológicosPsicológicosPsicopatológicosSociofamiliares
✅Historia de victimización en la infancia (abuso sexual, malos tratos, etc.).
✅Antecedentes de otros sucesos traumáticos en el pasado.
✅Elevado grado de neuroticismo.
✅ Baja resistencia al estrés.
✅Escasos recursos de afrontamiento.
✅ Mala adaptación a los cambios.
✅ Inestabilidad emocional previa.
✅Trastornos psiquiátricos anteriores (trastornos adictivos, del estado de ánimo, de ansiedad, de personalidad, etc.).✅Falta de opoyo familiar.
✅Falta de apoyo social.
Factores de vulnerabilidad ante un suceso traumático (Echeburúa, 2004).

Desde una perspectiva psicológica, un desequilibrio emocional previo, una autoestima baja, una mala adaptación a los cambios, una actitud de fatalismo y una percepción del suceso como algo extremadamente grave e irreversible debilitan la resistencia a las frustraciones y contribuyen a generar una sensación de indefensión y desesperanza. Estas personas cuentan con poca confianza en sus propios recursos psicológicos para hacerse con el control de la situación. La fragilidad emocional se acentúa cuando hay una salud precaria o una historia de victimización, estrés acumulativo, antecedentes psiquiátricos familiares y falta de apoyo familiar y social.

A nivel biológico, algunas personas son más vulnerables que otras. La vulnerabilidad heredada está relacionada con una hipersensibilidad, como el ansia o el neuroticismo, que hace que la persona perciba como una amenaza lo que es un simple problema, tendiendo a dramatizar y reaccionar de forma exagerada. Además, existe una predisposición genética al estrés, como los portadores del alelo corto del gen que regula el transportador de serotonina (SERT) que tienen más probabilidades de tener niveles anormales de ansiedad, adquirir respuestas condicionadas al temor y padecer trastornos afectivos.

En cuanto a las víctimas de agresiones sexuales, la intensidad del trauma depende de diversas circunstancias. Algunas de ellas están vinculadas a la gravedad del hecho traumático en sí, como la duración de los abusos y la existencia de penetración, y otras, a las circunstancias ambientales, como la credibilidad del testimonio, la reorganización familiar a raíz del abuso o el impacto de la intervención judicial. El tipo de apoyo familiar y social recibido, así como la actuación de la justicia, pueden contribuir a atenuar o agravar el impacto del suceso traumático.

No obstante, hay personas que se muestran resistentes a la aparición de síntomas clínicos tras la experimentación de un suceso traumático. Ello no quiere decir que no sufran un dolor subclínico ni que no tengan recuerdos desagradables, sino que son capaces de hacer frente a la vida cotidiana y disfrutar de otras experiencias positivas. La resiliencia es la capacidad del ser humano para responder positivamente ante una grave contrariedad, es decir, el proceso de adaptación positiva a sucesos de vida desafiantes o traumáticos. La resiliencia supone la presencia de dos componentes: resistir a la adversidad y transformar las situaciones adversas en oportunidades de desarrollo y crecimiento.

De hecho, puede haber incluso un crecimiento postraumático en tres áreas: cambios en uno mismo, modificaciones en las relaciones interpersonales y cambios en la espiritualidad y en la filosofía de vida. Las personalidades resistentes al estrés se caracterizan por el control emocional, la autoestima adecuada, una confianza en los propios recursos, unas aficiones gratificantes, una vida social estimulante, un mundo interior rico y una actitud positiva ante la vida. Todo ello posibilita echar mano de los recursos disponibles para hacer frente de forma adecuada a dos sucesos negativos vividos, superar las adversidades y aprender de las experiencias dolorosas, sin renunciar por ello a sus metas vitales. Este tipo de personalidad funciona como un amortiguador o como una vacuna protectora que tiende a debilitar la respuesta de estrés.

En resumen, la resiliencia se relaciona con aspectos previos al suceso traumático, como las características de la personalidad, el tipo de apego existente en la infancia y la ausencia de victimización, así como con aspectos posteriores al suceso, como el tipo de recursos psicológicos utilizados o el apoyo familiar, social o judicial recibido.

Factores predictores de recuperación

Echeburúa (2004); Medina (2015). Las reacciones ante un suceso traumático son muy variables de unas personas a otras. Pero también es muy diversa la capacidad de recuperación a medio y largo plazo que tienen las víctimas que han sufrido un suceso amenazante para su vida o para su integridad psicológica.
Indicadores positivos de recuperación

Un indicador positivo del proceso de mejora de la víctima es cuando recupera la capacidad de expresar verbalmente sus sentimientos y logra poner en orden el caos de imágenes y recuerdos del suceso traumático. Además, la reaparición de expresiones afectivas, como sonreír, abrazar o besar, y la implicación en actividades lúdicas cotidianas y la fijación de nuevas metas son señales de recuperación.

A veces, es posible transformar el odio y el dolor en energía positiva si se cuenta con una red de apoyo social, se forma parte de un grupo solidario o se busca consuelo en la espiritualidad. En este sentido, los grupos de autoayuda pueden desempeñar un papel muy significativo, pero solo para algunas personas. De hecho, algunas víctimas se recuperan mejor del trauma cuando cuentan con el apoyo de una red de apoyo social natural, sin necesidad de integrarse en ese tipo de grupos. En estos casos, los grupos de autoayuda, en la medida en que se hace presente de forma permanente el dolor de lo sucedido a otras personas, pueden convertirse en un obstáculo en el proceso de recuperación.

Indicadores negativos de recuperación
Brewin y Holmes (2003). La presencia de culpa y rabia son predictores de un peor pronóstico, así como el uso de determinadas estrategias de afrontamiento cognitivo, tales como la rumiación y la evitación intencionada de pensamientos intrusivos.
Echeburúa et al (2013). El pronóstico es más sombrío cuando la víctima, en lugar de encarar el problema adecuadamente, adopta estrategias de afrontamiento negativos (como beber alcohol en exceso, automedicarse con tranquilizantes, evadirse mentalmente o volcarse en el trabajo de una forma compulsiva), se refugia en el pasado o alienta sentimientos de venganza.

En general, los factores más problemáticos para la recuperación de la víctima son la inestabilidad emocional previa al suceso y la prolongada exposición a estímulos traumáticos, como sucede, por ejemplo, en casos de abuso sexual intrafamiliar durante la infancia. Cuando ocurre un suceso traumático, el mayor riesgo de cronificación de los síntomas se presenta cuando la persona muestra respuestas de embotamiento afectivo, es decir, una anestesia emocional. Aunque las conductas de sobresalto y de hiperactivación pueden ser más llamativas en los primeros momentos, lo peor que le puede suceder a una persona afectada por un suceso de este tipo es perder su capacidad de atender y responder emocionalmente a su entorno habitual.

Además, haber sido hospitalizado por heridas relacionadas con el suceso traumático, haber padecido un trastorno ansioso-depresivo grave, haber sido víctima de abuso anteriormente o haber mostrado una mala capacidad de adaptación a diferentes situaciones en la vida anterior son indicadores negativos de recuperación.

En general, la evolución de la recuperación depende de las estrategias de afrontamiento utilizadas para superar el trauma. El pronóstico es más sombrío cuando la víctima, en lugar de encarar el problema adecuadamente, adopta estrategias de afrontamiento negativas, como beber alcohol en exceso, auto-medicarse con tranquilizantes, evadirse mentalmente o volcarse en el trabajo de forma compulsiva. También son indicadores negativos la presencia de culpa y rabia, así como el uso de determinadas estrategias de afrontamiento cognitivo, como la rumiación y la evitación intencionada de pensamientos intrusivos.

Otros trastornos

El DSM-5 incluye una variedad de cuadros clínicos codificados en el nuevo apartado de «Trastornos relacionados con traumas y estresores», además del TEPT y del TEA. Dentro de este apartado se encuentran dos trastornos clínicos relacionados con la infancia: el trastorno de apego reactivo y el trastorno de relación social desinhibida (descritos en el DSM-5 como de tipo inhibido y desinhibido, respectivamente), y otro trastorno relacionado con la vida adulta: los trastornos adaptativos.

Aunque los trastornos infantiles (TAR y TRSD) tienen una etiología común (negligencia de los cuidadores), difieren en su presentación clínica. El TAR se manifiesta como un trastorno de la internalización de los síntomas depresivos y de comportamientos de retraimiento, mientras que el TRSD se presenta como un estilo de conducta desinhibido y con comportamientos externalizantes (APA, 2013).

Trastorno de apego reactivo (TAR)

Los menores necesitan cuidadores que sean sensibles y receptivos para desarrollar vínculos seguros. El Trastorno de Apego Reactivo (TAR) se presenta cuando un menor de al menos nueve meses de edad no establece vínculos saludables con los padres o personas responsables de su cuidado, y se debe detectar antes de que el menor cumpla cinco años. Este trastorno clínico puede manifestarse si los adultos no satisfacen las necesidades básicas del menor, como la afectividad, nutrición y cuidado en general

Según el DSM-5, el trastorno se considera persistente si ha estado presente durante más de doce meses y grave cuando el menor presenta todos los síntomas del trastorno en un grado alto de intensidad. Algunos de los signos y síntomas incluyen aislamiento, miedo, tristeza o irritabilidad sin causa aparente, aspecto triste y desganado, incapacidad de buscar consuelo o reaccionar cuando se recibe consuelo, incapacidad de sonreír, observar a los demás de cerca pero no interactuar socialmente, incapacidad de pedir apoyo o ayuda, desinterés por los juegos interactivos, entre otros.

En otras palabras, el TAR es un estilo de comportamiento de los menores que se caracteriza por una elevada inhibición emocional y afectiva hacia sus cuidadores. Esto puede llevarlos a no buscar o incluso evitar el contacto y consuelo de ellos, incluso en situaciones que les asusten o les causen dolor e inquietud. Este patrón de conducta inhibida puede extenderse al entorno social, lo que puede resultar en una falta de sentimientos o emociones positivas en la interacción social.

El TAR puede ser consecuencia de graves experiencias de negligencia, abuso o separación brusca de los cuidadores, especialmente después de los nueve meses, o de la falta de respuesta por parte del cuidador a los esfuerzos comunicativos del menor. El riesgo de presentar este trastorno es mayor cuando los niños viven en un hogar o institución de menores, cambian de residencia o de persona responsable del cuidado con frecuencia, tienen padres que padecen problemas de salud mental graves que afectan a la crianza o experimentan períodos prolongados de separación de sus padres o de otras personas responsables del cuidado debido a una hospitalización.

A pesar de que el Trastorno de Apego Reactivo (TAR) puede ser resultado de circunstancias específicas en la vida del menor, es un trastorno poco común incluso en aquellos que han experimentado dichas circunstancias. Por lo tanto, es importante hacer un diagnóstico diferencial con otros trastornos que puedan afectar los comportamientos relacionados con el apego, como los trastornos del espectro del autismo o la discapacidad intelectual, que presentan una sintomatología más amplia y criterios diagnósticos diferentes. Es importante señalar que hay una falta de claridad en cuanto a la presentación del TAR en edades posteriores del menor. Sin embargo, este trastorno puede llevar a problemas posteriores de comportamiento, como el TDAH o alteraciones en las relaciones interpersonales.

Criterios para el diagnóstico del Trastorno de apego reactivo según el DSM-5 (APA, 2013)
Criterio A. Patrón constante de comportamiento inhibido, emocionalmente retraído hacia los cuidadores adultos, que se manifiesta por las dos características siguientes:

✅El niño raramente o muy pocas veces busca consuelo cuando siente malestar.
✅El niño raramente o muy pocas veces se deja consolar cuando siente malestar.
Criterio B. Alteración social y emocional persistente que se caracteriza por dos o más de los síntomas siguientes:

✅Reacción social y emocional mínima a los demás.
Afecto positivo limitado.
✅Episodios de irritabilidad, tristeza o miedo inexplicado que son evidentes incluso durante las interacciones no amenazadoras con los cuidadores adultos
Criterio C. El niño ha experimentado un patrón extremo de cuidado insuficiente como se pone de manifiesto por una o más de las características siguientes:

✅Negligencia o carencia social que se manifiesta por la falta persistente de tener cubiertas las necesidades emocionales básicas para disponer de bienestar, estímulo y afecto por parte de los cuidadores adultos.
✅Cambios repetidos de los cuidadores primarios que reducen la oportunidad de elaborar un apego estable (p. ej., cambios frecuentes de la custodia).
✅Educación en contextos no habituales que reduce en gran manera la oportunidad de establecer un apego selectivo (p. ej., instituciones con un número elevado de niños por
cuidador).
Criterio D. Se supone que el factor cuidado del Criterio C es el responsable de la alteración del comportamiento del Criterio A (p. ej., las alteraciones del Criterio A comienzan cuando falta el cuidado adecuado del Criterio C).
Criterio E. No se cumplen los criterios para el trastorno del espectro autista.
Criterio F. El trastorno es evidente antes de los 5 años.
Criterio G. . El niño tiene una edad de desarrollo de al menos 9 meses.
Especificar si:
Persistente: El trastorno ha estado presente durante más de 12 meses.
Especificar la gravedad actual:
El trastorno de apego reactivo se especifica como grave cuando un niño tiene todos los síntomas del trastorno, y todos ellos se manifiestan en un grado relativamente elevado.

Trastorno de relación social desinhibida (TRSD)

Se trata de un cuadro clínico infantojuvenil que se manifiesta en forma de un estilo de conducta de aproximación e interacción activa con adultos desconocidos. El trastorno de apego reactivo se considera grave cuando el niño presenta todos los síntomas en un grado elevado, y se diagnostica cuando el menor tiene al menos nueve meses de edad.

Los niños con trastorno de relación social desinhibida presentan una conducta totalmente desinhibida y se sienten cómodos hablando, iniciando contacto físico o incluso marchándose con una persona ajena o extraña para ellos. Este cuadro clínico puede coexistir con retrasos del desarrollo, sobre todo con retrasos cognitivos y del lenguaje, estereotipias y otras señales de negligencia grave por parte de los padres, como desnutrición o cuidados deficientes. También puede haber comorbilidad con el TDAH.

Este trastorno está vinculado a un entorno de negligencia social, especialmente en los dos primeros años de vida del menor. Aunque es poco frecuente, puede aparecer en un 20% de los niños que han sido abandonados y posteriormente acogidos en instituciones especiales.

El comportamiento social desinhibido y la falta de reserva para acercarse a los adultos extraños se acompañan de conductas de búsqueda o demanda de atención en la etapa preescolar. Cuando el trastorno persiste en la infancia media, los síntomas se manifiestan como una excesiva familiaridad verbal y física y una expresión no genuina de las emociones.

Criterios para el diagnóstico del Trastorno de relación social desinhibida según el DSM-5 (APA, 2013)
Criterio A. Patrón de comportamiento en el que un niño se aproxima e interacciona activamente con adultos extraños y presenta dos o más de las características siguientes:

✅Reducción o ausencia de reticencia para aproximarse e interaccionar con adultos extraños.
✅Comportamiento verbal o físico demasiado familiar (que no concuerda con lo aceptado culturalmente y con los límites sociales apropiados a la edad).
✅Recurre poco o nada al cuidador adulto después de una salida arriesgada, incluso en contextos extraños.
✅Disposición a irse con un adulto extraño con poca o ninguna vacilación.
Criterio B. Los comportamientos del Criterio A no se limitan a la impulsividad (como en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad), pero incluyen un comportamiento socialmente desinhibido.
Criterio C. El niño ha experimentado un patrón extremo de cuidado insuficiente, como se pone de manifiesto por una o más de las características siguientes:

✅Negligencia o carencia social que se manifiesta por la falta persistente de tener cubiertas las necesidades emocionales básicas para disponer de bienestar, estímulo y afecto por parte de los cuidadores adultos.
✅Cambios repetidos de los cuidadores primarios que reducen la oportunidad de elaborar un apego estable (p. ej., cambios frecuentes de la custodia).
✅Educación en contextos no habituales que reduce en gran manera la oportunidad de establecer un apego selectivo (p. ej., instituciones con un número elevado de niños por cuidador).
Criterio D. Se supone que el factor cuidado del Criterio C es el responsable de la alteración del comportamiento del Criterio A (p. ej., las alteraciones del Criterio A comienzan tras el cuidado patógeno del Criterio C).
Criterio E. El niño tiene una edad de desarrollo de al menos 9 meses.
Especificar si:
Persistente: El trastorno ha estado presente durante más de 12 meses.
Especificar la gravedad actual:
El trastorno de apego reactivo se especifica como grave cuando un niño tiene todos los síntomas del trastorno, y todos ellos se manifiestan en un grado relativamente elevado.

Trastornos adaptativos

Como se ha mencionado previamente, los trastornos adaptativos son un grupo de síndromes heterogéneos de respuesta al estrés que se manifiestan en un período de tres meses después de haberse expuesto a un suceso estresante, ya sea traumático o no traumático. En otras palabras, estos trastornos surgen cuando los acontecimientos adversos de la vida cotidiana (eventos vitales específicos o factores de estrés crónicos) sobrepasan las respuestas de afrontamiento al estrés de una persona e interfieren negativamente en su calidad de vida.

Existen varios subtipos de trastornos adaptativos, dependiendo de los síntomas predominantes: tipo ansioso, tipo depresivo o con trastornos del comportamiento, así como subtipos mixtos. A diferencia del TEPT, el estresor que desencadena el trastorno adaptativo no tiene que ser necesariamente traumático y la sintomatología presentada en estos subtipos no se ajusta a los núcleos sintomáticos del TEPT.

Tratamiento

Referencias

  • Belloch, Sandín, Ramos Campos, and Sandín, Bonifacio. Manual De Psicopatología. 3ª edición. Madrid [etc.]: McGraw-Hill Interamericana De España, 2020. Print.
  • ChatGPT

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