UN POCO DE HISTORIA

La aproximación a los trastornos de la lectura es el antecedente más importante de los comienzos de esta especialidad. Antes de la década de 1980, la investigación y la clínica en niños con alteraciones en el desarrollo se encuadraban dentro de las teorías, modelos y metodología de la neuropsicología en población adulta. Al igual que en la neuropsicología del adulto, sus inicios estuvieron vinculados a los trastornos del lenguaje secundarios a lesiones cerebrales adquiridas.

Dejerine (1890), desvinculó los trastornos de la lectoescritura de una baja inteligencia o de alteraciones en los sistemas sensoriales, relacionándolos, a partir de análisis post mortem, con la afectación de zonas del hemisferio izquierdo, como la circunvolución angular.

Morgan (1896), comunicó el caso de un adolescente de 14 años que presentaba problemas de lectoescritura similares a los detectados tras lesiones adquiridas, pero en este caso sin daño cerebral aparente. Su descripción se convirtió en el primer caso de lo que hoy se conoce como dislexia del desarrollo.

A partir de 1900 se generó un interés creciente por el estudio de las dificultades del aprendizaje, encuadradas por aquella época dentro del término disfunción cerebral mínima, ya que se detectaban en niños con una inteligencia normal.

Lev Vigotsky y Alexander Luria (década de 1920). Vigotsky vivió la revolución bolchevique y probablemente eso le ayudo a entender la importancia del lo social, en ese contexto, Vigotsky y Luria llegaron a conclusiones revolucionarias:

  • El desarrollo del niño no se podía explicar abordando sólo el «crecimiento de los procesos fisiológicos naturales», había que contar también con la tremenda influencia de la experiencia social.
  • Una de las experiencias sociales más relevantes para el niño es la escuela.
  • Perfil neuropsicológico. La convicción de la necesidad de reflejar en la evaluación de los niños con discapacidad no solo sus déficits, sino también sus habilidades. Para tal fin, diseñaron pruebas que realizaban tanto una estimación cuantitativa como una valoración cualitativa del niño.

Con esas premisas conceptuales, ambos iniciaron los estudios sobre alteraciones en el lenguaje. Infirieron los profundos cambios en los procesos superiores a lo largo del desarrollo ontogenético hasta adquirir su maduración. Estudios en mellizos y gemelos criados juntos o separados, demostraron que que la maduración final no depende únicamente del genotipo, sino también de los factores ambientales. Se adelantaron décadas al concepto de plasticidad. Concluyeron que la plasticidad del cerebro joven es mayor que la del adulto, al no estar las funciones completamente desarrolladas ni haber tanta especialización, el daño cerebral temprano afecta de manera más global a la cognición.

A mitad del siglo XX se incrementa la atención a los distintos síndromes neuropsicológicos asociados al daño cerebral temprano. A partir de 1970 aparecen las técnicas de neuroimagen estructural y funcional. Se detectan en numerosos trastornos del desarrollo anomalías cerebrales que no se podían apreciar en estudios post mortem.

A mediados de la década de 1980 se publica la primera revista de neuropsicología infantil «Developmental Neuropsychology» y desde entonces las publicaciones especializadas en neuropsicología infantil no ha dejado de crecer.

Referencias

  • Arnedo Montoro, M. (2018). Neuropsicología del desarrollo. Madrid: Médica Panamericana.
  • Apuntes Alicia Ferrer
  • YouTube

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